Isaías 49:3,5-6
Salmo 40: Aquí estoy, Senor,
para hacer tu voluntad
1 Corinitios 1:1-3
Juan 1:29-34
Isaías 49,3.5-6
El Señor me dijo: "Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso." Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra."
Salmo 39: Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: "Aquí estoy."
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Como está escrito en mi libro:
"Para hacer tu voluntad."
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
1 Corintios 1,1-3
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
Juan 1,29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.” Y Juan dio testimonio diciendo: "He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios."
— Comentario por Mons. Francisco González, SF.
Estamos hoy en el segundo domingo del Tiempo Ordinario. Además de la celebración del misterio Pascual y del Nacimiento de Jesús junto con la preparación a los mismos (Adviento y Cuaresma) tenemos un poco más de treinta domingos que conocemos por Tiempo Ordinario, en los que, como nos recuerda el gran liturgista Andrés Pardo, “no se celebra ningún misterio en particular, sino el conjunto de la Historia de la Salvación”.
Entre las fiestas de Navidad y el comienzo de la Cuaresma vamos a tener seis domingos del Tiempo Ordinario. Hoy tomamos la primera lectura del profeta Isaías (49, 3.5-6) que corresponde al Segundo Canto del Siervo de Yavé. Toda profecía dice más de lo que se ve a primera vista, pues habla del futuro y cubre territorio desconocido, incluso para el mismo profeta, pues es Dios el que verdaderamente habla.
En la lectura de hoy dice al siervo que quiere que sea algo más que siervo, quiere que sea “luz de las naciones”. Tal vez este mismo deseo de Dios va dirigido a nosotros, que en muchas ocasiones respondemos al llamado de Dios en un grado mínimo, en vez de como recomienda San Ignacio de Loyola: “Con toda libertad y generosidad”. Nos parecemos un poco al Hijo Pródigo que se contenta con que le traten como “siervo”, porque eso requiere menos esfuerzo que “ser y vivir como verdadero hijo”.
Pablo (2 lectura) escribe a la comunidad de Corinto y comienza proclamándose “apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios”. Algunos han cuestionado su autoridad y él quiere reafirmarla como es su derecho, porque la carta que sigue va a ser dura. Corinto es una gran metrópolis, es un maremágnum de ideas, comercio, gente, religiones. Es una ciudad donde abunda la dolce vita y todo eso está penetrando a la comunidad cristiana. A Pablo le han llegado malas noticias y escribe esta carta que como veremos en sucesivos domingos les llama la atención en lo que se refiere a su fe, su compromiso, su comportamiento. Para aquellos cristianos de Corinto, venidos del paganismo, no les era fácil cristianizar la cultura dominante de un entorno descrito como: “Gran ciudad entre las griegas, puerto comercial y cruce de corrientes culturales y religiosas, con fama de libertinaje en sus costumbres”.
Con el evangelio de hoy, que lo tomamos de San Juan (1, 29-34), nos encontramos con un reto extraordinario: ¿conocemos al Mesías? Juan nos presenta a Jesús como el Cordero de Dios, aunque dice que no lo conocía, pero que el que lo envió le había dado la señal: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo”.
Nosotros nos hemos declarado seguidores de ese Mesías, de Jesús, del Cordero de Dios. Nosotros hemos sido bautizados y recibido el Espíritu Santo. ¿Cómo está nuestra relación con Jesucristo?
Hay un gran peligro para nuestra vida espiritual y es el encasillarse en una devoción particular, en una práctica religiosa confortable, en unas estructuras y tradiciones recibidas que no nos atrevemos a constantemente revivificar y podemos llegar fácilmente a fosilizar nuestra relación con Dios, a contentarnos con ser “siervos y no hijos”. A veces nos contentamos con ser una copiadora espiritual que te repite lo mismo, pero que falta originalidad, la originalidad que viene de la constante apertura al poder y energía del Espíritu Santo.
Salmo 40: Aquí estoy, Senor,
para hacer tu voluntad
1 Corinitios 1:1-3
Juan 1:29-34
Isaías 49,3.5-6
El Señor me dijo: "Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso." Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: "Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra."
Salmo 39: Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: "Aquí estoy."
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
Como está escrito en mi libro:
"Para hacer tu voluntad."
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R. Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad
1 Corintios 1,1-3
Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.
Juan 1,29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.” Y Juan dio testimonio diciendo: "He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios."
— Comentario por Mons. Francisco González, SF.
Estamos hoy en el segundo domingo del Tiempo Ordinario. Además de la celebración del misterio Pascual y del Nacimiento de Jesús junto con la preparación a los mismos (Adviento y Cuaresma) tenemos un poco más de treinta domingos que conocemos por Tiempo Ordinario, en los que, como nos recuerda el gran liturgista Andrés Pardo, “no se celebra ningún misterio en particular, sino el conjunto de la Historia de la Salvación”.
Entre las fiestas de Navidad y el comienzo de la Cuaresma vamos a tener seis domingos del Tiempo Ordinario. Hoy tomamos la primera lectura del profeta Isaías (49, 3.5-6) que corresponde al Segundo Canto del Siervo de Yavé. Toda profecía dice más de lo que se ve a primera vista, pues habla del futuro y cubre territorio desconocido, incluso para el mismo profeta, pues es Dios el que verdaderamente habla.
En la lectura de hoy dice al siervo que quiere que sea algo más que siervo, quiere que sea “luz de las naciones”. Tal vez este mismo deseo de Dios va dirigido a nosotros, que en muchas ocasiones respondemos al llamado de Dios en un grado mínimo, en vez de como recomienda San Ignacio de Loyola: “Con toda libertad y generosidad”. Nos parecemos un poco al Hijo Pródigo que se contenta con que le traten como “siervo”, porque eso requiere menos esfuerzo que “ser y vivir como verdadero hijo”.
Pablo (2 lectura) escribe a la comunidad de Corinto y comienza proclamándose “apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios”. Algunos han cuestionado su autoridad y él quiere reafirmarla como es su derecho, porque la carta que sigue va a ser dura. Corinto es una gran metrópolis, es un maremágnum de ideas, comercio, gente, religiones. Es una ciudad donde abunda la dolce vita y todo eso está penetrando a la comunidad cristiana. A Pablo le han llegado malas noticias y escribe esta carta que como veremos en sucesivos domingos les llama la atención en lo que se refiere a su fe, su compromiso, su comportamiento. Para aquellos cristianos de Corinto, venidos del paganismo, no les era fácil cristianizar la cultura dominante de un entorno descrito como: “Gran ciudad entre las griegas, puerto comercial y cruce de corrientes culturales y religiosas, con fama de libertinaje en sus costumbres”.
Con el evangelio de hoy, que lo tomamos de San Juan (1, 29-34), nos encontramos con un reto extraordinario: ¿conocemos al Mesías? Juan nos presenta a Jesús como el Cordero de Dios, aunque dice que no lo conocía, pero que el que lo envió le había dado la señal: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo”.
Nosotros nos hemos declarado seguidores de ese Mesías, de Jesús, del Cordero de Dios. Nosotros hemos sido bautizados y recibido el Espíritu Santo. ¿Cómo está nuestra relación con Jesucristo?
Hay un gran peligro para nuestra vida espiritual y es el encasillarse en una devoción particular, en una práctica religiosa confortable, en unas estructuras y tradiciones recibidas que no nos atrevemos a constantemente revivificar y podemos llegar fácilmente a fosilizar nuestra relación con Dios, a contentarnos con ser “siervos y no hijos”. A veces nos contentamos con ser una copiadora espiritual que te repite lo mismo, pero que falta originalidad, la originalidad que viene de la constante apertura al poder y energía del Espíritu Santo.
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