sábado, 7 de abril de 2012

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCION (Misa del día)


Hechos 10,34-43
Salmo 117,1-2.16-17.22-23
Colosenses 3,1-4
Juan 20,1-9


Hechos 10,34-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Salmo 117,1-2.16-17.22-23:
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
R. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
R. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
R. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo


Colosenses 3,1-4

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

Secuencia

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.

Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.

Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.

«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,

los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!

Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»

Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.

Rey vencedor, apiádatede la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Juan 20,1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Comentario de Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Hoy es domingo de Pascua, Domingo de Resurrección. Cristo ha resucitado para ya nunca más morir. Ha vencido al pecado y a la muerte. Él ha cancelado TODA NUESTRA DEUDA.

Estos meses que hemos estado viviendo aquí en la ciudad de Washington y en la nación, todas esas manifestaciones por un mundo más justo en política económica. Por el respeto de las diferentes razas. En las masivas procesiones, hemos visto y reflexionado acerca de la gran misericordia de Dios al mandar a su Hijo Jesucristo para redimir nuestra deuda adquirida por nuestro pecado.

También hemos tenido más presente esa lucha constante entre el bien y el mal, entre el egoísmo y la generosidad, entre el odio y el amor, entre la ofensa y el perdón. Tanto el tiempo litúrgico que hemos estado viviendo, como los hechos de los que hablan las noticias nos recuerdan el egoísmo de muchos seres humanos, la avaricia desbordada, la corrupción, las injusticias y toda esa cantidad de odio que existe en sectores de la población por causa de la religión, de la raza y la cultura. Jesús nos promete estar siempre con nosotros.

Dejemos atrás nuestros miedos, egoísmo, soberbias y tantos otros sentimientos negativos que sólo empobrecen nuestro espíritu. Pidámosle que nos ayude a despojarnos de todo lo que nos limite y de las cadenas que nos quitan la libertad "así como Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros empezamos una vida nueva" (Rom 6,4).

Él únicamente nos pide que seamos evangelizadores de palabra y de obra. Además, estos días nos hacen pensar en la otra cara de la moneda o de la vida. También hay mucho bien en nuestros días, sobre todo para aquellos que quieren verlo.

Hay quienes siguen haciendo el bien sin mirar a quien, hay esos que trabajan por la paz y la justicia y lo hacen sin aspaviento. A veces es difícil encontrar quienes se solidarizan con los pobres, porque se consagran a ellos "la mano izquierda no se entera de lo que hace la derecha".

Todavía hay gente, que como Cristo, da la vida por los demás, como Monseñor Oscar Arnulfo Romero, que ahora, hace un par de semanas, se cumplieron treinta y dos años de su resurrección, lo mismo que todos esos otros "romeros, que aunque sean anónimos y se escriban con minúscula, también son un símbolo de "vida nueva y de esperanza".

Esa es la pascua, el tránsito, el paso de lo negativo a lo positivo, de la obscuridad a la luz, de la muerte a la vida. La pascua es "tumba vacía".

En la primera lectura (Hech. 10, 34-43) escuchamos el discurso de Pedro en la casa del centurión romano. Un discurso semejante a otros que encontramos en los mismos Hechos donde se habla de Jesús, qué es lo que él hizo, cómo murió, su resurrección, el testimonio de testigos que vivieron con él y que vino para la salvación de todos.

En la segunda lectura (Col. 3, 1-4) se nos habla de un nuevo orden. Nuestra fe en la Resurrección de Cristo nos pide que "pensemos y busquemos las cosas de arriba, donde se encuentra Cristo, y no en las de la tierra". Esta disyuntiva se encuentra expresada en Pablo en formas distintas, pero muy acentuada: "carne-espíritu", "hombre viejo y hombre nuevo", "legalismo y liberación", "pecado y gracia"... Tú, hermano/a que estás celebrando esta Pascua, ¿cuál es tu decisión? ¿por cuál de ellas te inclinas?

El evangelio (Jn. 20, 1-9) es un reto. Idas y venidas de unos y otros y "todavía no habían comprendido las Escrituras".

Cuando leemos, estudiamos la Sagrada Biblia, ¿lo hacemos principalmente para conocer la historia de Jesús o para comprometernos con su enseñanza y persona? ¡Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo! (Sal. 117)

¡Aleluya, aleluya, aleluya!

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