sábado, 28 de abril de 2012

4 DOMINGO DE PASCUA, B

Hechos 4,8-12
Salmo 117,1.8-9.21-23.26.28-29
1 Juan 3,1-2
Juan 10,11-18


Hechos 4,8-12

En aquellos días, Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador nuestro".

Salmo 117,1.8-9.21-23.26.28-29:
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Más vale refugiarse en el Señor,
que poner en los hombres la confianza;
más vale refugiarse en el Señor,
que buscar con los fuertes una alianza.
R. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular

Te doy gracias, Señor,
pues me escuchaste y fuiste para mí la salvación.
La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
R. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular

Bendito el que viene en nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga.
Tú eres mi Dios, y te doy gracias.
Tú eres mi Dios, y yo te alabo.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
R. La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular

1 Juan 3,1-2

Queridos hijos: Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos. Si el mundo no nos reconoce, es porque tampoco lo ha reconocido a él. Hermanos míos, ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Juan 10,11-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Este es el mandato que he recibido de mi Padre".

Comentario por Mons. Francisco Gonzalez, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Comenzamos la cuarta semana de Pascua y este domingo es conocido como el "domingo del Buen Pastor". Me gustaría que este domingo la homilía estuviera a cargo de algún laico, incluso, de haberlo pensado antes, hubiera pedido a alguno de los lectores que escribiera la reflexión para esta semana. Este es un domingo cuyas lecturas siempre me inquietan. Jesús en el evangelio (Jn. 10, 11-18) se nos presenta como "el Buen Pastor".

Dos características que Jesús se atribuye a sí mismo como "pastor bueno" son, primero que todo, disponibilidad para dar la vida por las ovejas y, en segundo lugar, conocimiento de las mismas. Sería interesante que nuestros rebaños tuvieran la oportunidad de decirnos a nosotros, los pastores, los sacerdotes, los ministros, los obispos, cómo ven nuestro pastoreo. ¿Qué nos dirían?

Esta misma pregunta la hace el prolífero y profundo escritor Alessandro Pronzato y él da la oportunidad a una "oveja" para que nos hable a los pastores. Creo que dice algo sobre ciertas posturas, que de vez en cuando encuentra en los pastores, posturas que son más de asalariado que de verdadero pastor, comparación que me ha dolido un tanto, tal vez bastante, pues si como dice la sabiduría popular que "las comparaciones son odiosas", ésta lo es en grado profundo. Entre asalariado y pastor debe haber una distancia sin medida.

La "oveja" sigue hablando al pastor y explicándole que no es simplemente la cuestión de dinero (en el bolsillo ya, en la mente y tal vez en el corazón) por lo que a veces proyecta la impresión de asalariado, mercenario, sino que también cuando cede "a las consideraciones de prestigio personal, éxito, popularidad, cuando interpreta su papel en clave de poder y de dominio, cuando en vez de servir se sirve de las personas, las instrumentaliza para sus fines, cuando defiende que el oficio le autoriza a disponer de ellas y las manipula".

El "pastor bueno" conoce sus ovejas y da la vida por ellas. Así lo hizo el "Buen Pastor" y, a eso mismo estamos llamados todos los que tenemos pastoreo a nuestro cuidado.

El cuidado del rebaño que se basa en la construcción de paredes y el uso de candados, el pastoreo por decreto y prohibición no es lo que Cristo nos dice, aunque en ocasiones esas cosas sean útiles e incluso necesarias, pero no hay nada mejor que el conocimiento personal de quienes se te han confiado (feligreses, estudiantes, hijos, ciudadanos) y la entrega de uno mismo a ellos, por su bien, por su protección contra el enemigo, por su salvación.

En este domingo del "Buen Pastor" tenemos que orar para que haya verdaderos "pastores buenos", sin olvidar que también se necesitan "ovejas buenas" que buscan, que tratan de formar "un rebaño ideal", ovejas que ayudan a sus pastores a un examen de conciencia y que, al mismo tiempo, reconocen toda esa gran labor que sus pastores hacen, incluso, en momentos difíciles, esa labor de cuidar un rebaño muy diverso, de reír con los que ríen y llorar con los que lloran, de orar con los que oran y de rezar por los que no lo hacen, de celebrar un bautismo y de acompañar al enfermo, de dar la bienvenida a los jóvenes y no negar el abrazo al que sufre de cualquier enfermedad.

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