lunes, 30 de julio de 2018

LUNES DE LA 17 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)

Jeremías 13,1-11
Salmo 32: Despreciaste a la Roca que te engendró
Mateo 13,31-35

Jeremías 13,1-11

Así me dijo el Señor: "Vete y cómprate un cinturón de lino, y rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua." Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí. Me volvió a hablar el Señor: "Toma el cinturón que has comprado y llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las hendiduras de las piedras." Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor. Pasados muchos días, me dijo el Señor: Levántate, vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí." Fui al Éufrates, cavé, y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada. Entonces me vino la siguiente palabra del Señor: Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada. Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel -oráculo del Señor-, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon."

Salmo 32: Despreciaste a la Roca que te engendró

Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas.
R. Despreciaste a la Roca que te engendró

Pensando: "Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales."
R. Despreciaste a la Roca que te engendró

"Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación fatua."
R. Despreciaste a la Roca que te engendró

Mateo 13,31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: "El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas". Les dijo otra parábola: "El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente". Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo".

domingo, 29 de julio de 2018

Juan 6,1-15: La multiplicación de los panes

Juan 6,1-15
Viernes de la 2 Semana de Pascua
Domingo de la 17 Semana del Tiempo Ordinario, Año B

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo." Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo." Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie." Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo." Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

COMENTARIOS:
Recoged los trozos sobrantes 
Adsis
José Antonio Pagola
Julio César Rioja CMF
Orden Carmelita
Imágenes del Evangelio

Recoged los trozos sobranes, por Raniero Cantalamessa, OFM


Durante varios domingos el Evangelio está tomado del discurso que pronunció Jesús sobre el pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm, y que refiere el evangelista Juan. El pasaje de este domingo viene del episodio de la multiplicación de los panes y los peces, que hace de introducción al discurso eucarístico.

No es casualidad que la presentación de la Eucaristía comience con el relato de la multiplicación de los panes. Con ello se viene a decir que no se puede separar, en el hombre, la dimensión religiosa de la material; no se puede proveer a sus necesidades espirituales y eternas, sin preocuparse, a la vez, de sus necesidades terrenas y materiales.

Fue precisamente ésta, por un momento, la tentación de los apóstoles. En otro pasaje del Evangelio se lee que ellos sugirieron a Jesús que despidiera a la multitud para que fuera a los pueblos vecinos a buscar qué comer. Pero Jesús respondió: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mateo 14,16). Con ello Jesús no pide a sus discípulos que hagan milagros. Pide que hagan lo que puedan. Poner en común y compartir lo que cada uno tiene. En aritmética, multiplicación y división son dos operaciones opuestas, pero en este caso son lo mismo. ¡No existe «multiplicación» sin «partición» (o compartir)!

Este vínculo entre el pan material y el espiritual era visible en la forma en que se celebraba la Eucaristía en los primeros tiempos de la Iglesia. La Cena del Señor, llamada entonces agape, acontecía en el marco de una comida fraterna, en la que se compartía tanto el pan común como el eucarístico. Ello hacía que se percibieran como escandalosas e intolerables las diferencias entre quien no tenía nada que comer y quien se «embriagaba» (1 Co 11,20-22). Hoy la Eucaristía ya no se celebra en el contexto de la comida común, pero el contraste entre quien tiene lo superfluo y quien carece de lo necesario no ha disminuido, es más, ha asumido dimensiones planetarias.

Sobre este punto tiene algo que decirnos también el final del relato. Cuando todos se saciaron, Jesús ordena: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda».

Nosotros vivimos en una sociedad donde el derroche es habitual. Hemos pasado, en cincuenta años, de una situación en la que se iba al colegio o a la Misa dominical llevando, hasta el umbral, los zapatos en la mano para no gastarlos, a una situación en la que se tira el calzado casi nuevo para adaptarse a la moda cambiante.

El derroche más escandaloso sucede en el sector de la alimentación. Una investigación del ministerio de Agricultura de los Estados Unidos revela que una cuarta parte de los productos alimentarios acaba cada día en la basura, por no hablar de lo que se destruye deliberadamente antes de que llegue al mercado. Jesús no dijo aquel día: «Destruid los trozos sobrantes para que el precio del pan y del pescado no baje en el mercado». Pero es lo que precisamente se hace hoy.

Bajo el efecto de una publicidad machacona, «gastar, no ahorrar» es actualmente la contraseña en la economía. Cierto: no basta con ahorrar. El ahorro debe permitir a los individuos y a las sociedades de los países ricos ser más generosos en la ayuda a los países pobres. Si no, es avaricia más que ahorro. 

martes, 24 de julio de 2018

25 de julio 1968-2018: A los 50 Años de Humanae Vitae: Tiempo de Amoris Laetitia


25 de julio: SANTIAGO, Apóstol


El nombre Santiago, proviene de dos palabras Sant Iacob. Porque su nombre en hebreo era Jacob. Los españoles en sus batallas gritaban: "Sant Iacob, ayúdenos". Y de tanto repetir estas dos palabras, las unieron formando una sola: Santiago. Fue uno de los 12 apóstoles del Señor.

Era hermano de San Juan evangelista. Se le llamaba el Mayor, para distinguirlo del otro apóstol, Santiago el Menor, que era más joven que él. Con sus padres Zebedeo y Salomé vivía en la ciudad de Betsaida, junto al Mar de Galilea, donde tenían una pequeña empresa de pesca. Tenían obreros a su servicio, y su situación económica era bastante buena pues podían ausentarse del trabajo por varias semanas, como lo hizo su hermano Juan cuando se fue a estarse una temporada en el Jordán escuchando a Juan Bautista.

Santiago formó parte del grupo de los tres preferidos de Jesús, junto con su hermano Juan y con Simón Pedro. Después de presenciar la pesca milagrosa, al oír que Jesús les decía: "Desde ahora seréis pescadores de hombres", dejó sus redes y a su padre y a su empresa pesquera y se fue con Jesucristo a colaborarle en su apostolado. ´

Presenció todos los grandes milagros de Cristo, y con Pedro y Juan fueron los únicos que estuvieron presentes en la Transfiguración del Señor y en su Oración en el Huerto de Getsemaní. ¿Por qué lo prefería tanto Jesús? Quizás porque (como dice San Juan Crisóstomo) era el más atrevido y valiente para declararse amigo y seguidor del Redentor, o porque iba a ser el primero que derramaría su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.

Cuenta el santo Evangelio que una vez al pasar por un pueblo de Samaria, la gente no quiso proporcionarles ningún alimento y que Santiago y Juan le pidieron a Jesús que hiciera llover fuego del cielo y quemara a esos maleducados. Cristo tuvo que regañarlos por ese espíritu vengativo, y les recordó que El no había venido a hacer daño a nadie sino a salvar al mayor número posible de personas. Santiago no era santo cuando se hizo discípulo del Señor. La santidad le irá llegando poquito a poco.

Otro día Santiago y Juan comisionaron a Salomé, su madre, para que fuera a pedirle a Jesús que en el día de su gloria los colocara a ellos dos en los primeros puestos: uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús les dijo: "¿Serán capaces de beber el cáliz de amargura que yo voy a beber?" Ellos le dijeron: "Sí somos capaces". Cristo añadió: "El cáliz de amargura sí lo beberán, pero el ocupar los primeros puestos no me corresponde a Mí el concederlo, sino que esos puestos son para aquellos para quienes los tiene reservado mi Padre Celestial". Los otros apóstoles se disgustaron por esta petición tan vanidosa de los dos hijos de Zebedeo, pero Jesús les dijo a todos: "El que quiera ser el primero, que se haga el servidor de todos, a imitación del Hijo del hombre que no ha venido a ser servido sino a servir". Seguramente que con esta lección de Jesús, habrá aprendido Santiago a ser más humilde.

Después de la Ascención de Jesús, Santiago el Mayor se distinguió como una de las principales figuras entre el grupo de los Apóstoles. Por eso cuando el rey Herodes Agripa se propuso acabar con los seguidores de Cristo, lo primero que hizo fue mandar cortarle la cabeza a Santiago, y encarcelar a Pedro. Así el hijo de Zebedeo tuvo el honor de ser el primero de los apóstoles que derramó su sangre por proclamar la religión de Jesús Resucitado.

Antiguas tradiciones (del siglo VI) dicen que Santiago alcanzó a ir hasta España a evangelizar. Y desde el siglo IX se cree que su cuerpo se encuentra en la catedral de Compostela (norte de España) y a ese santuario han ido miles y miles de peregrinos por siglos y siglos y han conseguido maravillosos favores del cielo. El historiador Pérez de Urbel dice que lo que hay en Santiago de Compostela son unas reliquias, o sea restos del Apóstol, que fueron llevados allí desde Palestina.

Es Patrono de España y de su caballería. Los españoles lo han invocado en momentos de grandes peligros y han sentido su poderosa protección. También nosotros si pedimos su intercesión conseguiremos sus favores.

Fuente: Aciprensa 
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domingo, 22 de julio de 2018

Mc 6,30-34: Venid aparte para descansar un poco, por el P. Raniero Cantalamessa, OFM

En el pasaje del Evangelio Jesús invita a sus discípulos a separarse de la multitud, de su trabajo, y retirarse con Él a un «lugar solitario». Les enseña a hacer lo que Él hacía: equilibrar acción y contemplación, pasar del contacto con la gente al diálogo secreto y regenerador con uno mismo y con Dios.

El tema es de gran importancia y actualidad. El ritmo de vida ha adquirido una velocidad que supera nuestra capacidad de adaptación. La escena de Charlot enfrascado en la cadena de montaje en Tiempos modernos es la imagen exacta de esta situación. Se pierde, de esta forma, la capacidad de separación crítica que permite ejercer un dominio sobre el fluir, a menudo caótico y desordenado, de las circunstancias y de las experiencias diarias.

Jesús, en el Evangelio, jamás da la impresión de estar agitado por la prisa. A veces hasta pierde el tiempo: todos le buscan y Él no se deja encontrar, absorto como está en oración. A veces, como en nuestro pasaje evangélico, incluso invita a sus discípulos a perder tiempo con Él: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Recomienda a menudo no afanarse. También nuestro físico, cuánto beneficio recibe de tales «respiros».

Entre estas «pausas» están precisamente las vacaciones. Son para la mayoría de las personas la única ocasión para descansar un poco, para dialogar de manera distendida con el propio cónyuge, jugar con los hijos, leer algún buen libro o contemplar en silencio la naturaleza; en resumen, para relajarse. Hacer de las vacaciones un tiempo más frenético que el resto del año significa arruinarlas.

Al mandamiento: «Acordaos de santificar las fiestas», habría que añadir: «Acordaos de santificar las vacaciones». «Deteneos (literalmente: vacate, ¡tomaos vacaciones!), sabed que yo soy Dios», dice Dios en un salmo (Sal 46). Un sencillo medio de hacerlo podría ser entrar en la iglesia o en una capilla de montaña, en una hora en que esté desierta, y pasar allí un poco de tiempo «aparte», solos con nosotros mismos, ante Dios.

Esta exigencia de tiempos de soledad y de escucha se plantea de forma especial a los que anuncian el Evangelio y a los animadores de la comunidad cristiana, quienes deben permanecer constantemente en contacto con la fuente de la Palabra que deben transmitir a sus hermanos. Los laicos deberían alegrarse, no sentirse descuidados, cada vez que el propio sacerdote se ausenta para un tiempo de recarga intelectual y espiritual.

Hay que decir que la vacación de Jesús con los apóstoles fue de breve duración, porque la gente, viéndole partir, le precedió a pie al lugar del desembarco. Pero Jesús no se irrita con la gente que no le da tregua, sino que «se conmueve», viéndoles abandonados a sí mismos, «como ovejas sin pastor», y se pone a «enseñarles muchas cosas».

Esto nos muestra que hay que estar dispuestos a interrumpir hasta el merecido descanso frente a una situación de grave necesidad del prójimo. No se puede, por ejemplo, abandonar a su suerte, o aparcar en un hospital, a un anciano que se tiene al propio cargo, para disfrutar sin molestias de las vacaciones.

No podemos olvidar a las muchas personas cuya soledad no han elegido, sino que la sufren, y no por alguna semana o mes, sino por años, tal vez durante toda la vida. También aquí cabe una pequeña sugerencia práctica: mirar alrededor y ver si hay alguien a quien ayudar a sentirse menos solo en la vida, con una visita, una llamada, una invitación a verle un día en el lugar de vacaciones: aquello que el corazón y las circunstancias sugieran.

DOMINGO DE LA 16 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, B

DOMINGO DE LA 16 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Ciclo B (Lecturas)

Jeremías 23,1-6
Salmo 22:  El Señor es mi pastor, nada me falta
Efesios 2,13-18
Marcos 6,30-34

Jeremías 23,1-6

Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: «A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia.»

Salmo 22:  El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta

Efesios 2,13-18

Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu.

Marcos 6,30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

sábado, 21 de julio de 2018

El magisterio de la Iglesia: magisterio ordinario y extraordinario

¿Qué es el magisterio de la Iglesia?

Es la función y autoridad de enseñar que tienen el papa (magisterio pontificio) y los obispos que están en comunión con él.

Dice el Catecismo de la Iglesia católica: "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma." (nro 85).

Es el ejercicio de la función de enseñar que compete a un obispo sobre la comunidad que le ha sido encomendada. El obispo, por tanto, es el maestro máximo de la fe sobre sus fieles y ejerce el magisterio cuando les enseña el contenido de la fe.

¿Qué es el magisterio ordinario?

Llamado magisterio ordinario y universal, es el ejercido habitualmente por el papa y por los obispos que se hallan en comunión con él en sus respectivas diócesis; también por los concilios en cuestiones de índole pastoral (que no involucran enseñanzas infalibles), y por las conferencias episcopales.

Se llama ordinario, porque se ejerce ordinariamente mediante la catequesis y la predicación, sin ninguna solemnidad especial. Exige de los fieles nuestra adhesión al contenido de la fe enseñado, si bien no está libre en absoluto del error. (CIC n. 753; Catecismo, n. 85, 2034)

¿Qué es el magisterio extraordinario o solemne?

El magisterio solemne (o extraordinario) es el ejercido por un concilio ecuménico o por el papa cuando define ex cathedra una doctrina de fe. Según la doctrina católica, el magisterio solemne es infalible (no puede contener error) e incluye las enseñanzas excathedra de los papas y de los concilios convocados y presididos por él.

Aunque se insta a los fieles católicos a creer y proclamar no solo el magisterio solemne, sino también el magisterio ordinario, cabe que decisiones ulteriores del magisterio alteren o contradigan el contenido anterior de este último.

Dice el Código de Derecho Canónico: Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria. (Canon 750, libro III)

La obligación del fiel católico es creer y defender activamente todo lo que enseña el magisterio eclesiástico sagrado, «con la plenitud de su fe», y también lo que enseña el magisterio ordinario, pero con un grado menor.

sábado, 14 de julio de 2018

Marcos 6,7-13: Una nueva comunidad, por la Orden Carmelita

Marcos 6,7-13

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

— Comentario por la Orden Carmelita

El Evangelio de hoy continúa el de ayer. El paso por Nazaret fue doloroso para Jesús. Fue rechazado por su misma gente (Mc 6,1-5). Lo que antes era su comunidad, ahora ha dejado de serlo. A partir de este momento, Jesús empieza a andar por los poblados de Galilea para anunciar la Buena Nueva (Mc 6,6) y a enviar a los doce en misión.

En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, las comunidades cristianas vivían una situación difícil. Humanamente hablando, no había futuro para ellas. En el 64, Nerón empezó a perseguir a los cristianos. En el 65, estalló la rebelión de los judíos de Palestina contra Roma. En el 70, Jerusalén fue totalmente destruida por los romanos. Por eso, la descripción del envío de los discípulos, después del conflicto en Nazaret, era fuente de luz y de ánimo para los cristianos.

• Marcos 6,7: El objetivo de la Misión

El conflicto creció y tocó de cerca a Jesús. ¿Cómo reacciona? De dos maneras.

a) Ante la cerrazón de la gente de su comunidad, Jesús deja Nazaret y empieza a recorrer los poblados de los alrededores (Mc 6,6).

b) Expande la misión e intensifica el anuncio de la Buena Nueva llamando a otras personas para implicarlas en la misión. “Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”.

Los discípulos participan de la misión de Jesús. No pueden ir solos, sino que deben ir de dos en dos, pues dos personas representan mejor la comunidad que una sola, y se pueden ayudar mutuamente. Reciben poder sobre los espíritus impuros, esto es, deben aliviar el sufrimiento de la gente y, a través de la purificación, deben abrir las puertas de acceso directo a Dios.

• Marcos 6,8-11: Actitudes en la misión

Las recomendaciones son sencillas: “Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino:”Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.". Y ellos se fueron.

Es el comienzo de una nueva etapa. Ahora ya no es sólo Jesús, sino todo el grupo va a anunciar la Buena Nueva de Dios al pueblo. Si la predicación de Jesús ya causaba conflicto, cuanto más ahora, con la predicación de todo el grupo. Si el misterio ya era grande, ahora va a ser mayor aún con la misión intensificada.

• Marcos 6,12-13: El resultado de la misión

“Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. Anunciar la Buena Nueva, provocar la conversión o mudanza en las personas y aliviar el dolor de la gente, curando las dolencias y expulsando los males.

El envío de los discípulos en Misión:

En el tiempo de Jesús había otros movimientos de renovación. Por ejemplo, los esenios y los fariseos. Ellos también buscaban una nueva manera de vivir en comunidad y tenían a sus misioneros (Cf. Mt 23,15). Pero cuando iban en misión, iban prevenidos. Llevaban bolsa y dinero para cuidar de su propia comida. Desconfiaban de la comida de la gente porque no era siempre ritualmente “pura”.

Al contrario de los otros misioneros, los discípulos y las discípulas de Jesús reciben recomendaciones diferentes que ayudan a entender los puntos fundamentales de la misión de anunciar la Buena Nueva, que reciben de Jesús y que es también nuestra misión:

a) Debían ir sin nada

No podían llevar nada, ni bolsa, ni cintura, ni bastón, ni pan, ni sandalias, ni tener dos túnicas. Esto significa que Jesús nos obliga a confiar en la hospitalidad. Pues aquel que va sin nada, va porque confía en la gente y cree que la gente va a recibirlo. Con esta actitud criticaban las leyes de exclusión, enseñadas por la religión oficial, y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otros criterios de comunidad.

b) Debían comer lo que la gente les daba

No podían vivir separados con su propia comida, sino que debían sentarse con los demás, en la mesa (LC 10,8). Esto significa que, en el contacto con la gente, no debían tener miedo a perder la pureza tal como era enseñada en la época. Con esta actitud criticaban las leyes de la pureza en vigor y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otro acceso a la pureza, esto es, a la intimidad con Dios.

c) Debían quedarse hospedados en la primera casa en que fueran acogidos

Debían convivir de manera estable y no andar de casa en casa. Debían trabajar como todo el mundo y vivir de lo que recibían en cambio, “pues el obrero merece su salario” (Lc 10,7). Con otras palabras, ellos debían participar de la vida y del trabajo de la gente y la gente los acogería en su comunidad y compartiría con ellos su comida. Significa que debían confiar en el compartir.

d) Debían sanar a los enfermos, curar a los leprosos y expulsar los demonios (Lc 10,9; Mc 6,7.13; Mt 10,8). Debían ejercer la función de “defensor” (goêl) y acoger para dentro del clan, dentro de la comunidad, a los que vivían excluidos. Con esta actitud criticaban la situación de desintegración de la vida comunitaria y apuntaban hacia salidas concretas.

EL REINO DE DIOS

Estos eran los cuatro puntos básicos que debían animar la actitud de los misioneros y de las misioneras que anunciaban la Buena Nueva de Dios en nombre de Jesús: hospitalidad, comunión alrededor de la mesa, compartir con los excluidos y acogerlos.

Una vez que hubiesen cumplido con esas cuatro exigencias, tenían que gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha llegado!” (cf. Lc 10,1-12; 9,1-6; Mc 6,7-13; Mt 10,6-16). Pues el Reino de Dios que Jesús nos reveló no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley.

El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, motivadas por su fe en Jesús, deciden vivir en comunidad para, así, dar testimonio y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos y hermanas, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos y hermanas.

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¿Eres “nestoriano” o “monofisita”? por Hilari Raguer, OSB

Ese credo que recitamos de corrido lo forjaron los primeros concilios ecuménicos a martillazos, condenando herejes a derecha y a izquierda.

A veces los que habían triunfado en un concilio se excedían en su interpretación y otro concilio tenía que dar un golpe de timón en sentido contrario. Esto no son “cuestiones bizantinas”, sino que tiene mucha actualidad, como trataré de explicar.

El primer concilio ecuménico, el de Nicea del 325 proclamó la fe en un solo Dios en tres personas y condenó la herejía de Arrio, que negaba la divinidad de Jesucristo, que él tenía por una criatura de Dios (“engendrado, no creado”, decimos en el credo).

El Concilio I de Constantinopla (381) reafirmó la condena de Nicea al arrianismo pero también el error opuesto, de Sabelio, que sostenía que Padre, Hijo y Espíritu Santo no son tres personas, sino tres aspectos o modalidades del único Dios. De estos dos primeros concilios procede el credo “nicenoconstantinopolitano” que decimos en la misa.

El Concilio de Éfeso del 431 tuvo por protagonista al patriarca de Alejandría, Cirilo, que proclamaba a María Madre de Dios (“theotókos” en griego, “Dei genitrix” en latín), y condenó al patriarca de Constantinopla Nestorio, que creía que María era solo madre de la humanidad de Jesucristo, y por lo tanto no era Madre de Dios.

Al reconocer a María como verdadera Madre de Dios, Éfeso afirmaba que en Jesucristo hay dos naturalezas pero una sola persona humano-divina, y María, al ser madre de la única persona de Jesucristo, es madre de Jesucristo hombre y Dios.

Eutiques, archimandrita (=superior) de un monasterio de Constantinopla, era ferviente seguidor de Cirilo de Alejandría, y por lo tanto de la doctrina de la “theotókos”, María Madre de Dios, pero se excedió en esta dirección y sostenía que, después de la unión de las dos naturalezas en la única persona de Jesucristo, la naturaleza humana había quedado absorbida por la divina y por lo tanto solo quedaba una naturaleza, la divina, y así Jesucristo no sería propiamente humano. Era el “monofisismo”, “mia physis”, una naturaleza. El sucesor de Cirilo en Alejandría, el patriarca Dióscuro, logró con sus intrigas que el emperador Teodosio II convocara otro sínodo, también en Éfeso, que aprobó su tesis. Por los procedimientos ilegítimos aquella asamblea no fue reconocida y se la conoce como “el latrocinio de Éfeso”.

El Concilio de Calcedonia (451) puso las cosas en su sitio. Fue el más participado (unos 600 obispos) y el mejor documentado. De occidente solo estuvieron los cinco legados pontificios, pero el papa san León el Grande exigió que se les confiriera la presidencia y envió un documento, el “tomus ad Flavianum”, que precisaba la recta doctrina, con la subsistencia de ambas naturalezas en un única persona.

En la actual Liturgia de las Horas se conservan, en la solemnidad de María, Madre de Dios, unas antífonas de estilo oriental de gran inspiración poética y a la vez profundidad teológica, que resumen la doctrina de los cuatro primeros concilios.

La del cántico de Zacarías, en las Laudes, dice: “Hoy se nos ha manifestado un gran misterio: en Cristo se han unido dos naturalezas, Dios se ha hecho hombre y, sin dejar de ser lo que era, ha asumido lo que no era, sin sufrir mezcla ni división”. En latín: “non commixtionem passus neque divisionem”. “Sin mezcla”, contra los monofisitas; “sin división”, contra los nestorianos.

León XIII recordó la doctrina de su predecesor san León I en un delicado momento político del catolicismo español. Superando la práctica secular de “la unión del trono y el altar”, apoyó a la monarquía liberal de la Restauración y concertó con ella el concordato del 1851. Los católicos españoles se dividieron entonces entre los que querían mantener la “integridad” (y por eso se llamaron integristas) de la tradicional identificación de la religión con la monarquía absoluta y los que se abrían a la democracia constitucional y parlamentaria, y por eso los primeros los tachaban de “mestizos” o medio infieles. De esta división vinieron las tres guerras carlistas.

En 1882 León XIII trató de poner paz con su encíclica “Cum multa”, que sigue siendo actual. Condenó dos errores opuestos en el modo de entender la relación de la religión y la política: el de los que las separaban totalmente (liberales) y el de los que las confundían (integristas). Aplicando la doctrina de los cuatro primeros concilios, resumida en aquella antífona antes citada, decía que así como hay que evitar “el impío error” de querer gobernar una nación sin tener en cuenta a Dios, “así también hay que huir de la equivocada opinión de los que mezclan y casi identifican la religión con algún partido político, hasta el punto de tener poco menos que por separados del catolicismo a los que pertenecen a otro partido”. León XIII fracasó entonces en España: cada bando sostuvo que la encíclica les daba la razón.

Terminaré con una aplicación de la doctrina de los cuatro grandes concilios a la vida cristiana de todos los tiempos; también al nuestro. Sin caer en ninguna de las herejías opuestas condenadas, los cristianos pueden adoptar estilos de piedad y de actividad que insistan más en la divinidad de Jesús o en su humanidad. Pueden ser más “espirituales” y dedicarse intensamente a la contemplación, o más “humanos” y trabajar más por las implicaciones temporales del evangelio, pero siempre han de mantener un mínimo esencial de la otra tendencia.

En la vida religiosa se habla de congregaciones de vida contemplativa y de vida activa, pero todas son algo mixtas. Un cartujo, dado a la contemplación, ha de tener un mínimo de caridad, hacia sus hermanos de comunidad y hacia los que se le acerquen; no puede despacharlos diciendo que le estorban en sus oraciones. Y un sacerdote o una religiosa entregados al servicio de los más desvalidos han de tener un mínimo de oración. Lo mismo un sacerdote de gran actividad pastoral: no podrá hablar “de” Dios” si no habla “con” Dios.

En el Vaticano II la minoría conservadora o inmovilista se aferraba a las verdades eternas y se oponía a las reformas (“monofisitas”), mientras la mayoría en la línea de Juan XXIII insistía en la necesidad de adaptarse a la mentalidad y los problemas de nuestro tiempo y se tradujo en le “opción preferencial por los pobres” (“nestorianos”). La asamblea del CELAM de Medellín del 1968, aplicando y ampliando la doctrina del Vaticano II, hizo pasar a la Iglesia de América Latina de la tendencia tradicional “monofisita” a la “nestoriana”. De ahí nació la teología de la liberación. Pero el padre de esta escuela, Gustavo Gutiérrez, en su libro emblemático “Teología de la liberación” (1972), insiste en la necesidad de la contemplación y la mística (dimensión divinizante o “monofisita”).

Finalmente, hablando siempre en sentido amplio de aquellas herejías, me atreveré preguntar si la Virgen María era “monofisita” o “nestoriana”. Ella tuvo un perfecto equilibrio, porque si con su total dedicación a su Hijo tendía a “monofisita”, en el cántico que resume su espiritualidad, el Magníficat, se declara esclava del Señor pero opta plenamente por los pobres.

Nuestra devoción mariana puede seguir una u otra tendencia. Una devoción mariana “monofisita” la espiritualiza tanto que casi hace de María un extraterrestre, un cromo, sin relación alguna con la Iglesia y el mundo (pienso en cierta imaginería y en algún medio de comunicación mariano). En cambio la devoción “nestoriana” extrema no insiste en su virginidad y aun la niega, y ve a María como la mujer fuerte, que comparte los problemas del pueblo; como una mujer palestina de Gaza.
Y tú: ¿te sientes “nestoriano” o “monofisita”?

Marcos 6,7-13: Misión de los Doce

Marcos 6,7-13
Jueves de la 4 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: "Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

SOBRE EL MISMO TEMA:

Mc 6,7-13: Curar y liberar, por el P. José Antonio Pagola


¿Cuál fue realmente la intención de Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora?

El relato de Marcos deja claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus seguidores. No harán nada en nombre propio. Son «enviados» de Jesús. No se predicarán a sí mismos: solo anunciarán su Evangelio. No tendrán otros intereses: solo se dedicarán a abrir caminos al reino de Dios.

No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habrá nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús. Sin él haremos todo menos introducir su Espíritu en el mundo.

Al enviarlos, Jesús no deja a sus discípulos abandonados a sus fuerzas. Les da su «poder», que no es un poder para controlar, gobernar o dominar a los demás, sino su fuerza para «expulsar espíritus inmundos», liberando a las personas de lo que las esclaviza, oprime y deshumaniza.

Los discípulos saben muy bien qué les encarga Jesús. Nunca lo han visto gobernando a nadie. Siempre lo han conocido curando heridas, aliviando el sufrimiento, regenerando vidas, liberando de miedos, contagiando confianza en Dios. «Curar» y «liberar» son tareas prioritarias en la actuación de Jesús. Darían un rostro radicalmente diferente a nuestra evangelización.

Jesús los envía con lo necesario para caminar. Según Marcos, solo llevarán bastón, sandalias y una túnica. No necesitan de más para ser testigos de lo esencial. Jesús los quiere ver libres y sin ataduras; siempre disponibles, sin instalarse en el bienestar; confiando en la fuerza del Evangelio.

Sin recuperar este estilo evangélico no hay «nueva etapa evangelizadora». Lo importante no es poner en marcha nuevas actividades y estrategias, sino desprendernos de costumbres, estructuras y servidumbres que nos están impidiendo ser libres para contagiar lo esencial del Evangelio con verdad y sencillez.

En la Iglesia hemos perdido ese estilo itinerante que sugiere Jesús. Su caminar es lento y pesado. No sabemos acompañar a la humanidad. No tenemos agilidad para pasar de una cultura ya pasada a la cultura actual. Nos agarramos al poder que hemos tenido. Nos enredamos en intereses que no coinciden con el reino de Dios. Necesitamos conversión.

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sábado, 7 de julio de 2018

DOMINGO DE LA 14 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B

Marcos 6,1-6: Visita de Jesús a Nazaret

Marcos 6,1-6 (Cf. Mt 13,54-58; Lc 4,16-30)
Miércoles de la 4 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II
Domingo de la 14 Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo B

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

SOBRE EL MISMO TEMA:
   Nadie es profeta en su tierra
   La curación de la Fe
   por la Orden Carmelita
Sobre los hermanos de Jesús:
   ¿Quiénes eran los hermanos de Jesús?
   Los hermanos de Jesús
   Sobre los hermanos de Jesús  

Mc 6,1-6: Nadie es profeta en su tierra, por el P. Raniero Cantalamessa, OFM

Cuando ya se había hecho popular y famoso por sus milagros y su enseñanza, Jesús volvió un día a su lugar de origen, Nazaret, y como de costumbre se puso a enseñar en la sinagoga. Pero esta vez no suscitó ningún entusiasmo, ningún ¡Hosanna!

Más que escuchar cuanto decía, la gente se puso a hacer consideraciones ajenas: «¿De dónde ha sacado esta sabiduría? No ha estudiado; le conocemos bien; es el carpintero, ¡el hijo de María!». «Y se escandalizaban de Él», o sea, encontraban un obstáculo para creerle en el hecho de que le conocían bien.

Jesús comentó amargamente: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio». Esta frase se ha convertido en proverbial en la forma abreviada: Nemo propheta in patria, nadie es profeta en su tierra.

El pasaje evangélico nos lanza también una advertencia implícita que podemos resumir así: ¡atentos a no cometer el mismo error que cometieron los nazarenos! En cierto sentido, Jesús vuelve a su patria cada vez que su Evangelio es anunciado en los países que fueron, en un tiempo, la cuna del cristianismo.

Nuestra Italia, y en general Europa, son, para el cristianismo, lo que era Nazaret para Jesús: «El lugar donde fue criado» (el cristianismo nació en Asia, pero creció en Europa, ¡un poco como Jesús había nacido en Belén, pero fue criado en Nazaret!). Hoy corren el mismo riesgo que los nazarenos: no reconocer a Jesús. La carta constitucional de la nueva Europa unida no es el único lugar del que Él es actualmente «expulsado»...

El episodio del Evangelio nos enseña algo importante. Jesús nos deja libres; propone, no impone sus dones. Aquel día, ante el rechazo de sus paisanos, Jesús no se abandonó a amenazas e invectivas. No dijo, indignado, como se cuenta que hizo Publio Escipión, el africano, dejando Roma: «Ingrata patria, ¡no tendrás mis huesos!». Sencillamente se marchó a otro lugar. Una vez no fue recibido en cierto pueblo; los discípulos indignados le propusieron hacer bajar fuego del cielo, pero Jesús se volvió y les reprendió (Lc 9,54).

Así actúa también hoy. «Dios es tímido». Tiene mucho más respeto de nuestra libertad que la que tenemos nosotros mismos, los unos de la de los otros. Esto crea una gran responsabilidad. San Agustín decía: «Tengo miedo de Jesús que pasa» (Timeo Jesum transeuntem). Podría, en efecto, pasar sin que me percate, pasar sin que yo esté dispuesto a acogerle.

Su paso es siempre un paso de gracia. Marcos dice sintéticamente que, habiendo llegado a Nazaret en sábado, Jesús «se puso a enseñar en la sinagoga». Pero el Evangelio de Lucas especifica también qué enseñó y qué dijo aquel sábado. Dijo que había venido «para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos; para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor» (Lucas 4,18-19).

Lo que Jesús proclamaba en la sinagoga de Nazaret era, por lo tanto, el primer jubileo cristiano de la historia, el primer gran «año de gracia», del que todos los jubileos y «años santos» son una conmemoración.

DOMINGO DE LA 14 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B (Lecturas)

Ezequiel 2,2-5
Salmo 122: Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia
2 Corintios 12,7b-10
Marcos 6,1-6

Ezequiel 2,2-5

En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me decía: «Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos.»

Salmo 122: Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores.
R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia

Como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
R. Nuestros ojos están en el Señor,
esperando su misericordia

2 Corintios 12,7b-10

Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» Por eso, muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

miércoles, 4 de julio de 2018

4 de julio: Santa Isabel de Portugal

Santa Isabel de Portugal, por Celestino Hueso SF


Es hija del rey Pedro III de Aragón, nieta de Jaime I y biznieta del emperador Federico II. Precisamente le pusieron por nombre Isabel en honor de su tía abuela Santa Isabel de Hungría.

Se convirtió en reina de Portugal al casarla, con tan solo 12 años de edad, con el rey Dionisio, que, por cierto, era un sinvergüenza de siete suelas, bruto como un arado y más infiel que un gallo en un gallinero. Ya podéis imaginar que eso de “vives como una reina” no se le puede aplicar a Santa Isabel.

Ella por su parte destacó desde muy niña por su piedad, austeridad y caridad, apoyada en la oración. Si hemos de creer a la Leyenda Dorada, rezaba el oficio divino desde los ocho años de edad y, siendo ya reina, ayunaba durante la cuaresma de la Asunción y de los ángeles, en Adviento y tres días semanales, muchas veces a pan y agua. Ella se mortificaba pero para los pobres todo le parecía poco.

Dice la misma leyenda que un día, un paje mala uva acusó a nuestra santa ante el rey de serle infiel con otro paje. El rey se propuso dar un castigo ejemplar que sirviera de escarmiento a quienes pudieran tener ideas semejantes y ordenó al jefe de su cantera que echara en el horno al primero que llegara preguntándole si ya había cumplido el encargo del rey. A continuación, envió al paje bueno a preguntar.

El sirviente iba más tranquilo que unas pascuas a cumplir con la orden recibida pero, al pasar por delante de una iglesia, oyó la campanilla de la consagración y, siguiendo los buenos consejos recibidos de la reina Isabel, entró en el templo, dispuesto a quedarse hasta que terminara la misa; pero seguramente era el día de los Fieles Difuntos y hubo tres misas seguidas, con lo que se retrasó un pelín más de lo esperado.

Mientras tanto, el rey, impaciente por saber el resultado de su plan, y como en ese tiempo aún no se había inventado el celular, envió al paje mala uva y bocón a preguntar si ya se había cumplido el encargo del rey. Oír eso el “canterano” y zampar de cabeza al chismoso en el horno todo fue una. El rey Dionisio se convirtió al instante, viendo la mano de Dios en este hecho.

Yo creo que, más bien, fue la piedad, generosidad, docilidad y humildad de Isabel lo que consiguió dulcificar un tanto el carácter del rey y pudo dedicarse ella a las buenas obras entre las que destacan la construcción de hogares para huérfanos y residencias para la tercera edad, una escuela, conventos y casas de oración. También tenía la costumbre de prestar sus vestidos e incluso la corona para que los pudieran lucir las jóvenes pobres el día de su boda.

Tuvo dos hijos: Alfonso que sería rey de Portugal y Constanza, reina de Castilla.

El 4 de Julio, desde el Convento de las Clarisas, partió para un nuevo reino, el de la paz, la justicia, la verdad y la vida, el Reino de los Cielos.

Felicidades a las Isabeles, especialmente a mi madre que lo estará leyendo desde el Cielo.

Buenos días.

martes, 3 de julio de 2018

Santo Tomás, Apóstol, por CH, SF



Casi siempre que hablamos de Santo Tomás lo recordamos como el Apóstol de la poca fe, aquél que dudó de la resurrección de Cristo. Y recordamos la famosa frase “si no veo en sus manos las señales de los clavos, si no meto mi mano en la herida de su costado, no creo” (cosa que, por otra parte exigían todos. Basta mirar los relatos de las apariciones y veremos a Jesús mostrando las llagas cada dos por tres).

Fijándonos en la paja se nos escapa lo mejor de sus intervenciones en el Evangelio, porque Santo Tomás interviene en tres ocasiones, mostrándose siempre como un hombre decidido, sincero y fiel hasta la muerte. En el relato que recordamos, su sinceridad hace posible una de las afirmaciones más esperanzadoras para todos nosotros “Dichosos los que creen sin haber visto.”

La primera intervención de Tomás ocurre cuando Jesús decide subir a Jerusalén por última vez, aunque le habían amenazado de muerte. Los discípulos quieren convencerle de que ir allá es de locos, entonces aparece nuestro santo para decir “vayamos nosotros también y muramos con él”, mostrando su valor y dejando claro que, pase lo que pase, no quiere alejarse del Señor jamás.

Finalmente, en la última cena, Jesús afirma “Y donde yo voy ya sabéis el camino” y Santo Tomás replica “no sabemos a dónde vas, cómo vamos a saber el camino” ¡vamos! Algo así como “¡tienes cosas de peón caminero! ¿Crees que somos adivinos?” Jesús responderá con la más linda de las afirmaciones “yo soy el camino y la verdad y la vida.”

Según la antigua tradición, Santo Tomás estuvo predicando en Persia y en la India, donde mostró que el “vayamos y muramos con él” no era una fanfarronada para quedar bien, pues recibió la corona del martirio el 3 de Julio del año 72.