Juan 14,15-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."
— Comentario por Reflexiones Católicas
"El Padre os dará otro defensor"
Tendréis un abogado a vuestra disposición. Es la garantía ofrecida por Cristo; como el consuelo supremo que puede dar a sus discípulos que estaban tristes por el anuncio de su partida.
La promesa de Jesús presupone la representación tradicional, según la cual, cuando los hombres aparezcan ante el tribunal de Dios, se encontrarán con muchas culpas de las que serán acusados y tendrán que dar respuesta. Sus pecados, a modo de acusadores, se volverán contra ellos. Por si esto fuese poco, el demonio acentuará estas acusaciones.
La defensa estará a cargo de las buenas obras realizadas y que serán presentadas como un contrapeso a la malas. Además, ahora promete Jesús -apoyándose en los procedimientos legales judíos- que tendrán un abogado. Este abogado, siguiendo siempre los procedimientos y costumbres judías, no es sólo una persona encargada de aducir pruebas a favor de la parte defendida, sino sobre todo, es una persona de gran categoría y ascendencia ante el juez, al que podía influir favorablemente con su sola presencia. Esta influencia en el juez no obedecía principalmente al conocimiento que dicho abogado tuviese de la Ley y al manejo de lo trucos legales, sino al peso de su autoridad personal, por tratarse de un hombre que gozaba de la estima de la sociedad.
El contexto, por tanto, de la promesa de un abogado -que no corresponde a nuestro concepto de abogado, como hemos podido ver- es escatológico, con una referencia inmediata al último Juicio de Dios. Los judíos creían que, en aquel momento, tendrían a su disposición además de sus buenas obras y las de sus antepasados, un abogado de esa naturaleza.
En el cuarto evangelio este lenguaje, que describe el futuro, se aplica ya para describir el presente. Es decir se promete a los creyentes ese abogado no para el futuro juicio de Dios, sino desde el momento de la partida de Jesús. Este abogado es el Espíritu Santo, prometido para cuando los cristianos se hallen en dificultades por razón de la profesión de su fe. Y como en el evangelio de Juan estamos ante una confrontación constante entre el cristianismo y el mundo, la presencia del abogado es aun más necesaria.
El abogado es prometido a los que aman a Jesús. Y lo aman los que cumplen sus mandamientos. El cuarto evangelio establece frecuentemente esa conexión entre el amor y la obediencia (14, 21. 23. 24; 15, 10. 14). Probablemente lo hace para explicar lo que significa pedir en su nombre. El «nombre» de Cristo no puede ser utilizado si no va acompañado de la obediencia y el amor.
Este abogado es el espíritu de la verdad. Es el mismo Espíritu que continúa la obra de Cristo dando a conocer la verdad total en torno a Jesús. Es el Espíritu quien comunica la verdad y Jesús es la verdad.
El mundo, por definición, no puede recibir la enseñanza del Espíritu. En este contexto el mundo es sinónimo de los no creyentes. Por eso, el mundo dejará de ver a Jesús, que se va; los discípulos, sin embargo, lo ven porque creen en él. Es la visión de la fe. La visión que proporciona la vida. Los discípulos vivirán con esa vida eterna, que se pone a su disposición a través de la muerte y resurrección de Jesús.
Todo esto ocurrirá «aquel día», es decir, en la nueva situación que nace como consecuencia de la muerte-resurrección de Jesús. La fe de los discípulos descubrirá la unidad entre el Padre y el Hijo, que el Hijo actuaba en nombre del Padre a modo de su agente entre los hombres para su salvación.
La respuesta de los discípulos debe ser la del amor. Este amor les une a Jesús y, a través de él, participan en el amor que el Padre tiene por el Hijo. Son amados por Dios.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él."
— Comentario por Reflexiones Católicas
"El Padre os dará otro defensor"
Tendréis un abogado a vuestra disposición. Es la garantía ofrecida por Cristo; como el consuelo supremo que puede dar a sus discípulos que estaban tristes por el anuncio de su partida.
La promesa de Jesús presupone la representación tradicional, según la cual, cuando los hombres aparezcan ante el tribunal de Dios, se encontrarán con muchas culpas de las que serán acusados y tendrán que dar respuesta. Sus pecados, a modo de acusadores, se volverán contra ellos. Por si esto fuese poco, el demonio acentuará estas acusaciones.
La defensa estará a cargo de las buenas obras realizadas y que serán presentadas como un contrapeso a la malas. Además, ahora promete Jesús -apoyándose en los procedimientos legales judíos- que tendrán un abogado. Este abogado, siguiendo siempre los procedimientos y costumbres judías, no es sólo una persona encargada de aducir pruebas a favor de la parte defendida, sino sobre todo, es una persona de gran categoría y ascendencia ante el juez, al que podía influir favorablemente con su sola presencia. Esta influencia en el juez no obedecía principalmente al conocimiento que dicho abogado tuviese de la Ley y al manejo de lo trucos legales, sino al peso de su autoridad personal, por tratarse de un hombre que gozaba de la estima de la sociedad.
El contexto, por tanto, de la promesa de un abogado -que no corresponde a nuestro concepto de abogado, como hemos podido ver- es escatológico, con una referencia inmediata al último Juicio de Dios. Los judíos creían que, en aquel momento, tendrían a su disposición además de sus buenas obras y las de sus antepasados, un abogado de esa naturaleza.
En el cuarto evangelio este lenguaje, que describe el futuro, se aplica ya para describir el presente. Es decir se promete a los creyentes ese abogado no para el futuro juicio de Dios, sino desde el momento de la partida de Jesús. Este abogado es el Espíritu Santo, prometido para cuando los cristianos se hallen en dificultades por razón de la profesión de su fe. Y como en el evangelio de Juan estamos ante una confrontación constante entre el cristianismo y el mundo, la presencia del abogado es aun más necesaria.
El abogado es prometido a los que aman a Jesús. Y lo aman los que cumplen sus mandamientos. El cuarto evangelio establece frecuentemente esa conexión entre el amor y la obediencia (14, 21. 23. 24; 15, 10. 14). Probablemente lo hace para explicar lo que significa pedir en su nombre. El «nombre» de Cristo no puede ser utilizado si no va acompañado de la obediencia y el amor.
Este abogado es el espíritu de la verdad. Es el mismo Espíritu que continúa la obra de Cristo dando a conocer la verdad total en torno a Jesús. Es el Espíritu quien comunica la verdad y Jesús es la verdad.
El mundo, por definición, no puede recibir la enseñanza del Espíritu. En este contexto el mundo es sinónimo de los no creyentes. Por eso, el mundo dejará de ver a Jesús, que se va; los discípulos, sin embargo, lo ven porque creen en él. Es la visión de la fe. La visión que proporciona la vida. Los discípulos vivirán con esa vida eterna, que se pone a su disposición a través de la muerte y resurrección de Jesús.
Todo esto ocurrirá «aquel día», es decir, en la nueva situación que nace como consecuencia de la muerte-resurrección de Jesús. La fe de los discípulos descubrirá la unidad entre el Padre y el Hijo, que el Hijo actuaba en nombre del Padre a modo de su agente entre los hombres para su salvación.
La respuesta de los discípulos debe ser la del amor. Este amor les une a Jesús y, a través de él, participan en el amor que el Padre tiene por el Hijo. Son amados por Dios.
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