viernes, 1 de abril de 2016

Sobre la Adoración y la Veneración: ¿Idolatría Católica?, por el P. Cristian Hernan Andrade

Una de las mejores formas de identificar a un católico o a un protestante, es observando su actitud con respecto al culto religioso. La presencia de un cuadro, estampa o medallita con una Cruz, una imagen de la Virgen María o de algún santo, identifican a un católico. La ausencia de imágenes no identifica de inmediato a  un protestante, pero si una persona parece fuertemente opuesta al uso de imágenes, hay mucha probabilidad de que sea protestante.

Intentaré dar algunas opiniones y orientaciones sobre el culto católico, apegándome a la doctrina oficial de la Iglesia Católica.

— ¿Qué es el culto? 

El concepto de culto, en general, es una actitud de mantener a una cosa –objeto o persona– en un grado más alto al que tenemos los dadores del culto. El hecho de “dar culto”, significa que consideramos al receptor del culto por encima de nosotros en ciertos aspectos y digno de recibir honra, admiración y devoción popular.

— ¿Cómo es el Culto Católico?

Los católicos tenemos cinco tipos de culto:

1.– Latria absoluta: Es el culto dado solamente a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
2.– Latría relativa: Es el culto dado a imágenes y/o reliquias de Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo, Santísima Trinidad y Especies de la Eucaristía)
3.– Hiperdulía: Es el culto a la Santísima Virgen María.
4.– Dulía absoluta: Es el culto reservado a los ángeles y a los santos.
5.– Dulía relativa: Es el culto a las imágenes y a las reliquias de santos.

Cuando uno trata estos temas con evangélicos se topa con una inquietante cuestión: la idolatría.

— ¿Qué es la Idolatría?

La idolatría es el culto de latria que damos a alguien (o algo) que no es Dios. Como el culto de latria está reservado únicamente a Dios, si damos dicho culto a otro y otra que no sea Dios, estamos cometiendo el pecado de idolatría.

La idolatría implica negar el carácter único de Dios para atribuírselo a personas o cosas creadas. Dios condena la idolatría en numerosos pasajes de la escritura: Deuteronomio 13,2-19; Números 25,1-5; Éxodo 20,3-5; 1Reyes 16,32-33; Jueces 2,11-15; Jueces 10,6-7; 1Juan 5,21; Apocalipsis 13,4-9, etc.

— ¿Hay idolatría en la Iglesia Católica?

En la doctrina oficial de la Iglesia Católica no hay enseñanzas idolátricas, es decir, no hay a nivel doctrinal idolatría ninguna; la Iglesia hace énfasis en las distinciones de culto:

Catecismo de la Iglesia Católica:

Desviaciones de culto (2111, 2113, 2581)
Adoración a Dios (347, 1121, 1123, 2083, 2135)
Culto a María (971)
Culto a las imágenes (2131, 2132, 2141)
Culto a los santos (61, 956, 957, 2683)

Existen cantos y oraciones católicas que aparentemente contienen idolatría; sin embargo no son más que una expresión de devoción porque la idolatría no está en las simples palabras sino en la actitud.

Por ejemplo, imaginemos que en un templo católico está expuesto el Santísimo (El mismo Cristo) y a los lados del templo hay una imagen de un san Antonio de Padua. Ahora imaginemos que llega un católico y, en vez de arrodillarse ante el Santísimo y adorar a Cristo, pasa de largo, va derecho al santito, e inclina su cabeza y le da un beso con los dedos, reza devotamente al santo durante diez minutos, luego se persigna y se va… ¡Sin voltear a ver al Santísimo! ¡Eso sí es Idolatría!

Es importante que los fieles católicos no caigan en dichas actitudes porque precisamente esto es lo que motiva la crítica de las sectas.

— ¿Por qué hacer la Señal de la Cruz al pasar frente a un Templo?

Al pasar frente a un templo, recordamos que ahí está Cristo, es un templo suyo, para Él, y donde viene Él en cada Misa. Ahí están el altar y las imágenes que lo representan y nos recuerdan su presencia continua en el mundo (Mateo 28,20). Es un lugar sagrado y, por lo tanto, le hacemos el saludo, tanto frente a las Iglesias como en los nichos donde se suelen colocar imágenes de la Virgen, de Santos, o cruces en el camino, cruces en la cima de las montañas, ¡Vemos las manifestaciones de la fe cristiana!, y las saludamos con respeto, dedicando el honor del saludo a Dios nuestro Señor.

Del mismo modo en que al saludar a la bandera dedicamos el honor a la Patria y no a la telita en sí de que está hecha la bandera, del mismo modo, al saludar a una Cruz, un templo, una imagen, dedicamos el saludo a Dios, no a la piedra del templo, al metal de la cruz o al barro de la imagen.

— Concepto del culto de Latría

El culto de latría está reservado exclusivamente a Dios, es decir, rendimos Latría a Dios Padre, a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, lo cual incluye a la hostia consagrada porque es el mismo Cristo en las especies de Pan y Vino en la Eucaristía. La palabra que distingue al culto de latría, es “adoración”. La adoración incluye:

1.– Reconocer a Dios como único Dios y Salvador
2.– Reconocer a Dios como único Perfecto
3.– Reconocer a Dios como Camino, Verdad y Vida
4.– Reconocer a Dios como único Omnisciente y Omnipresente
5.– Reconocer a Dios como el único a quien debemos amor por encima de todas las cosas
6.– Reconocer a Dios como el único que merece nuestra confianza absoluta
7.– Reconocer que todo poder tiene su origen en Dios

— ¿Qué actitud identifica al culto de Latría?

Debemos fijarnos en Dios antes que en todo lo demás. Debemos nombrar a Dios primero que a nadie. En la Misa se saluda en nombre de Dios y luego se hacen alusiones a María y a la comunión de los santos.

Si tenemos que celebrar un onomástico, un cumpleaños, una graduación, pensar antes que nada en darle gracias a Dios y ofrecerle la satisfacción y dicha de nuestra celebración.

No es malo hacer procesiones por la Virgen o por un santo pero antes y después debemos tener presente a Cristo y pedirle bendiga nuestro festejo.

Cuando asistamos a un Rosario o a una Misa Patronal siempre tener en mente a Cristo antes que a nadie. En pocas palabras, ponerlo al principio de la fila para obedecer lo que Él dijo sobre sí mismo: “Yo soy el primero y el último”.

Después de un accidente o susto grave y ya recuperados, agradecer primero a Dios y después a la Virgen o al santo bajo cuya devoción le pedimos intercediera ante Dios por nosotros.

En pocas palabras, agradecer primero al Señor, y luego al mensajero. Sólo poniendo a Dios antes que nadie en nuestras vidas estaremos cumpliendo el primer mandamiento: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”, según el cual, podemos amar a otras personas, otras cosas, otros ideales, pero Dios debe estar por encima de todo esto.

— La Latría en la Biblia y la Tradición

El Padre (Yahvé), reclama adoración en Éxodo 7, 8 y 9. Observemos que antes de cada plaga, Dios manda a Moisés a que conmine al Faraón a dejar salir al pueblo (de Israel), a rendirle culto a Él. El Padre es quien reclama adoración en Lucas 4, 8, en Deuteronomio 12, 4-31, y en general, en el libro de los Jueces, donde Yahvé castiga a los israelitas por el pecado de idolatría.

El Hijo (Cristo) aceptó las adoraciones que se le hacían en Mateo 28, 9 y 17. En Juan 5, 23, reclama para sí una adoración debida a Dios en señal de que por su divinidad la merece: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre”. Pablo lo refuerza en Filipenses 2,10: “Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos”, y en Hebreos 1,6.

Al Espíritu Santo no se le adora directamente en la Biblia porque no habla ni toma cuerpo, como el Padre, que habla, y Cristo, que se hace cuerpo. Pero como Tercera Persona de la Santísima Trinidad merece la misma adoración que el Padre y el Hijo.

En el Martyrium Policarpi (156), se hace precisamente distinción entre la adoración (a Cristo=Dios) y la veneración a los mártires, y especifica que se trata de cultos diferentes.

Los apolinaristas sostuvieron que adorar a Cristo era sarcolatría (adoración de la carne), y antropolatría (adoración del hombre), pero los Santos Padres explican que la carne está inseparablemente unida al Logos Divino y por eso se le tributa la adoración.

— ¿Qué es la Latría Relativa?

Se llama así al culto a las imágenes y reliquias de Cristo como el sudario de Turín. Es un culto que incluye cuidado de la imagen o reliquia, respeto y devoción. La imagen o reliquia no merece el culto por sí misma y, por eso, el culto es relativo. Merece el culto por Cristo, quien sí merece y recibe culto absoluto.

— Concepto del culto de Dulía

El culto de dulía (absoluta) está reservado a los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, etc., a los santos canonizados por la Iglesia, entre ellos los apóstoles, papas, reyes, a los beatos, beatificados por la Iglesia. Aunque existe un culto de dulía privado (a personas que conocimos y que nos fueron muy queridas), el culto oficial es el público, a todos los que la Iglesia reconoce formalmente como santos y beatos.

La palabra que distingue el culto (absoluto y relativo) de dulía, es veneración. La veneración incluye:

1.– Respeto y amor profundo (sin confrontar el primer mandamiento)
2.– Considerar al santo como una persona de grandes cualidades humanas
3.– Considerar al santo como seguidor y amigo de Dios
4.– Pedirles intercedan ante Dios por nosotros
5.– Deseo de seguir el ejemplo del santo
6.– Festejar en una fecha determinada a un santo o santa

A la respuesta de qué es el culto de dulía, respondemos: es el culto de veneración debido a los ángeles y a los santos.

— ¿Qué actitud identifica al culto de Dulía?

El culto de dulía a los santos, a diferencia del culto látrico, no es obligatorio en la práctica; sólo es obligatorio en la doctrina. Un católico no está obligado a venerar a los santos pero sí está obligado a reconocer como válida la veneración a los mismos.

La actitud consiste en tener a un santo o santa, o varios, de nuestra devoción, es decir, “el santo de nuestra devoción”, como popularmente se le llama y pedir a ese santo que interceda ante Dios por nosotros, admirarlo y seguir su ejemplo, poniendo en práctica virtudes como la obediencia, la paciencia, la piedad, el estudio, que vimos en aquel santo o santa.

 — La Dulía en la Biblia y la Tradición

La Biblia, al ser anterior a la existencia de santos cristianos, no menciona específicamente culto a humanos, sin embargo, sí da testimonio del culto dado específicamente a los ángeles y de la intercesión de los amigos de Dios ya muertos.

En Josué 5, 14, aparece Josué “adorando” al “jefe del ejército de Yahvé”, es decir, adorando a un ángel. El culto, al no ser reprobado por el mismo ángel, era veneración en la actitud porque de lo contrario, el ángel hubiera reprendido a Josué.

En una ocasión, un ángel reprendió a Juan Evangelista, quien quiso adorarlo, y le explicó que sólo a Dios se debe de adorar (Apocalipsis 22,8-9).

En Daniel 8,17, el profeta se inclina ante un ángel y este no lo reprende por esto (porque la actitud era venerar, no adorar).

En Tobías 12,16, Tobías y su padre se postran ante el arcángel Rafael y éste no los reprende, sólo los tranquiliza. Esto denota que la actitud de Tobías y su padre no fue de adoración, sino de veneración.

Cuando se es algo ignorante en la fe, se siente una sola actitud de adoración al postrarse de rodillas, por eso san Pedro se opone a dicha adoración por parte del centurión Cornelio (Hechos 10, 26)

La veneración a los ángeles se debe por sus privilegios de ver a Dios en persona, y puesto que los santos también ven a Dios cara a cara (1Juan 3, 2; Colosenses 3, 4), merecen también dicha veneración.

Los primeros cristianos veneraban como santos a los mártires, muchos de ellos canonizados oficialmente después. El testimonio más antiguo del culto a los santos está en el Martyrium Polycarpi, (hacia el 156), donde el autor dice: “A este (Cristo), lo adoramos por ser el Hijo de Dios; y a los mártires los amamos con razón como discípulos e imitadores del Señor, por su adhesión eximia a su rey y maestro”.

Testimonios de la celebración del aniversario del mártir, lo dan Tertuliano (De corona mil.3), y San Cipriano (Ep. 39, 3), y hacen énfasis en que en el aniversario de la muerte del mártir se celebraba el sacrificio eucarístico.

San Jerónimo defiende contra Vigilancio el culto e invocación a los santos (Ep. 109, 1 y Contra Vigil. 6).

San Agustín refuta las objeciones de idolatría, proponiendo como fin de dicho culto el imitar el ejemplo de los mártires, aprovecharse de sus méritos y valerse de su intercesión (Contra Faustum XX 21).

San Hipólito de Roma se dirige a los tres compañeros de Daniel diciendo: “Os suplico que os acordéis de mí, para que también yo consiga con vosotros la suerte del martirio” (In Dan. II 30),

Orígenes enseña que “a los que oran como conviene, no sólo les acompaña en su oración el Sumo Sacerdote (Jesucristo), sino también los ángeles, y las almas de los que durmieron en el Señor”. Se basa en 2 Macabeos 11,15-16 para probarlo (De orat. II; cif. Exhort. Ad mart.20 y 38; In lib. Iesu Nave hom. 16, 5; In Num.hom.26); cf. San Cipriano, Ep 60, 5.

En las inscripciones sepulcrales paleocristianas se invoca a menudo a los mártires y a otros fieles difuntos que se suponía en la gloria, para que intercedan por los vivos y por los difuntos (almas del santo purgatorio).

— La intercesión de los que ya murieron

Aquí sí vamos a detenernos a reflexionar un poco. Los no-católicos atacan la doctrina de intercesión de los santos, reconociendo la intercesión de los vivos, quienes ruegan ante Dios por otros, pero sí impugnan la intercesión de quienes ya no están vivos, e impugnan los pasajes bíblicos que sostienen la Comunión de los Santos, porque dichos muertos “estaban muertos”, hasta ser reconciliados con Dios por la Pasión de Cristo.

Al respecto se necesita citar a la Biblia, demos algunos textos: en Lucas 9,30 se ve a Moisés y Elías conversando con Jesús, y resulta que este episodio; la Transfiguración, es anterior a la Pasión de Cristo. Por lo tanto, Moisés y Elías no estaban muertos sino que sus almas ya estaban en un estado que la Iglesia admite como inferior al cielo, llamándolo “seno de Abraham”, lugar al que fueron los justos antes de la Redención en la Cruz. Esto lo asegura el mismo Dios en Jeremías 15,1 donde Dios habla de castigar a los malvados y menciona que “aunque se le pusieran por delante Moisés y Samuel”, no tendría piedad de ese pueblo. Es decir, queda claro que Moisés (intercesor en Éxodo 32,11), y Samuel (intercesor según Salmo 99,6 y 1Samuel 12,18-19), tenían la posibilidad de interceder ante Dios en tiempos de Jeremías y en un futuro, puesto que el libro es profético.

Pero dejándonos de “posibilidades”, hay aparte episodios donde realmente se da la intercesión de los santos: En 2Macabeos 15,11-16, vemos como Judas Macabeo tiene un sueño “digno de toda fe”, donde se ve al sacerdote Ozías y al profeta Jeremías, ya muertos, intercediendo ante Dios por los judíos, y la intercesión de los ángeles y los santos la respaldan Tobías 12, 12 y Apocalipsis 5, 8; y 8, 3. Dicha intercesión por nosotros demuestra que es lícito invocarlos.

— Concepto del culto de Hiperdulía

El culto de hiperdulía es el culto especial que se tributa a la Santísima Virgen María y, básicamente, la definición es la misma que la del culto de dulía absoluta. Sin embargo, se diferencia en que a la Virgen debemos amarla más, respetarla más, y confiar más en ella por su especial gracia ante Dios. En pocas palabras, la hiperdulía no es mas que dulía “en mayor grado”. Las palabras simples que identifican el culto de hiperdulía son veneración especial.

Dicha veneración especial tiene razón de ser por las creencias católicas sobre la Virgen María, tales como son:

1.– Ser Madre de Dios
2.– Haber sido concebida sin pecado original
3.– Haber sido Virgen toda su vida
4.– Haber sido asunta al cielo en cuerpo y alma

— ¿Qué actitud identifica al culto de Hiperdulía?

Al igual que en el caso de los santos, respetándola y amándola en nuestras obras, palabras y pensamientos. Debemos pedirle con mucha fe que interceda ante Dios por nosotros. Recemos el Rosario, esa hermosa oración mariana que vivifica la comunión de los santos y, por ende, la de María con nosotros, como nuestra Madre.

A María se le cantan las mañanitas, se le da el pésame en el Viernes Santo, se le rezan el Rosario, el Salve y el Ángelus, recordando que por ella vino nuestro Salvador Jesucristo, y por esto no es malo (como enseñan los protestantes), tenerla en alta estima y venerarla y honrarla, como honramos cada uno a nuestra madre terrenal.

— La Hiperdulía en la Biblia y la Tradición

El culto de veneración a María lo enseña el ángel Gabriel en Lucas 1, 28: “Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo”, del mismo modo que lo confirma Isabel (Lucas 1,42-43): “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre, ¿y de dónde a mí viene a verme la madre de mi Señor?”.

María profetizó que se le daría culto en Lucas 1,48: “Porque a puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”, e igualmente, una mujer del pueblo empezó con el cumplimiento de esta profecía, en Lucas 11,27: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron” (texto impugnado debido a las posteriores palabras de Cristo: "dichosos más bien los que oyen la palabra de Dios y la guardan"). Tiene sus puntos débiles, pues Cristo nunca niega la bienaventuranza de María -proclamada por Santa Isabel llena del Espíritu Santo, pero su respuesta evita la desviación del tema, es más necesario aprender a seguir la Palabra de Dios que venerar a María.

En los tres primeros siglos de la religión cristiana, el culto a María estaba íntimamente unido al de Cristo, en alusiones a la Sagrada Familia, principalmente. En el Siglo IV los himnos de San Efrén son himnos de alabanza a María.

San Gregorio Nacianceno da testimonio de la invocación a María cuando la virgen cristiana Justina “imploró a María que la ayudase en el peligro que corría su virginidad” (Or. 24, 11).

San Epifanio (403), enseña contra la secta coliridiana, quienes idolatraban a María: “A María hay que venerarla. Mientras al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo se les debe tributar adoración, a María no hay que adorarla” (Haer. 79, 7).

San Ambrosio y San Jerónimo ponen a María como modelo de virginidad e invitan a imitarla (veneración) (Ambr, De virginibus II, 2, 6-17, Jerónimo en Ep. 22, 38; 107, 7)

Tomó auge en la Cristiandad el culto a María por ser solemnemente reconocida en el concilio de Éfeso (431), la maternidad divina de María que defendiera San Cirilo de Alejandría. En lo sucesivo se ensalzó a María en sermones y en himnos; se levantaron iglesias, y se introdujeron festividades en su honor, la Anunciación, la Purificación, la Asunción y el Nacimiento de María. El pleno desarrollo del culto mariano llegó en la Edad Media, hasta ser impugnado por los reformadores.

— Concepto del culto de Dulía Relativa

El culto de dulía relativa está reservado a las sagradas imágenes y reliquias religiosas, es decir, representaciones pictóricas de Dios, de la Virgen, de los ángeles y los santos, a las reliquias, principalmente de los santos, como cuerpos incorruptos, ropas, cabellos, objetos personales, o reliquias de Cristo, como el famoso Sudario de Turín.

La palabra simple que identifica el culto de dulía relativa es veneración. Dicha veneración, conceptualmente incluye:

1.– Cuidado especial de la imagen o reliquia, no permitir que se maltrate.
2.– En el caso de las imágenes, restaurarlas si se van deteriorando.
3.– Exposición pública, esto es opcional, sobre todo para los templos o capillas que tienen la advocación de algún santo o santa.
4.– Saludos por parte de los fieles, ya sea persignándose o besando la imagen o reliquia.

— ¿Qué actitud identifica al culto de Dulía Relativa?

Según los puntos antes mencionados, debemos cuidar y estimar a las imágenes y reliquias; al rendirles un culto simplemente respetuoso y relativo, podemos inclinarnos ante las imágenes, pero teniendo en mente que a quien veneramos finalmente no es a la imagen, sino al santo representado por la misma. Podemos besar las imágenes y las reliquias, dedicando nuestra actitud al santo, representado ya sea en reliquia o en imagen.

— La Dulía Relativa en la Biblia y la Tradición Antiguamente

El culto a las imágenes era pagano y látrico y, por lo tanto, era realmente idolatría, de modo que Yahvé condenó dicho culto idolátrico a las imágenes en Éxodo 20,4; pero por otro lado, aprueba la construcción y culto normal (dulía), a imágenes en Éxodo 25, 18, donde se menciona que en el Arca de la Alianza se construyeron dos querubines de oro.

En Números 21, 8; vemos como Yahvé manda a Moisés fabricar una serpiente de bronce, para que, viéndola, se curaran quienes eran mordidos por víboras. En 1Reyes 6,23-30 y 1Reyes 7,23-26, vemos como Salomón, construyendo su templo, erige imágenes, sin violar el mandamiento dado en el Decálogo del Éxodo.

La Biblia no enseña culto como tal, hacia las reliquias, pero sí enseña la importancia de las mismas y su valor religioso. Los israelitas, durante el éxodo de Egipto, se llevaron consigo los huesos de José (Éxodo 13,19); Eliseo obró un milagro usando el manto de Elías (2Reyes 2, 13); un muerto resucitó al entrar en contacto físico con los huesos de Eliseo (2Reyes 33, 21); en Hechos 19, 11-12, dice que Dios obraba milagros no comunes por medio de Pablo, cuyos mandiles y pañuelos usaban los cristianos de Éfeso para alejar las enfermedades y los malos espíritus.

El culto cristiano sólo reconoció la veneración a las imágenes una vez vencido el paganismo, antes de esto, los primeros cristianos daban un uso didáctico a las imágenes, la veneración en sí, con velas, incienso y reverencias, se desarrolló en las iglesias griegas desde el siglo V al siglo VII.

Los iconoclastas de los dos siglos posteriores lo consideraron como un retorno al paganismo, pero contra ellos defienden san Juan Damasceno (749), los patriarcas de Constantinopla Germán (733) y Nicéforo (829), y el abad Teodoro de Estudión (826). Todos ellos insisten en el carácter relativo del culto y hacen notar el valor pedagógico de las imágenes sagradas. El alto aprecio que sentían los cristianos primitivos hacia los mártires, trajo consigo la veneración a las reliquias de los mismos.

El Martyrium Polycarpi refiere que los cristianos de Esmirna “recogieron los huesos del obispo mártir, más valiosos que las piedras preciosas y más estimables que el oro, y los depositaron en un lugar conveniente” (18,2). El autor menciona que allí se reunirán en el natalicio del martirio.

San Jerónimo defiende contra Vigilancio el culto las reliquias. Considera las diferencias entre cultos de latría y de dulía, e identifica como relativo el culto dado a las reliquias. (Ep. 109, I; C. Vigil. 4 s) Teodoreto de Ciro (Graec. Affect. Curatio 8); San Juan Damasceno, De fide orth. IV 15; S.th. III 25, 6)

Como cristianos es nuestro deber amar a Dios por encima de todas las cosas y limitar cada culto a lo que corresponde; es cierto que se llegan a dar excesos en cuanto al culto, aunque se requiere de manifiesta confesión para saber si una persona está "idolatrando" o simplemente venerando.

Fuente: P. Cristian Hernan Andrade. Soy sacerdote Católico de Buenos Aires y publico todos los días el Santo Evangelio con alguna reflexión, el Santoral del día, alguna meditación del Oficio de Lecturas y algo de actualidad de nuestra Madre la Iglesia Católica en el mundo.

1 comentario:

Esther dijo...

Lamentablemente se ve en la práctica una equiparación entre nuestro Señor y su Madre. Muchos creen, erróneamente, que Él no nos escucha si no se Le invoca por intermedio de María. Muchos católicos confían más en María que en el Señor mismo, fomentada esta actitud por escritos de santos y mensajes de ciertas apariciones, pensando que Jesús está sometido a ella. Se piensa que la relación entre Cristo y María es la misma que entre cualquier madre e hijo; se pierde de vista que, aunque Hijo de María, Él es su Señor y su Dios. Una muestra de ello es el episodio de Jesús en el Templo, cuando era un joven de 12 años.