Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21
Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Lucas 12,35-38
Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.
Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: "Aquí estoy."
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad."
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean tu salvación.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Lucas 12,35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os seguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos."
— Comentario del papa Francisco: “Dios no se queda esperando a que nos convirtamos, sino que Él sale a buscarnos”
Dios siempre da con abundancia su gracia a los hombres, que en cambio tienen “la costumbre de medir las situaciones”: comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia.
Ésta es la idea central de la homilía que el papa Francisco ha pronunciado durante la misa de este martes por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
El amor de Dios por el hombre, explicó el Papa, es abundante. Es una generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado acostumbrado a dar con gotero algo que él posee.
El Santo Padre leyó el pasaje de San Pablo en la liturgia en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la amistad entre nosotros y Él”.
“¿Cómo da Dios su amistad para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada, colma, rebosante... Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra ´abundancia´, en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto de decir, Pablo, como resumen final: ´Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia´. Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin medida. Todo de sí mismo”.
Sin medida como el padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte para ver si su hijo decide regresar donde él.
“El corazón de Dios -afirma el Pontífice- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.
“Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo, insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que por cien que permanecen fieles.
Y sin embargo -reconoce- “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”. Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido --recuerda Francisco-- la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos.
Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa.
“Es cierto, siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con esa medida sin límites”.
Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Lucas 12,35-38
Romanos 5,12.15b.17-19.20b-21
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud. Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuanto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación. En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida. Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos. Si creció el pecado, más desbordante fue la gracia. Y así como reinó el pecado, causando la muerte, así también, por Jesucristo, nuestro Señor, reinará la gracia, causando una justificación que conduce a la vida eterna.
Salmo 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: "Aquí estoy."
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad."
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: "Grande es el Señor"
los que desean tu salvación.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad
Lucas 12,35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os seguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos."
— Comentario del papa Francisco: “Dios no se queda esperando a que nos convirtamos, sino que Él sale a buscarnos”
Dios siempre da con abundancia su gracia a los hombres, que en cambio tienen “la costumbre de medir las situaciones”: comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia.
Ésta es la idea central de la homilía que el papa Francisco ha pronunciado durante la misa de este martes por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
El amor de Dios por el hombre, explicó el Papa, es abundante. Es una generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado acostumbrado a dar con gotero algo que él posee.
El Santo Padre leyó el pasaje de San Pablo en la liturgia en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la amistad entre nosotros y Él”.
“¿Cómo da Dios su amistad para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada, colma, rebosante... Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra ´abundancia´, en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto de decir, Pablo, como resumen final: ´Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia´. Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin medida. Todo de sí mismo”.
Sin medida como el padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte para ver si su hijo decide regresar donde él.
“El corazón de Dios -afirma el Pontífice- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.
“Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo, insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que por cien que permanecen fieles.
Y sin embargo -reconoce- “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”. Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido --recuerda Francisco-- la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos.
Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa.
“Es cierto, siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con esa medida sin límites”.
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