Comentario de Julio González SF
Soy sacerdote y debo reconocer que tras muchos años de servicio parroquial sería una grata sorpresa que alguien me preguntase: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?"
Tal vez, el motivo de que nadie haga esta pregunta es que ahora no ponemos el acento en "lo que debo hacer" porque hemos comprendido que la vida eterna no es un premio que merezcamos sino el regalo del Padre que sale al encuentro del hijo que ha de aprender a vivir. O, tal vez, es que hemos dejado de creer del modo como se creía antes. Aun así, la "sed de Dios", de "Alguien" que llene y motive nuestra existencia está muy presente en nuestras vidas.
Uno pensaría que la vida eterna era lo más importante para este hombre, sin embargo, al avanzar en la conversación nos damos cuenta de que no era así. Jesús muestra nuestras verdaderas intenciones: "¿Qué es lo más importante en tu vida?"
Este hombre aparentemente pensaba que los más importante en su vida era heredar la vida eterna pero con una simple petición Jesús le ayudó a descubrir que vivía engañado porque, en realidad, había otras cosas más importantes para él que la vida eterna: en este caso, sus posesiones.
La ley y los mandamientos como los bienes y las riquezas, aunque son importantes no pueden dar sentido a nuestra vida y, mucho menos, garantizarnos la vida eterna. Jesús lo sabe, por eso, "lo miró con amor" y le invitó a que se uniera a Él. Es entonces cuando descubrimos dónde tiene el corazón este hombre. No nos debe pasar desapercibido que también los discípulos se asombran de las palabras de Jesús.
Si aquel hombre, en lugar de haber preguntado: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?", hubiera preguntado: ¿Qué debo hacer para vivir mejor aquí y ahora? Jesús hubiera respondido de una manera muy parecida. La vida terrenal tiene un principio y un fin, sin embargo aunque la vida eterna tiene un principio (porque fuimos creados), no tiene fin; por eso, la vida eterna ya ha comenzado para todos nosotros.
El tiempo de nuestra vida terrenal es minúsculo en comparación con la vida eterna. Pero algunos, como este hombre, sufrirán mucho antes de darse cuenta de la vida no se nos ha dado para morir porque su corazón está demasiado apegado a las realidades temporales y pasajeras de este mundo.
Tal vez, el motivo de que nadie haga esta pregunta es que ahora no ponemos el acento en "lo que debo hacer" porque hemos comprendido que la vida eterna no es un premio que merezcamos sino el regalo del Padre que sale al encuentro del hijo que ha de aprender a vivir. O, tal vez, es que hemos dejado de creer del modo como se creía antes. Aun así, la "sed de Dios", de "Alguien" que llene y motive nuestra existencia está muy presente en nuestras vidas.
Uno pensaría que la vida eterna era lo más importante para este hombre, sin embargo, al avanzar en la conversación nos damos cuenta de que no era así. Jesús muestra nuestras verdaderas intenciones: "¿Qué es lo más importante en tu vida?"
Este hombre aparentemente pensaba que los más importante en su vida era heredar la vida eterna pero con una simple petición Jesús le ayudó a descubrir que vivía engañado porque, en realidad, había otras cosas más importantes para él que la vida eterna: en este caso, sus posesiones.
La ley y los mandamientos como los bienes y las riquezas, aunque son importantes no pueden dar sentido a nuestra vida y, mucho menos, garantizarnos la vida eterna. Jesús lo sabe, por eso, "lo miró con amor" y le invitó a que se uniera a Él. Es entonces cuando descubrimos dónde tiene el corazón este hombre. No nos debe pasar desapercibido que también los discípulos se asombran de las palabras de Jesús.
Si aquel hombre, en lugar de haber preguntado: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?", hubiera preguntado: ¿Qué debo hacer para vivir mejor aquí y ahora? Jesús hubiera respondido de una manera muy parecida. La vida terrenal tiene un principio y un fin, sin embargo aunque la vida eterna tiene un principio (porque fuimos creados), no tiene fin; por eso, la vida eterna ya ha comenzado para todos nosotros.
El tiempo de nuestra vida terrenal es minúsculo en comparación con la vida eterna. Pero algunos, como este hombre, sufrirán mucho antes de darse cuenta de la vida no se nos ha dado para morir porque su corazón está demasiado apegado a las realidades temporales y pasajeras de este mundo.
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