Dijo el Señor:
- Entiendan esto: si un dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, estaría pendiente para no dejarlo forzar la entrada. Así mismo deben ustedes estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.
— Señor —le preguntó Pedro—, ¿cuentas esta parábola para nosotros, o para todos?
Respondió el Señor:
— ¿Dónde se halla un mayordomo fiel y prudente a quien su señor deja encargado de los siervos para repartirles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuyo señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. Pero ¡qué tal si ese siervo se pone a pensar: "Mi señor tarda en volver" , y luego comienza a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y emborracharse! El señor de ese siervo volverá el día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada. Entonces lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los incrédulos. El siervo que conoce la voluntad de su señor, y no se prepara para cumplirla, recibirá muchos golpes. En cambio, el que no la conoce y hace algo que merezca castigo, recibirá pocos golpes. A todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho; y al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aun más.
Comentario de Julio González, S.F:
Uno de los temas recurrentes en el evangelio es el de la vigilancia, el estar alerta, despiertos, preparados... porque no sabemos ni el día ni la hora.
Muchos relacionan este aviso con la muerte y el Juicio Final. Un joven al que le preguntaba por esta urgencia de estar "despiertos y alerta", me respondió no hace mucho tiempo: "Debemos estar alerta por la llegada de terroristas". Tal vez este joven tenía razón pero creo que el evangelio no se refería a esa clase de peligro.
Hoy, el evangelio nos habla del siervo que en lugar de preocuparse por otros siervos se preocupa solamente de sí mismo. Y es que la primera vocación que todos hemos recibido es la de cuidar los unos de los otros.
Cuando el evangelio exhorta a que estemos preparados y alerta no se refiere al futuro o al momento de la muerte, sino al momento que vivimos ahora mismo. Porque cuando se pone a prueba nuestra "humanidad" fácilmente se convierte en egoísmo y orgullo.
Muchos de nosotros tenemos una idea elevada de nosotros mismos: ¿quién entre nosotros niega alimento al hambriento? ¿quién entre nosotros niega un vaso de agua al sediento? Sin embargo, la realidad es que no nos preocupamos lo suficiente por los demás y nos parecemos mucho más de lo que creemos al mayordomo vanidoso preocupado por su propio bienestar.
Por eso, el Señor nos dice: "Estén preparados para que cuando llegue el dueño de la casa no les pille atendiendo solo sus propios asuntos, pues al que se le ha confiado mucho, se le pedirá aun más".
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