Comentario por Mons. Francisco González
Cuando alguien va de compras trata de adquirir lo mejor, aunque en ocasiones, eso mejor, lo pone a uno en deuda por mucho tiempo. Es verdad que hay quienes gastan todo lo que tienen y más, porque quieren impresionar las amistades, pero también es verdad que los hay que se sacrifican y compran lo mejor que pueden porque lo bueno dura más, está mejor construido y no es un despilfarro, sino más bien una inversión para facilitar nuestro futuro.
Estos domingos estamos leyendo el evangelio de San Mateo, algo que continuaremos haciendo la mayor parte de este año. Para estas semanas son pasajes de lo que los expertos han catalogado como el primer discurso, de los cinco en que han decidido el santo evangelio.
Aquí Jesús nos dice que no ha venido a abrogar la ley sino a perfeccionarla. Dios no promulgó la Ley para quitar libertad a los seres humanos, sino para que pudieran vivir en paz y armonía. Jesús lleva un paso más adelante esa ley y por eso la frase: “Antes se os dijo, yo ahora…” y con ese “ahora” va añadiendo lo que, costándonos un poco más en nuestro comportamiento, nos va a traer una vida mucho mejor, o sea que siguiendo lo que Cristo nos enseña de palabra y obra, estamos haciendo una inversión para un mejor futuro.
Imaginemos por un momento si siguiéramos el mandato con el que comienza el pasaje evangélico de este domingo: “Ojo por ojo, diente por diente”. No deberíamos extrañarnos de vivir en una sociedad de ciegos, ni tendríamos que esperar a la madurez o vejez para ponernos una dentadura.
¿Quién es mi prójimo? Por lo pronto todos esos indocumentados no son de los míos; todos esos que se reúnen en esos lugares conocidos como sagrados y que no rezan como yo, no son de los míos; todos esos cuya piel es de diferente color de la mía, no son de los míos; esos que hablan en un idioma que yo no entiendo no son de los míos; esos que cantan, bailan y visten de una forma distinta que yo, no son de los míos. Todos esos y otros que no son de los míos, son mis enemigos y como a tales: “Ojo por ojo y diente por diente”. Si Dios actuara de la misma forma que nosotros, sería muy interesante caminar por la calle y ver personas a las que les daba sol o lluvia, según su necesidad, pues son los amigos de Dios, y al revés a los enemigos.
Ama a tu enemigo, perdona al que te ofende, da al que te roba, sana al que te hiere, saluda al que te rechaza, comparte con el que te estafa, reza con el que te maldice, ábrele tu puerta al que te rompió la ventana para entrar, sonríe al que te maldice y bendice (bene dicere) al que te insulta.
Parece ser que en lo referente a las relaciones humanas esperamos siempre a las rebajas, a lo que cuesta menos, y claro está a lo que se rompe antes, a lo que no nos sirve, a lo que nadie quiere, a lo que nadie vende ni nadie compra, a las baratijas, y claro está vivimos en una sociedad donde enfatizamos lo que nos separa, lo que nos aparta unos de otros, el individualismo, el egocentrismo, yo… yo… yo…
Hay terrorismo, hay crimen, hay rechazo, hay venganza, hay violencia, hay todas esas cosas que no son buenas. Cabe preguntarnos: ¿hemos o estamos contribuyendo a su desarrollo? ¿Hay algo que yo hago o pudiera hacer para erradicar todo ese pecado?
Este fin de semana se acaban los juegos olímpicos de invierno donde se premian a los mejores, y dentro de poco tendrá lugar los “Oscar” donde se premia lo mejor del cine. Ojalá busquemos y contribuyamos a manifestar lo mejor del ser humano, el amor, incluso al enemigo, como Jesús hace y manda.
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