Comentario por Julio González, S.F.
Jesús introduce algunas de sus enseñanzas con palabras que intencionadamente buscan sobresaltar y poner a los discipulos en alerta: "Amén, amén, en verdad os digo", "no tengáis miedo", "paz a vosotros".
Un aviso que Jesús repite a menudo es que estemos vigilantes y alerta. La primera lectura junto con el evangelio de este domingo nos vienen a decir que Dios está cerca y, por tanto, debemos estar vigilantes y preparados. Dios no nos quiere pasivos, simplemente esperando a ver qué ocurre.
El recuerdo de la primera pascua (de la cena de la liberación en Egipto) debe inspirar nuestras acciones. Aquellas familias se prepararon para ponerse en camino. Dios les daría una señal y ellos tenían que partir con lo imprescindible. Con su liberación, Dios les vino a decir: "Vosotros no pertenecéis aquí". Por eso, aquella última cena en Egipto fue tan importante.
Hoy Pedro representa en el evangelio a un grupo de creyentes que en lugar de ser una ayuda es un obstáculo para los planes de Dios: "¿Esta enseñanza es sólo para nosotros, o para todos los que están aquí?
La pregunta de Pedro debe ayudarnos a conocernos mejor. El aviso de Jesús no es solo para un grupo reducido de escogidos, sino para toda la comunidad. El más despierto que cuide de los que están medio dormidos. Porque quien ha sido puesto al frente de la familia, dice Jesús, debe servirles la comida a tiempo, pero si abusa de los otros sirvientes o se dedica a comer y a beber se perderán todos los de esa casa. Por tanto, el aviso de estar alerta no va dirigido a unos pocos sino a toda la comunidad. La fidelidad no es de uno sino de todos y consiste en que todos estemos preparados para dejar nuestras esclavitudes.
La presencia de Dios en la comunidad nos transforma de tal manera que Jesús nos dice: "No tengáis miedo". Jesús vuelve a avisarnos: "Donde está vuestro tesoro allí tenéis el corazón", y cuestiona nuestras seguridades y riquezas.
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