He llegado muy tarde, y aún no del todo, a la devoción al Sagrado Corazón. Quizá por eso, mi reflexión será hoy sobre la belleza.
Una belleza que, a mi parecer, siempre ha faltado en la profunda teología que envuelve el misterio del corazón de Jesús. Esta fiesta celebra que “en el Corazón de Cristo el Amor de Dios salió al encuentro de la humanidad entera." Por eso, “es preciso vivir en sintonía con Su Corazón, amando, como Él, a Dios y al prójimo..."(Juan Pablo II)
Pero las personas, qué le vamos a hacer, captamos las realidades inefables por los sentidos y el arte no ha acabado de encontrar una manera de expresar ese amor de Dios que vibra en el corazón de Jesús.
Recuerdo que, de pequeña, esos jesuses lánguidos y acaramelados, con un corazón lleno de espinas y medio sangrantes me repelían; peor aún si era el propio Jesús quien llevaba el corazón en la mano. Por otra parte mi madre pretendía que yo hiciera los nueve primeros viernes de mes una larguísima novena al Sagrado Corazón. Pero para una niña que juega y disfruta, lee y estudia mientras pelea con los hermanos, es metafísicamente imposible saber si estamos o no en el primer viernes de mes. Y le importa un rábano. Así que nunca jamás conseguí hacer esa novena y eso aumentó mi antipatía por esa devoción.
Pero ya mayor, tuve la suerte de viajar. Y comencé a ver muy extendida la devoción; es más, vi ciudades enteras que habían colocado sobre la montaña más alta una enorme imagen del sagrado Corazón para que protegiera a toda la ciudad: París, Bruselas, Río…y mira por donde, mi Barcelona natal, con su maravilloso Tibidabo.
Comenzó a gustarme pensar que, desde lo alto, Él nos abraza y protege constantemente. Aunque yo no le mire siempre soy mirada por Dios…Yo puedo olvidarme de Él pero su corazón no se aleja de mí.
Pero el corazón de Jesús es un corazón traspasado. Herido, lanceado. Y yo, si quiero vivir esa devoción, voy a tener que acercarme a tantos hermanos míos que hoy siguen siendo traspasados, humillados, heridos.
Hoy se nos recuerda que el corazón de Jesús sigue herido en las mujeres maltratadas, en los niños abandonados, vendidos, explotados; en los hombres que sufren la soledad o viven en la mendicidad…en las rupturas de relaciones de amor, en los parados, encarcelados y sin techo; en los emigrantes, los drogadictos o los enfermos mentales que nadie cuida. ¡En tanta gente!
Acerquémonos a consolar el Corazón de Jesús. Consolemos al hermano que sufre.
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