La teología religiosa concibe diferentes estados para el alma después de la muerte, según como haya sido el comportamiento de la persona durante su vida. Las enseñanzas cristianas y, principalmente la católica, aboga por tres lugares: cielo, purgatorio e infierno.
Sin embargo otras religiones, como la judía, mencionan también el Sheol como lugar del destino temporal y transitorio del alma de la persona fallecida, y de la Gehena como lugar de su castigo final y eterno al que los griegos denominaban el Hades.
El islam menciona que el alma, después de desprenderse del cuerpo, deberá atravesar el puente Sirat para poder conocer si es digna de salvación o si no lo es. Si lo es, su alma irá a la Jannah o Hannah. También lo describieron los vikingos como el Walhalla y los budistas como el Nirvana.
Son tantas y tan variadas las descripciones del destino del alma después de la muerte, que es conveniente hacer una detallada descripción de cada uno de ellos para una mayor y mejor comprensión del tema.
EL CIELO
“¿A quién tengo yo en el cielo?
Estando contigo no hallo gusto en la tierra”
(Salmo 73:25)
Aunque existen abundantes y diversas fuentes para concepciones del cielo, por lo general es interpretado como un lugar de felicidad eterna para quienes, durante su vida terrenal, se han hecho merecedores de ella.
El cielo es un concepto del más allá, presente en muchas religiones que lo describen como el lugar de la morada eterna de Dios, ángeles y almas humanas. Algunas personas dicen haber estado y visto el Cielo y después regresado a la tierra con el fin de enseñar al resto de la humanidad qué es la vida después de la muerte, y la existencia de cuanto nos habla la Biblia acerca del Cielo, donde está mencionado 784 veces en sus diferentes partes.
La palabra "cielo" proviene del latín "caelu" y originalmente se refería a las regiones situadas por encima de la tierra donde están situados los cuerpos celestes, lo cual coincidía con el significado de la palabra hebrea shamayim citada en el libro del Génesis: “En el principio Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1:1).
– Cristianismo:
En el cristianismo el "Cielo" es un retorno al estado de la humanidad anterior a la caída; un segundo Jardín del Edén en el que la humanidad se reúne con Dios en un perfecto y natural estado de gracia y de existencia eterna, logrado por la obra redentora de Jesús en la Cruz, y obtenido por seguir y cumplir cada creyente el mensaje de Cristo.
Es donde la creación sucede sin esfuerzo y donde nuestras experiencias humanas son armoniosas y completas. No existe en el cielo confusión o necesidad de supervivencia, pues el espíritu ha trascendido las disputas terrenales. Dirigimos entonces nuestras energías hacia nuestras relaciones, permitiendo a nuestro espíritu ser fortalecido por medio de la purificación de nuestros pensamientos y actitudes, soltando así nuestros sentimientos negativos.
– Vikingos:
El cielo está más allá del espacio humano y su distancia es más esencial que espacial. Cada civilización y cada pueblo han conformado su propio cielo. Para los guerreros vikingos el cielo era el Walhalla, un palacio de ensueño propio de gigantescos campeones, donde 540 puertas se abren a la multitud de guerreros que se acercan para ser recibidos por Odín y para comer con él la carne del jabalí Sharimnir, comida eterna que jamás decrece, y para beber hidromiel de las ubres siempre repletas de la también mítica cabra Heidrun.
– Egipcios:
Para los egipcios, su visión del cielo era una realidad más espiritual que material. En boca del dios Atón, un escritor desconocido del Imperio Medio puso estas palabras: “Yo he puesto allá, en lugar del aire, del agua y de las delicias, una transfiguración y una bienaventuranza donde antes había pan y cerveza”. Y en diversos sepulcros de la ciudad egipcia de Tebas se repite la misma idea: “Puse una transfiguración gloriosa en lugar de la sexualidad, una abierta generosidad en lugar de concupiscencia del corazón, paz del alma en lugar de apetito de comer”.
– Platón
De esa idea egipcia del cielo a la idea descrita por el filósofo griego Platón, hay poca diferencia. Platón dijo en su obra Fedro, un tratado sobre la belleza: “El lugar supraceleste ningún poeta de esta tierra lo ha cantado ni lo cantará jamás dignamente. Pues es un lugar sin color, sin forma, impalpable, que sólo puede ser contemplado por la inteligencia, piloto del alma, que ocupa ese lugar” (Fedro, 248).
– Budismo
Una concepción también de algún modo espiritualizada está representada por la idea budista del Nirvana, estado ideal según las escuelas budistas, que etimológicamente significa expirar o extinguirse, y que guarda relación con los procedimientos del yoga.
La conciencia individual busca liberarse por medio de prácticas místicas hasta la última etapa en la que el alma se exhala para unirse con el Brahman, o sea, Dios. Esa unión, donde termina un lento proceso de purificación por medio de diversas reencarnaciones, es el Nirvana. Un estado que es como una consciencia imperceptible, infinita, resplandeciente, no iluminada por algún agente externo, sino por su propia luz.
– Judaísmo:
El concepto de cielo fue importado al judaísmo desde el zoroastrismo, posiblemente por el profeta Daniel, debido a su permanencia en la corte de Darío I, después de la ocupación de Babilonia.
Los judíos fariseos sostenían la creencia en la resurrección, la cual era negada por la secta de los saduceos, lo cual se confirma en el evangelio de Mateo: “Aquel día se le acercaron unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección” (Mateo 22:23). Pero así como la creencia cristiana de la redención por Jesús, el Mesías, era válida, los judíos aún siguen a la espera de su Mesías redentor profetizado en la Tanaj el Antiguo Testamento. Y mientras no ocurra esa venida y posterior redención, la creencia judía afirma que sus almas permanecerán en el Sheol, un lugar de espera en el más allá.
– Islam:
Y la visión islamista del cielo en el Corán también difiere de la del cristianismo. En el Corán el cielo se describe como un lugar de vino y mujeres hermosas (44:50ff; 78:33; Dr. Phil Parshall 1989, 199). Un autor musulmán escribe: "Si llego al cielo y no encuentro ríos frescos, árboles de dátiles y mujeres hermosas para hacerme compañía, me sentiría terriblemente defraudado" (Ibíd. 199).
Pero definitivamente el cielo es donde reina el amor y la sabiduría y donde somos guiados a conectarnos con la Fuente que vive en nuestro interior. Cuanto más próximos estemos a la Fuente, más nos percataremos de que no se halla separada de nosotros; de hecho somos uno con ella y llegamos a ser una parte intrínseca de la gloria que expresa esa Unidad y Unicidad o ser único, sintiéndonos invadidos por el gozo del amor de Dios por cada uno de nosotros.
Fuente: religionenlibertad.com
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