lunes, 28 de enero de 2019

28 de enero: Santo Tomás de Aquino, por Celestino Hueso SF


Era fraile dominico a pesar de su familia, que lo tuvieron encerrado en el castillo de su propiedad y sometido a duros castigos para impedirle seguir su vocación, pero era más terco que una mula y consiguió sus propósitos. Marchó a estudiar a Bolonia, Colonia y Paris.

Cierto día los compañeros quisieron tomarle el pelo. “¡Mira! ¡Una vaca volando!” le dijeron. Se levantó de la silla y fue a mirar por la ventana. Se rieron de él como está mandado. “Prefiero, dijo, creer que las vacas vuelan antes que pensar que un cristiano miente”.

Le llamaban el buey mudo. Porque era algo gordito y por su silencio. San Alberto Magno, que fue su maestro, vaticinó: "El día que este buey muja, sus mugidos se van a oír en el mundo entero". Si hubiera jugado a la lotería habría ganado el gordo, porque acertó plenamente.

Santo Tomás de Aquino, el doctor angélico, tuvo cátedra en París, consiguió compaginar la filosofía de Aristóteles con el cristianismo y escribió varios tratados de teología que han sido la base de estudio eclesiástico en las universidades del cristianismo a lo largo de muchos siglos. En los seminarios católicos se dejó de estudiar la Suma Teológica de Santo Tomás, allá por los años 70 del siglo XX.

Es el patrono universal de los estudiantes.

Felicidades a quienes celebran hoy su día y a todos los estudiantes.

+ SOBRE STO. TOMÁS DE AQUINO  

viernes, 25 de enero de 2019

25 de enero: Conversión de San Pablo

25 de Enero: Conversión de San Pablo, por Celestino Hueso SF


Convertirse no es girarse para tomar la dirección opuesta. Tampoco es volverse como el que sale de casa, recuerda que ha olvidado el bonobús, da media vuelta y otra vez para casa.

Cuando queremos limpiar bien una bolsa (costal o saco, según el país) la volvemos del revés para sacudirla. Cuando la tenemos mas limpia que los chorros del oro la colocamos nuevamente bien y la llenamos, no de basura sino de cosas útiles. Eso es convertirse. Es meternos dentro de nosotros mismos para volvernos del revés y sacar toda la basura acumulada (léase odios, rencores, envidias, mentiras, maledicencias, impaciencia, ira…) y comenzar a llenarnos de las cosas de Dios (perdón, generosidad, bondad, paciencia, tolerancia, comprensión, misericordia… Amor, en definitiva).

Saulo era un judío convencido, veía claro por donde había de encaminar sus pasos. Los cristianos, para él, representaban un peligro porque querían cambiar la ley de Moisés que era su luz, por eso los perseguía. Hasta que tropezó con el Evangelio y se cayó de su arrogancia y entonces se dio cuenta que estaba ciego. Descubrió que la Ley, su luz, no lo llevaba a ninguna parte. Volvió su vida del revés, sacó de dentro todo lo que le venía de las puras normas vacías y empezó a llenar su vida con la luz del amor; esa luz nueva y definitiva que es Cristo. Y Saulo, el judío, dio paso a Pablo, el cristiano. Y el perseguidor dio paso al misionero. Y el fariseo seguro de sí mismo dio paso al santo seguro de Cristo.

Hoy celebramos la Conversión de San Pablo que nos invita a nosotros a hacer lo mismo, a volver del revés nuestra vida, a tirar el candil del egoísmo para echar mano a la luz del sol que nos viene del cielo.

Aunque nadie se acuerde de él, también celebramos hoy a San Ananías, que fue quien bautizó a San Pablo nada menos; y a los santos mártires Artemas y Agileo, así como al obispo San Bretanión, al ermitaño San Palemón y otros cuantos santos que no menciono porque tienen el nombre muy raro.

Felicidades a los Pablos, aunque suelen celebrarlo el 29 de Junio que se conmemora el martirio del Apóstol.

+ SOBRE SAN PABLO  

Estudio bíblico comparativo de la conversión de san Pablo


La caída sin caballo

La conversión más famosa de la historia es, sin duda, la de san Pablo. Cómo fueron los detalles de aquél hecho lo sabemos gracias a san Lucas, que lo inmortalizó en un conmovedor relato conservado en Los Hechos de los Apóstoles.

Cuenta este libro que Pablo era un joven y fogoso judío, llamado entonces Saúl, y que observaba con preocupación cómo se expandía en Jerusalén el cristianismo, que él consideraba una secta peligrosa. Resolvió, por lo tanto, combatirlo y no descansar hasta aniquilarlo por completo.

Cierto día decidió viajar a Damasco con una autorización especial para encarcelar a todos los cristianos que encontrara en esa ciudad. Damasco distaba unos 230 kilómetros de Jerusalén y era una de las ciudades más antiguas del mundo, en la que habitaba una importante comunidad cristiana. El viaje debió de haberle llevado a Pablo y a sus compañeros alrededor de una semana.

Casi en las puertas de la ciudad, una poderosa luz lo envolvió y lo tiró por tierra. Entonces oyó una voz que le decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” Pablo respondió: “¿Quién eres, Señor?” La voz le contestó: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad. Allí se te indicará lo que tienes que hacer”.

Luz para el ciego

Pablo se levantó, y comprobó que no veía nada. Entonces con la ayuda de sus compañeros pudo ingresar en la ciudad. Así, aquél que había querido entrar en Damasco hecho una furia, arrasando y acabando con cuantos cristianos encontrara, debió entrar llevado de la mano, ciego e impotente como un niño.

En Damasco se alojó en la casa de un tal Judas y permaneció allí tres días ciego, sin comer y sin beber. Hasta que se presentó en la casa un hombre llamado Ananías y le dijo: “Saúl, hermano, el Señor Jesús que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recuperes la vista y quedes lleno del Espíritu Santo”. Entonces le impuso las manos, y al instante cayeron de sus ojos una especie de escamas y recuperó la vista.

A partir de ese momento Pablo fue otra persona. Un cambio impresionante sucedió en él. Ananías lo bautizó, le explicó quién era Jesús, lo introdujo en la comunidad local, lo instruyó en la doctrina cristiana y lo mandó a predicar el evangelio.

De este modo Pablo conoció el cristianismo, y llegó a ser miembro de la Iglesia a la que en un principio combatía.

Sin contar las intimidades

Resulta curioso que este relato tan detallado del libro de los Hechos no coincida con la versión que el propio Pablo da en sus cartas.

En primer lugar, en ninguna escrito suyo Pablo cuenta a nadie lo que experimentó aquél día camino a Damasco. Ni siquiera a los Gálatas, los cuales habían puesto en duda su apostolado, y para los que hubiera sido un excelente argumento contarles ese suceso extraordinario. Sólo menciona su conversión de pasada (Gal 1,15).

Y cuando en otras partes cuenta sus visiones y revelaciones lo hace en tercera persona (“Sé de un hombre...”; 2 Cor 12,2), como si no le gustara hablar de ese tema ni a sus más íntimos. En cambio, en los Hechos Pablo aparece divulgándolo varias veces y una vez ante una multitud de gente desconocida (Hch 22). ¿Es éste el mismo Pablo de las cartas?

En segundo lugar, los Hechos no dicen que Pablo haya visto a Jesús. Cuentan que sólo “vio una luz venida del cielo” y “oyó una voz” que le hablaba (9,3-4). En cambio Pablo en sus cartas asegura, aunque sin entrar en detalles, haber visto ese día personalmente a Jesús. A los corintios les advierte: “¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro?” (1 Cor 9,1). Y también: “Se le apareció a Cefas y a los Doce... y finalmente se me apareció también a mí” (1 Cor 15,8).

¿Conversión o vocación?

En tercer lugar, Pablo asegura haber recibido tanto su vocación como el evangelio que predicaba, directamente de Dios, sin intermediario alguno. En sus cartas afirma: “Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por medio de hombre alguno, sino por Jesucristo” (Gal 1,1). Y dice: “Les cuento, hermanos, que el evangelio que les anuncio no es cosa de hombres; pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno sino por revelación de Jesucristo” (1,11). En cambio en Hechos se dice que fue Ananías quien explicó a Pablo el significado de la luz que lo envolvió, y quien le enseñó la doctrina cristiana (9,6-19).

Hay otras diferencias entre la versión de Los Hechos de los Apóstoles y la de Pablo. Por ejemplo, Hechos presenta la experiencia de Damasco como una “conversión”; en cambio Pablo nunca dice que se haya convertido, sino que habla de su “vocación” (Gal 1,15). Hechos dice que su conversión estuvo acompañada de fenómenos externos (una luz celestial, una voz misteriosa, la caída al suelo, la ceguera); en cambio Pablo nunca menciona tales fenómenos exteriores sino que sostiene que la revelación que él tuvo fue una experiencia interior (Gal 1,16).

¿Cómo se explican estas diferencias? ¿Por qué Lucas parece no ajustarse a lo que Pablo señala en sus cartas? Para responder a esto debemos tener en cuenta la intención de los Hechos de los Apóstoles.

Como un militar griego

Lucas, al momento de componer su libro, conocía una tradición que contaba que Pablo, camino a Damasco, había vivido cierta experiencia especial, y que un tal Ananías había desempeñado un papel importante en ella. Y con estos datos compuso un relato siguiendo el esquema de las llamadas “relatos de conversión”.

— ¿Qué eran las “relatos de conversión”?

Eran narraciones estereotipadas en las que se mostraba cómo a algún personaje, enemigo de Dios, se le manifestaba éste con señales extraordinarias y terminaba convirtiéndolo.

Un ejemplo de ellas es la conversión de Heliodoro, relatada en el 2º libro de los Macabeos. Cuenta esta leyenda que Heliodoro, ministro del rey Seleuco IV de Siria, en su persecución contra los judíos intentó saquear el tesoro del Templo de Jerusalén. Cuando estaba a punto de lograrlo, Dios se le apareció en una impresionante manifestación. Heliodoro cayó al suelo envuelto en una ceguera total, mientras sus compañeros presentían lo sucedido sin poder reaccionar. Al final Heliodoro, que había entrado al Templo con tanta soberbia, debió ser sacado en una camilla mudo e impedido. Luego de varios días, y gracias a la intervención de un judío, el ministro recuperó sus fuerzas, se convirtió y recibió la misión de anunciar en todas partes la grandeza de Dios (2 Mac 3).

Tres veces lo mismo

Existen muchas otras leyendas judías que cuentan de idéntico modo la conversión de algún personaje enemigo de Dios, por lo tanto, no debemos tomar los detalles de la conversión de san Pablo como históricos, sino más bien como parte de un género literario convencional.

¿Y por qué a Lucas le importaba tanto de la conversión de san Pablo, al punto tal de no sólo ampliarla en detalles sino de repetirla ¡nada menos que tres veces! (9,3-19; 22,6-16 y 26,12-18)? ¿Por qué contar tres veces lo mismo, en un libro como los Hechos que se caracteriza por la sobriedad y economía de detalles narrativos, y cuando otros episodios más importantes, como el de Pentecostés, aparecen una sola vez?

Porque Lucas, a lo largo de todo su libro, intenta mostrar cómo se cumple una profecía de Jesús: que la Palabra de Dios se extenderá por todo el mundo de aquel entonces. Al principio, Jesús se les aparece a los apóstoles y les dice: “El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, hasta los confines de la tierra” (1,8). ¿Y cuál era en aquel entonces “los confines de la tierra”? Era precisamente Roma, la capital del Imperio. Por lo tanto su objetivo es mostrar cómo la Palabra de Dios llega justamente hasta Roma.

La profecía que cumplir

Pero Lucas no sabía de ninguno de los doce apóstoles que haya llegado hasta Roma. Pedro, la cabeza del grupo, nunca sale más allá de Judea y Samaria. Juan, compañero de Pedro, tampoco viaja más que hasta Samaria. Santiago el Mayor es asesinado temprano. Santiago el Menor no se mueve de Jerusalén. Matías, elegido en lugar de Judas, desaparece inmediatamente después de su elección. De los demás apóstoles no hay ni noticias. ¿Cómo mostrar que la profecía de Cristo se cumple y que la Iglesia llega “hasta los confines de la tierra”?

La solución fue hacer recaer sobre Pablo el cumplimiento de esta misión. Pero el problema estaba en que Pablo no era un verdadero apóstol. Porque para Lucas “apóstol” era el que había conocido personalmente a Jesús, y había recibido de él la misión de anunciar el evangelio (Hch 1,21-26), cosa que no había sucedido con Pablo.

Entonces para explicar por qué Pablo es el que cumple la misión de llegar a Roma, encargada en realidad a los apóstoles, Lucas lo muestra recibiendo del propio Jesús este encargo en el camino de Damasco. Y lo repite tres veces a lo largo del libro, mientras va camino a Roma, como para que no queden dudas.

El arte expositor de Lucas

Ahora bien, Lucas sabe que no puede contar tres veces lo mismo, de la misma manera. Hubiera sido terriblemente aburrido y su libro hubiera perdido fuerza y convicción. Entonces, con habilidad extraordinaria, presentó sus tres narraciones de maneras diferentes. Por eso, si comparamos los tres relatos de la conversión de Pablo, encontraremos que el autor fue haciendo cambios entre ellos, presentándolos en forma gradual.

Así, sobre la luminosidad que envolvió a Pablo, el primer relato dice “una luz del cielo” (9,3). El segundo, “una gran luz” (22,6). Y el tercero, “una luz más luminosa que el sol” (26,13).

El primer relato no dice a qué hora fue aquella luz. Pero el segundo aclara que fue “cerca del mediodía”, lo cual resalta el esplendor luminoso. Y el tercero ya dice “en pleno mediodía”, mostrando cómo el brillo de la luz superaba al sol cuando éste brilla con mayor fuerza.

En el primero y en el segundo relato dice que la luz envolvió sólo a Pablo (9,3 y 22,6). En el tercero dice que la luz envolvió también a “todos sus compañeros” (26,13).

¿De pie o caídos?

También las persecuciones que realizaba Pablo antes de convertirse aparecen descritas con esta técnica de graduación. El primero dice que Pablo a los cristianos los “conducía a la cárcel” (8,3). El segundo agrega que los “perseguía a muerte” (22,4). Y el tercero, que los metía en la cárcel, los torturaba para que renunciaran a su fe cristiana, los perseguía hasta en ciudades extranjeras, y cuando eran condenados a muerte él contribuía con su voto (26,10-11).

Lo mismo ocurre con la misión encomendada a Pablo. El primer relato sólo anticipa que Pablo llevará “el nombre de Cristo ante los gentiles, los reyes y los judíos” (9,15). En el segundo ya aparece enviado, pero sin aclarar cómo será su misión (22,15). En el tercero Pablo no sólo es enviado sino que se especifica los detalles de su misión (26,16-18).

Sin importarle que aparezcan como contradictorios, Lucas también cambia otros detalles para hacer más variada su exposición. Así, el primer relato dice que los compañeros de Pablo oyeron la voz pero no vieron la luz (9,7). El segundo dice que vieron la luz pero no oyeron la voz (22,9). Y el tercero, que ni vieron ni oyeron nada.

De igual manera sucede con el efecto de la conmoción. La primera vez dice que Pablo cayó al suelo y sus compañeros quedaron de pie (9,7). Pero e otra parte dice que ellos cayeron al suelo con Pablo (26,14). Se trata de simples técnicas de variación sin importancia histórica alguna.

Un diálogo conocido

Hay un único elemento que se mantiene igual y que no fue cambiado en ninguno de los tres relatos: el diálogo entre Pablo y Cristo en el momento de la aparición. ¿Por qué fue conservado este diálogo con tanto cuidado? ¿Porque sí reflejaba, quizás, una conversación real entre Jesús y el apóstol?

Hoy los biblistas sostienen que se trata de un diálogo también artificial, muy común en el Antiguo Testamento, llamado “diálogo de aparición”. Los escritores sagrados lo emplean cada vez que quieren contar la aparición de Dios o de un ángel a alguna persona.

El “diálogo de aparición” consta normalmente de cuatro elementos: a)la doble mención del nombre de la persona (¡Saúl, Saúl!); b)una breve pregunta del personaje (¿Quién eres, Señor?); c)la autopresentación del Señor (Yo soy Jesús, a quien tú persigues); y d)un encargo (Levántate y vete).

Este mismo “diálogo” lo tenemos, por ejemplo, cuando el ángel le encarga a Jacob regresar a su patria (Gn 31,11-13); cuando Dios autoriza a Jacob a bajar a Egipto (Gn 46,2-3); en la vocación de Moisés (Ex 3,2-10); en el sacrifico de Isaac (Gn 22,1-2); en la vocación de Samuel (1 Sm 3,4-14).

Utilizando este “diálogo” artificial, empleado oficialmente para estas ocasiones, Lucas quiso decir a sus lectores que Pablo realmente había conversado con Jesucristo camino a Damasco, y que no había sido una mera alucinación.

Pablo y nosotros

Siempre nos han resultado lejanos y misteriosos los personajes bíblicos, precisamente porque aparecen viviendo experiencias extrañas y especialísimas, que ningún cristiano normal vive hoy en día.

También Pablo, en cierto momento de su vida, experimentó un encuentro íntimo y especial con Jesús, que lo llevó a abandonar todo y a centrar su existencia únicamente en Cristo Resucitado. Fue una experiencia interior inefable, imposible de contar con palabras. Pero el autor bíblico la describe adornada con voces divinas, luces celestiales, caídas estrepitosas, ceguera, para exponer de algún modo lo que nadie es capaz de comunicar.

En realidad la experiencia paulina fue semejante a la de muchos de nosotros. Seguramente nuestra propia vocación cristiana fue también un encuentro grandioso con Jesús resucitado. Pero no oímos voces extrañas, ni vimos luces maravillosas. Y por eso no la solemos valorar. Y muchas veces languidece anémica en algún rincón de nuestra vida diaria.

Por eso hace bien reconocer que tampoco Pablo vio nada de aquello. Que no nos lleva ventaja alguna. Recordarlo, y pensar luego en la cantidad de veces que podemos experimentar a Jesús resucitado en nuestra vida, puede ser la ocasión para animarnos a hacer cosas mayores que las que hacemos ordinariamente. Como las que hizo Pablo.

Autor: Ariel Álvarez Valdés

+ SOBRE SAN PABLO  

Episodio de la conversión de san Pablo en la Biblia


La Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así la conversión de san Pablo:

"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén. Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer".

Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: "Aquí estoy Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista. Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre". El Señor le respondió: "Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".

Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".

Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. En la carta a los Gálatas dice:

"Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.

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jueves, 24 de enero de 2019

Cartel de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada 2019

"No nos enojemos en el camino unos contra otros", san Francisco de Sales


La vida de este «apóstol de la amabilidad», doctor de la Iglesia, es uno de los claros ejemplos de lucha sin cuartel contra el defecto dominante y muestra de que cuando se ama a Dios, con su gracia, todo es posible.

Nacido en el castillo de Sales, en Saboya, el 21 de agosto de 1567, fue conquistando la virtud día tras día. En ella condensaba la exquisita enseñanza evangélica que había recibido de su madre, excelente narradora de la fe que desmenuzó ante los ojos inquietos del niño. Heredó su paciencia y constancia, así como la elegancia en el trato.

Temiendo su padre que la influencia materna hiciera de él un hombre frágil, designó al riguroso y exigente padre Déage para ser su preceptor. El santo agradeció siempre sus enseñanzas y las acogió humildemente. Eso sí, determinó actuar con los demás de un modo distinto, allanándoles el camino y liberándoles del peso que encierra el perfeccionismo.

Al recibir la primera comunión en el colegio de Annecy con 8 años, estableció las consignas que seguiría su vida de entrega a Cristo: orar, visitar al Santísimo, ayudar a los pobres y leer vidas ejemplares. Procuró ser fiel a ellas hasta el fin de sus días.

Sentía ardientes deseos de consagrarse a Cristo, pero su padre lo envió a estudiar a París. Recibió educación en el colegio Clermont de los jesuitas, que combinaba con dos horas diarias de equitación, esgrima y baile, bajo la dirección del padre Déage, en un plan diseñado por él que incluía confesión y comunión semanal. Destacó en retórica, filosofía y teología. La determinación que tomó de consagrarse a la Santísima Virgen le ayudó a superar todas las pruebas que sufrió en esa época, manteniendo incólume su pureza. Sus modelos eran san Francisco de Asís y san Felipe Neri.

A los 18 años era manifiesta su inclinación a la ira. Y, consciente de ello, ponía todo su empeño en contenerla. Se dice que la sangre se agolpaba en sus mejillas en determinadas situaciones incómodas para él. Qué esfuerzos haría para someter este defecto que quienes le conocían, al ver su delicado trato, consideraban que estaba libre de esa tendencia y jamás podrían haber imaginado el combate interior que libraba. Experimentaba también una profunda angustia que le llevaba a pensar en su condenación. Esta idea se le clavó hondamente y trazó en su organismo las huellas de su inquietud: una suma delgadez y el temor por su razón. Le aterrorizaba saber que en el infierno no podría amar a Dios. Este desasosiego se disipó al recitar ante la Virgen la oración de san Bernardo «Acordaos…»,y también le ayudó a curar su orgullo.

En 1588 comenzó a estudiar derecho en Padua, como deseaba su padre, sin descuidar la teología que precisaba dominar para ser sacerdote. Aún seguía estrictamente el plan de vida que se trazó a los 8 años. Todos los días hacía su examen particular; tenía presente su defecto dominante: el mal genio, y veía si había actuado con la virtud contraria a esta tendencia. Oraba, meditaba, se proponía ser cada día más amable en su trato con los demás, con la prudencia debida, trayendo a su mente la presencia de Dios. Prosiguió defendiendo su vocación con paciencia y tesón hasta que logró vencer la férrea voluntad de su padre en cuyos planes no entraba la opción de entrega total a Dios, sino que esperaba que hubiera contraído matrimonio eligiendo esa otra forma de vida.

Finalmente, logró su deseo, y fue ordenado sacerdote. Lo destinaron a la costa sur del lago de Ginebra para luchar contra el protestantismo, y allí desplegó todas sus artes obteniendo numerosas conversiones. En esta compleja misión de Chablais tuvo que hacer acopio de paciencia y esperar confiadamente que en el árido corazón de las gentes germinase la semilla de la fe. El arma fue el amor, y así lo confió él mismo a santa Juana Chantal: «Yo he repetido con frecuencia que la mejor manera de predicar contra los herejes es el amor, aún sin decir una sola palabra de refutación contra sus doctrinas». En 1602 fue designado obispo de Ginebra, sucediendo en el gobierno de la diócesis al prelado Claudio de Granier. Fijada su residencia en Annecy, enseguida destacó por su generosidad, caridad y humildad.

Juana Chantal fue una de las incontables personas a las que dirigiría espiritualmente. La conoció en 1604 cuando predicaba un sermón de Cuaresma en Dijón. Con ella fundó la Congregación de la Visitación en 1610.

Como rector de almas no tenía precio. Era bondadoso y firme a la par. En su Introducción a la vida devota había hecho notar: «Quiero una piedad dulce, suave, agradable, apacible; en una palabra, una piedad franca y que se haga amar de Dios primeramente y después de los hombres».Acuñó esta conocida apreciación, surgida de su experiencia: «un santo triste es un triste santo».

A él se debe también la consigna escrita en su Tratado del Amor de Dios:«La medida del amor es amar sin medida». Preocupado por la genuina vivencia de la caridad evangélica había escrito:

«No nos enojemos en el camino unos contra otros». «Caminemos con nuestros hermanos y compañeros con dulzura, paz y amor; y te lo digo con toda claridad y sin excepción alguna: no te enojes jamás, si es posible; por ningún pretexto des en tu corazón entrada al enojo». Así había vivido: entregado a los demás; hecho ascua de amor.

Tras su muerte, acaecida en Lyon el 28 de diciembre de 1622, monseñor Camus manifestó que al extraerle la vesícula biliar hallaron nada menos que 33 piedras. Eso da idea del ímprobo esfuerzo que habría hecho el santo a lo largo de su vida para trocar en mansedumbre y dulzura un temperamento volcánico poderosamente inclinado al mal genio y a la cólera. Fue canonizado el 19 de abril de 1665 por Alejandro VII. Es patrón de los escritores y periodistas católicos.

Autora: Isabel Orellana Vilches

+ SOBRE SAN FRANCISCO DE SALES   

24 de Enero: San Francisco de Sales, por Celestino Hueso SF


Francisco nació en Sales de una familia noble y su modelo de vida fue san Francisco de Asís, como está mandado.

Ordenado sacerdote le tocó trabajar en territorio enemigo, en Ginebra, una zona calvinista, donde al principio fue rechazado como era de esperar y hubo de vivir en condiciones muy rudimentarias, sufriendo incluso, dos intentos de asesinato, pero creía firmemente que “la mejor manera de predicar a los herejes es el amor, aún sin decir una sola palabra de refutación de su doctrina” y con eso los fue ganando poco a poco para la Iglesia católica.

“Es que yo soy así. Éste es mi carácter y no lo puedo cambiar”. Esas dos frases las he oído decir infinidad de veces a personas que no están dispuestas a mover un dedo para mejorar. Francisco de Sales tenía su gran espina en la ira que quería dominarlo, pero él jamás se lo permitió y, de hecho pasará a la historia como un santo dulce y comprensivo con todos. Tuvo claro siempre que él no podía cambiar a nadie (ninguno podemos) pero sí se podía cambiar a sí mismo.

A Jesús no se le ocurrió decir jamás “Conviertan a los otros” lo que dijo más de un millón de veces fue “conviértanse”. Francisco se puso manos a la obra con oración y trabajo y lo consiguió.

Nombrado obispo de Ginebra siempre se mantuvo como un hombre sencillo y humilde.

En 1610 junto a santa Juana Chantal fundan la Orden de la Visitación para mujeres jóvenes y viudas que querían responder a la llamada de Dios con una vida santa pero sin tanta rigurosidad como en los monasterios.

Bueno, los Francisco y Paquita, si quieren, pueden celebrar hoy otra fiesta.

También pueden celebrar los Feliciano, Sabiniano, Babila, Urbano, Prilidiano, Epolonio y Exuperancio cuyas fiestas se celebran hoy.

+ SOBRE SAN FRANCISCO DE SALES  

Cristianos en una sociedad postcristiana y 2

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miércoles, 23 de enero de 2019

¿Qué son los desposorios?


Aunque la palabra desposorios hoy significa compromiso matrimonial (o la petición de mano), en tiempos bíblicos representaba un acuerdo que tenía incluso más peso legal que una boda de hoy. El evangelio explica que María estaba desposada con José, ¿qué eran los desposorios?

Normalmente los padres arreglaban los matrimonios y era su deber buscar el mejor partido para sus hijos. Eso incluía la elección de la novia; por tanto, el amor no era la base para el matrimonio.

La boda era una alianza o acuerdo entre los jefes de las dos familias. Cuando se completaba el acuerdo, la pareja estaba comprometida y se realizaba la ceremonia de compromiso formal y el padre de la novia daba su consentimiento diciéndole al yerno, como Saúl dijo a David: “Hoy serás mi yerno” ( 1ª de Samuel 18:21).

El rito de los desposorios se realizaba un año antes de la boda propiamente dicha. La pareja comprometida se consideraba ya marido y mujer; es por esto que el evangelista san Mateo los llama esposo y esposa; y se esperaba que fueran mutuamente fieles durante ese año.

Fuente: es.aleteia.org

+ SOBRE LOS DESPOSORIOS DE JOSÉ Y MARÍA  

Los anillos de bodas de José y María

La influencia de las narraciones apócrifas sobre el milagro de la elección de José, por una parte, y la iconografía de los desposorios por otra, contribuyeron a que la ceremonia de la boda, con anacronismos encantadores, divulgara la imagen de la imposición o entrega del anillo por san José a la esposa María virgen. Todo ello explica el hecho de que se conservaran y veneraran en lugares distintos cinco anillos nupciales al menos. La primacía numérica la detentó u ostentó Francia, con cuatro de las cinco joyas devocionales, sin embargo, el anillo más famoso se encuentra en Italia, más concretamente, en Perugia.

Francia 

Dos monasterios benedictinos poseían sendas alianzas: el borgoñón de Semur-en-Auxois que, según la tradición, fue donado por el que fuera patrono o encomendero del monasterio, el conde Gérard del Rosellón, a mediados del siglo VIII. El otro, más tardío, pertenecía a la abadía de Anchin, y se contaba que había sido transportado por los cruzados y donado por benefactores civiles y eclesiásticos en el siglo XIII.

Ya en el siglo XIV y comienzos del XV se veneraba en Notre Dame de Paris el par de anillos que se creía haber intercambiado los santos esposos en su boda. La fuente principal que lo transmite es, nada menos, Jean Gerson, que esgrime en prosa y verso esta prenda para afianzar su constante petición de una fiesta con misa y oficio de los desposorios de José y María. Lo suplicaba al poderoso e influyente duque de Berry en 1413 poniéndole de relieve el gran servicio que prestaría estableciendo la fiesta (que habría que colocar en tiempo litúrgico de Navidad) del “virginal matrimonio de San José y Nuestra Señora y el rezo del oficio” que él mismo había compuesto, y, además, todo ello en la iglesia de Notre Dame de Paris, “donde están los anillos del desposorio de la Virgen”. 

El anillo de Perugia, Italia 

Pero ninguno de los anillos franceses pudo competir con el que se conserva aún y se venera en la capilla de la catedral de San Lorenzo de Perugia. Puede decirse, incluso, que es la reliquia josefina por excelencia, la más enriquecida de gracias espirituales, con indulgencias; la más rica también en leyendas y en bibliografía, desde la más crédula a la más crítica y rigurosa.

No se conocen los orígenes del santo anillo, lo que sitúa la reliquia en el ámbito de la leyenda, que explica la llegada del santo anillo a Chiusi, su primera localización, en el siglo III gracias a la mártir santa Mustiola, patrona de Chiusi y que había recibido el santo obsequio de su marido, también mártir.

La otra versión habla de la presencia de la reliquia nupcial en Chiusi a principios del siglo XI. Un joyero local, Rainerio o Ainero, la había recibido en Roma de un judío, con el ruego de que la venerase como merecía, condición que no cumplió Rainerio con aquella joya, que dejó semiolvidada en la iglesia de Santa Mustiola.

Hasta que a eso de los diez años, el hijo de Rainerio murió y fue conducido a la iglesia de Santa Mustiola. Allí, estando en el túmulo, resucitó para reprochar públicamente al padre su pecado de descuido, y, tras haber recibido la seguridad de reparación de la culpa, murió otra vez plácidamente. Y comenzaron los milagros ya en aquella misma ocasión con un repique de campanas sin que nadie las tañera. Siguieron con castigos a alguien que no respetó al santo anillo y, según narran los cronistas de Chiusi conducidos por la fantasía, se multiplicaron sin cesar en lo sucesivo.

La fama de los milagros despertó las rivalidades. Y a mediados del siglo XIV, con la excusa de que la iglesia de Santa Mustiola, extramuros y regida por canónigos regulares, resultaba insegura para tal tesoro, la reliquia se depositó en la catedral. Fue una decisión de la autoridad civil y los pleitos que siguieron entre los canónigos de ambas iglesias condujeron a que el obispo de Chiusi decidiera que el anillo fuera depositado en una iglesia neutral: la urbana de los pobres franciscanos conventuales.

Allí estaba, cuando se hizo presente otro de los elementos habituales en la historia y en el tráfico de las reliquias: el hurto sacro, revestido casi siempre con ropajes de intervenciones sobrenaturales para justificar la nueva propiedad. Lo cierto fue que uno de los frailes del convento de San Francisco, se dijo que llamado fray Winter, de Maguncia, sustrajo la reliquia. Lo que ya no es tan seguro si, tal y como confesaría el fraile, la robó con el objetivo de llevarla a su tierra alemana o, comprado por las autoridades perusinas que se lo pagaron con generosidad, llana y sencillamente para entregar el tesoro a la ciudad de Perugia.

La justificación se fabricaría por parte de la ciudad con la tradición de que cuando el fraile ladrón se encaminaba hacia Alemania, justo allí, junto a Perugia, le sorprendió una niebla tan densa y tan duradera, que le impidió continuar y se vio obligado a entregar la preciosa prenda al gobierno urbano de la ciudad. Por supuesto, el común de Perugia lo acogió gozosamente y lo encerró en un arca fortísimo y con muchas llaves. Y se depositó en la catedral de San Lorenzo.

Como era de esperar, las dos ciudades se enzarzaron en una guerra que no se limitaba a la confrontación legal sino que llegaba también a expresiones más violentas.

Sixto IV, a quien recurrieron desde Chiusi, decidió contra Perugia; pero el sucesor, Inocencio VIII, que necesitaba ganarse el favor de la ciudad, dirimió el conflicto a favor de Perugia. Para celebrarlo, en 1487 predicó el franciscano fray Bernardino de Feltre. Fueron tan arrebatadas y fundadas sus palabras, que animó a las autoridades a honrar la milagrosa reliquia con la edificación de una capilla dedicada al santo anillo y a fundar lo que sería el alma alentadora del culto y de la veneración: la Cofradía del Santo Anillo. Capilla propia en la catedral, cofradía responsable, interés del municipio, todo ello ha influido de manera decisiva en la devoción a una reliquia simpática, no cabe duda.

Por lo que se refiere a los milagros, las crónicas y los escritos apologéticos dan buena cuenta tanto de los prodigios atribuidos a la mediación de la reliquia como a su fama de proteger a las esposas embarazadas, a las familias en cualquier necesidad. Favores que podrían obtener no sólo a los peregrinos a su capilla sino también quienes disfrutasen de alguna copia (que solía ser también de piedra) del santo anillo de Perugia.

La veracidad de la reliquia sería cuestionada por los críticos desde que en el siglo XVII la historiografía se hiciera más rigurosa y aventurase los criterios de autenticidad característicos de los ilustrados del siglo XVIII. Con este motivo, el cardenal Lambertini esgrime un principio muy válido de hermenéutica historiográfica: “en estas cosas no hay que reclamar más que la probabilidad ni de este anillo hay que aseverar nada de manera firmísima sino, y solamente, creer piadosamente lo que es tradición”. La crítica sensata llegaría precisamente de este papa ilustrado. Al tratar de las fiestas marianas, concretamente y en primer lugar de la de los Desposorios de la Virgen con san José, termina hablando de la reliquia del santo anillo. Alude a los que la atacan y también a los excesivamente crédulos, y manifiesta su punto de vista:

“Pero nosotros, con la debida veneración hacia esta reliquia, advertimos con la mejor voluntad a quienes lean esas cosas que no se crean que por las actas de Sixto IV y de Inocencio VIII la Sede Apostólica ha juzgado como genuino este anillo santo. Porque ambos pontífices trataban solamente de si el anillo sagrado debía adjudicarse al pueblo de Chiusi o al de Perugia; y a pesar de que en aquel juicio se presumía la verdad del anillo, ¿quién hay que ignore que una cosa es presumir y otra el definir y declarar?”

La devoción y la leyenda, de artes como el teatro, o del turismo, han popularizado esta reliquia, mimada por la ciudad que la posee. Por si fuera poco, la iconografía, concretamente la pintura, ha sido otro factor de propaganda del santo anillo. Nos referimos al cuadro de los Desposorios, la tabla encargada por los magistrados y oligarquías urbanas de Perugia nada más recibir el refrendo pontificio de la reliquia en su posesión (1486).

Los desposorios de José y María
por Pietro Perugino

Después de avatares diversos, fue el maestro Perugino quien lo pintó, y en la capilla del santo anillo permanecería desde 1504 hasta que los franceses en 1797 lo expoliaran y lo llevaran a Francia (hoy se encuentra el cuadro en Caen). Tanto los Desposorios de Perugino como los coetáneos de su discípulo Rafael de Urbino, sitúan en el centro de la escena nupcial la entrega del anillo de José a María.

Fuente: catholic.net

+ SOBRE LOS DESPOSORIOS DE JOSÉ Y MARÍA  

Los Desposorios de la Santísima Virgen y San José a través de 4 versiones apócrifas


Esta festividad, hoy eliminada del Calendario Universal de la Iglesia, nació en el siglo XV cuando un canónigo de Chartres, devotísimo de San José, logró se incluyera en el propio de su iglesia local.

En 1537 los franciscanos obtuvieron la facultad de celebrarla como fiesta propia y la propagaron durante los siglos XVII y XVIII, principalmente.

Las iglesias locales la fueron asumiendo, aunque en diversas fechas, para no interferir en sus calendarios particulares. Por ejemplo, en Flandes era a 6 de febrero, o en Alemania a 22 de diciembre.

Los carmelitas, devotos josefinos, también la tomaron como fiesta. Como no podía ser menos, cuando la devoción se extendió, aparecieron las reliquias, y en algunos sitios se veneraba "el anillo de compromiso" que san José habría dado a María.

En 1725 Benedicto XIII extendió la Fiesta de los Desposorios de Nuestra Señora a toda la Iglesia.

En el misal de 1962, reformado por San Juan XXIII (11 de octubre) ya no aparece.

Pero, ¿de dónde se tomó material devocional y litúrgico para establecer esta festividad? Pues de los Evangelios Apócrifos, puesto que las Sagradas Escrituras no dicen nada sobre este misterio de la vida de los padres de Jesús.

Existen varias versiones del tema en libros antiquísimos que, si bien no son canónicos, su antigüedad los hace venerables. Estos libros muestran lo que los cristianos primitivos tomaron como tradiciones y creyeron.

Primera Versión:

La más antigua es del "Proto Evangelio de Santiago", un escrito a finales del siglo II, aunque hay que recordar que está mezclado con una obra de igual nombre mucho más tardía, de los siglos VII u VIII. Según este, cuando María llegó a los 12 años, los sacerdotes del Templo se dijeron: "María ha cumplido doce años y aún sirve en el templo del Señor. ¿Qué debemos hacer para evitar que ella contamine el Santuario del Señor?" (se referían a que aún no menstruaba, sabemos que la sangre era algo contaminante para los judíos). El Sumo Sacerdote, que era san Zacarías en ese momento, entonces oró por ello, y estando en el Templo, se le apareció un ángel que le dijo: "Zacarías, sal fuera y llama a los viudos del pueblo, y que cada uno de ellos lleve consigo un cayado Aquel a quien el Señor dará una señal, será su marido".

Se avisó a todos los viudos, y se acercaron todos al Templo de Jerusalén. Entre ellos estaba san José, quien también entregó su bastón a Zacarías. Entonces apareció una paloma blanca que voló sobre la cabeza de san José. Zacarías le dijo: "Tú has sido designado por el destino para tomar a la Virgen del Señor bajo tu cuidado". José protestó diciendo que era anciano y con varios hijos, mientras que María era joven. Pero Zacarías le recodó que debía obedecer a la elección divina. Entonces san José tomó a María y la desposó.

Segunda versión:

Esta versión aparece en la "Historia de José el Carpintero", una leyenda de origen egipcio, del siglo IV. Relata que san José, además de carpintero, era sacerdote del Templo del Señor. Tenía varios hijos llamados Justo, Santiago y Simón, y dos hijas llamadas Asia y Lidia. Cuando enviudó, dejó el Templo para trabajar de carpintero y mantener a sus hijos. Llegó el momento antes descrito de los doce años de la Virgen, y entonces los sacerdotes echaron suertes entre los hombres viudos, uno de cada una de las tribus de Israel. Fue José, de la tribu de Judá, el elegido. Entonces los sacerdotes dijeron a María: "Únete a José y quédate con él hasta el tiempo de tu matrimonio". San José la tomó, la dejó en su casa y volvió a su taller de carpintería.

Tercera versión:

La hallamos en el "Evangelio de la Natividad de María", datado a finales del siglo V. Este texto dice que María, llegando a la pubertad, fue enviada a su casa, como las otras niñas del Templo. Pero si bien las otras tenían a sus padres para recibirlas, María no, así que dijo que no podía hacerlo, pues sus padres vivían dedicados al Señor y que, además, ella había prometido vivir eternamente como virgen del Señor. ¿Acaso quería el Sacerdote que ella rompiera un voto a Dios? El Sumo Sacerdote, ante esta novedad (el autor admite que un voto de virginidad es algo inaudito en la cultura judía), consultó a los otros sacerdotes y todos acordaron pedir un oráculo al Señor. Se postraron todos en oración y cuando el Sumo Sacerdote entró al "Sancta Sanctorum" se escuchó una voz que clamó el texto de Isaías: "Y saldrá una vara del tronco de Jessé, y un renuevo retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo, y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor" (Isaías 11, 1-2).

Entonces los sacerdotes convocaron a todos los hombres solteros de la Casa de David a que trajeran una rama seca para ponerla en el altar del Señor. Aquel cuya vara floreciera sería el elegido. Entre ellos estaba san José, un anciano viudo, quien dejó que todos los otros pusieran su propia vara en el altar. Al no haber portento, José fue conminado a poner su propio bastón en el altar. Así lo hizo y enseguida floreció, con lo que todos supieron era el elegido. Además, aquí también se repite la presencia de la paloma. Después del Desposorio, José regresó a su casa para preparar todo para la próxima boda. La Virgen del Señor, María, volvió a la casa de sus padres en Galilea, acompañada por otras siete vírgenes a esperar el matrimonio.

Esta es la versión que más ha influido en la iconografía josefina en Occidente, pues la vara florecida ha pasado a ser el atributo típico de San José.

Cuarta versión:

La hallamos en el "Evangelio de Pseudo-Mateo", igualmente tardío y nacido entre cristianos provenientes de ambientes judíos.

Llegada María a los 12 años, el sacerdote Abiatar quiso casarla con su hijo. Pero María objetó: "No puede ser que un hombre me posea". Pero los sumos sacerdotes y la familia de la Virgen le replicaron: "Dios es servido por los hijos y honrado por los descendientes; así ha sido siempre entre los hijos de Israel". A esto María contestó: "Dios es sobre todo servido y alabado por la castidad. Mirad si no a Abel. Antes de él no había justos entre los hombres. Complacía a Dios a través de los sacrificios y fue asesinado despiadadamente por el hombre que no agradaba a Dios. Recibió así dos coronas al mismo tiempo: la corona del sacrificio y la corona de la virginidad, porque hasta entonces todavía no había manchado su carne. Como Elías está vivo y en carne del cielo, pues hasta ser arrebatado había logrado conservar su carne en estado virgen. Desde temprana edad aprendí en el templo de Dios que la virginidad agrada a Dios en particular. Precisamente por esta razón quiero ofrecer a Dios lo que le agrada particularmente, por eso estoy decidida a no ofrecerme nunca a un hombre".

Entonces Abiatar convocó a todo el pueblo y clamó: "Hijos de Israel, escuchadme y abrid bien los oídos. Desde el momento en que Salomón construyó este templo, vivieron allí vírgenes, hijas de reyes, profetas, y sacerdotes. Pero cuando alcanzaban la mayoría de edad, se les daba a un hombre en matrimonio para que siguiera nuestro estilo de vida habitual. Así agradaban a Dios. Pero María ha inventado una nueva forma de vida. Ella ha prometido a Dios que siempre querrá permanecer virgen. Es por eso que ahora debemos pedir consejo a Dios y Él tendrá que responder a nuestra pregunta, sobre a quién podremos confiársela de manera segura".

Entonces, como en las anteriores versiones, se convocó a los varones de Israel, quienes pusieron sus bastones junto al altar. Pero el Sumo Sacerdote olvidó el de san José fuera, por lo cual, ninguna vara floreció. Entonces apareció un ángel y le avisó que no había tomado la vara de José. El sacerdote salió fuera, tomó la vara y la entregó a San José, y en ese momento, una paloma salió del bastón y se perdió en el cielo. Todo el pueblo felicitó a san José, aunque este protestó por ser viejo y tener hijos, incluso mayores que la esposa que se le daba. José admitió llevarla consigo, pero "hasta que Dios me aclare con quién de mis hijos debe casarse". El sacerdote dio a María 5 vírgenes para que la acompañaran hasta el matrimonio, advirtiendo a José que María sólo se casaría con él.

Aspecto fundamental

Como vemos, las versiones del hecho varían en numerosos detalles, como nombres o diálogos, pero coinciden en el aspecto fundamental: Aquella que Dios había elegido como Madre del Redentor debía ser protegida y casada con un hombre excepcional. Siendo María el Arca de la Nueva Alianza, correspondía que un Nuevo Patriarca la custodiase.

En la iconografía, el tema de los Desposorios ha sido recurrente desde el siglo XVI en adelante, normalmente en deliciosos anacronismos. Suelen aparecer ambos contrayentes entregándose anillos. Los símbolos de la vara florecida y la paloma igualmente son frecuentes. Como detalle curioso, en el siglo XVII los carmelitas recrearon la leyenda de san Agabo, un supuesto pretendiente de María, que habría roto su vara al no ser elegido para esposo de la Virgen Santísima. Ante esto, para consolarse, subió al Carmelo, donde levantó un templo para venerar a la Madre del Mesías.

+ SOBRE LOS DESPOSORIOS DE MARÍA Y JOSÉ  

martes, 22 de enero de 2019

22 de enero: San Vicente, por Celestino Hueso SF


Vicente pertenecía a una familia noble de Huesca y su madre, según la tradición, era hermana del mártir San Lorenzo.

Ordenado diácono en Zaragoza, el obispo San Valero, que no tenía mucha facilidad de palabra (parece que era medio tartaja por no decir tartaja entero), hizo de él su voz, nombrándole Primer Diácono de la diócesis.

Ya sabemos que la persecución más terrible contra los cristianos fue la décima, decretada por Diocleciano y que en España fue muy virulenta debido a la saña desplegada por Daciano que al pasar por Barcelona sacrificó a Santa Eulalia y San Cucufate y, en Zaragoza hizo detener al obispo y a su diácono y los trasladó a Valencia.

Allí envió al destierro al obispo Valero e hizo torturar a Vicente en el potro y, dice una leyenda, que también en la parrilla como San Lorenzo. Igual que él, Vicente sufre el tormento sin quejarse y bromeando.

Enviado a un calabozo tan negro que, en palabras de Prudencio, hasta las tinieblas lo envidiaban, con su testimonio consiguió la conversión del carcelero.

Daciano, que tenía muy mala uva, mandó que lo curaran para poder atormentarlo nuevamente, pero apenas colocado en el lecho Vicente parte en vuelo directo hacia el cielo, con lo que Daciano se dio en los alambres.

Su cuerpo, continúa la leyenda, fue arrojado en el mar pero las olas lo devolvieron a la arena dando fe así de su santidad. Con él celebramos hoy también a su obispo San Valero (o Valerio, que es el mismo); Y a San Anastasio, también mártir; finalmente a los santos Gaudencio, Bernardo, obispos y Domingo, abad.

SOBRE SAN VICENTE

lunes, 21 de enero de 2019

21 de Enero: Santa Inés



Era Romana y de familia rica. Rica en dinero y, sobre todo, en valores cristianos que Inés hizo suyos desde chiquitina, de tal manera que con doce años se consagró a Cristo.

Todo iba viento en popa pero, según nos cuenta la leyenda dorada, el diablo metió la cola e hizo que el hijo del prefecto quedara prendado de la belleza de Inés y la pidiera para esposa. Inés dijo que nones, que ya tenía un esposo que valía un potosí y, de ninguna manera le iba a ser infiel. Su nombre era Cristo.

Los padres de la santa tampoco estaban por la labor y dieron largas al asunto. El prefecto se cansó de esperar y, viendo que no había nada que hacer, acusó a Inés de ser una hechicera cristiana y la condenó a pasar una temporadita en una casa de prostitución, por haberse negado a dar culto a la diosa Vesta.

Allá la llevaron pero no contaban con que Inés tenía al mejor de los defensores, el Dios de Cielo y tierra en quien puso toda su confianza, que no permitió que nadie le tocase un pelo.

El siguiente paso fue el martirio que intentaron llevar a cabo primero a través del fuego, pero les falló la jugada por que sopló un viento de mil demonios que llevaba las llamas hacia los verdugos y los mirones que también salieron chamuscados. El único fuego que le llegó hasta el fondo del corazón fue el del Espíritu Santo que habitaba en ella. Finalmente el filo de una espada le dio a Inés la corona del martirio y la inmortalidad.

Sobre su tumba rezaba poco después, Emerenciana, su hermana de leche y allí también murió mártir. Su fiesta se celebra el día 23.

Inés significa corderita, pero las corderitas inmoladas, como hemos visto, fueron dos, por ello un rito antiguo perpetúa su memoria: en la mañana del 21 de Enero sobre el altar de la basílica se bendicen dos corderitos con cuya lana se harán los palios que el Papa impondrá a los nuevos arzobispos.

Autor: Tino

22 de enero: San Vicente, diácono y mártir


Vicente nació en Huesca en una fecha que desconocemos y murió martirizado en Valencia en el 304 o 305.

Su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.

Era diácono del obispo de Zaragoza, San Valerio. Como el obispo sufría de algún impedimento del habla, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo, elocuencia y santidad.

Persecución de Diocleciano

El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos y el gobernador Daciano ordenó apresar al obispo Valerio y a su secretario Vicente. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho y fueron llevados a Valencia.

En la cárcel les torturaron para que renegaran de su fe. Cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tanto entusiasmo de Jesucristo que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado con más atroces sufrimientos.

Les ofrecieron la libertad si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces Daciano desterró al obispo y se ensañó con Vicente para hacerlo abandonar su religión.

El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarle cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Vicente aguantó el suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.

El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor del mártir.

Entonces el gobernador le preguntó por las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.

Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.

San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar".

El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".

Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. El carcelero se convirtió al cristianismo y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

Desde el lugar de su primera sepultura, el cuerpo de Vicente fue trasladado, en el mismo siglo de su martirio, a una basílica existente fuera de los muros de la ciudad, junto a un arrabal cristiano, conocida como San Vicent de la Roqueta, que mantuvo el culto durante toda la época islámica, estando documentadas distintos propietarios cristianos, como el Monasterio de San Juan de la Peña, reyes o Poblet. Siendo el culto que se realizaba en época de la dominación musulmana una de las pruebas más precisas de la existencia de una abundante población mozárabe cristiana.

— Reliquia del brazo de san Vicente

El llamado “Vicentin” llegó a la Catedral de Valencia regalado por una familia de Padua. Según estudios forenses, pertenece a un hombre joven, presenta quemaduras en la piel y se remonta al siglo IV. Se conserva en una capilla de la Catedral de Valencia; salió en procesión el jueves, 22 de enero de 2004, al igual que cuando se inauguró el año santo. El otro brazo está en la Catedral de Braga.

— Iconografía y culto

San Vicente Mártir suele aparecer en pintura con las vestimentas de diácono, acompañado por un cuervo o sosteniendo una muela de molino. Estos símbolos hacen referencia a su largo y penoso martirio.

Es patrono de Lisboa, de la localidad de Ardanaz de Egüés, Sigüenza, Corbera, Lucena del Puerto, Guadassuar, de Laujar de Andarax, Molina de Segura, San Vicente del Monte, San Vicente de la Barquera, de San Vicente de Alcántara (Badajoz), de Zalamea la Real, de la ciudad italiana de Vicenza, de Los Realejos (Tenerife), donde tienen la única imagen del santo Mártir de todo el archipiélago canario siendo festivo cada 22 de enero desde 1609 por voto del antiguo ayuntamiento del Realejo de Abajo tras finalizar la peste, siendo esta una de las procesiones cívico-religiosas más antiguas de Canarias en agradecimiento al copatrón San Vicente Mártir, de los vinateros y los fabricantes de vinagre.

En la ciudad de Valencia (España), además de ser su patrón, San Vicente Mártir es también patrón del Gremio de Sastres y Modistas.

También es Santo Patrono de San Vicente Tancuayalab, San Luis Potosí, México.

Fuentes: EWTN, Wikipedia

sábado, 19 de enero de 2019

DOMINGO DE LA 2 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, ciclo C (Lecturas)

Isaías 62,1-5
Salmo 95: ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!
1 Corintios 12,4-11
Juan 2,2-11

Isaías 62,1-5

Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz  radiante y su salvación, como una antorcha encendida. Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor. Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios. No te dirán más "¡Abandonada!", sino que te llamarán "Mi deleite", y a tu  tierra "Desposada". Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.

Salmo 95: ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre.
Día tras día, proclamen su victoria
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos.
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del nombre del Señor.
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

Entren en sus atrios trayendo una ofrenda.
Adoren al Señor al manifestarse su
santidad: ¡que toda la tierra tiemble ante él!
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

Digan entre las naciones: "¡el Señor reina!
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud".
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor 
por todos los pueblos!

1 Corintios 12,4-11

Ciertamente, hay diversidad de dones,  pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus ones a cada uno en particular como él quiere.

Juan 2,2-11

Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde. "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento". Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

COMENTARIOS: 
por Francisco González, SF 
+ SEGUNDO DOMINGO DEL AÑO C  

lunes, 14 de enero de 2019

Juan 2,2-11: Las Bodas de Caná

Juan 2,2-11
Domingo de la 2 Semana del Tiempo Ordinario, ciclo C

Las bodas de Caná
2:1 Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
2:2 Jesús también fue invitado con sus discípulos.
2:3 Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".
2:4 Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".
2:5 Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".
2:6 Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
2:7 Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.
2:8 "Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
2:9 El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
2:10 y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".
2:11 Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
2:12 Después de esto, descendió a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.

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Bodas de Caná: un gesto poco religioso


"Había una boda en Galilea". Así comienza este relato en el que se nos dice algo inesperado y sorprendente. La primera intervención pública de Jesús, el Enviado de Dios, no tiene nada de religioso. No acontece en un lugar sagrado. Jesús inaugura su actividad profética "salvando" una fiesta de bodas que podía haber terminado muy mal. En aquellas aldeas pobres de Galilea, la fiesta de las bodas era la más apreciada por todos. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas festivas y cantando canciones de amor.

El evangelio de Juan nos dice que fue en medio de una de estas bodas donde Jesús hizo su "primer signo", el signo que nos ofrece la clave para entender toda su actuación y el sentido profundo de su misión salvadora.

El evangelista Juan no habla de "milagros". A los gestos sorprendentes que realiza Jesús los llama siempre "signos". No quiere que sus lectores se queden en lo que puede haber de prodigioso en su actuación. Nos invita a que descubramos su significado más profundo. Para ello nos ofrece algunas pistas de carácter simbólico. Veamos solo una.

La madre de Jesús, atenta a los detalles de la fiesta, se da cuente de que "no les queda vino" y se lo indica a su hijo. Tal vez los novios, de condición humilde, se han visto desbordados por los invitados. María está preocupada. La fiesta está en peligro. ¿Cómo puede terminar una boda sin vino? Ella confía en Jesús.

Entre los campesinos de Galilea el vino era un símbolo muy conocido de la alegría y del amor. Lo sabían todos. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿en qué puede terminar la convivencia? María no se equivoca. Jesús interviene para salvar la fiesta proporcionando vino abundante y de excelente calidad.

Este gesto de Jesús nos ayuda a captar la orientación de su vida entera y el contenido fundamental de su proyecto del reino de Dios. Mientras los dirigentes religiosos y los maestros de la ley se preocupan de la religión, Jesús se dedica a hacer más humana y llevadera la vida de la gente.

Los evangelios presentan a Jesús concentrado, no en la religión sino en la vida. No es solo para personas religiosas y piadosas. Es también para quienes se han quedado decepcionados por la religión, pero sienten necesidad de vivir de manera más digna y dichosa. ¿Por qué? Porque Jesús contagia fe en un Dios en el que se puede confiar y con el que se puede vivir con alegría, y porque atrae hacia una vida más generosa, movida por un amor solidario.

Autor: José Antonio Pagola

+ SOBRE Jn 2,1-11    

Bodas de Caná: Simbolismo matrimonial y eucarístico


"El evangelista, subrayando la iniciativa de María en el primer milagro y recordando su presencia en el Calvario, al pie de la Cruz, ayuda a comprender que la cooperación de María se extiende a toda la obra de Cristo.

La petición de la Virgen se sitúa dentro del designio divino de salvación. "En el primer milagro obrado por Jesús los Padres de la Iglesia han vislumbrado una fuerte dimensión simbólica, descubriendo, en la transformación del agua en vino, el anuncio del paso de la antigua alianza a
la nueva.

En Caná, precisamente el agua de las tinajas, destinada a la purificación de los judíos y al cumplimiento de las prescripciones legales (cfr. Mc 7, 1-15), se transforma en el vino nuevo del banquete nupcial, símbolo de la unión definitiva entre Dios y la humanidad.

"El contexto de un banquete de bodas, que Jesús eligió para su primer milagro, remite al simbolismo matrimonial, frecuente en el Antiguo Testamento para indicar la alianza entre Dios y su pueblo (cfr. Os 2, 21 Jr 2, 1-8, Sal 44, etc.), y en el Nuevo Testamento para significar la unión de Cristo con la Iglesia (cfr. Jn 3, 28-30; Ef 5, 25-32; Ap 21, 1-2; etc.).

"La presencia de Jesús en Caná manifiesta, además, el proyecto salvífico de Dios con respecto al matrimonio. En esa perspectiva la carencia de vino se puede interpretar como una alusión a la falta de amor, que lamentablemente es una amenaza que se cierne a menudo sobre la unión conyugal. María pide a Jesús que intervenga en favor de todos los esposos, a quienes sólo un amor fundado en Dios puede librar de los peligros de la infidelidad, de la incomprensión y de las divisiones. La gracia del sacramento ofrece a los esposos esta fuerza superior de amor, que puede robustecer su compromiso de fidelidad incluso en las circunstancias difíciles.

"Según la interpretación de los autores cristianos el milagro de Caná encierra, además, un profundo significado eucarístico. Al realizarlo en la proximidad de la solemnidad de la Pascua judía (cfr. Jn 2,13), Jesús manifiesta, como en la multiplicación de los panes (cfr. Jn 6,4), la intención de preparar el verdadero banquete pascual, la Eucaristía. Probablemente, ese deseo, en las bodas de Caná, queda subrayado aún más por la presencia del vino, que alude a la sangre de la nueva alianza, y por el contexto de un banquete.

"De este modo María después de estar en el origen de la presencia de Jesús en la fiesta, consigue el milagro del vino nuevo, que prefigura la Eucaristía, signo supremo de la presencia de su Hijo resucitado entre los discípulos".

SOBRE Jn 2,2-11

Fuente:
San Juan Pablo II
Discurso en la audiencia general
5-III-1997.

Bodas de Caná: "Tres días después y anticipación de la hora"


A primera vista, el milagro de Caná parece que se separa un poco de los otros signos empleados por Jesús. ¿Qué sentido puede tener que Jesús proporcione una gran cantidad de vino (unos 520 litros) para una fiesta privada?

Tres días después 

Debemos, pues, analizar el asunto con más detalle, para comprender que en modo alguno se trata de un lujo privado, sino de algo con mucho más alcance. Para empezar, es importante la datación: "Tres días después había una boda en Caná de Galilea" (Jn 2,1).

No está muy claro a qué fecha anterior hace referencia con la indicación del tercer día; pero precisamente por eso parece evidente que el evangelista otorga una gran importancia a esta indicación temporal simbólica que él nos ofrece como clave para entender el episodio.

"En el Antiguo Testamento, el tercer día hace referencia al día de la teofanía como, por ejemplo, en el relato central del encuentro entre Dios e Israel en el Sinaí: "Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos... El Señor había bajado sobre él en medio del fuego" (Ex 19,16-18).

Al mismo tiempo, es posible percibir aquí una referencia anticipada a la teofanía final y decisiva de la historia: la resurrección de Cristo al tercer día, en la cual los anteriores encuentros con Dios dejan paso a la irrupción definitiva de Dios en la tierra; la resurrección en la cual se rasga la tierra de una vez por todas, sumida en la vida misma de Dios. Se encuentra aquí una alusión a que se trata de una primera manifestación de Dios que está en continuidad con los acontecimientos del Antiguo Testamento, los cuales llevan consigo un carácter de promesa y tienden a su cumplimiento (...).

No le ha llegado su hora 

"Hay otro elemento fundamental del relato relacionado con esta datación. Jesús dice a María, su madre, que todavía no le ha llegado su "hora". Eso significa, en primer lugar, que Él no actúa ni
decide simplemente por iniciativa suya, sino en consonancia con la voluntad del Padre, siempre a
partir del designio del Padre.

De modo más preciso, la "hora" hace referencia a su "glorificación", en que cruz y resurrección, así como su presencia universal a través de la palabra y el sacramento, se ven como un todo único. La hora de Jesús, la hora de su "gloria", comienza en el momento de la cruz y tiene su exacta localización histórica: cuando los corderos de la Pascua son sacrificados, Jesús derrama su sangre como el verdadero Cordero.

Su hora procede de Dios, pero está fijada con extrema precisión en el contexto de la historia, unida a una fecha litúrgica y, precisamente por ello, es el comienzo de la nueva liturgia en "espíritu y verdad". Cuando en aquel instante Jesús habla a María de su hora, está relacionando precisamente ese momento con el del misterio de la cruz concebido como su glorificación. Esa hora no había llegado todavía, esto se debía precisar antes de nada. Y, no obstante, Jesús tiene el poder de anticipar esta "hora" misteriosamente con signos. Por tanto, el milagro de Caná se caracteriza como una anticipación de la hora y está interiormente relacionado con ella.

"¿Cómo podríamos olvidar que este conmovedor misterio de la anticipación de la hora se sigue produciendo todavía? Así como Jesús, ante el ruego de su madre, anticipa simbólicamente su hora y, al mismo tiempo, se remite a ella, lo mismo ocurre siempre de nuevo en la Eucaristía: ante la oración de la Iglesia, el Señor anticipa en ella su segunda venida, viene ya, celebra ahora la boda con nosotros, nos hace salir de nuestro tiempo lanzándonos hacia aquella "hora".

"De esta manera comenzamos a entender lo sucedido en Caná. La señal de Dios es la sobreabundancia. Lo vemos en la multiplicación de los panes, lo volvemos a ver siempre, pero sobre todo en el centro de la historia de la salvación: en el hecho de que se derrocha a sí mismo por la mísera criatura que es el hombre. Este exceso es su "gloria". La sobreabundancia de Caná es, por ello, un signo de que ha comenzado la fiesta de Dios con la humanidad, su entregarse a sí mismo por los hombres.

El marco del episodio -la bodase convierte así en la imagen que, más allá de sí misma, señala la hora mesiánica: la hora de las nupcias de Dios con su pueblo ha comenzado con la venida de Jesús. La promesa escatológica irrumpe en el presente".

Autor: Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, vol. I

Bodas de Caná: anuncio de la unión de Dios con la humanidad


Al finalizar el largo período de Nazaret, el Señor comenzó a predicar la llegada del reino de Dios. Todos los evangelistas recogen el primer acto de esta nueva etapa: la recepción del bautismo que el Precursor administraba a orillas del Jordán, sin embargo, sólo Juan señala la presencia de la Virgen en esos comienzos de la vida pública: al tercer día -anota- se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús.

También fueron invitados a la boda Jesús y sus discípulos

Una lectura rápida del texto lleva a constatar que Jesús realiza un milagro a ruegos de su Madre. La celebración de las bodas duraba siete días; y en una aldea pequeña, como Caná, es probable que todos los habitantes participaran de un modo u otro en los festejos. Jesús se presentó en compañía de los primeros discípulos. No resulta extraño que, con tantos asistentes, llegase a escasear el vino. María, atenta siempre a las necesidades de los demás, fue la primera en darse cuenta y lo comunicó a su Hijo: no tienen vino (Jn 2,3). Después de una respuesta difícil de
interpretar, Jesús atendió la petición de su Madre y realizó el gran milagro de la conversión del agua en vino.

Sin embargo, lo que Juan desea relatarnos no acaba ahí. Cuando escribe su evangelio, al final de su vida, iluminado por el Espíritu Santo, ha meditado largamente sobre los milagros y las enseñanzas de Jesús. Ha profundizado en el significado de este primer signo y pone de relieve su sentido más profundo. Así lo afirma el Magisterio pontificio reciente, acogiendo las conclusiones a las que han llegado los estudiosos de la Sagrada Escritura en los últimos decenios.

Al tercer día

La precisión cronológica con que el evangelista sitúa el acontecimiento tiene un profundo significado. Según el libro del Éxodo, la manifestación de Dios a Israel para hacer la alianza tuvo lugar tres días después de haber llegado al monte Sinaí. Ahora, al tercer día desde el regreso a Galilea en compañía de los primeros discípulos, Jesús va a manifestar su gloria por primera vez. Por otra parte, la glorificación plena de su Santa Humanidad tuvo lugar al tercer día después de la muerte, mediante la resurrección.

“Mujer”

Más allá del hecho histórico de las bodas, Juan pone de relieve que la presencia de María al principio y al final de la vida pública de Jesús obedece a un designio divino. El apelativo con que el Señor se dirige a Ella en Caná -llamándola mujer en lugar de madre- parece manifestar su intención de formar una familia fundada, no en los lazos de la sangre, sino sobre la fe. Viene espontáneamente a la memoria que del mismo modo se dirigió Dios a Eva en el Paraíso, cuando prometió que de su descendencia saldría el Redentor (cfr. Gn 3, 15).

En Caná, pues, María advierte que su misión materna no se acaba en el plano natural: Dios cuenta con Ella para ser Madre espiritual de los discípulos de su Hijo, en los que desde este momento, gracias a su intervención cerca de Jesús, comienza a nacer la fe en el Mesías prometido. Lo afirma el mismo San Juan al final de la narración: así, en Caná de Galilea, hizo Jesús el primero de los signos con el que manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él (Jn 2, 11).

Bodas: unión del Verbo con la humanidad

La mayor parte de los estudiosos afirma que esas bodas son un símbolo de la unión del Verbo con la humanidad. Lo habían anunciado los profetas: sellaré con vosotros una alianza eterna (...). Naciones que no conocías correrán hacia ti (Is 55, 3.5). Y los Padres de la Iglesia habían explicado que el agua de las tinajas de piedra, preparadas para las purificaciones de los judíos (Jn 2, 6), representaban a la antigua Ley, que Jesús va a llevar a su perfección mediante la Ley nueva del Espíritu impresa en los corazones.

La nueva alianza prometida en el Antiguo Testamento para los tiempos mesiánicos se anunciaba con la imagen de un banquete de bodas; abundarían todo tipo de bienes, especialmente el vino. Es significativo que, en el relato de San Juan, precisamente el vino alcance gran protagonismo: se le menciona cinco veces, y se afirma que el que Jesús hizo surgir con su poder era mejor que el que empezó a faltar (cfr. Jn 2,10). También es notable el volumen de agua convertida en vino: más de 500 litros. Esta sobreabundancia es típica de los tiempos mesiánicos.

Mujer, ¿qué a ti y a mí? Aún no ha llegado mi hora

Cualquiera que sea el significado exacto de estas palabras (que además estarían matizadas por el tono de la voz, el gesto de la cara, etc.), resulta claro que la Virgen no pierde la confianza en su Hijo: ha dejado la cuestión en sus manos y dirige a los sirvientes una exhortación -haced lo que Él os diga (Jn 2,5)- que son las últimas palabras suyas recogidas en el evangelio.

En esta breve frase resuena el eco de lo que el pueblo de Israel respondió a Moisés cuando, de parte de Dios, pedía su asentimiento a la alianza del Sinaí: haremos todo lo que el Señor nos ha dicho (Ex 19,8). Aquellos hombres y mujeres fueron muchas veces infieles al pacto con el Señor; los sirvientes de Caná, en cambio, obedecieron con prontitud y plenamente. Jesús les dijo: -Llenad de agua las tinajas. Y las llenaron hasta arriba.

Entonces les dijo: -Sacad ahora y llevad al maestresala. Así lo hicieron (Jn 2,7-8). María ha depositado su confianza en el Señor y adelanta el momento de su manifestación mesiánica. Precede en la fe a los discípulos, que creerán en Jesús después de realizado el prodigio. De este modo, la Virgen colabora con su Hijo en los primeros momentos de la formación de la nueva familia de Jesús. Así parece sugerirlo el evangelista, que concluye su narración con las siguientes palabras: después de esto bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos; y se quedaron allí unos días (Jn 2,12). Ya está todo preparado para que el Señor, con el anuncio de la Buena Nueva, con sus palabras y sus obras, dé comienzo al nuevo Pueblo de Dios,
que es la Iglesia.

por J.A. Loarte
opusdei.org