Los esenios formaron un grupo algo menor que el de los fariseos, unos cuatro mil según nos informa una vez más Flavio Josefo. Consta su radicación en el Qumram, a unos treinta kilómetros de Jerusalén, en el desierto de Judea, en el extremo noroeste del Mar Muerto, aunque pudo haber otras comunidades esenias en otros lugares de Israel. Y aunque buena parte del conocimiento que de ellos tenemos es gracias al hallazgo del Qumram, tampoco es el primer testimonio que sobre ellos tenemos, sino que ya sabíamos no poco de ellos a través de los escritos de Filón de Alejandría (n.h.20 a.C.-m.50 d.C.), Plinio el Viejo (n.23-m.79) y Flavio Josefo (n.37-m.100).
Filón de Alejandría intenta hallar el origen de la palabra que les da nombre en el término “hosioi”, santo en griego. Si sí como si no, los esenios se veían a sí mismos como especie de santos que habían concertado con Yahveh una nueva alianza, una especie de “pueblo elegido dentro del pueblo elegido”, al que estaba contraindicado toda suerte de contacto con los que llaman “hombres del foso”, esto es, todos aquéllos que no eran esenios, y donde por lo tanto, no cabía forma alguna de proselitismo, algo por otro lado muy judío, pues ese concepto de “pueblo elegido” hace banal a los judíos toda forma de proselitismo.
En cuanto al origen de los esenios, está relacionado, como el de los fariseos, con el acceso a la dignidad de sumo sacerdote del asmoneo Jonatán, al que los documentos esenios llaman el Sacerdote Impío, contra el cual se rebela un anónimo personaje del que sólo sabemos que pertenece a la familia de Sadoq, -el sumo sacerdote del Rey David que da lugar a un linaje que gobierna el Templo hasta la llegada de los sirio-seleúcidas-, y que se hace llamar el Maestro de Justicia. Nos hallamos hacia el año 150 a.C.
Constituyen los esenios una especie de comunidad monástica que convive en un complejo monasterial; fuertemente jerarquizada; con formas desarrolladas de propiedad en común e igualitarismo, y exaltación de la pobreza y de la austeridad. Lo que no es óbice para que uno de los documentos esenios hallados en Qumram, el llamado “Rollo de cobre”, contenga un inventario fabuloso de inacabables tesoros escondidos por todo el país.
Las palabras de Plinio según las cuales, “vivían sin mujeres ni dinero”, hace pensar que practicaban formas de celibato, y así debía de ser efectivamente en el monasterio de Qumram. Pero junto a la comunidad monástica, existían células “seglares” no muy lejanas, en las que consta que algunos esenios optaban por el matrimonio, eso sí, indefectiblemente monógamo (como ya hemos señalado algunas veces, la poligamia, aunque en desuso, no estaba proscrita en la Ley mosaica). Una de esas comunidades no monásticas podría estar establecida en la actual Ain Fesja.
Desde el punto de vista religioso, amén de la defensa de una estricta concepción de la Ley que incluía la estricta observancia de todas las normas de pureza ritual, al modo de los fariseos, les caracteriza su fe ciega en la providencia, que incluso les lleva a una especie de teoría de la predestinación de los seres humanos a su salvación o a su condena; su creencia en la inmortalidad del alma -concepto por cierto, ajeno al acervo judío, cuya idea escatológica discurre más bien por la senda de la resurrección de la carne-; y su esperanza en la existencia de un paraíso para las almas buenas y un infierno para las malas.
En lo relativo al mesianismo, los esenios creen en un doble mesiazgo, el del mesías sacerdotal o de Aarón, que necesariamente habría de ser un esenio, y el del mesías político o de Israel, subordinado a aquél, que podría ser alguien ajeno a la comunidad.
Otra importante originalidad de la secta qumránica es la sustitución del calendario lunar de los judíos por un calendario solar, lo que de paso, suscitó el interés de los esenios por la astronomía, curiosidad presente en muchos de los textos que de ellos conocemos.
Los esenios desaparecen de manera repentina y definitiva a finales del año 68, dentro de la campaña de Vespasiano y Tito destinada a liquidar de una vez por todas, la resistencia judía contra el Imperio romano, la cual culminará, como sabemos, con la destrucción de Jerusalén y notablemente del Templo.
Aunque los esenios no estaban preparados para hacer la guerra, parece que supieron presentar algún tipo de resistencia, lo que atestiguan las investigaciones arqueológicas realizadas en la zona en la que se desenvolvieron. Todo lo cual no quita para que no llegaran a tiempo de esconder en las cuevas del desierto el preciado tesoro que, descubierto en 1947, ha representado para la secta una especie de renacer en las páginas de la Historia.
Fuente: religionenlibertad.com
Filón de Alejandría intenta hallar el origen de la palabra que les da nombre en el término “hosioi”, santo en griego. Si sí como si no, los esenios se veían a sí mismos como especie de santos que habían concertado con Yahveh una nueva alianza, una especie de “pueblo elegido dentro del pueblo elegido”, al que estaba contraindicado toda suerte de contacto con los que llaman “hombres del foso”, esto es, todos aquéllos que no eran esenios, y donde por lo tanto, no cabía forma alguna de proselitismo, algo por otro lado muy judío, pues ese concepto de “pueblo elegido” hace banal a los judíos toda forma de proselitismo.
En cuanto al origen de los esenios, está relacionado, como el de los fariseos, con el acceso a la dignidad de sumo sacerdote del asmoneo Jonatán, al que los documentos esenios llaman el Sacerdote Impío, contra el cual se rebela un anónimo personaje del que sólo sabemos que pertenece a la familia de Sadoq, -el sumo sacerdote del Rey David que da lugar a un linaje que gobierna el Templo hasta la llegada de los sirio-seleúcidas-, y que se hace llamar el Maestro de Justicia. Nos hallamos hacia el año 150 a.C.
Constituyen los esenios una especie de comunidad monástica que convive en un complejo monasterial; fuertemente jerarquizada; con formas desarrolladas de propiedad en común e igualitarismo, y exaltación de la pobreza y de la austeridad. Lo que no es óbice para que uno de los documentos esenios hallados en Qumram, el llamado “Rollo de cobre”, contenga un inventario fabuloso de inacabables tesoros escondidos por todo el país.
Las palabras de Plinio según las cuales, “vivían sin mujeres ni dinero”, hace pensar que practicaban formas de celibato, y así debía de ser efectivamente en el monasterio de Qumram. Pero junto a la comunidad monástica, existían células “seglares” no muy lejanas, en las que consta que algunos esenios optaban por el matrimonio, eso sí, indefectiblemente monógamo (como ya hemos señalado algunas veces, la poligamia, aunque en desuso, no estaba proscrita en la Ley mosaica). Una de esas comunidades no monásticas podría estar establecida en la actual Ain Fesja.
Desde el punto de vista religioso, amén de la defensa de una estricta concepción de la Ley que incluía la estricta observancia de todas las normas de pureza ritual, al modo de los fariseos, les caracteriza su fe ciega en la providencia, que incluso les lleva a una especie de teoría de la predestinación de los seres humanos a su salvación o a su condena; su creencia en la inmortalidad del alma -concepto por cierto, ajeno al acervo judío, cuya idea escatológica discurre más bien por la senda de la resurrección de la carne-; y su esperanza en la existencia de un paraíso para las almas buenas y un infierno para las malas.
En lo relativo al mesianismo, los esenios creen en un doble mesiazgo, el del mesías sacerdotal o de Aarón, que necesariamente habría de ser un esenio, y el del mesías político o de Israel, subordinado a aquél, que podría ser alguien ajeno a la comunidad.
Otra importante originalidad de la secta qumránica es la sustitución del calendario lunar de los judíos por un calendario solar, lo que de paso, suscitó el interés de los esenios por la astronomía, curiosidad presente en muchos de los textos que de ellos conocemos.
Los esenios desaparecen de manera repentina y definitiva a finales del año 68, dentro de la campaña de Vespasiano y Tito destinada a liquidar de una vez por todas, la resistencia judía contra el Imperio romano, la cual culminará, como sabemos, con la destrucción de Jerusalén y notablemente del Templo.
Aunque los esenios no estaban preparados para hacer la guerra, parece que supieron presentar algún tipo de resistencia, lo que atestiguan las investigaciones arqueológicas realizadas en la zona en la que se desenvolvieron. Todo lo cual no quita para que no llegaran a tiempo de esconder en las cuevas del desierto el preciado tesoro que, descubierto en 1947, ha representado para la secta una especie de renacer en las páginas de la Historia.
Fuente: religionenlibertad.com
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