sábado, 2 de noviembre de 2013

Lucas 19,1-10, por M. Dolors Gaja MN


Lucas 19,1-10
31 Domingo del Tiempo Ordinario, C

Entró en Jericó y cruzaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura.  Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí.  Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»  Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.  Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.»  Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.»  Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán,  pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

— Comentario por M. Dolors Gaja, MN

La escena de Zaqueo me ha fascinado siempre. Tiene tal dinamismo, puesto que una conversión es esencialmente dinámica, motor en marcha, que todos los verbos y adverbios del relato parecen implicar prisa. La prisa del “flechazo”, del “amor a primera vista”.

PLANES QUE CAMBIAN

Jesús va acompañado de los suyos y pasa por Jericó. Era ruta habitual. Parece que sólo piensa cruzar la ciudad y seguir su camino pero el Amor lo retendrá. Un hombre cambiará sus planes. ¿Nos hemos fijado alguna vez en que Jesús cambia mucho de planes? No quiere hacer un milagro en Caná y lo hace; no quiere atender a la cananea y le regala el milagro; no quiere quedarse en Emaús y entra a cenar…y no pensaba quedarse en Jericó y se queda.

San Agustín decía que la oración es la impotencia de Dios y la omnipotencia de la persona. Dios, que no se aferró a su dignidad, no se aferra a sus intenciones. Deberíamos aprender que la Voluntad de Dios no es algo estático, delineado desde el principio…una carretera que hay que encontrar procurando luego no salirse de ella. La Voluntad de Dios se parece más al Viento que hay que saber leer y aprovechar para volar al máximo… libremente. Es lo que hace Jesús, que escucha, atiende y se conmueve.

ZAQUEO

Lucas subraya que era “jefe de publicanos y rico”. Los publicanos llevaban una vida acomodada. La riqueza de Zaqueo debía ser ostentosa para que se subraye. Casi me gusta pensar que debía tener algo de “compensación” pues Zaqueo era odiado. Si la gente del pueblo llano se veía obligada a bajar la cabeza y humillarse ante él, da la sensación, en este pasaje, de que hay una sutil venganza. Esa gente, resguardada en el anonimato, le impide ver a Jesús. Zaqueo es bajo y nadie le ayuda, nadie le cede el paso. Es la pequeña venganza del “fastídiate, eres rico pero bajo”. La única que se podían permitir.

Y SUS DIFICULTADES

El evangelio subraya la decisión e Zaqueo: quiere ver a Jesús. Pero también señala dos dificultades: la externa es esa multitud que le cierra el paso; la interna es su baja estatura.

Me recuerdan estas dificultades el precioso capítulo 7 de la primera parte de Escuela de Nazaret cuando San José Manyanet habla de los defectos que impiden alcanzar la santidad. Él cita cinco obstáculos interiores: pusilanimidad, cobardía, inconstancia, indiscreción y falsa compasión respecto a la salud corporal. Los obstáculos exteriores son querer hacer la propia voluntad, temor al qué dirán y deseo de agradar, falta de orden y, también, inconstancia.

Zaqueo es el gran vencedor de estos obstáculos. Es constante en buscar el encuentro con Jesús y desde luego no le importa qué dirá la gente al verlo, canijo él, subido a un árbol. Y es como dice también Manyanet, “el amor allana todas las dificultades”.

Es un consuelo saber que amor y perfección no van unidos. Que puedo amar a Jesús con sinceridad sin tener que ser por ello perfecto. Jesús sólo nos exige no pactar, estar siempre en búsqueda…

Y JESÚS SE DA HASTA EL EXTREMO

Me gusta ver a Jesús como “El Gran Reciclador”. Él pasa por la vida de personas heridas y les devuelve la dignidad. Para Jesús nadie es nulo, ineficaz en el reino, no apto. Al frente de su Iglesia pone un amigo traidor y mantiene preciosa amistad con prostitutas y publicanos. Un requisito; dejarse reciclar, dejar que Él me guíe hasta mi rincón incontaminado de Inocencia Original.

Jesús levanta la mirada. Recuerda el gesto de bendición, de oración. Jesús mira a Zaqueo y esa mirada lo bendice. Pero le pide abajarse, ser quien es. No disimular su poca estatura. El encuentro con Jesús se realiza siempre cuando somos capaces de dejar todas nuestras caretas y disfraces y mostrarnos al desnudo ante quien ya nos conoce. Soy bajo, Señor, soy testarudo, soy egoísta, soy comodón, soy envidioso…pero quiero estar contigo.

Quiero quedarme en tu casa. Cada día nos lo dice Jesús, cada día me pide que le abra mi corazón. Los de Jericó criticaron a Jesús. Había gente “normal”, gente bien vista, buena gente…y fue a escoger la casa de un pecador público.

Posiblemente Zaqueo no pensaba, cuando se movió para ver a Jesús, en dar sus bienes y restituir lo robado. Pero acaba de entrar en la espiral del amor y el amor, por definición, no calcula.

Hoy ha entrado la Salvación en esta casa, dice Jesús. Un buen examen de conciencia sería preguntarnos cada día si hoy “me he dejado salvar”. Porque aquel que nos hizo sin nosotros, no nos salvará sin nosotros.

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