jueves, 26 de diciembre de 2019

Día 26 de Diciembre: San Esteban, por Celestino Hueso SF


El sacramento del Orden Sacerdotal tiene tres grados: Diácono, Presbítero (cura, sacerdote) y Obispo. Solamente el obispo tiene el sacramento del orden en plenitud.

Los diáconos surgieron en la Iglesia porque los Apóstoles no daban abasto con todo, pues tenían que celebrar, predicar, administrar los bienes y distribuirlos entre los necesitados.

Cuando estaban ya ahogados por el trabajo alguien dijo “¡Para el carro! Cristo nos mandó ir al mundo entero y proclamar el Evangelio para hacer discípulos suyos a través del bautismo. No nos mandó a manejar plata ni otras zarandajas. Hasta aquí hemos llegado”

Por supuesto que se necesitaba ejercer el amor fraterno y compartir con los más necesitados. Por eso buscaron unos colaboradores que pudieran atender a los huérfanos y las viudas. Así nacieron los diáconos.

En principio fueron siete y entre ellos se encontraba Esteban, nuestro santo de hoy, hombre lleno de fe y Espíritu Santo, que destacó como nadie por su entrega y dedicación a la causa del Evangelio. Por eso los enemigos de la fe decidieron quitárselo de encima y lo apedrearon hasta morir.

Saulo, el futuro San Pablo, no lanzó ni una piedra pero no por falta de ganas, sino porque era menor de edad y la ley no se lo permitía, tuvo que conformarse con vigilar las ropas de los mayores por si los ladrones querían sacar tajada mientras ellos remataban la faena convirtiendo al diácono Esteban en San Esteban, primer mártir de nuestra Iglesia.

Sería lindo que pudiérais leer toda la historia que se encuentra en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la Biblia, capítulos 6 y 7.

+ SOBRE SAN ESTEBAN

miércoles, 25 de diciembre de 2019

26 de diciembre: San Esteban

Juan de Juanes
Museo del Prado

Uno de los primeros diáconos y el primer mártir cristiano.

En los Hechos de los Apóstoles el nombre de Esteban se encuentra por primera vez con ocasión del nombramiento de los primeros diáconos (Hechos, 6,5). Habiéndose suscitado insatisfacción en lo relativo a la distribución de las limosnas del fondo de la comunidad, los Apóstoles eligieron y ordenaron especialmente a siete hombres para que se ocuparan del socorro de los miembros más pobres. De estos siete, Esteban es el primer mencionado y el mejor conocido.

La vida de Esteban anterior a este nombramiento permanece casi enteramente desconocido. Su nombre es griego y sugiere que fuera un helenista, esto es, uno de esos judíos que habían nacido en tierra extranjera y cuya lengua nativa era el griego; sin embargo, según una tradición del Siglo V, el nombre de Stephanos era sólo el equivalente griego del arameo Kelil (del sirio kelila, corona), que puede ser el nombre original del protomártir y fue inscrito en una losa encontrada en su tumba.

Parece que Esteban no era un prosélito, pues el hecho de que Nicolás sea el único de los siete designado como tal hace casi seguro que los otros eran judíos de nacimiento. Que Esteban fuera discípulo de Gamaliel se ha deducido a veces de su hábil defensa ante el Sanedrín; pero no ha sido probado. Ni sabemos tampoco cuando y en qué circunstancias se hizo cristiano; es dudoso que la afirmación de San Epifanio (Haer.,xx, 4) contando a Esteban entre los setenta discípulos merezca algún crédito.

Su ministerio como diácono parece haberse ejercido principalmente entre los conversos helenistas con los que los apóstoles estaban al principio menos familiarizados; y el hecho de que la oposición con la que se enfrentó surgiera en las sinagogas de los “Libertos” (probablemente los hijos de los judíos llevados como cautivos a Roma por Pompeyo el año 63 antes de Cristo y liberados, de ahí el nombre de Libertini ) y “de los Cirineos, y de los Alejandrinos y de los que eran de Cilicia y Asia” muestra que habitualmente predicaba entre los judíos helenistas.

Que era destacadamente idóneo para ese trabajo, sus facultades y carácter, que el autor de los Hechos desarrolla tan fervientemente, son la mejor indicación. La Iglesia, al escogerlo para diácono, le había reconocido públicamente como un hombre “de buena fama, lleno de Espíritu y sabiduría”(Hechos, 6, 3). Era “un hombre lleno de fe y de Espíritu Santo”(6, 5) “lleno de gracia y de poder” (6, 8); nadie era capaz de resistir sus poco comunes facultades oratorias y su lógica impecable, tanto más cuanto que a sus argumentos llenos de la energía divina y la autoridad de la escritura Dios añadía el peso de “grandes prodigios y señales” (6, 8). Grande como era la eficacia de “la sabiduría y el Espíritu con que hablaba” (6, 10), aun así no pudo someter los espíritus de los refractarios; para estos el enérgico predicador se iba a convertir pronto fatalmente en un enemigo.

El conflicto estalló cuando los quisquillosos de las sinagogas “de los Libertos, y de los Cirineos, y de los Alejandrinos, y de los que eran de Cilicia y Asia”, que habían retado a Esteban a una discusión, salieron completamente desconcertados (6,9-10); el orgullo herido inflamó tanto su odio que sobornaron a falsos testigos para que testificaran que “le habían oído pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios” (6, 11).

Ninguna acusación podía ser más apta para excitar a la turba; la ira de los ancianos y los escribas ya había sido encendida por los primeros informes de la predicación de los Apóstoles. Esteban fue detenido y llevado ante el Sanedrín, donde fue acusado de decir que “Jesús, ese Nazareno, destruiría este Lugar [el Templo], y cambiaría las costumbres que Moisés nos ha transmitido” (6,12, 14).
Sin duda Esteban había dado con su lenguaje alguna base para la acusación; sus acusadores aparentemente cambiaron en ultraje ofensivo atribuido a él, una declaración de que “el Altísimo no habita en casas hechas por la mano del hombre” (7, 48), alguna mención de Jesús prediciendo la destrucción del Templo y alguna condenando las opresivas tradiciones que acompañaban a la Ley, o más bien que la aseveración tan a menudo repetida por los Apóstoles de que “no hay salvación en ningún otro” (cf. 4, 12) no exceptuaba a la Ley, sino a Jesús. Aunque pueda ser esto así, la acusación le dejó impertérrito y “todos los que se sentaban en el Sanedrín... vieron su rostro como el rostro de un ángel” (6,15).

La respuesta de Esteban (Hechos, 7) fue una larga relación de las misericordias de Dios hacia Israel durante su larga historia y de la ingratitud con que Israel correspondió a esas misericordias. Este discurso contenía muchas cosas desagradables para los oídos judíos; pero la acusación final de haber traicionado y asesinado al Justo cuya venida habían predicho los profetas, provocó la rabia de una audiencia formada no por jueces, sino por enemigos.

Cuando Esteban “miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba de pie a la diestra de Dios”, y dijo: “Estoy viendo los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está en pie a la diestra de Dios”(7, 55), se precipitaron sobre él (7, 56) y le sacaron de la ciudad para apedrearlo hasta la muerte.

La lapidación de Esteban no se presenta en la narración de los Hechos como un acto de violencia popular; debe haber sido considerado por los que tomaban parte en él como la ejecución de la ley. Según la ley (Lev 24, 14), Esteban había sido sacado de la ciudad; la costumbre exigía que las personas que iban a ser lapidadas fueran colocadas en una elevación (del terreno) desde dónde, con las manos atadas, serían luego arrojados abajo. Fue muy probablemente mientras estos preparativos se llevaban a cabo cuando, “dobló las rodillas y dijo con fuerte voz: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado” (7,59).

Mientras tanto los testigos, cuyas manos debían ser las primeras en ponerse sobre la persona condenada por su testimonio (Deut 17,7), estaban dejando sus vestidos a los pies de Saulo, para poder estar mejor dispuestos a la tarea que les correspondía (7,57). El mártir orante fue arrojado; y mientras los testigos estaban empujando sobre él “una piedra tan grande como dos hombres pudieran llevar”, se le oyó pronunciar sus suprema plegaria: “Señor Jesús, recibe mi espíritu” (7, 58).

Los cuerpos de los hombres lapidados debían ser enterrados en un lugar designado por el Sanedrín: Si en este caso insistió el Sanedrín en su derecho no podemos afirmarlo; en cualquier caso, “hombres piadosos”, no se nos dice si cristianos o judíos, “sepultaron a Esteban, e hicieron gran duelo por él” (8, 2). Durante siglos la situación de la tumba de Esteban estuvo perdida, hasta que (en el año 415) un sacerdote llamado Luciano supo por revelación que el sagrado cuerpo estaba en Caphar Gamala, a alguna distancia al norte de Jerusalén. Las reliquias fueron exhumadas y llevadas primero a la iglesia de Monte Sión, luego, en 460, a la basílica erigida por Eudoxia junto a la Puerta de Damasco, en el lugar dónde, según la tradición, tuvo lugar la lapidación (la opinión de que la escena del martirio de San Esteban fue al este de Jerusalén, cerca de la puerta llamada de San Esteban por ello, no se oyó hasta el Siglo XII).

El sitio de la basílica de Eudoxia se identificó hace unos veinte años, y se ha erigido un nuevo edificio sobre los viejos cimientos por los Padres Dominicos.

La única fuente de información de primera mano sobre la vida y muerte de San Esteban son los Hechos de los Apóstoles (6,1-8,2).

Fuente: Enciclopedia Católica online.

sábado, 21 de diciembre de 2019

21 de Diciembre: San Pedro Canisio, por Celestino Hueso SF


Era hijo del alcalde de Nimega (Holanda) y por complacer a su padre se hizo abogado, pero en realidad a Pedro la única causa que le interesaba defender era la causa del Reino de los Cielos.

En cuanto pudo entró en la Compañía de Jesús y los primeros años los dedicó a la oración, la meditación, el estudio y la ayuda a los pobres.

Pronto se destapó como un gran predicador que tenía, además, la difícil facilidad de resumir las enseñanzas de los grandes teólogos en palabras sencillas que entendía todo el mundo.

Trabajador incansable recorrió más de diez mil kilómetros en Alemania, predicando, enseñando buenos libros y defendiendo la religión contra los ataques de los protestantes.

Escribió dos catecismos que fueron traducidos a un montón de idiomas y es uno de los creadores de la prensa católica.

A quienes le recomendaban descansar un poco, respondía “ya descansaremos en el cielo” Allí se encuentra, junto a la Santísima Virgen de la que era muy devoto, desde el 21 de Diciembre de 1597.

+ SOBRE PEDRO CANISIO

sábado, 14 de diciembre de 2019

Diciembre 14: Juan de la Cruz, amigo, por Gema Juan (Carmelita Descalza)




A Juan de la Cruz se le reconoce como poeta y místico. Un creador, un inspirador tal vez, un hombre bueno e íntegro. Pero su imagen sigue asociada a la aspereza, al desentendimiento de aquellas cosas que preocupan a la mayor parte de los mortales. Sigue apareciendo lejos de todos y de casi todo.

Sin embargo, Juan era un hombre entrañable, cercano y con una gran capacidad de relación. Que no fuera extravertido –y realmente no lo era– no significa que estuviera replegado sobre sí o fuera incapaz de dar y recibir afecto, de entrar en la complicidad de la amistad y de admirar, disfrutar e interesarse por las cosas de la vida.

Sobrio siempre, con la moderación de quien ha aceptado ser templado por la vida primero, por Dios después, chocaba con su querida Teresa de Jesús, como ella misma reconocía. Pero eso no le impidió entrar en el diálogo más profundo con ella. Ese diálogo es una muestra de la actitud que caracterizó a Juan, siempre abierto a compartir, a aprender y a darse a sí mismo.

Su lealtad y sinceridad, su capacidad para el encuentro y la comunicación con los otros en igualdad hacen de Juan de la Cruz un buen amigo para quienes se acercaron a él mientras vivía y para quienes siguen entrando en conversación con él.

Su camino espiritual tiene un horizonte claro: la unión de amor, la «igualdad de amistad». A todos los niveles, por descontado. Juan dirá que la persona «no tiene más de una voluntad», de modo que la amistad humana y la divina corren idéntica suerte. Porque el ser humano no está hecho de piezas sueltas, sino que es una «caverna profunda», de inimaginable hondura y toda ella comunicada por dentro.

Sabía que de todo se puede hacer una máscara. De ahí su empeño en eso que llamaba «desnudez», es decir, ausencia de remilgos, apaños e intereses. Sin esa desnudez no se puede vivir en la amistad, que él definía así: «que cada uno es el otro y que entrambos son uno». Con esa radicalidad se planteaba las relaciones, nunca superficialmente, siempre buscando crecer.

Por eso, este Juan de la Cruz, tan reconocible como amigo de Dios, es tan amigo de sus amigos y de las personas que la vida puso a su paso, con las que creó auténticos lazos. Y este hombre, tan «espiritual», resulta tan natural y «mundano», contra lo que las leyendas y algunos testimonios, maquillados por la necesidad, nos han transmitido.

El tiempo que fue confesor en el monasterio de la Encarnación de Ávila, donde Teresa era priora, muestra su manera de situarse ante los demás. Es un ejemplo muy nítido, pues se trataba de un fraile sacerdote –varón eclesiástico– ante monjas –mujeres en la Iglesia–. Y Juan se sitúa como quien puede compartir lo que sabe, para iluminar e instruir, pero también como quien puede recibir y aprender. Esa será su tónica y eso es lo que le hace tan amigable.

No le gustaban las visitas de cumplimiento, porque le desagradaban las relaciones interesadas, los formulismos y las apariencias. En cambio, jamás rehusaba el encuentro personal y fraterno. Cuando tenía noticia de que alguien sufría, no esperaba a ser buscado, se adelantaba y era capaz también de mostrar su necesidad, de acoger y agradecer el afecto de sus amigos.

Muestra de todo ello es su modo de ser prior, por ejemplo, en Granada. Iba con sus hermanos al campo, a las laderas de Sierra Nevada, allí «contaba historias y les hacía reír a todos, y volvían muy contentos a la casa». También cuenta el hermano Juan de santa Eufemia que Juan le escribió en cierta ocasión, apenas se enteró de que andaba afligido.

Después, escribirá a sus hermanas descalzas de Beas, diciéndoles el consuelo que recibe con sus cartas. Y se implica, hablando de sí y abriendo su interior: «esto por mí lo veo… qué de cosas quisiera decir… algo malo he estado; ya estoy bueno».

Su modo de tratar a los enfermos rompe cualquier imagen ñoña o mojigata, porque no solo los atendía físicamente con gran cuidado sino que procuraba hacerles disfrutar y reír, sabiendo que el humor cura y reconcilia, además de aproximar. Y así, lo mismo contaba chistes que «cuentos del mundo», como los llamaban, o traía músicas. Y todo ello le parecía «de provecho», es decir, constructor de relación.

Se conservan muy pocas cartas de Juan, pero su lectura es reveladora. Allí aparece amigo verdadero, cercano y afectuoso. Escribe a María de Soto: «Quisiera yo darla mucho contento» y a Juana de Pedraza le dice que «le hace rabiar» que ella piense si él la olvida y que le escriba más a menudo y que «si las cartas no fuesen tan corticas, sería mejor».

Se muestra comprometido. Se le ve interesado por sus hermanas de Córdoba en los inicios fundacionales, consciente de las dificultades que pueden tener. Y bastan unos retazos para verle conmovido por esas «nimiedades» a las que se le considera ajeno, preocupado por la salud y los problemas de sus amigos, participando de su vida:

«No piense, hija en Cristo, que me he dejado de doler de sus trabajos», le dice a Leonor Bautista, y a Juana de Pedraza: «todas sus cartas tengo recibidas, y sus lástimas y males y soledades sentidas, las cuales me dan a mí siempre tantas voces callando, que la pluma no me declara tanto». También a Leonor de san Gabriel: «Con su carta me compadecí de su pena y pésame la tenga por el daño que le pueda hacer al espíritu y aun a la salud».

Juan era más comunicativo de lo que se sospecha, porque siempre andaba buscando el bien de sus amigos. Una de las claves de su escritura, como amigo y como acompañante, es la de liberar interiores. Disminuir las angustias que traban el corazón, quitar obstáculos, hacer visible lo estéril para superarlo y dar alas. De ahí su empeño en compartir la confianza que había en su interior: «arroje el cuidado suyo en Dios», dirá a sus amigos con frecuencia.

Son solo unas pinceladas del amigo que fue Juan de la Cruz, que sigue ofreciendo su amistad auténtica con su palabra compañera, la misma que le llevó a decirle a Ana de Jesús que «ahora sea yendo, ahora quedando, doquiera y como quiera que sea, no la olvidaré ni quitaré de la cuenta que dice, porque de veras deseo su bien para siempre».

Fuente: religiondigital.com

viernes, 13 de diciembre de 2019

13 de Diciembre: Santa Lucía, por Celestino Hueso, SF



Santa Lucía me cae muy bien, aunque como sucede con la mayoría de los santos mártires de los primeros siglos, la leyenda se ha tragado su verdadera historia.

Sabemos que era de Siracusa, que murió mártir por confesar su fe durante la persecución de Diocleciano, y para de contar.

El arte nos la ha representado muchas veces llevando en las manos una bandeja con sus propios ojos que, según unos, le arrancaron por confesar su fe en Jesucristo y según otros se arrancó ella misma, siguiendo al pie de la letra el consejo de Jesús “si tu ojo te hace caer, sácatelo”, y lo hizo para evitar a un joven que no la dejaba en paz. Increíble pero mentira con toda seguridad esta segunda versión.

Según otra leyenda sus verdugos decidieron llevarla a una casa de prostitución pero por más que lo intentaron no fueron capaces de moverla de donde estaba. Parecía que estuviera clavada al piso. Finalmente la espada acabó con su vida terrena y le abrió el camino de los altares.

El pueblo cristiano la invoca contra les enfermedades de los ojos, tal vez, influido por la leyenda o por el mismo nombre de nuestra santa que significa “la que da luz”.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Mateo 7,21-29: "No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos"

Mateo 7,21-29
Jueves de la 12 Semana del Tiempo Ordinario, Año I y II

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: "Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente." Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.

Comentarios:

Mt 7,21-29: No podemos construir sobre apariencias, fingir que todo va bien, papa Francisco

Mateo 7,21-29

Sólo Jesús el fundamento seguro, las apariencias no ayudan, y esto se ve también en el confesionario, donde quien se reconoce pecador, débil y deseoso de salvación, demuestra que tienen una vida basada en la roca, porque cree que Jesús será su salvación.

El Papa puso un ejemplo muy conocido por los jesuitas y por los conocedores de la historia de España: la conversión en el siglo XVI de san Francisco de Borja ante el cadáver, ya maloliente, de la emperatriz Isabel a la que tanto había querido y a la que había prometido servir.

"Este ex caballero de la corte, ante el cuerpo ya deshecho de la emperatriz Isabel, tomó conciencia de la caducidad y de la vanidad de las cosas terrenales y eligió al Señor y llegó a ser santo", explicó el Papa. "Nunca más servir a señor que pueda morir", dice Francisco de Borja ante el cadáver de Isabel, como recoge la teleserie Carlos Rey Emperador

Jesús propone la roca firme

El texto bíblico del día era “el elogio de la solidez” (Mt 7, 21.24-27) en el que Jesús compara al hombre sabio con el necio. Uno pone al Señor como fundamento de su vida, construyendo su propia casa sobre la roca, mientras el otro no escucha la Palabra de Dios y vive de las apariencias, construyendo así su propia casa sobre un fundamento débil, como puede ser la arena.

¿Dónde está la roca y dónde está la arena? "La roca. Así es el Señor. Quien se encomienda al Señor siempre estará seguro, porque sus cimientos están en la roca. Es lo que Jesús dice en el Evangelio. Habla de un hombre sabio que construyó su casa sobre una roca, es decir, sobre la confianza en el Señor, sobre cosas serias. Y también esta confianza es un material noble, porque el fundamento de esta construcción de nuestra vida es seguro, es fuerte", exhortó.

Sabio es, por lo tanto, quien construye sobre la roca, a diferencia del necio –prosiguió explicando Francisco – que es aquel que elige la “arena que se mueve” y que es arrastrada por el viento y la lluvia. También es así en la vida cotidiana, en los edificios que se construyen sin buenos cimientos y luego se derrumban.

No basta con un retoque cosmético,
de maquillaje y apariencia


Nuestra vida también puede ser así, cuando mis cimientos no son fuertes. Llega la tempestad – y todos nosotros tenemos tempestades en nuestras vidas, todos, desde el Papa hasta el último, todos – y no somos capaces de resistir.

"Y muchos dicen: “No, yo cambiaré mi vida” y piensan que cambiar de vida es usar maquillaje. Cambiar de vida es ir a cambiar los fundamentos de la vida, es decir, poner la roca que es Jesús.

“Yo querría restaurar esta construcción, este edificio, porque es muy feo, muy feo y yo querría embellecerlo un poco y también asegurar los cimientos”. Pero si voy a maquillarme nuevamente, la cosa no va hacia adelante: caerá. Con las apariencias, la vida cristiana cae".

La oración a la que el Papa nos invita a cada uno de nosotros en este día de Adviento es pensar en el fundamento que damos a nuestra vida, ya sea la roca sólida o la arena vana, pidiendo al Señor la gracia de saber discernir.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Citas bíblicas del Enmanuel


Citas bíblicas:

Isaías 8,7-10:
7 por eso, el Señor hace subir contra ellos las aguas torrenciales y caudalosas del Río 
   —el rey de Asiria con toda su gloria—. Él rebasará todos sus cauces, desbordará por todas sus orillas,
8 y pasará por Judá, inundará, crecerá, llegará hasta el cuello. 
   Y sus alas desplegadas abarcarán toda la extensión de tu país, O Emmanuel.
9 ¡Tiemblen, pueblos, y espántense; presten atención, regiones lejanas de la tierra! 
   ¡Cíñanse las armas y espántense! ¡Cíñanse las armas y espántense!
10 Hagan un proyecto: ¡fracasará! Digan una palabra: ¡no se realizará! Porque Dios está con nosotros.

Génesis 28,15:
15 Mira que yo estoy contigo; te guardaré por doquiera que vayas y te devolveré a este solar. 
     No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho."

Éxodo 33,14:
14 Respondió él: "Yo mismo iré contigo y te daré descanso."

Números 14,9:
9 Pero no se rebelen contra el Señor, ni le tengan miedo a la gente del país, 
   porque los venceremos fácilmente. Su sombra protectora se ha apartado de ellos; 
   con nosotros, en cambio, está el Señor. ¡No les tengan miedo!"

2 Crónicas 13:12:
Y he aquí, Dios está con nosotros a la cabeza, y sus sacerdotes con las trompetas de aviso para tocar la alarma contra vosotros. ¡Oh hijos de Israel!, no luchéis contra el SEÑOR, Dios de vuestros padres, porque nada lograréis.

Ageo 2,4:
``Pero ahora, esfuérzate, Zorobabel" –declara el Señor– ``esfuérzate tú también, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y esforzaos todos vosotros, pueblo de la tierra" –declara el Señor– ``y trabajad, porque yo estoy con vosotros" –declara el Señor de los ejércitos.

Apocalipsis 21,3:
"Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos.

Levítico 26:11-12:
Además, haré mi morada en medio de vosotros, y mi alma no os aborrecerá. ``Andaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Romanos 13,11-14: Las obras de los hijos de la luz

Romanos 13,11-14 
Primer Domingo de Adviento, Año A

13:11 Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.
13:12 La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz.
13:13 Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias.
13:14 Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.  

jueves, 28 de noviembre de 2019

VIERNES DE LA 34 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año I (Lecturas)

Daniel 7,2-14
Interleccional Daniel 3,75-81:
Ensalzadlo con himnos por los siglos
Lucas 21,29-33

Daniel 7,2-14

Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. Cuatro fieras gigantescas salieron del mar, las cuatro distintas. La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana. La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: "¡Arriba! Come carne en abundancia." Después vi otra fiera como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder. Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias. Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano de sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Yo seguí mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras fieras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Interleccional Daniel 3,75-81:
Ensalzadlo con himnos por los siglos

Montes y cumbres, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Manantiales, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Mares y ríos, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Cetáceos y peces, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Aves del cielo, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Fieras y ganados, bendecid al Señor.
R. Ensalzadlo con himnos por los siglos

Lucas 21,29-33

En aquel tiempo, puso Jesús una parábola a sus discípulos: "Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán."

jueves, 7 de noviembre de 2019

6 de noviembre: San Inocencio de la Inmaculada


La parroquia de Sta. Cecilia, en el Valle de Oro, cerca de la costa cantábrica de la provincia gallega de Lugo, vio nacer a Manuel Canoura Arnau, niño tranquilo, tímido, sensato y precoz. Vino al mundo el día 10 de Marzo de 1887.

Se entusiasmó con los Pasionistas que, desde la ciudad de Mondoñedo, recorrían aquellas comarcas. Ingresó en su casa de Peñafiel, cerca de Valladolid, cuando tenía 14 años. Y, después de algunos más, entró en el Noviciado de Deusto, en Vizcaya, para volver al final del mismo a Mondoñedo y cursar en su tierra natal los estudios de Filosofía y Teología.

El 2 de octubre de 1910 recibió el subdiaconado en Mieres; y en junio de 1912 se le confiere el orden del diaconado en la misma localidad. También allí recibió la ordenación sacerdotal el 20 de Septiembre de 1920.

Desde entonces comenzó para el P. Inocencio una vida de intenso apostolado sacerdotal, en el cual cabe resaltar su dedicación a la docencia de la filosofía, la Teología y la Literatura, en las diversas casas a las que fue destinado: la de Daimiel (Ciudad Real), la de Corella (Navarra), la de Peñaranda (Burgos), la de Mieres (Asturias); y en las de Ponferrada y Santander, como predicador apostólico de aquellas zonas industriales.

En septiembre de 1934, un mes antes del martirio, el P. Inocencio regresa a Mieres en la inquieta región minera de Asturias, donde ya había estado siendo muy conocido y apreciado. La comunidad cuenta con 29 religiosos, de los cuales 17 son jóvenes estudiantes. La situación política puede estar fuera de control de un momento a otro y el clima es muy hostil para los religiosos.

El 5 de octubre de 1934 sucede cuanto estaba ya en el aire. Se sublevan 30.000 insurgentes en Asturias: tanto los creyentes, como los sacerdotes y los religiosos son señalados como cómplices de la derecha, y contra ellos se vuelca un odio singular e incontrolado. El día anterior, los Pasionistas desarrollan las habituales ocupaciones. El P. Inocencio va a Turón, pueblo minero, para confesar en el colegio de los hermanos de las Escuelas Cristianas en preparación al primer viernes del mes: se hace tarde y viajar de noche es poco prudente, por eso decide pernoctar allí. El día 5 se levanta muy temprano y celebra la Eucaristía. Al ofertorio llegan los revolucionarios: el Señor asocia a sus mártires a su propio sacrificio. Registran la casa, buscan las armas “de los fascistas y de la acción católica”. Arrestan al P. Inocencio y a los 8 religiosos de la comunidad de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y los llevan a la “casa del pueblo”.


Todos dan pruebas de serenidad y ánimo. Hacen oración, se preparan al encuentro con Cristo conscientes ya de su suerte. Pasan el primer día sin comer nada. Después, una devota señora logra llevarles un poco de alimento, y los encuentra serenos y listos para el sacrificio. El P. Inocencio se confiesa con un sacerdote también detenido y escucha de nuevo la confesión de los compañeros de martirio. Están todos conscientes de que serán asesinados únicamente porque son sacerdotes y religiosos.

El padre Inocencio pasa esos pocos días orando y escribiendo. Pero le será quitado todo. Hacia la una de la madrugada del 9 de octubre fueron llevados al cementerio donde había sido ya excavada una fosa común. Se intercambian de nuevo la absolución y se dirigen al martirio orando en voz baja. Todos son puestos en fila junto a la fosa y, luego, fusilados.

Los cuerpos de los mártires son exhumados casi de inmediato. Los ocho hermanos de las Escuelas Cristianas fueron trasladados a Bujedo (Burgos) el 26 de febrero de 1935. Los restos del P. Inocencio Canoura quedaron en el cementerio y se perdieron durante los bombardeos de 1936.

Juan Pablo II los beatificó el 29 de abril de 1990 y los canonizó el 21 de noviembre de 1999.


+ SOBRE SAN INOCENCIO DE LA INMACULADA

miércoles, 6 de noviembre de 2019

6 de noviembre: San Pedro Poveda


Martirologio Romano:
En Madrid, capital de España, San Pedro Poveda Castroverde, presbítero y mártir, fundador de la Institución Teresiana destinada a promover la formación cristiana, que al comienzo de la persecución contra la Iglesia fue asesinado por odio a la religión, dando un claro testimonio de su fe (†1936).

Fecha de beatificación:
10 de octubre de 1993, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización:
4 de mayo de 2003 por S.S. Juan Pablo II

Nacido en Linares (Jaén) en 1874 en el seno de una familia muy cristiana, Pedro José Luis Francisco Javier Poveda Castroverde era el mayor de seis hermanos. De temprana vocación sacerdotal, ingresa joven en el Seminario de Jaén, aunque por motivos económicos se traslada con una beca al Seminario de Guadix (Granada). Compagina los estudios eclesiásticos con los civiles. Fue ordenado sacerdote en 1897 y, al tiempo que continúa sus estudios, da clases, atiende catequesis, predica misiones populares, dirige a seminaristas…

Su preocupación por los niños que vivían en las Cuevas de Guadix le lleva a fundar las Escuelas del Sagrado Corazón, donde ofrece enseñanza gratuita, alimento y vestido a los más necesitados de esta zona suburbial de la ciudad.

En 1906 es nombrado canónigo de la Basílica de Covadonga (Asturias), donde permanece hasta 1913. Allí, estudia la situación educativa de la España de principios de siglo, pensando qué respuesta puede dar desde el humanismo cristiano para la educación de los niños y la formación de los educadores en el momento histórico que le toca vivir.

En 1911 funda en Oviedo la primera Academia de la Institución Teresiana. En 1913 regresa a Jaén, donde conocerá a Josefa Segovia, quien será su fiel colaboradora y cofundadora de la Institución. En 1917 la Institución Teresiana obtiene la aprobación eclesiástica y civil en Jaén, y en 1924 la aprobación pontificia como Pía Unión.

El Padre Poveda se traslada a Madrid en 1921, al ser nombrado Capellán de la Casa Real. Sigue trabajando en la consolidación y expansión de la Institución Teresiana, participa en la fundación de la FAE (Federación de Amigos de la Enseñanza), y colabora con proyectos e instituciones a favor del profesorado católico. El 27 de julio de 1936 es detenido en su casa de Madrid. Muere mártir, como sacerdote de Jesucristo, el 28 de julio de 1936.

¿Cuáles son los rasgos personales del Padre Poveda?

Convencido de que la fuerza del Evangelio puede transformar la realidad, se preocupa por la formación de la persona humana y promueve la educación como medio de transformación social.

Su contacto con realidades de pobreza, hambre, enfermedad, paro, e injusticia, en su infancia, le lleva a luchar contra ello y a trabajar por la dignidad humana mediante la formación de las clases populares; confía en la capacidad de la juventud para transformar el mundo; reclama y promueve la presencia de la mujer en el campo de la educación, de la ciencia, de la investigación. Le preocupa la actualización pedagógica del profesorado, la asociación profesional de los maestros y su promoción social, así como su compromiso con la realidad desde su ser creyente.

Humanista y pedagogo, educador de educadores, impulsor del laicado, maestro de oración, hombre de paz, audaz y solidario con los más desfavorecidos, creyó que la renovación de la educación, de la cultura y de las relaciones entre los hombres eran posibles desde la fe.

Sacrificado y paciente, manso y humilde, sencillo, afable y respetuoso, de fino sentido del humor y gran fortaleza interior. Con una entrega entusiasta a Dios, gran devoción a la Virgen, y filial amor a la Iglesia. Austero para sí y tolerante con todo excepto con el pecado. El trabajo, la oración, el estudio, el amor entregado a los demás, el hacer la voluntad de Dios, fueron constantes en su vida. Poveda es ante todo sacerdote y apóstol de Jesucristo. Y la Eucaristía, el centro de su existir. Testigo fiel, acaba dando la vida en testimonio de su fe. Su grandeza se basa en la coherencia de su vida con el Evangelio, en la intuición de los signos de su tiempo y en la radicalidad de su entrega a Dios, a los hombres y al mundo que le tocó vivir.

Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993 y canonizado el 4 de mayo de 2003.

Por María Dolores Gamazo
Fuente: Catholic.net

martes, 5 de noviembre de 2019

Lc 14,15-24: «¿Prefiero estar solo, con la gente que me gusta a mí? Eso es un pecado»: la parábola del banquete, por el papa Francisco

Evangelio del Martes de la 31 Semana del Tiempo Ordinario, I y II

El Papa Francisco en su misa matinal de este martes 5 de noviembre en la Casa Santa Marta comentó la parábola del banquete del evangelio de Lucas: un hombre organiza una gran fiesta, pero los invitados ponen todo tipo de excusas para no acudir. El hombre entonces decide invitar a los pobres y a los lisiados de los caminos y sentarlos a su casa a cenar, ofreciéndoles a ellos la fiesta que tenía reservada para sus amigos.

El Papa explicó que “la cena, la fiesta, representa el Cielo, la eternidad con el Señor”. La acción del hombre que organizó la fiesta describe la actitud de Dios hacia la humanidad: “Nuestro Dios siempre nos invita de ese modo, no nos hace pagar entrada”.

Pero los invitados de la parábola “ante aquella gratuidad, aquella universalidad de la fiesta, respondieron con una actitud que cierra el corazón: ‘Yo no voy. Prefiero estar solo, con la gente que me gusta a mí. Me cierro’”.

“Eso es un pecado”, advirtió el Papa Francisco. “Es el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros. El cerrarse. ‘No, para mí es más importante esto que eso. No, lo mío’. Siempre lo mío”.

El rechazo a acudir a la fiesta es también un rechazo al Señor, advirtió el Papa. Es decirle: ‘No me molestes con tu fiesta”. Supone cerrarse a “aquello que el Señor nos ofrece: la alegría del encuentro con Él”.

“Y en el camino de la vida muchas veces nos encontraremos ante esta elección, ante esta opción: o la gratuidad del Señor, o el acudir a encontrar al Señor, encontrarme con el Señor, o cerrarme en mis cosas, en mis intereses”.

Por ese motivo, “el Señor, hablando de una de las formas de cerrarse, decía que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Sin embargo, hay muchos ricos buenos, santos, que no están atados a las riquezas. Pero la mayoría se ata a las riquezas, se cierra. Y por ello no pueden comprender qué es la fiesta”.

El Papa finalizó la homilía invitando a pensar en esa parábola y preguntarse: “¿Cómo va nuestra vida? ¿Qué es lo que prefiero? ¿Aceptar la invitación del Señor o cerrarme en mis cosas, en mis pequeñeces?”

viernes, 1 de noviembre de 2019

La fiesta de Loreto se convierte en universal



El Papa Francisco ha aprobado un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, presidida por el cardenal Robert Sarah, por la que inscribe en el Calendario Romano la memoria libre de la bienaventurada Virgen María de Loreto, el día 10 de diciembre, festividad de esta advocación mariana.

Les ofrecemos el decreto por el que el Papa ha establecido esta memoria, publicado en español por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

DECRETO

sobre la celebración de la 
bienaventurada Virgen María de Loreto
para inscribir en el 
Calendario Romano general

La veneración por la Santa Casa de Loreto ha sido, desde la Edad Media, el origen de aquel peculiar santuario visitado, también hoy, por numerosos fieles peregrinos para alimentar la propia fe en el Verbo de Dios hecho carne por nosotros.

Este santuario recuerda el misterio de la Encarnación y estimula a todos aquellos que lo visitan a considerar la plenitud del tiempo, cuando Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer, y a meditar tanto en la palabra del Ángel que anuncia el Evangelio, como en las palabras de la Virgen, que responde a la llamada divina. Bajo la sombra del Espíritu Santo, la humilde sierva del Señor se transforma en casa de la divinidad, imagen purísima de la santa Iglesia.

El mencionado santuario, estrechamente vinculado a la Sede Apostólica, alabado por los Sumos Pontífices y conocido universalmente, ha sabido ilustrar de modo excelente, en el curso del tiempo, no menos que Nazaret en Tierra Santa, las virtudes evangélicas de la Sagrada Familia.

En la Santa Casa, delante de la imagen de la Madre del redentor y de la Iglesia, santos y beatos han respondido a la propia vocación, los enfermos han invocado consuelo en el sufrimiento, el pueblo de Dios ha iniciado a alabar y suplicar a Santa María con las Letanías lauretanas, conocidas en todo el mundo. En particular, cuantos viajan en avión han encontrado en ella la celestial patrona.

A la luz de todo esto, el Sumo Pontífice Francisco ha decretado con su autoridad que la memoria libre de la bienaventurada Virgen María de Loreto se inscriba en el Calendario Romano el 10 de diciembre, día de su fiesta en Loreto, y sea celebrada anualmente. Tal celebración ayudará a todos, especialmente a las familias, los jóvenes, los religiosos, a imitar las virtudes de la perfecta discípula del Evangelio, la Virgen Madre que, concibiendo a la Cabeza de la Iglesia, nos acoge también a nosotros consigo.

La nueva memoria deberá, pues, aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas; los relativos textos litúrgicos se unen a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de la confirmación de este Dicasterio.

No obstante cualquier disposición contraria

En la sede de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, a 7 de octubre de 2019, memoria de la bienaventurada Virgen María del Rosario.

Roberto Card. Sarah
Prefecto

+Arthur Roche
Arzobispo Secretario

Holywins: Celebrar la santidad y no el día de las brujas



’Holywins’ es un juego de palabras que significa “la santidad vence”. La similitud fonética con la palabra “Halloween” no es casual, pues Holywins tiene la pretensión de ayudar a reforzar la fiesta cristiana de Todos los Santos.

Halloween significa en inglés “víspera de Todos los Santos”, actualmente esta celebración no tiene ninguna relación con la fe cristiana. Por el contrario, su forma de plantear la vida y la muerte, el bien y el mal, son completamente distintas a las del Evangelio de Cristo. Por eso, queremos devolver a este día su sentido cristiano y celebrar a todos aquellos que siguieron heroicamente a Jesucristo, con una luminosa fiesta de Todos los santos que desborde alegría y esperanza.

Esta iniciativa pretende animar a romper “el culto a la muerte y la exaltación de los monstruoso o feo que trae consigo, pues lo propio de los cristianos es celebrar el triunfo de la vida y promover la belleza y el bien. Frente a los disfraces de los muertos vivientes que llenan las calles de las ciudades los 31 de octubre, cada vez son más las diócesis que se suman a la celebración de Holywins para transmitir que la vida es hermosa y su meta es el Cielo, siendo muchos los que ya han llegado y todos estamos llamados a compartir su felicidad, puesto todos podemos ser santos.

martes, 29 de octubre de 2019

"Santa de la familia": La hija de Gianna Beretta Molla relata la santidad con la que sus padres vivieron el matrimonio


Santa Gianna Beretta Molla fue beatificada (1994) y canonizada (2004) por San Juan Pablo II. Médico y pediatra, entregó su vida por salvar la de la hija que esperaba, renunciando al adecuado abordaje quirúrgico del fibroma que le detectaron en el útero al final del segundo mes de embarazo.

Murió una semana después de dar a luz por cesárea a Gianna Emanuela, quien explica que la santidad de su madre floreció en un matrimonio vivido junto a su esposo Pietro Molla como "camino hacia el Paraíso". E incluso antes, en unas vidas entrelazadas y llenas de amor por el Señor, que siempre ocupaba el primer lugar.

Pietro Molla (1912-2010) pudo asistir a la beatificación y a la canonización de su esposa Gianna Beretta (1922-1962).


Muchos conocen a Santa Gianna Beretta Molla por ese extraordinario gesto de amor que permitió que su hija naciera, al precio de su propia vida. Menos conocido, en cambio, es el hecho de que este sacrificio fue el sello a toda una vida santa y, sobre todo, a un matrimonio realmente santo.

Es la propia hija, Gianna Emanuela Molla, la que no duda en definir a sus padres como dos "santos progenitores", pues está íntimamente convencida de que su amado padre era el "dignísimo esposo de una santa esposa". Al hacerlo no quiere en absoluto anticipar un juicio que la Iglesia no ha expresado, sino que sencillamente pone voz al pensamiento que su madre, cuando vivía, habría manifestado en más de una ocasión.

Hoy queremos, por tanto, conocer y amar la vida de esta "santa de la familia" bajo esta luz especial de la santidad matrimonial; santa en cuya proclamación la Iglesia ha demostrado, de nuevo, su naturaleza profética. ¿En qué momento histórico ha sido la familia más acosada y humillada que en el actual? ¿Hay acaso hoy testimonio más providencial que éste, en el que se presenta la cotidianidad del matrimonio como una auténtica vía de santidad?

Familia, cuna de santidad

Nacida en Magenta, provincia de Milán, el 4 de octubre de 1922, festividad de San Francisco de Asís, Gianna, además del don de la vida, recibe del Señor unos padres profundamente cristianos, Maria De Micheli y Alberto Beretta, ambos terciarios franciscanos. Bautizada como Giovanna Francesca, es la décima de trece hijos, cinco de los cuales mueren en tierna edad. Otros tres se consagran a Dios.

Gracias a estos primeros datos se comprende que el contexto de su familia de procedencia es profundamente religioso. En una carta del 22 de abril de 1955 a su prometido Pietro, Gianna habla así de su madre y su padre: "Mis santos padres, tan rectos y sabios, con esa sabiduría que es reflejo de su alma buena, justa y temerosa de Dios".

Se comprende que para la santa la primera experiencia auténtica de Iglesia fue su familia, y la catequista más experta fue precisamente su madre: fue ella quien la introdujo en el conocimiento y el amor por el Señor, centro único de toda la vida, dentro y fuera del hogar.

La pequeña Gianna acoge de inmediato el don de la fe, al que se adhiere plenamente: "Con cinco años y medio -cuenta Gianna Emanuela-, recibe por primera vez la Santa Comunión y a partir de ese momento, junto a su madre, va todas las mañanas a misa para recibir el que rápidamente considera 'el alimento indispensable de cada día'". Así, la ferviente amistad con el Señor, que la niña Gianna respira en su familia, crece convirtiéndose en un amor profundo y personal junto a la mujer Gianna y, después, a la médico Gianna. Mientras tanto, nace en ella la urgencia de conocer su llamada personal en el plan de amor de Dios...

Vocación a la felicidad

"De seguir bien nuestra vocación depende nuestra felicidad terrena y eterna". Con esta profundidad de conciencia e igual serenidad de espíritu, Gianna sigue rezando, y hace rezar, por su vocación. "Mi madre -cuenta Gianna Emanuela- deseaba conocer la voluntad de Dios para ella para así poder servirLe mejor. Pero no tuvo prisa, siguió rezando hasta que estuvo segura de la vocación a la que Dios la llamaba".

En esta fase de elección vocacional, como durante toda su vida, la oración fue para Gianna mucho más que fundamental: "Siempre rezó mucho -sigue su hija-, dando ejemplo a sus jóvenes de Acción Católica. Les decía: 'Recordemos que el apostolado se hace, sobre todo y ante todo, de rodillas'. Cada día rezaba el rosario porque, como había aprendido de pequeña en su familia, 'sin la ayuda de la Virgen no se va al Paraíso'".

En principio, precisamente por este amor que siente y que la hace poner a Dios siempre en el primer puesto, se consolida en Gianna el deseo de unirse a su hermano, el padre Alberto, médico misionero capuchino en Brasil, para ayudarle como médico y dedicarse plenamente a la vocación misionera. Pero el camino que el Señor ha preparado para esta joven no es este: Gianna no tiene salud para soportar el calor tropical de esas tierras. "Esto significa que el Señor te quiere para otra cosa", le repite su director espiritual, que la anima a formar una familia sana, siguiendo el ejemplo de sus padres.

"Así, sintiéndose llamada por el Señor a la vocación del matrimonio, mi madre la abrazó con toda su alegría y entusiasmo". ¿Y qué hace la joven santa, que aún no tiene prometido? "En junio de 1954, con casi 32 años de edad, mi madre viaja a Lourdes para rezar a la Virgen y pedirle que le haga conocer al hombre que debería ser su esposo, el que el Señor había dispuesto para ella desde la eternidad".

Un encuentro deseado desde Arriba

En este entramado de santidad, que se transmite de familia a familia como un valioso tesoro, se introduce perfectamente la figura del ingeniero Pietro Molla, es decir, del hombre que la Providencia sugerirá a Gianna como marido.

Nacido el 1 de  julio de 1912 en Mesero, un municipio cercano a Magenta, también Pietro Molla,  el cuarto de ocho hijos, recibe el don de dos padres profundamente cristianos. "Cuando conoció a mi madre -continúa Gianna Emanuela-, a la que le llevaba diez años, mi padre era un hombre de gran fe y virtudes extraordinarias. Pero sobre todo, como ella, había puesto al Señor en el centro de su vida desde que era muy joven. Puedo decir que mi padre sentía, por un lado, una gran dedicación por el trabajo y, por el otro, se sentía llamado por el Señor a la vocación del matrimonio y deseaba profundamente tener una familia. Precisamente por esto iba cada día a 'su' pequeña iglesia de Ponte Nuovo (Magenta) para pedirle a la Virgen del Buen Consejo que le hiciera conocer 'una madre santa para sus hijos'".

"El Señor estaba llamando realmente a mis padres a la vocación del matrimonio como ellos pensaban: de hecho, la Virgen María escuchó sus oraciones y, aunque ya se conocían desde hacía cinco años, fue gracias a la Virgen que, por fin, sus hermosos corazones y almas se encontraron". A partir de ese momento empieza el noviazgo como un "tiempo de gracia", vivido con gran alegría y gratitud hacia el Señor y la Virgen María, y con la incansable oración de encomendar a la nueva familia que estaba naciendo.

El santo matrimonio

Gianna Beretta y el ingeniero Pietro Molla se casan el 24 de septiembre de 1955 en la Basílica de San Martín, en Magenta (Milán). Pero, ¿qué significa para los dos enamorados celebrar el sacramento del matrimonio y formar una familia?

Esto es lo que escribe Gianna en su Pedrin d'or, diez días antes de la boda: "Amadísimo Pietro, gracias por todo. Me gustaría decirte todo lo que siento y tengo en mi corazón, pero no soy capaz de hacerlo. Tú, que ya conoces bien mis sentimientos, sabrás comprenderme. Amadísimo Pietro, estoy segura de que siempre me harás feliz como lo soy ahora, y que el Señor responderá a tus oraciones, porque han sido pedidas por un corazón que siempre le ha amado y servido con santidad. Pietro, ¡cuánto tengo que aprender de ti! Eres realmente un ejemplo para mí y por ello te doy las gracias. Así, con la ayuda y la bendición de Dios, haremos todo para que nuestra nueva familia sea un pequeño cenáculo en el que Jesús reine por encima de todos nuestros afectos, deseos y acciones. Pedro mío, faltan pocos días y me siento tan conmovida por el hecho de acercarme a recibir el Sacramento del Amor: convirtámonos en colaboradores de Dios en la creación, dándoLe hijos que le amen y le sirvan. Pietro, ¿seré capaz de ser la esposa y madre que tú siempre has deseado? Lo deseo precisamente porque te lo mereces y porque te amo tanto. Te beso y te abrazo con todo mi afecto. Tuya, Gianna".

Y del mismo modo, Pietro le escribe antes del gran día: "Gianna amadísima, ... con la certeza de que Dios nos quería unidos, tú y yo hemos emprendido nuestra nueva vida. Estos meses han sido un crescendo de comprensión y afecto. Ahora nuestra comprensión es perfecta porque el Cielo es nuestra luz y la Ley Divina nuestra guía... Ahora nuestro afecto es pleno porque somos un sólo corazón y una sola alma, un único sentimiento y un único afecto, porque nuestro amor sabe esperar, fuerte y puro, la bendición del Cielo".

La hija Gianna Emanuela cuenta así la santa unión entre sus padres: "Leyendo y transcribiendo durante meses las cartas de mi padre a mi madre para su publicación, he comprendido que su amor podía ser tan grande, tan profundo y tan verdadero porque el Señor y la Madre Celestial estaban verdaderamente presentes y eran parte integrante de este amor, como de toda su vida. Hay aspectos que me iluminan y me conmueven en lo más hondo: su fe profunda y su ilimitada confianza en la Divina Providencia, su profunda humildad, su inmenso amor recíproco -que les daba mayor serenidad y fortaleza-, su amor inconmensurable por nosotros, sus hijos, su gran estima recíproca, su continua comunicación y apoyo mutuo, sus intensas y constantes oraciones de agradecimiento al Señor y la Virgen María, su amor y caridad hacia el prójimo. Vivieron verdaderamente el Sacramento del Matrimonio como vocación y camino a la santidad".

Y será exactamente en este terreno fértil y fecundo de santidad donde, en sólo seis años y medio de matrimonio, Gianna y Pietro acogerán a seis hijos: dos irán al cielo mientras aún estaban en el seno de su madre, Mariolina a la edad de seis años, dos años después de la muerte de Gianna, mientras que la última será la gracia que permitirá a ambos sellar, aunque de forma muy distinta, su vocación común: dar la vida por amor.

+ SOBRE SANTA GIANNA BERETTA MOLLA  

miércoles, 23 de octubre de 2019

Vida de San Juan de Capistrano


Nace en Capistrano, pueblo de los Abruzzos, reino de Nápoles, el año 1386. Ingresa en la Orden franciscana a los treinta años de edad. Ocupa dos veces el cargo de vicario general de la Orden. Sucumbe a los estragos de la peste, en el campamento de los cruzados de Eslovenia, el 23 de octubre de 1456. Ha sido llamado, "El Santo de Europa".

1453, los turcos conquistan Constantinopla

1453 es un año clave en la historia y consta como tal en todos los manuales. Los turcos, capitaneados por el sultán Mahomed II, tras un siglo de ocupación de tierra europea en los Balcanes, conquistan Constantinopla, afianzando así el imperio del Islam en el Asia Menor, sobre las ruinas del Oriente cristiano, y amenazando a toda la cristiandad de Occidente. Se presiente un trágico fin para la catolicidad medieval.

Roma y los pueblos tiemblan ante la impotencia de los príncipes cristianos, divididos entre sí. Pero Dios tiene preparados sus instrumentos: el Soldado, el Pontífice y el Santo. El caudillo húngaro Huniades, el papa Calixto III, que sucede en la sede de Pedro a Nicolás V en el mismo año 1453, y Juan de Capistrano, fraile minovita, reformador de los pueblos cristianos y de sus hermanos religiosos.

Conversión de Juan

La actividad apostólica de Juan se inicia paralelamente a los principios del siglo xv, el siglo del difícil tránsito entre dos edades tan distintas de la historia. Quedaban atrás en su vida las solicitudes por lo terreno, lo falaz. Tomó parte en conjuraciones políticas y, derrotado, había sido hecho prisionero, encerrado en unos sótanos inmundos, de los que creyó imposible salir con vida. Allí, encadenado a un poste, rodeado de ratas, con el agua hasta las rodillas, desengañado, reza a san Francisco y hace voto de entrar en su Orden. El voto le salva, y la ciudad de Perusa, donde cursaba sus estudios de jurisconsulto, es testigo de su conversión total, hasta espectacular en su externidad.

Reformador

Corría el año 1416. Ya franciscano, el de Capistrano se entrega en cuerpo y alma a la reforma espiritual del pueblo cristiano por medio de la predicación popular. Sigue las huellas y las enseñanzas de su hermano en religión, san Bernardino de Siena. Lleva su mismo gorro e invocándole hará sus maravillosas curaciones.

Va de pueblo en pueblo, acompañado de cuarenta caballeros, reúne a las multitudes en las plazas, pues no caben en los templos, y llega alguna vez a reunir el número de 20 000 oyentes. Así predica a Jesús, pero más con su figura que con las palabras. Pequeño, enjuto, apenas piel y huesos, vista corta, gesto austero, mas a la vez dulce y caritativo, semblante encendido, además sobrio y cálido.

Aunque predicaba casi siempre en latín, sus oyentes no daban tiempo al intérprete y pedían a gritos confesión, prometiendo cambiar de vida, encendiendo hogueras con los objetos de sus pecados: dados, naipes, afeites, etc.

Su característica era despertar vocaciones religiosas entre la juventud: en Leipzig 120 estudiantes siguen sus huellas, en Cracovia 130. Acabamos de nombrar dos ciudades no italianas, y es que lo extraordinario de la predicación de Juan de Capistrano, aquello en que supera a sus hermanos franciscanos misioneros como él, es su universalidad europea.

En veinte años misiona por Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Moravia y hasta por Saboya, Borgoña y Flandes. Esta fue su lenta pero fundamental cooperación al mantenimiento de la unidad católica europea en el siglo XV.

Poseía dotes extraordinarias para la diplomacia. Trabajó en unir entre sí a los príncipes, recibió importantes misiones de cuatro Papas consecutivos, impugnó la naciente herejía husita, se relacionó con los griegos para tratar su unión con la Iglesia Romana, intervino en contener los perniciosos efectos del cisma de Basilea. Extendió la reforma de los "observantes" por los conventos de toda Europa, fundando muchos de ellos en Alemania.

Cruzada con el turco

Mas la ocasión culminante de su vida de "Santo de Europa" fue la Cruzada contra el turco, que empieza a predicar en el año 1453. El Papa Calixto III, español, de la familia Borja, le anima y le concede facultades omnímodas. Los príncipes cristianos no responden al llamamiento del Papa. El Papa nombra al cardenal español Juan de Carvajal su legado en Hungría.

El rey de Hungría huye, y tiene que ser Juan de Capistrano quien recluta a los campesinos húngaros para la Cruzada. Llegan a juntar a 7 000 cruzados. Mahomed ataca con 150 000 hombres y 300 cañones. Capistrano ha improvisado unos estandartes con la cruz y las figuras de San Francisco, San Antonio y San Bernardino. Anima a todos a la lucha al conjuro del nombre de Jesús, hace desistir a Huniades de su propósito de huir en retirada. Belgrado está rodeado por los turcos, y, contra toda previsión, los cruzados, animados por Capistrano desde la orilla, con la cruz, obtienen una victoria completa.

A los pocos días Mahomed vuelve al asalto con toda la rabia del león herido. Juan corre por las murallas, cuando la infantería turca escala el foso, y grita a los valientes húngaros que en sus manos está la cristiandad. Alzaba sus brazos a Dios, clamando misericordia por Europa. La derrota del turco fue completa.

Más admirable que la victoria en las armas, fue la victoria en los espíritus, que obtuvo Juan, convirtiendo a los cruzados en novicios. A diario celebraban misa él y sus frailes, y muchos soldados comulgaban. Políticamente no tuvo grandes consecuencias la victoria de Belgrado, pero quedaba el valor ejemplar de la conducta de un santo entregado a la defensa de la cristiandad.

Muerte

Una peste declarada en el campamento de los cruzados acabará con la vida, ya agotada, de aquel campeón. El mensaje de Juan de Capistrano quedaba escrito en la Historia.

Fuente: aciprensa.com

+ SOBRE SAN JUAN DE CAPISTRANO

miércoles, 16 de octubre de 2019

Benedicto XVI presenta a san Ignacio como el “Doctor de la unidad”

Prosiguiendo la catequesis sobre los padres apostólicos, Benedicto XVI habló en la audiencia general de san Ignacio de Antioquia.

San Ignacio fue obispo de Antioquia del año 70 al 107 de nuestra era y en esa ciudad “fue donde por primera vez -dijo el Papa- los discípulos recibieron el nombre de cristianos“. Condenado a ser devorado por las fieras, fue trasladado a Roma para que esa sentencia se ejecutase y en el camino aprovechó de su paso por diferentes ciudades para reafirmar la fe de los cristianos que habitaban allí.

“Ningún padre de la Iglesia ha expresado con la intensidad de Ignacio el anhelo de unión con Cristo y a la vida en El”, observó el Papa, explicando que en san Ignacio confluyen “dos corrientes espirituales: la de Pablo, que tiende a la unión con Cristo y la de Juan, concentrada en la vida en El. A su vez, estas dos corrientes se unen en la imitación de Cristo“.

“La irresistible tensión de Ignacio hacia la unión con Cristo funda una verdadera y propia mística de la unidad“, prosiguió Benedicto XVI, y recordó que en las siete cartas que el obispo antioqueno escribió durante su viaje hacia Roma repite a menudo que “Dios existiendo en tres personas es Uno en absoluta unidad” y dice a los cristianos que “la unidad que tienen que realizar en esta tierra no es más que una imitación, lo más conforme posible al arquetipo divino”.

“Se advierte en (…) Ignacio una dialéctica constante y fecunda entre dos aspectos característicos de la vida cristiana: por una parte la estructura jerárquica de la comunidad eclesial, y por otra la unidad fundamental que liga entre sí a todos los fieles en Cristo. Por lo tanto, los roles no se pueden contraponer. Al contrario, la insistencia de la comunión de los creyentes entre ellos mismos y sus pastores, se refuerza constantemente mediante (…) analogías” tomadas de la música, como “la cítara, las cuerdas, (…) la sinfonía”.

“Es evidente la responsabilidad peculiar de los obispos, de los presbíteros y los diáconos en la edificación de la comunidad. Para ellos es válido ante todo el llamamiento al amor y la unidad”.

“Con razón Ignacio es llamado “doctor de la unidad” -exclamó el Papa-, y (…) en definitiva su “realismo” invita a los fieles de ayer y hoy a realizar una síntesis progresiva entre configuración con Cristo (…) y compromiso con su Iglesia (unidad con el obispo y apertura al mundo) (…) entre comunión de la Iglesia en su interno y misión, que es la proclamación del Evangelio a los demás”.

Fuente: primeroscristianos.com

+ SOBRE SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA

¿Qué significan los nombres hebreos de la Sagrada Familia? ¿De dónde vienen los nombres de Jesús, María, José, Joaquín y Ana, además del título de Mesías o Cristo?

La Sagrada Familia de Nazaret está formada por Jesucristo, su madre María y su padre adoptivo José, así como por sus abuelos maternos Joaquín y Ana. Desafortunadamente, el nombre de los padres de San José no nos ha llegado. Aquí está el origen y el significado de estos nombres:

JESÚS

Del latín Iésus, que deriva del hebreo Yeshua, variación de Yehoshua (del que también deriva el nombre Josué). Significa “Dios salva”.

Cristo (o Mesías): Del latín Christus, versión del griego Christós, traducción del hebreo Mashiakh. Significa “Ungido”. No es parte del nombre propio de Jesús, sino un título reconocido para él.

MARÍA

Del latín Maria, derivado del arameo Maryam o Mariam, cuya versión hebrea es Myrhiàm. María significa “La elegida por dios” proviene del hebreo מִרְיָם (Miryam) que significa “Excelsa”.

JOSÉ

Del latín Ioseph, derivato del hebreo Yosef. Existe también la versión latinizada Iosephus. Tiene dos significados: en el primer caso significa ‘Yavhé ha borrado’ y en el segundo ‘que Yavhé añada’.

La Biblia interpreta de este nombre a partir de las frases de Raquel recogidas en el Génesis al dar a luz al patriarca José cuando dice: ”Dios ha borrado mi afrenta” y llamó a su hijo José, “que me añada Yahvé otro hijo”.

JOAQUÍN

Del latín Ioachim, derivado del hebreo Yəhôyāqîm. Significa “Aquel que ha sido preparado por Dios”. San Joaquín, marido de Santa Ana, era el padre de la Virgen María, y por tanto el abuelo de Jesús.

ANA

Del latín Anna, deriva del hebreo  annāh. Significa “Gracia”. Santa Ana, mujer de San Joaquín, era la madre de la Virgen María, y así, la abuela de Jesús.

Fuente: Aleteia

"Un cristiano que no sabe acusarse a sí mismo no es un buen cristiano"

Lecturas del martes de la 28 semana del Tiempo Ordinario. Año II

Jesús no tolera la hipocresía y llama a los fariseos «sepulcros blanqueados». Lo recordó el Santo Padre en su homilía en la misa de esta mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Debemos curarnos de la hipocresía y la medicina es saber acusarse a sí mismo ante Dios. Quien no sabe cómo hacerlo «no es un buen cristiano», dijo Francisco

La hipocresía fue el tema que abordó el Papa en su homilía de la Misa matutina. Y comenzó a partir de la sugerencia del pasaje evangélico del día, en el que se relata que Jesús, invitado a comer por un fariseo, fue criticado por el dueño de casa porque, antes de ponerse a la mesa, no había hecho las abluciones rituales.

Francisco comentó al respecto: «Hay una actitud que el Señor no tolera: la hipocresía. Y esto es lo que leemos en el Evangelio. Invitan a Jesús a comer, pero para juzgarlo, no para hacer amistad». A lo que añadió que “la hipocresía es precisamente presentarse de un modo y ser de otro». Es pensar en secreto de manera diferente a como uno se presenta.

Jesús no soporta la hipocresía. Y a menudo llama a los fariseos “hipócritas”, “sepulcros blanqueados”. Pero no es un insulto de Jesús, “es la verdad”. «Desde afuera eres perfecto”, es más, “almidonado” – reafirmó Francisco – precisamente “siendo correcto”, pero “dentro eres otra cosa». Y afirmó que «la actitud hipócrita nace del gran mentiroso, el diablo». Él es el «gran hipócrita» y los hipócritas son sus «herederos».

La hipocresía es el lenguaje del diablo, es el lenguaje del mal que entra en nuestro corazón y es sembrado por el diablo. No se puede convivir con gente hipócrita, pero existe. A Jesús le gusta desenmascarar la hipocresía. Él sabe que será ciertamente esta actitud hipócrita la que lo llevará a la muerte, porque el hipócrita no piensa si utiliza medios lícitos o no, va adelante: con la calumnia. «Calumniemos, ¿el falso testigo?”… «Busquemos un falso testigo”.

El Papa prosiguió diciendo que alguien podría objetar «que no existe tal hipocresía” en el propio entorno. Sin embargo, añadió, “pensar esto es un error”:

El lenguaje hipócrita, no diré que sea normal, pero es común, es de todos los días. El hecho de presentarse de un modo y ser de otro. En la lucha por el poder, por ejemplo, las envidias, los celos, te hacen parecer con una forma de ser y desde dentro hay veneno para matar, porque la hipocresía siempre mata, siempre, tarde o temprano mata.

Es necesario sanar de esta actitud. Pero ¿cuál es la medicina? se preguntó el Papa. Y la respuesta es decir «la verdad, ante Dios». Es acusarse a sí mismo:

Debemos aprender a acusarnos a nosotros mismos: «He hecho esto, yo pienso así, malamente…. Tengo envidia, me gustaría destruir aquello…», lo que está dentro, lo nuestro, y decirlo ante Dios. Este es un ejercicio espiritual que no es común, no es habitual, pero tratamos de hacerlo: acusarnos a nosotros mismos, vernos en el pecado, en las hipocresías y en la maldad que hay en nuestro corazón. Porque el diablo siembra la maldad y decirle al Señor: «¡Mira, Señor, cómo soy!», y decirlo con humildad.

Aprendemos a acusarnos a nosotros mismos, reafirmó el Papa, a la vez que añadió textualmente:

“Una cosa tal vez demasiado fuerte, pero es así: un cristiano que no sabe acusarse a sí mismo no es un buen cristiano y corre el riesgo de caer en la hipocresía”.

Y concluyó recordando la oración de Pedro cuando dijo al Señor: «Aléjate de mí porque soy un hombre pecador”. «Aprendamos – dijo Francisco – a acusarnos a nosotros mismos».

San Claudio y Santa Margarita de Alacoque

“Es necesario ser santo para hacer santos”
San Claudio de la Colombiere


Nacido en las cercanías de Lyon en el seno de una familia de notarios y magistrados, San Claudio fue capaz de colocar al servicio de su obra evangelizadora el conocimiento y los contactos a los que había accedido por su acomodada cuna.

San Claudio y Santa Margarita de Alacoque

Ingresó en la Compañía de Jesús y, como superior de su comunidad, fue nombrado confesor de las religiosas de la Visitación de Paray-le-Monial. Allí entró en contacto con Santa Margarita María de Alacoque, receptora de visiones del Sagrado Corazón de Jesús. San Claudio disipó los temores de la religiosa de que aquellas experiencias místicas fueran obra demoniaca y encauzó y dio forma a las revelaciones de Santa Margarita. Juntos fueron los principales impulsores de la devoción al Sagrado Corazón y juntos fueron representados en este óleo que figura en la capilla sepulcral del santo, en Paray-le-Monial.

¡San Claudio de la Colombiere, Santa Margarita de Alacoque, rogad por nosotros!

lunes, 14 de octubre de 2019

14 de Octubre: San Calixto, por Celestino Hueso SF


Al hombre que presento hoy podrían tenerlo como patrón los banqueros. No era un ricachón de la época. No; sino todo lo contrario, era un esclavo, pero un esclavo con un corazón tan grande que su amo lo nombró administrador de sus bienes.

La cosa pintó en bastos y perdió media fortuna de su dueño. Y, como era de esperar, fue a dar con sus huesos en la cárcel. Cuando salió consiguió recuperar todo lo perdido y su dueño Carpóforo le dio la libertad y se convirtió en un gran administrador de todo lo que se puso en sus manos. Y en un gran creyente y administrador de la fe.

Lo nombraron Papa y se convirtió en el Papa Francisco del siglo III. Lo que el alma es para el cuerpo fue Calixto para el mundo. Por eso lo odiaban los gerifaltes y quienes tenían ínfulas de grandeza.

Tertuliano e Hipólito (los sabihondos de la época) lo condenaron por perdonar a los adúlteros arrepentidos. Finalmente los enemigos de la fe y las buenas obras lo arrojaron de cabeza a un pozo. Lo que no sabían es que en el fondo había una escalera que iba derechita al cielo. Por ella subió San Calixto.

+ SOBRE SAN CALIXTO I

lunes, 30 de septiembre de 2019

Carta apostólica en forma de Motu Proprio del Santo Padre Francisco “Aperuit Illis” con la que se instituye el Domingo de la Palabra de Dios (30 de septiembre del 2019)

Carta Apostólica
en forma de Motu Proprio
del Santo Padre
Francisco
Aperuit illis
con la que se instituye el
Domingo de la Palabra de Dios

1. «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» (Lc 24,45). Es uno de los últimos gestos realizados por el Señor resucitado, antes de su Ascensión. Se les aparece a los discípulos mientras están reunidos, parte el pan con ellos y abre sus mentes para comprender la Sagrada Escritura. A aquellos hombres asustados y decepcionados les revela el sentido del misterio pascual: que según el plan eterno del Padre, Jesús tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos para conceder la conversión y el perdón de los pecados (cf. Lc 24,26.46-47); y promete el Espíritu Santo que les dará la fuerza para ser testigos de este misterio de salvación (cf. Lc 24,49).

La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).

2. Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo» (Carta ap. Misericordia et misera, 7). Dedicar un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria las enseñanzas de san Efrén: «¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión» (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).

Por tanto, con esta Carta tengo la intención de responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios. Ahora se ha convertido en una práctica común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se centra en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana. En las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia.

El Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum. En aquellas páginas, que siempre merecen ser meditadas y vividas, emerge claramente la naturaleza de la Sagrada Escritura, su transmisión de generación en generación (cap. II), su inspiración divina (cap. III) que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento (capítulos IV y V) y su importancia para la vida de la Iglesia (cap. VI). Para aumentar esa enseñanza, Benedicto XVI convocó en el año 2008 una Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, publicando a continuación la Exhortación apostólica Verbum Domini, que constituye una enseñanza fundamental para nuestras comunidades.[1] En este Documento en particular se profundiza el carácter performativo de la Palabra de Dios, especialmente cuando su carácter específicamente sacramental emerge en la acción litúrgica.[2]

Por tanto, es bueno que nunca falte en la vida de nuestro pueblo esta relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de fe.

3. Así pues, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.

Las comunidades encontrarán el modo de vivir este Domingo como un día solemne. En cualquier caso, será importante que en la celebración eucarística se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En este domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor. En este domingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia. En efecto, es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.

4. El regreso del pueblo de Israel a su patria, después del exilio en Babilonia, estuvo marcado de manera significativa por la lectura del libro de la Ley. La Biblia nos ofrece una descripción conmovedora de ese momento en el libro de Nehemías. El pueblo estaba reunido en Jerusalén en la plaza de la Puerta del Agua, escuchando la Ley. Aquel pueblo había sido dispersado con la deportación, pero ahora se encuentra reunido alrededor de la Sagrada Escritura como si fuera «un solo hombre» (Ne 8,1). Cuando se leía el libro sagrado, el pueblo «escuchaba con atención» (Ne 8,3), sabiendo que podían encontrar en aquellas palabras el significado de los acontecimientos vividos. La reacción al anuncio de aquellas palabras fue la emoción y las lágrimas: «[Los levitas] leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: “Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis” (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). […] “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!”» (Ne 8,8-10).

Estas palabras contienen una gran enseñanza. La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. A menudo se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

5. En esta unidad, generada con la escucha, los Pastores son los primeros que tienen la gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad.

La homilía, en particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 142). Ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien» (ibíd.). Esta es una oportunidad pastoral que hay que aprovechar.

De hecho, para muchos de nuestros fieles esta es la única oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana. Por lo tanto, es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas. A los predicadores se nos pide más bien el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños. Cuando uno se detiene a meditar y rezar sobre el texto sagrado, entonces se puede hablar con el corazón para alcanzar los corazones de las personas que escuchan, expresando lo esencial con vistas a que se comprenda y dé fruto. Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1 Ts 2,13).

Es bueno que también los catequistas, por el ministerio que realizan de ayudar a crecer en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través de la familiaridad y el estudio de la Sagrada Escritura, para favorecer un verdadero diálogo entre quienes los escuchan y la Palabra de Dios.

6. Antes de reunirse con los discípulos, que estaban encerrados en casa, y de abrirles el entendimiento para comprender las Escrituras (cf. Lc 24,44-45), el Resucitado se aparece a dos de ellos en el camino que lleva de Jerusalén a Emaús (cf. Lc 24,13-35). La narración del evangelista Lucas indica que es el mismo día de la Resurrección, es decir el domingo. Aquellos dos discípulos discuten sobre los últimos acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús. Su camino está marcado por la tristeza y la desilusión a causa del trágico final de Jesús. Esperaban que Él fuera el Mesías libertador, y se encuentran ante el escándalo del Crucificado. Con discreción, el mismo Resucitado se acerca y camina con los discípulos, pero ellos no lo reconocen (cf. v. 16). A lo largo del camino, el Señor los interroga, dándose cuenta de que no han comprendido el sentido de su pasión y su muerte; los llama «necios y torpes» (v. 25) y «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras» (v. 27). Cristo es el primer exegeta. No sólo las Escrituras antiguas anticiparon lo que Él iba a realizar, sino que Él mismo quiso ser fiel a esa Palabra para evidenciar la única historia de salvación que alcanza su plenitud en Cristo.

7. La Biblia, por tanto, en cuanto Sagrada Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar los sufrimientos para entrar en la gloria (cf. v. 26). No sólo una parte, sino toda la Escritura habla de Él. Su muerte y resurrección son indescifrables sin ella. Por esto una de las confesiones de fe más antiguas pone de relieve que Cristo «murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas» (1 Co 15,3-5). Puesto que las Escrituras hablan de Cristo, nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos.

Es profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes. Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cf. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal.

8. El “viaje” del Resucitado con los discípulos de Emaús concluye con la cena. El misterioso Viandante acepta la insistente petición que le dirigen aquellos dos: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída» (Lc 24,29). Se sientan a la mesa, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo ofrece a ellos. En ese momento sus ojos se abren y lo reconocen (cf. v. 31).

Esta escena nos hace comprender el inseparable vínculo entre la Sagrada Escritura y la Eucaristía. El Concilio Vaticano II nos enseña: «la Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» (Const. dogm. Dei Verbum, 21).

El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre las personas que se pertenecen. Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera.

La Sagrada Escritura y los Sacramentos no se pueden separar. Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados por la Palabra, se manifiestan más claramente como la meta de un camino en el que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción salvadora. Es necesario, en este contexto, no olvidar la enseñanza del libro del Apocalipsis, cuando dice que el Señor está a la puerta y llama. Si alguno escucha su voz y le abre, Él entra para cenar juntos (cf. 3,20). Jesucristo llama a nuestra puerta a través de la Sagrada Escritura; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros.

9. En la Segunda Carta a Timoteo, que constituye de algún modo su testamento espiritual, san Pablo recomienda a su fiel colaborador que lea constantemente la Sagrada Escritura. El Apóstol está convencido de que «toda Escritura es inspirada por Dios es también útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar» (3,16). Esta recomendación de Pablo a Timoteo constituye una base sobre la que la Constitución conciliar Dei Verbum trata el gran tema de la inspiración de la Sagrada Escritura, un fundamento del que emergen en particular la finalidad salvífica, la dimensión espiritual y el principio de la encarnación de la Sagrada Escritura.

Al evocar sobre todo la recomendación de Pablo a Timoteo, la Dei Verbum subraya que «los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (n. 11). Puesto que las mismas instruyen en vista a la salvación por la fe en Cristo (cf. 2 Tm 3,15), las verdades contenidas en ellas sirven para nuestra salvación. La Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la persona. El innegable fundamento histórico de los libros contenidos en el texto sagrado no debe hacernos olvidar esta finalidad primordial: nuestra salvación. Todo está dirigido a esta finalidad inscrita en la naturaleza misma de la Biblia, que está compuesta como historia de salvación en la que Dios habla y actúa para ir al encuentro de todos los hombres y salvarlos del mal y de la muerte.

Para alcanzar esa finalidad salvífica, la Sagrada Escritura bajo la acción del Espíritu Santo transforma en Palabra de Dios la palabra de los hombres escrita de manera humana (cf. Const. dogm. Dei Verbum, 12). El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental. Sin su acción, el riesgo de permanecer encerrados en el mero texto escrito estaría siempre presente, facilitando una interpretación fundamentalista, de la que es necesario alejarse para no traicionar el carácter inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado posee. Como recuerda el Apóstol: «La letra mata, mientras que el Espíritu da vida» (2 Co 3,6). El Espíritu Santo, por tanto, transforma la Sagrada Escritura en Palabra viva de Dios, vivida y transmitida en la fe de su pueblo santo.

10. La acción del Espíritu Santo no se refiere sólo a la formación de la Sagrada Escritura, sino que actúa también en aquellos que se ponen a la escucha de la Palabra de Dios. Es importante la afirmación de los Padres conciliares, según la cual la Sagrada Escritura «se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» (Const. dogm. Dei Verbum, 12). Con Jesucristo la revelación de Dios alcanza su culminación y su plenitud; aun así, el Espíritu Santo continúa su acción. De hecho, sería reductivo limitar la acción del Espíritu Santo sólo a la naturaleza divinamente inspirada de la Sagrada Escritura y a sus distintos autores. Por tanto, es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente (cf. ibíd., 10) y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual. En este sentido podemos comprender las palabras de Jesús cuando, a los discípulos que le confirman haber entendido el significado de sus parábolas, les dice: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo» (Mt 13,52).

11. La Dei Verbum afirma, además, que «la Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (n. 13). Es como decir que la Encarnación del Verbo de Dios da forma y sentido a la relación entre la Palabra de Dios y el lenguaje humano, con sus condiciones históricas y culturales. En este acontecimiento toma forma la Tradición, que también es Palabra de Dios (cf. ibíd., 9). A menudo se corre el riesgo de separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única fuente de la Revelación. El carácter escrito de la primera no le quita nada a su ser plenamente palabra viva; así como la Tradición viva de la Iglesia, que la transmite constantemente de generación en generación a lo largo de los siglos, tiene el libro sagrado como «regla suprema de la fe» (ibíd., 21). Por otra parte, antes de convertirse en texto escrito, la Sagrada Escritura se transmitió oralmente y se mantuvo viva por la fe de un pueblo que la reconocía como su historia y su principio de identidad en medio de muchos otros pueblos. Por consiguiente, la fe bíblica se basa en la Palabra viva, no en un libro.

12. Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira. Todo el texto sagrado tiene una función profética: no se refiere al futuro, sino al presente de aquellos que se nutren de esta Palabra. Jesús mismo lo afirma claramente al comienzo de su ministerio: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). Quien se alimenta de la Palabra de Dios todos los días se convierte, como Jesús, en contemporáneo de las personas que encuentra; no tiene tentación de caer en nostalgias estériles por el pasado, ni en utopías desencarnadas hacia el futuro.

La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura. Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3). También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10).

La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (cf. 1 P 3,15-16). Por su parte, la amargura se percibe frecuentemente cuando comprobamos cuán difícil es para nosotros vivirla de manera coherente, o cuando experimentamos su rechazo porque no se considera válida para dar sentido a la vida. Por tanto, es necesario no acostumbrarse nunca a la Palabra de Dios, sino nutrirse de ella para descubrir y vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.

13. Otra interpelación que procede de la Sagrada Escritura se refiere a la caridad. La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. La vida de Jesús es la expresión plena y perfecta de este amor divino que no se queda con nada para sí mismo, sino que se ofrece a todos incondicionalmente. En la parábola del pobre Lázaro encontramos una indicación valiosa. Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver al pobre en el seno de Abrahán, pide ser enviado a sus hermanos para aconsejarles que vivan el amor al prójimo, para evitar que ellos también sufran sus propios tormentos. La respuesta de Abrahán es aguda: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen» (Lc 16,29). Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.

14. Uno de los episodios más significativos de la relación entre Jesús y los discípulos es el relato de la Transfiguración. Jesús sube a la montaña para rezar con Pedro, Santiago y Juan. Los evangelistas recuerdan que, mientras el rostro y la ropa de Jesús resplandecían, dos hombres conversaban con Él: Moisés y Elías, que encarnan la Ley y los Profetas, es decir, la Sagrada Escritura. La reacción de Pedro ante esa visión está llena de un asombro gozoso: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Lc 9,33). En aquel momento una nube los cubrió con su sombra y los discípulos se llenaron de temor.

La Transfiguración hace referencia a la fiesta de las Tiendas, cuando Esdras y Nehemías leían el texto sagrado al pueblo, después de su regreso del exilio. Al mismo tiempo, anticipa la gloria de Jesús en preparación para el escándalo de la pasión, gloria divina que es aludida por la nube que envuelve a los discípulos, símbolo de la presencia del Señor. Esta Transfiguración es similar a la de la Sagrada Escritura, que se trasciende a sí misma cuando alimenta la vida de los creyentes. Como recuerda la Verbum Domini: «Para restablecer la articulación entre los diferentes sentidos escriturísticos es decisivo comprender el paso de la letra al espíritu. No se trata de un paso automático y espontáneo; se necesita más bien trascender la letra» (n. 38).

15. En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cf. Lc 1,45). La bienaventuranza de María precede a todas las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús para los pobres, los afligidos, los mansos, los pacificadores y los perseguidos, porque es la condición necesaria para cualquier otra bienaventuranza. Ningún pobre es bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento de la Palabra de Dios. Lo recuerda un gran discípulo y maestro de la Sagrada Escritura, san Agustín: «Entre la multitud ciertas personas dijeron admiradas: “Feliz el vientre que te llevó”; y Él: “Más bien, felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios”. Esto equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la Palabra de Dios; no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne» (Tratados sobre el evangelio de Juan, 10,3).

Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14).

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 30 de septiembre de 2019.     
Memoria litúrgica de San Jerónimo en el inicio del 1600 aniversario de la muerte.

 FRANCISCO

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[1] Cf. AAS 102 (2010), 692-787.

[2] «La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados. Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser recibido» (Exhort. ap. Verbum Domini, 56).

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