domingo, 29 de abril de 2018

Significado de Salud

La palabra “salud” viene del latín “salus, salutis” y significa “salud, salvación”; también puede significar “saludo” en la expresión “salutem dicere”, es decir, “saludar”, a veces escrito en abreviatura: S.D.

De ahí derivan el verbo “salutare” que quiere decir “saludar, desear salud” y el adjetivo “salutaris” que quiere decir “saludable, salvadora”.

La raíz de la palabra “salud” está en el adjetivo “salvus” que significa “intacto, entero, a salvo”

Ver también Enfermedad  

Significado de Enfermedad

La palabra “enfermedad” viene del latín “in-firmitas” que significa "falta de firmeza", o sea debilidad.

El prefijo latino “in-“ indica negación; “firm-” procede del adjetivo “firmus” que significa “fuerte”; y el sufijo latino “ítat” indica abstracción o cualidad.

Concretamente, “enfermedad” deriva del adjetivo “infirmus” que significa “falta de solidez y salud”, de donde también procede la palabra “enfermo”.

Ver también Salud  

Significado de Misión

La palabra misión quiere decir “envío, encargo” y viene del latín “missio”, compuesto con sufijo -sio (-sión, acción y efecto) sobre el supino del verbo “mittere” (enviar, el participio es “missus”: misa). Esa misión se llama también “ministerio” o “servicio”.

Ver también Misa  

sábado, 28 de abril de 2018

DOMINGO DE LA 5 SEMANA DE PASCUA, Año B (Lecturas)

Hechos 9,26-31
Salmo 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
1 Juan 3,18-24
Juan 15,1-8

Hechos 9,26-31

Cuando Pablo regresó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no creían que se hubiera convertido en discípulo. Entonces, Bernabé lo presentó a los apóstoles y les refirió cómo Saulo había visto al Señor en el camino, cómo el Señor le había hablado y cómo él había predicado, en Damasco, con valentía, en el nombre de Jesús. Desde entonces, vivió con ellos en Jerusalén, iba y venía, predicando abiertamente en el nombre del Señor, hablaba y discutía con los judíos de habla griega y éstos intentaban matarlo. Al enterarse de esto, los hermanos condujeron a Pablo a Cesarea y lo despacharon a Tarso. En aquellos días, las comunidades cristianas gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, con lo cual se iban consolidando, progresaban en la fidelidad a Dios y se multiplicaban, animadas por el Espíritu Santo.

Salmo 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Le cumpliré mis promesas al Señor
delante de sus fieles.
Los pobres comerán hasta saciarse
y alabarán al Señor los que lo buscan:
su corazón ha de vivir para siempre.
R. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Recordarán al Señor y volverán a él
desde los últimos lugares del mundo;
en su presencia se postrarán
todas las familias de los pueblos.
Sólo ante él se postrarán todos los que mueren.
R. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

Mi descendencia lo servirá
y le contará a la siguiente generación,
al pueblo que ha de nacer,
la justicia del Señor y todo lo que él ha hecho.
R. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea

1 Juan 3,18-24

Hijos míos: No amemos solamente de palabra; amemos de verdad y con las obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y delante de Dios tranquilizaremos nuestra conciencia de cualquier cosa que ella nos reprochare, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y todo lo conoce. Si nuestra conciencia no nos remuerde, entonces, hermanos míos, nuestra confianza en Dios es total. Puesto que cumplimos los mandamientos de Dios y hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de él todo lo que le pidamos. Ahora bien, éste es su mandamiento: que creamos en la persona de Jesucristo, su Hijo, y nos amemos los unos a los otros, conforme al precepto que nos dio. Quien cumple sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él. En esto conocemos, por el Espíritu que él nos ha dado, que él permanece en nosotros.

Juan 15,1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes,si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Juan 15,1-8: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador"

Juan 15,1-8
Domingo de la 5 Semana de Pascua, Año B
Miércoles de la 5 Semana de Pascua
23 de julio: Santa Brígida

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes,si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

SOBRE EL MISMO TEMA:  
Todo sarmiento que da fruto... lo poda
Permaneced en mi amor  
Creer  

Juan 15,1-8: Creer, por José Antonio Pagola

Juan 15,1-8

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes,si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Comentario por José Antonio Pagola
Creer

La fe no es una impresión o emoción del corazón. Sin duda, el creyente siente su fe, la experimenta y la disfruta, pero sería un error reducirla a «sentimentalismo». La fe no es algo que dependa de los sentimientos: «Ya no siento nada; debo de estar perdiendo la fe». Ser creyentes es una actitud responsable y razonada.

La fe no es tampoco una opinión personal. El creyente se compromete personalmente a creer en Dios, pero la fe no puede ser reducida a «subjetivismo»: «Yo tengo mis ideas y creo lo que a mí me parece». La realidad de Dios no depende de mí ni la fe cristiana es fabricación de uno. Brota de la acción de Dios en nosotros.

La fe no es tampoco una costumbre o tradición recibida de los padres. Es bueno nacer en una familia creyente y recibir desde niño una orientación cristiana de la vida, pero sería muy pobre reducir la fe a «costumbre religiosa»: «En mi familia siempre hemos sido muy de Iglesia». La fe es una decisión personal de cada uno.

La fe no es tampoco una receta moral. Creer en Dios tiene sus exigencias, pero sería una equivocación reducirlo todo a «moralismo»: «Yo respeto a todos y no hago mal a nadie». La fe es, además, amor a Dios, compromiso por un mundo más humano, esperanza de vida eterna, acción de gracias, celebración.

La fe no es tampoco un «tranquilizante». Creer en Dios es, sin duda, fuente de paz, consuelo y serenidad, pero la fe no es solo un «agarradero» para los momentos críticos: «Yo, cuando me encuentro en apuros, acudo a la Virgen». Creer es el mejor estímulo para luchar, trabajar y vivir de manera digna y responsable.

La fe cristiana empieza a despertarse en nosotros cuando nos encontramos con Jesús. El cristiano es una persona que se encuentra con Cristo, y en él va descubriendo a un Dios Amor que cada día le atrae más. Lo dice muy bien Juan: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es Amor» (1 Juan 4,16).

Esta fe crece y da frutos solo cuando permanecemos día a día unidos a Cristo, es decir, motivados y sostenidos por su Espíritu y su Palabra: «El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada».

Juan 15,1-8: Todo sarmiento que da fruto... lo poda, por Raniero Cantalamessa

Juan 15,1-8 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto. Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes,si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde. Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.

Comentario por Raniero Cantalamesa, ofm
Todo sarmiento que da fruto... lo poda 

«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto». 

En su enseñanza Jesús parte con frecuencia de cosas familiares para cuantos le escuchan, cosas que estaban ante los ojos de todos. Esta vez nos habla con la imagen de la vid y los sarmientos.

Jesús expone dos casos. El primero, negativo: el sarmiento está seco, no da fruto, así que es cortado y desechado; el segundo, positivo: el sarmiento está aún vivo y sano, por lo que es podado.

Este contraste nos dice que la poda no es un acto hostil hacia el sarmiento. El viñador espera todavía mucho de él, sabe que puede dar frutos, tiene confianza en él. Lo mismo ocurre en el plano espiritual. Cuando Dios interviene en nuestra vida con la cruz, no quiere decir que esté irritado con nosotros. Justamente lo contrario.

Pero ¿por qué el viñador poda el sarmiento y hace «llorar», como se suele decir, a la vid? Por un motivo muy sencillo: si no es podada, la fuerza de la vid se desperdicia, dará tal vez más racimos de lo debido, con la consecuencia de que no todos maduren y de que descienda la graduación del vino. Si permanece mucho tiempo sin ser podada, la vid hasta se asilvestra y produce sólo pámpanos y uva silvestre.

Lo mismo ocurre en nuestra vida. Vivir es elegir, y elegir es renunciar. La persona que en la vida quiere hacer demasiadas cosas, o cultiva una infinidad de intereses y de aficiones, se dispersa; no sobresaldrá en nada. Hay que tener el valor de hacer elecciones, de dejar aparte algunos intereses secundarios para concentrarse en otros primarios. ¡Podar!

Esto es aún más verdadero en la vida espiritual.

La santidad se parece a la escultura. Leonardo da Vinci definió la escultura como «el arte de quitar». Las otras artes consisten en poner algo: color en el lienzo en la pintura, piedra sobre piedra en la arquitectura, nota tras nota en la música. Sólo la escultura consiste en quitar: quitar los pedazos de mármol que están de más para que surja la figura que se tiene en la mente. También la perfección cristiana se obtiene así, quitando, haciendo caer los pedazos inútiles, esto es, los deseos, ambiciones, proyectos y tendencias carnales que nos dispersan por todas partes y no nos dejan acabar nada.

Un día, Miguel Ángel, paseando por un jardín de Florencia, vio, en una esquina, un bloque de mármol que asomaba desde debajo de la tierra, medio cubierto de hierba y barro. Se paró en seco, como si hubiera visto a alguien, y dirigiéndose a los amigos que estaban con él exclamó: «En ese bloque de mármol está encerrado un ángel; debo sacarlo fuera». Y armado de cincel empezó a trabajar aquel bloque hasta que surgió la figura de un bello ángel.

También Dios nos mira y nos ve así: como bloques de piedra aún informes, y dice para sí: «Ahí dentro está escondida una criatura nueva y bella que espera salir a la luz; más aún, está escondida la imagen de mi propio Hijo Jesucristo [nosotros estamos destinados a «reproducir la imagen de su Hijo» (Rm 8, 29. Ndt)]; ¡quiero sacarla fuera!». ¿Entonces qué hace? Toma el cincel, que es la cruz, y comienza a trabajarnos; toma las tijeras de podar y empieza a hacerlo. ¡No debemos pensar en quién sabe qué cruces terribles! Normalmente Él no añade nada a lo que la vida, por sí sola, presenta de sufrimiento, fatiga, tribulaciones; sólo hace que todas estas cosas sirvan para nuestra purificación. Nos ayuda a no desperdiciarlas. 

Hechos 13,14.43-52: Pablo y Bernabé entre los paganos

Hechos 13,14.43-52
14 de febrero: Santos Cirilo y Metodio
Sábado de la 4 Semana de Pascua, Año B (13,44-52)
Domingo de la 4 Semana de Pascua, Año C

14 Pero ellos (Pablo y Bernabé) continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. 
     El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. (...)

43 Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo 
     y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
44 Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios.
45 Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo.
46 Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: "A ustedes debíamos anunciar en primer lugar 
     la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, 
     nos dirigimos ahora a los paganos.
47 Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, 
     para llevar la salvación hasta los confines de la tierra".
48 Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra del Señor, 
     y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe.
49 Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.
50 Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia 
     y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, 
     y los echaron de su territorio.
51 Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio.
52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

lunes, 9 de abril de 2018

9 de abril: Ordenación Sacerdotal de San José Manyanet

¿Por qué este año la Anunciación del Señor no se celebra el 25 de marzo?

La Iglesia celebra la Anunciación del Señor el 25 de marzo, sin embargo este 2018 este día coincide con el Domingo de Ramos y la solemnidad ha sido trasladada al 9 de abril. Esto se debe a que el año litúrgico depende de los calendarios solar y lunar. El calendario solar se utiliza para determinar la celebración de la Navidad (25 de diciembre), y de solemnidades como San Pedro y San Pablo (29 de junio), la Inmaculada Concepción (8 de diciembre), o la Anunciación del Señor (25 de marzo).

Sin embargo, se usa el calendario lunar para determinar la fecha de la Pascua. Ello hace que en ocasiones alguna fiesta o solemnidad, como el anuncio del Arcángel Gabriel a la Virgen María, coincida con la Semana Santa; y por ello su celebración deba ser trasladada a otra fecha.

Hay una tabla de precedencias elaborada por la Iglesia para determinar qué celebración es de mayor importancia. Esta tabla a su vez está dividida en tres grupos, dentro de los cuales también hay una numeración que establece la prevalencia.

En el caso de la Anunciación y la Semana Santa, ambas están en el primer grupo. Sin embargo, la Semana Santa -que incluye el Domingo de Ramos- y los días de la Octava de Pascua tienen número 2, mientras que las solemnidades del Señor y de la Virgen María tienen el número 3. Por ello, la celebración de estas últimas deben ser trasladadas para una fecha posterior.

¿Por qué el 9 de abril? Porque otra regla de la Iglesia indica que si un año una solemnidad coincide con una celebración de mayor grado, la solemnidad debe celebrarse en el día siguiente que no esté impedido.

Por ejemplo, este 2018 la fecha en que habitualmente se celebra la Anunciación del Señor caerá en Domingo de Ramos. Por eso, deberá trasladarse al día siguiente en que no haya impedimento, que es el 9 de abril, lunes de la segunda semana de Pascua.

El camino de la Iglesia es el de la franqueza, decir las cosas con libertad, por el papa Francisco


Francisco dice que el camino de la Iglesia 
es el de la «franqueza», «decir las cosas con libertad»

El camino de la Iglesia es el de la “franqueza”, “decir las cosas, con libertad”. Estas son las palabras del papa Francisco durante la celebración matutina de la Santa Misa en la capilla de la Casa Santa Marta este lunes 13 de abril.

El Santo Padre mencionó además que, como lo experimentaron los apóstoles después de la resurrección de Jesús, solo el Espíritu Santo es capaz de cambiar nuestra actitud, la historia de nuestra vida y darnos valor.

“No podemos callar lo que hemos visto y oído”. El Pontífice desarrolló su homilía de este lunes, a partir de esta afirmación de Pedro y Juan, tomada de los Hechos de los Apóstoles, en la Primera Lectura.

El papa Francisco recordó que Pedro y Juan, después de haber realizado un milagro, habían sido encarcelados y amenazados por los sacerdotes para que no hablasen más en el nombre de Jesús, pero ellos siguen adelante y cuando vuelven donde los hermanos les animan a proclamar la Palabra de Dios “con franqueza”. Y, piden al Señor para que dirija “la mirada a sus amenazas” y conceda “a sus siervos” que “no huyan”, “para proclamar con toda franqueza” su Palabra.

“También hoy el mensaje de la Iglesia es el mensaje del camino de la franqueza, del camino del valor cristiano. Estos dos, sencillos --como dice la Biblia-- sin formación, tuvieron el valor. Una palabra que puede traducirse como ´valor´, ´franqueza´, ´libertad para hablar´, ´no tener miedo de decir las cosas´... Es una palabra que tiene muchos significados, en el original. La parresía, aquella franqueza... Y del temor pasaron a la ´franqueza´, a decir las cosas con libertad”.

A continuación, el Santo Padre reflexionó sobre el pasaje del Evangelio de hoy que narra el diálogo “un poco misterioso entre Jesús y Nicodemo”, sobre el “segundo nacimiento”, sobre “tener una vida nueva, diferente de la primera”.

El Pontífice subrayó que también en esta historia, “en este itinerario de la franqueza”, el “verdadero protagonista” es “precisamente el Espíritu Santo”, "porque Él es el único capaz de darnos esta gracia de la valentía de anunciar a Jesucristo”.

"Y esta valentía del anuncio es lo que nos distingue del simple proselitismo. Nosotros no hacemos publicidad para tener más ´socios´ en nuestra ´sociedad espiritual´, ¿no? Esto no sirve. No sirve, no es cristiano. Lo que el cristiano hace es anunciar con valentía y el anuncio de Jesucristo provoca, a través del Espíritu Santo, el asombro que nos hace avanzar”.

El verdadero protagonista de todo esto, insistió, es el Espíritu Santo. Cuando Jesús habla de “nacer de nuevo”, dijo, nos hace entender que es “el Espíritu el que nos cambia, el que viene de cualquier parte, como el viento: escuchemos su voz”. Y, prosiguió, “solo el Espíritu es capaz de cambiar nuestra actitud”, de “cambiar la historia de nuestra vida, cambiar nuestra pertenencia”.

Es el Espíritu, recordó, el que “da esta fuerza a estos hombres sencillos y sin formación”, como Pedro y Juan, “esta fuerza para anunciar a Jesucristo hasta el testimonio último: el martirio”.

“El camino del valor cristiano es una gracia que da el Espíritu Santo. Hay tantos caminos que podemos tomar, que también nos dan una cierta valentía. ´¡Pero mira que valiente, la decisión que tomó! Y mira este, mira como hizo bien este plan, como organizó las cosas, ¡que bueno!´: Esto ayuda, pero es un instrumento de otra cosa más grande: el Espíritu. Si no hay el Espíritu, podemos hacer tantas cosas, tanto trabajo, pero no sirve de nada”.

La Iglesia, añadió el papa Francisco, después de Pascua “nos prepara para recibir al Espíritu Santo”. Para ello, fue su exhortación final, ahora, “en la celebración del misterio de la muerte y resurrección de Jesús, podemos recordar toda la historia de la salvación” y “pedir la gracia para recibir el Espíritu para que nos dé la verdadera valentía de anunciar a Jesucristo”.

Fuente: religionenlibertad.com

lunes, 2 de abril de 2018

Mateo 28,8-15: Aparición de Jesús a las mujeres

Mateo 28,8-15
Lunes de la Octava Pascua

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»  Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.  Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

SOBRE EL MISMO TEMA:
Sobre la aparición de Jesús a las mujeres:
  Aparición de Jesús a las mujeres 
  Dos encuentros diferentes
Sobre la Octava de Pascua: 
  La gran fiesta cristiana
Sobre los hermanos de Jesús: 
  Los hermanos de Jesús
  Sobre los hermanos de Jesús 

Mateo 28,8-15: Aparición a las mujeres

Mateo 28,8-15   

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»  Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.  Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

— Aparición a las mujeres

Mateo ha recogido, para refutarla, la presencia de guardias en la tumba de Jesús. Eso explica algunas diferencias respecto a los otros evangelios. Dado que el sepulcro está sellado y vigilado, las mujeres se acercan simplemente a verlo. La presencia de la guardia implica que encuentren el sepulcro todavía cerrado y que se abra por la intervención sobrenatural de un ángel. El evangelista se burla de los guardias: los que estaban encargados de custodiar a un muerto y de intimidar a eventuales ladrones se quedan como muertos de miedo (v. 4).

Las mujeres, en cambio, no deben temer, porque ellas buscan a Jesús. Su fidelidad al Maestro en la hora del dolor (27,55.61) obtiene un anuncio sorprendente: «No está aquí, ha resucitado» (v. 6). Se las invita a constatar que el sepulcro está vacío: de este modo se convierten en testigos autorizados precisamente las mujeres, cuyo testimonio no era considerado válido en el mundo judío.

La secuencia de los verbos y de los adverbios (vv 6b-7) expresa la urgencia de la misión confiada a las discípulas, que la acogen con una entrega total. La gran alegría que las anima se multiplica cuando el Resucitado en persona es quien la otorga, saliéndoles al encuentro.

La carrera de las mujeres se detiene a los pies de Jesús. El mismo Señor les repite las palabras tranquilizadoras: «No temáis», y les confirma la tarea del anuncio a aquellos a los que llama «mis hermanos». La carrera de la palabra vuelve a partir para suscitar la fe, pero, al mismo tiempo, se difunde la calumnia de la incredulidad: a la primera la impulsa la alegría, mientras que la segunda pone en ridículo a sus mismos autores (vv. 11-15).

Alborear del primer día después del sábado, alborear de una creación nueva: Jesús ha realizado en la tierra la obra que el Padre le encomendó (cf. Jn 17,4), y en el séptimo día reposó en el seno de la misma tierra para preparar su transfiguración desde dentro. Sin embargo, no todos son capaces de captar lo que está sucediendo, puesto que sólo la fe y el amor iluminan la mirada interior. Los guardias del sepulcro ven también la intervención sobrenatural; sin embargo, quedan presos, primero, del terror y, después, de la avidez y de la mentira.

En cambio, ¡cuánta luz inunda el corazón de las discípulas de Jesús, mujeres humildes. En la oscuridad del sepulcro vacío se enciende la antorcha de su fe, que de inmediato se vuelve misión, camino hacia los hermanos. Tampoco faltan nunca, en la vida, las noches de la ausencia o incluso de la «muerte de Dios», cuando la esperanza parece verdaderamente sepultada bajo la decepción, bajo los repetidos fracasos. Sin embargo, el Señor prepara en esa oscuridad nuestra misma resurrección, la nueva criatura muerta al pecado y viva para Dios.

Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle (cf. 27,55) no renuncian a seguirle y a servirle también cuando, con su muerte, todo parece acabado. Por su perseverancia y entrega las espera el Resucitado; también nos espera a nosotros, precisamente allí donde son más densas las tinieblas, para introducirnos en su misterio pascual. Allí donde nosotros ya no esperaríamos nada, Cristo nos ha preparado la alegría de un encuentro para hacernos verdaderos discípulos suyos y enviarnos, en su nombre, a nuestros hermanos.

Mateo 28,8-15: La gran fiesta cristiana

Mateo 28,8-15 

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»  Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.  Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

— La gran fiesta cristiana

Socialmente las celebraciones de Semana Santa terminan el mismo domingo de Pascua, en que se apagan los cirios de los pasos y callan las trompetas y los tambores de las procesiones. Está claro que vivimos más un cristianismo de Viernes Santo que de Domingo de Resurrección, es decir, más doloroso que jubiloso.

Sin embargo, la culminación de todas las celebraciones y “la fiesta de las fiestas” es la Vigilia Pascual. Las primeras comunidades cristianas la prolongaban durante toda la noche hasta que asomaba el sol por el horizonte, al que aclamaban como símbolo de Cristo, vencedor con su resurrección del pecado y de la muerte.

La Octava de Pascua

En la Vigilia Pascual tenía lugar la solemne celebración del bautismo de los catecúmenos. Los recién bautizados llevaban durante toda la semana túnicas blancas en señal de fiesta grande. La relevancia litúrgica responde a la teológica, y ha de ser la clave de la espiritualidad del cristiano. Estamos en el corazón mismo del misterio cristiano.

Hay comunidades cristianas que han recuperado esta celebración jubilosa y larga. Si los cincuenta días del tiempo pascual constituyen una sola y única fiesta, un “gran domingo”, según san Atanasio, la primera semana, la “octava”, goza de gran relieve, de modo que no se permite ninguna otra celebración.

Y es que la resurrección de Jesús no es un acontecimiento que le afecte únicamente a él, como si se tratara de la coronación de un héroe. En Jesús de Nazaret hemos resucitado todos pues somos un solo cuerpo (1 Co 15,23; 12,13). Él es la clave para entender al hombre y la historia; con él, la revelación llega a su plenitud y nace el hombre nuevo.

Por eso el anuncio (kerigma) de los apóstoles consistió en proclamar: “A Jesús lo crucificasteis y lo matasteis; Dios, sin embargo, lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte” (Hch 2,22-24). La pascua de Cristo nos señala el camino: “Si morimos con él, como el grano de trigo, entregando la vida, viviremos con él acumulando la vida que entregamos (2 Tm 2,11; Jn 12,24).

El Señor está con nosotros

Jesús, al resucitar, no ha emigrado a una lejana galaxia sino que ha iniciado una nueva forma de presencia espiritual que no está condicionada por las categorías de tiempo y espacio, y que por ello es omnipresencia (Mt 28,20).

La Pascua es celebración de esta presencia de Jesús resucitado y de su Espíritu entre nosotros. Éste es el sentido de los relatos pascuales, en los que se muestra a Cristo compartiendo con los suyos Palabra y Pan (Lc 24,30-32), pan y peces (Jn 21,13). Por eso Marcos levanta acta: “El Señor cooperaba confirmando el mensaje con las señales” (Mc 16,20).

Él se manifiesta en los sacramentos y en el hermano, pero sólo se le descubre con mirada de fe. Por eso, el espíritu pascual es para todo año. La auténtica espiritualidad cristiana es pascual, siempre más gozosa y más dinamizadora. Brota de la presencia del Resucitado, que infunde alegría y confianza.

Jesús se nos manifiesta para que lo anunciemos. Él constituye a las mujeres amigas en testigos, aun cuando eran recusadas para tal función por el derecho judío: “Id a anunciar a mis hermanos”. Todo encuentro con el Señor es una misión.

Contraste con la comunidad judía

Los testigos se encuentran con el Resucitado pero no saben cómo ha ocurrido información. Se trata de un acontecimiento sobrenatural, admisible desde la fe y por los signos de la fe. Para los que cierran el corazón a ella, la resurrección queda en el terreno de la leyenda. Es el caso de muchos judíos.

En el momento en que Mateo escribe su evangelio continúa el acoso de la sinagoga a las comunidades cristianas. La existencia de la comunidad de Jerusalén y su predicación eran una denuncia constante contra las autoridades judías porque significaba que ya había tenido lugar la definitiva intervención de Dios en la historia y habían comenzado los tiempos últimos.

Que los judíos siguiesen esperando todo esto para el futuro estaba, por tanto, fuera de lugar. Ellos habían perdido su razón de ser y debían convertirse a la nueva realidad. En lugar de hacerlo, divulgan la calumnia de que los discípulos habían desaparecido el cadáver de Jesús. El relato de Mateo es la respuesta a la calumnia.

Mateo 28,8-15: Dos encuentros diferentes

Mateo 28,8-15

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos.»  Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido.  Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

— Dos encuentro diferentes

El pasaje bíblico narra dos encuentros diferentes: el primero, entre Jesús y las mujeres, cuando éstas iban de camino para llevar el mensaje de la resurrección a los discípulos (vv 8-10); el segundo, entre los sumos sacerdotes y los guardianes del sepulcro (vv. 11-15).

El hecho central sigue siendo la tumba vacía, y, sobre ésta, Mateo nos ofrece dos posibles interpretaciones: o bien Jesús ha resucitado, o bien ha sido robado por sus discípulos. Al lector le corresponde la elección, que no es, ciertamente, la de la mentira organizada por los sumos sacerdotes, sino la del testimonio dado por las mujeres. A ellas les dice Jesús: “Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (v 10).

No es difícil ver en el texto el trasfondo de una polémica entre los jefes del pueblo y los discípulos de Jesús en torno a la resurrección de Jesús. Mateo escribió su evangelio cuando todavía estaba vivo el contraste entre la comunidad cristiana del siglo I y las autoridades judías, que rechazan a Jesús como Mesías, esperando a otro salvador.

La resurrección será siempre un signo de contradicción para todos: para los que están abiertos a la fe y al amor, es fuente de vida y salvación; para los que la rechazan, se vuelve motivo de juicio y condena.

“Vosotros le matasteis, pero Dios le ha resucitado”

Esta es la primera predicación apostólica. Pedro y la Iglesia existen para repetir a lo largo de los siglos este anuncio. Un anuncio sorprendente, aunque no de una idea, sino de un hecho que contiene toda la dimensión negativa de la historia y toda la dimensión positiva de la voluntad de Dios, mostrando el poder destructivo de la maldad humana y el poder de reconstrucción de la bondad ilimitada de Dios.

Soy apóstol en la medida en que anuncio esta realidad, me siento identificado con este anuncio, tengo el valor de descubrir y de repetir, en las mil formas diferentes de la vida diaria, que el mal ha sido vencido y que será vencido, que el amor es más fuerte que el odio, que no hay tinieblas que no puedan ser vencidas por el poder de Dios, porque Cristo ha resucitado.

Soy apóstol si anuncio la resurrección de Cristo con mi boca, con una actitud positiva hacia la vida, con el optimismo de quien sabe que el Padre quiere liberarme también a mí, también a nosotros, “de las ataduras de la muerte”.