sábado, 31 de marzo de 2018

LECTURAS DE LA VIGILIA PASCUAL, B

O bien, cuando hay bautizos:
Is 12,2-3,4bcd.5-6
O bien:
Salmo 50,12-13.14-15.18-19 

OCTAVA LECTURA
Romanos 6, 3-11
Salmo 117, 1-2.16-17.22-23

NOVENA LECTURA (Evangelio, año B)
Marcos 16,1-7

Isaías 12,2-3,4bcd.5-6

Vigilia Pascual 

Isaías 12,2-3,4bcd.5-6
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación

El Señor es mi Dios y salvador,
con él estoy seguro y nada temo.
El Señor es mi protección y mi fuerza
y ha sido mi salvación.
Sacarán agua con gozo
de la fuente de salvación.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación

Den gracias al Señor,
invoquen su nombre,
cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación

Alaben al Señor por sus proezas,
anúncienlas a toda la tierra.
Griten jubilosos, habitantes de Sión,
porque el Dios de Israel
ha sido grande con ustedes.
R. Sacarán agua con gozo de la fuente de la salvación

Salmo 32,4-5.6-7.12-13.20 y 22: La tierra llena está de tus bondades

Vigilia Pascual 

Salmo 32,4-5.6-7.12-13.20 y 22
R. La tierra llena está de tus bondades

Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está sus bondades.
R. La tierra llena está de tus bondades

La palabra del Señor hizo los cielos
y su aliento, los astros.
Los mares encerró como en un odre
Y como en una presa, los océanos.
R. La tierra llena está de tus bondades

Feliz la nación cuyo Dios es el Señor;
dichoso el pueblo que escogió por suyo.
Desde el cielo el Señor, atentamente,
mira a todos los hombres.
R. La tierra llena está de tus bondades

En el Señor está nuestra esperanza,
pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros,
puesto que en ti, Señor, hemos confiado.
R. La tierra llena está de tus bondades

Baruc 3,9-15.32-4,4: Exhortación a volver a la fuente de la sabiduría

Baruc 3,9-15.32-4,4 
Vigilia Pascual 

Escucha, Israel, los mandamientos de vida; presta atención para aprender a discernir. ¿Por qué, Israel, estás en un país de enemigos y has envejecido en una tierra extranjera? ¿Por qué te has contaminado con los muertos, contándote entre los que bajan al Abismo? ¡Tú has abandonado la fuente de la sabiduría! Si hubieras seguido el camino de Dios, vivirías en paz para siempre. Aprende dónde está el discernimiento, dónde está la fuerza y dónde la inteligencia, para conocer al mismo tiempo dónde está la longevidad y la vida, dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién ha encontrado el lugar de la Sabiduría, quién ha penetrado en sus tesoros? Pero el que todo lo sabe, la conoce, la penetró con su inteligencia; el que formó la tierra para siempre, y la llenó de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella sale, la llama, y ella obedece temblando. Las estrellas brillan alegres en sus puestos de guardia: él las llama, y ellas responden: «Aquí estamos», y brillan alegremente para aquel que las creó. ¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él! El penetró todos los caminos de la ciencia y se la dio a Jacob, su servidor, y a Israel, su predilecto. Después de esto apareció sobre la tierra, y vivió entre los hombres. La Sabiduría es el libro de los preceptos de Dios, y la Ley que subsiste eternamente: los que la retienen, alcanzarán la vida, pero los que la abandonan, morirán. Vuélvete, Jacob, y tómala, camina hacia el resplandor, atraído por su luz. No cedas a otro tu gloria, ni tus privilegios a un pueblo extranjero. Felices de nosotros, Israel, porque se nos dio a conocer lo que agrada a Dios.

Ezequiel 36,17a.18-28: Renovación espiritual de Israel

Ezequiel 36,17a.18-28 
Vigilia Pascual 

La palabra del Señor me llegó en estos términos. Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones. Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y por los ídolos con que lo habían contaminado. Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: «Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país.» Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido. Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor : Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mi santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que sigan mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. Ustedes habitarán en la tierra que yo he dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.

Salmo 41,3.5bcd;42,3-4: Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios

Vigilia Pascual 

Salmo 41,3.5bcd;42,3-4
R. Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios

Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios?
R. Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios

¡Cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta!
R. Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas me encaminen
y me guíen a tu santa Montaña,
hasta el lugar donde habitas.
R. Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios

Y llegaré al altar de Dios,
el Dios que es la alegría de mi vida;
y te daré gracias con la cítara,
Señor, Dios mío.
R. Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios

Sobre la Cruz de Jesús estaba escrito el Nombre de Dios


Todos sabemos que en tiempos de Jesús se dejó de pronunciar el nombre de Dios (YHVH) porque para los judíos era demasiado sagrado. Por eso, exceptuando la pésima traducción de la Biblia de los Testigos de Jehova, el nombre de Dios no aparece una sola vez en todo el Nuevo Testamento.

Aunque tal vez sí aparezca una vez… ¡y sobre la Cruz de Jesús! Antes de que me digas que ando inventando cosas, te invito a leer este artículo hasta el final..

Antes hablemos del nombre de Dios

¿Cuál es el nombre de Dios? Los católicos creemos que es Yahveh; los protestantes, Jehova. ¿quién tiene la razón? Obviamente como católico diré que Yahveh, pero como no es el objetivo de este artículo argumentar sobre este punto, convengamos en lo que todos estamos de acuerdo: el nombre de Dios se escribe YHVH (יהוה).

¿En qué parte del Nuevo Testamento dice YHVH?

Hay un pasaje en los Evangelios que te sorprenderá:

“Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos. Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego“ (Jn 19,19-20).

La frase “Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos” se escribe así en estos tres idiomas.

Latín: Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (INRI). El famoso INRI.
Griego:  Ίησους ὁ Ναζωραἲος ὁ βασιλεὺς των  Ίουδαίων (Νβ). Por eso algunos ortodoxos usan INBI en lugar de INRI.

Pero aquí viene la parte genial:
Hebreo: ישוע הנצרי ומלך היהודים (Yehshúa’ Hanotsrí Vemélej Hayehudim)
Las iniciales en hebreo son: יהוה osea YHVH… ¡Sí… el sagrado Nombre de Dios!

Eso explica la furia de los sumos sacerdotes judíos:

“Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: No escribas ‘El Rey de los judíos’, sino ‘Este ha dicho Yo soy Rey de los judíos’. Pilato respondió ‘Lo que he escrito, lo he escrito'” (Jn 19,21-22).

¿Super interesante, verdad? No he visto mucha información al respecto en español, por eso quise compartirla con ustedes. Me parece que puede servir como argumento para afirmar que Yahveh es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo (de hecho, eso es lo que enseña la Iglesia Católica), y no solo Dios Padre como muchos creen en otras confesiones cristianas.

Fuente: memescatolicos.com

viernes, 30 de marzo de 2018

¿Por qué fue Jesús crucificado y no lapidado?

Jesús es condenado por el Sanhedrín por el delito de blasfemia, y no cualquier blasfemia, sino la peor que podría escuchar el oído de un judío. Con toda claridad lo expresa el Evangelio:

“El Sumo Sacerdote le dijo: «Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Dícele Jesús: «Tú lo has dicho. Pero os digo que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo.». Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?» Respondieron ellos diciendo: «Es reo de muerte.»” (Mt. 26,63-66, similar en Mc 14,63-64, una versión algo diferente en Jn 10,36).

El derecho judío es taxativo sobre el delito de blasfemia. La pena que le corresponde la recoge el Levítico:

“Cualquier hombre que maldiga a su Dios, cargará con su pecado. Quien blasfeme el Nombre de Yahvé, será muerto; toda la comunidad lo apedreará.” (Lv 24,15)

Es decir, lapidación. Una pena que dicta el mismo Dios en persona:

“Había entre los israelitas uno que era hijo de una mujer israelita, pero su padre era egipcio. El hijo de la israelita y un hombre de Israel riñeron en el campo, y el hijo de la israelita blasfemó y maldijo el Nombre. Y fue llevado ante Moisés. Su madre se llamaba Selomit, hija de Dibrí, de la tribu de Dan. Lo tuvieron detenido hasta que se decidiera el caso por sentencia de Yahvé. Entonces Yahvé le dijo a Moisés: «Saca al blasfemo fuera del campamento; todos los que lo oyeron pondrán las manos sobre su cabeza, y toda la comunidad lo apedreará. Y dirás a los israelitas: Cualquier hombre que maldiga a su Dios, cargará con su pecado. Quien blasfeme el Nombre de Yahvé, será muerto; toda la comunidad lo apedreará. Sea forastero o nativo, si blasfema el Nombre, morirá”. (Lv 24,10-16).

Siendo así todo esto, la pregunta que hoy nos formulamos es: ¿por qué entonces Jesús fue crucificado y no lapidado? De hecho, el propio Evangelio recoge hasta tres ocasiones en que Jesús está a punto de ser lapidado aunque finalmente se salve. Sin embargo, a la hora de la verdad, no es lapidado sino crucificado.

Pues bien, eso se debe única y exclusivamente al hecho de que el procurador de Judea, Poncio Pilatos, se halla en Jerusalén. De no haber sido así, Jesús habría sido lapidado, -con toda probabilidad sin que ni siquiera hubiera sido necesario ni reunir el Sanhedrín-, y no crucificado.

Al respecto, no se debe olvidar que la sede de la procuraduría romana de Judea no es, por sorprendente que pueda parecer, la capital Jerusalén, sino una pequeña ciudad costera por nombre Cesarea Marítima. Es por tanto en Cesarea Marítima donde reside Poncio Pilatos. Y la pregunta es: ¿y por qué se halla Poncio Pilatos en Jerusalén?

Porque la fiesta de la Pascua es una fiesta de alto riesgo, en la que los ardores patrióticos hebreos alcanzan su máxima expresión y los problemas de orden público pueden pasar a ser algo más que preocupantes. Poncio Pilatos lo sabe y por eso acude con la escolta militar a Jerusalén. De hecho, es muy probable que estuviera informado de la presencia en la ciudad de un profeta itinerante que ya la ha visitado en otras ocasiones, nunca sin que se registren eventos importantes, y hasta de que en el Templo han ocurrido sucesos de gravedad que le han tenido por protagonista.

También es posible que se hubieran registrado incidentes de otro tipo: no en balde, el mismo evangelio registra la presencia en los calabozos jerosolimitanos de tres importantes bandidos: dos que acompañarán a Jesús al patíbulo, y un tercero (Barrabás) que se salva por una circunstancia excepcional que para él resultará además, providencial.

Las autoridades judías han conseguido prender al Nazareno. Pero no le pueden ejecutar como acostumbran a hacer o como hace unos meses, iban a dárselo a una mujer por lo que al fin y al cabo, no era sino un delito menor al lado del de blasfemia, el de adulterio (Jn 8,1-9). Pero ahora, proceder de esa manera es imposible.

Jerusalén está tomada por la autoridad romana. Se encuentra en ella nada menos que el procurador romano con una cohorte de los mejores soldados del mundo. Y hace ya tiempo que, aunque ellos hagan caso omiso en cuantas ocasiones pueden, la autoridad romana le vetó el “ius glaudii”, es decir, el derecho de aplicar la condena a muerte. Hay que proceder, pues, de otra manera. Y corre prisa: el Nazareno es popular, tiene sus seguidores, y si no se da carpetazo rápido, la situación se puede poner muy fea en la ciudad santa de los judíos.

Así que deciden los judíos llevar a cabo una instrucción muy rigurosa y ajustada a derecho, para así llevar a un delincuente convicto y confeso ante la autoridad romana y que ésta proceda a la ejecución de la sentencia: aunque esa sentencia no sea la que marca la ley judía, la lapidación, sino la práctica romana, la crucifixión, a la que tan habituados estaban los habitantes de la Ciudad Santa.

Y por eso se presentan ante Pilatos, levantándole incluso de la cama, para que de manera sumaria, urgente incluso, -se acerca además la Pascua y la cuestión ha de estar dilucidada antes de que ésta se produzca- le dé carpetazo.

¿Por qué la cruz?


"Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre" (Mt 24,30). La cruz es el símbolo del cristiano, que nos enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos.

Hoy parecemos asistir a la desaparición progresiva del símbolo de la cruz. Desaparece de las casas de los vivos y de las tumbas de los muertos, y desaparece del corazón de muchos hombres y mujeres a quienes molesta contemplar a un hombre clavado en la cruz. Esto no nos debe extrañar, pues ya desde el inicio del cristianismo san Pablo hablaba de falsos hermanos que querían abolir la cruz: "Porque son muchos y ahora os lo digo con lágrimas, que son enemigos de la cruz de Cristo" (Flp 3,18).

Unos afirman que es un símbolo maldito; otros que no hubo tal cruz, sino que era un palo; para muchos el Cristo de la cruz es un Cristo impotente. La cruz es símbolo de humillación, derrota y muerte para todos aquellos que ignoran el poder de Cristo para cambiar la humillación en exaltación, la derrota en victoria, la muerte en vida y la cruz en camino hacia la luz.

Jesús, sabiendo el rechazo que iba producir la predicación de la cruz, "comenzó a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho... ser matado y resucitar al tercer día. Pedro le tomó aparte y se puso a reprenderle: '¡Lejos de ti, Señor, de ningún modo te sucederá eso!' Pero Él dijo a Pedro: ¡Quítate de mi vista, Satanás!¡...porque tus pensamientos no son de Dios, sino de los hombres!" (Mt 16,21-23).

Pedro ignoraba el poder de Cristo y no tenía fe en la resurrección, por eso quiso apartarlo del camino que lleva a la cruz, pero Cristo le enseña que el que se opone a la cruz se pone de lado de Satanás. Satanás odia la cruz porque Jesucristo, humilde y obediente, lo venció en ella "humillándose a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz", y así transformo la cruz en victoria: "...por lo cual Dios le ensalzó y le dio un nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2, 8-9).

Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan: ¿Adorarías tú el cuchillo con que mataron a tu padre? ¡Por supuesto que no!

1º. Porque mi padre no tiene poder para convertir un símbolo de derrota en símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene poder. ¿O tú no crees en el poder de la sangre de Cristo? Si la tierra que pisó Jesús es Tierra Santa, la cruz bañada con la sangre de Cristo, con más razón, es Santa Cruz.

2º. No fue la cruz la que mató a Jesús sino nuestros pecados. "Él ha sido herido por nuestras rebeldías y molido por nuestros pecados, el castigo que nos devuelve la paz calló sobre Él y por sus llagas hemos sido curados". (Is 53, 5). ¿Cómo puede ser la cruz signo maldito, si nos cura y nos devuelve la paz?

3º. La historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo, nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado. Por eso para San Pablo la cruz era motivo de gloria (Gál 6,14).

Nos enseña quiénes somos

La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y cuál es nuestra dignidad: el madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado. ¡Somos hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en el Espíritu!

El madero que soportó los brazos abiertos del Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos como a nosotros mismos. Y el madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada acá en la tierra, caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo origen: la Trinidad que nos ha creado por amor. Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz nos enseña cuál es nuestra real identidad.

Nos recuerda el Amor Divino

"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna". (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13). El demonio odia la cruz, porque nos recuerda el amor infinito de Jesús. Lee: Gálatas 2, 20.

Signo de nuestra reconciliación

La cruz es signo de reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los humanos y con todo el orden de la creación en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.

La señal del cristiano

Cristo, tiene muchos falsos seguidores que lo buscan sólo por sus milagros. Pero Él no se deja engañar, (Jn 6,64); por eso advirtió: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 7,13).

Objeción: La Biblia dice: "Maldito el que cuelga del madero...". Respuesta: Los malditos que merecíamos la cruz por nuestros pecados éramos nosotros, pero Cristo, el Bendito, al bañar con su sangre la cruz, la convirtió en camino de salvación.

El ver la cruz con fe nos salva

Jesús dijo: "Como Moisés levantó a la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado (en la cruz) el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna" (Jn 3, 14-15). Al ver la serpiente, los heridos de veneno mortal quedaban curados. Al ver al crucificado, el centurión pagano se hizo creyente; Juan, el apóstol que lo vio, se convirtió en testigo. Lee: Juan 19, 35-37.

Fuerza de Dios

"Porque la predicación de la cruz es locura para los que se pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan" (1 Cor 1,18), como el centurión que reconoció el poder de Cristo crucificado. Él ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey; ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como señal de su victoria. Lee: Juan 20, 24-29.

Síntesis del Evangelio

San Pablo resumía el Evangelio como la predicación de la cruz (1 Cor 1,17-18). Por eso el Santo Padre y los grandes misioneros han predicado el Evangelio con el crucifijo en la mano: "Así mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos (porque para ellos era un símbolo maldito) necedad para los gentiles (porque para ellos era señal de fracaso), mas para los llamados un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor 23-24).

Hoy hay muchos católicos que, como los discípulos de Emaús, se van de la Iglesia porque creen que la cruz es derrota. A todos ellos Jesús les sale al encuentro y les dice: ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? La cruz es pues el camino a la gloria, el camino a la luz. El que rechaza la cruz no sigue a Jesús.

Nuestra razón, dirá Juan Pablo II, nunca va a poder vaciar el misterio de amor que la cruz representa, pero la cruz sí nos puede dar la respuesta última que todos los seres humanos buscamos: «No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación» (JP II, Fides et ratio, 23).

Fuente: Aciprensa.com

Espiritualidad y liturgia del Viernes Santo



La tarde del Viernes Santo presenta el drama de la muerte de Cristo en el Calvario.

Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado. San Juan, teólogo y cronista de la pasión nos lleva a contemplar el misterio de la cruz de Cristo.

Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina.

La Madre estaba allí, junto a la Cruz. Está allí como madre y discípula que ha seguido en todo a su Hijo, signo de contradicción como El. Pero también la madre de todos, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Madre de los discípulos, de los hermanos de su Hijo. La maternidad de María tiene el mismo alcance de la redención de Jesús. María contempla y vive el misterio con el inmenso dolor de una madre. Juan la glorifica con el recuerdo de esa maternidad. Ultimo testamento de Jesús. Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.

El soldado que traspasó el costado de Cristo no se dio cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros.

La celebración

Hoy no se celebra la Eucaristía en todo el mundo. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Recordamos la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.

Van vestidos de rojo, el color de los mártires: de Jesús, el primer testigo del amor del Padre y de todos aquellos que, como él, dieron y siguen dando su vida por proclamar la liberación que Dios nos ofrece.

— Acción litúrgica en la muerte del Señor

1. La Entrada

La celebración litúrgica del Viernes empieza con un rito de entrada diferente de otros días: los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos de color rojo, el color de la sangre, del martirio, se postran en el suelo, mientras la comunidad se arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice la oración del dia.

2. Celebración de la Palabra

• Primera Lectura

Espectacular realismo en esta profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el 5º Evangelio. Que nos mete en el corazón sufriente de Cristo, durante toda su vida y ahora en la hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él.

• Salmo Responsorial

En este Salmo, recitado por Jesús en la cruz, se entrecruzan la confianza, el dolor, la soledad y la súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta oración.

• Segunda lectura

El Sacerdote es el que une a Dios con el hombre y a los hombres con Dios... Por eso Cristo es el perfecto Sacerdote: Dios y Hombre. El Único y Sumo y Eterno Sacerdote. Del cual el Sacerdocio: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los Diáconos, unidos a Él, son ministros, servidores, ayudantes...

Versículo antes del Evangelio (Flp 2,8-9)

Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre".

Como siempre, la celebración de la Palabra, después de la homilía, se concluye con una ORACIÓN UNIVERSAL, que hoy tiene más sentido que nunca: precisamente porque contemplamos a Cristo entregado en la Cruz como Redentor de la humanidad, pedimos a Dios la salvación de todos, los creyentes y los no creyentes.

3. Adoración de la Cruz

Después de las palabras pasamos a una acción simbólica muy expresiva y propia de este dia: la veneración de la Santa Cruz es presentada solemnemente la Cruz a la comunidad, cantando tres veces la aclamación:

“Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. VENID A ADORARLO", y todos nos arrodillamos unos momentos cada vez; y entonces vamos, en procesión, a venerar la Cruz personalmente, con una genuflexión (o inclinación profunda) y un beso (o tocándola con la mano y santiguándonos); mientras cantamos las alabanzas a ese Cristo de la Cruz: "Pueblo mío, ¿qué te he hecho...?" "Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza..." "Victoria, tú reinarás..."

4. La Comunión

Desde 1955, cuando lo decidió Pío Xll en la reforma que hizo de la Semana Santa, no sólo el sacerdote -como hasta entonces - sino también los fieles pueden comulgar con el Cuerpo de Cristo.

Aunque hoy no hay propiamente Eucaristía, pero comulgando del Pan consagrado en la celebración de ayer, Jueves Santo, expresamos nuestra participación en la muerte salvadora de Cristo, recibiendo su "Cuerpo entregado por nosotros".

VIERNES SANTO: Historia y mística de la adoración de la Cruz


Después de que las oraciones generales han concluido con la súplica dirigida a Dios por la conversión de los paganos; la Iglesia ha terminado su recomendación universal y solicitado para todos los habitantes de la tierra la efusión de la sangre divina que brota, en este momento, de las venas del Hombre-Dios.

Volviéndose ahora a los cristianos sus hijos, conmovida ante las humillaciones del Señor, los invita a disminuir el peso, dirigiendo sus homenajes hacia esa Cruz hasta ahora infame y en adelante sagrada, bajo la cual camina Jesús hacia el Calvario y de cuyos brazos penderá hoy.

Para Israel, la cruz es un objeto de escándalo; ¡para los gentiles un monumento de locura!; nosotros, cristianos, veneramos en ella el trofeo de la victoria de Cristo y el instrumento augusto de la salvación de los hombres.

Ha llegado, pues, el momento en que debe recibir nuestras adoraciones por el honor que el Hijo de Dios se ha dignado hacerla, regándola con su sangre y asociándola así a la obra de nuestra Redención. No hay día ni hora más indicada en el año para rendirla nuestros homenajes.

La adoración de la cruz comenzó en Jerusalén en el siglo IV. La emperatriz Santa Elena había hallado recientemente la verdadera cruz; y el pueblo fiel deseaba contemplar, de cuando en cuando, este árbol de vida cuya milagrosa invención había colmado de gozo a la Iglesia entera. Se determinó que se expusiese a la veneración de los cristianos una vez al año, el viernes Santo.

El deseo de contemplarla llevaba todos los años una multitud inmensa de peregrinos a Jerusalén para la Semana Santa. La fama llevó por todas partes los relatos de este ceremonial, pero todas no podían aspirar a verla ni una vez siquiera en la vida. La piedad católica quiso gozar al menos por imitación, de una ceremonia que muchos no podían gozar en su realidad; y, hacia el siglo VII, se pensó repetir en todas las iglesias, el Viernes Santo, la Ostensión y Adoración de la Cruz que tenía lugar en Jerusalén. No se poseía, es verdad, sino la figura de la Cruz verdadera; pero, puesto que los honores rendidos a este madero sagrado iban dirigidos al mismo Cristo, los fieles podían ofrecerle honores semejantes, aun cuando no viesen ante sus ojos el madero mismo que el Redentor había regado con su sangre. Tal fue el motivo de la institución de este rito, que ahora va a tener lugar, y en el cual la Iglesia nos invita a participar.

En el altar el celebrante se quita la capa pluvial y permanece en pie junto a su asiento . El diácono con los acólitos va a la sacristía para traer a la iglesia la cruz en procesión. Cuando llegan al presbiterio, el celebrante recibe de manos del diácono la santa Cruz y se pone al lado de la Epístola y allí, de pie, en el plano, vuelto hacia el pueblo, descubre un poco la parte alta de la cruz y canta en un tono de voz moderado: “He aquí el madero de la santa Cruz.”

Después prosigue ayudado de sus ministros que cantan con él:
“En el cual ha estado suspendida la salud del mundo.”

Entonces, toda la asamblea se pone de rodillas, y adora la cruz mientras el coro canta:
“Venid: adorémosla.’

Esta primera ostensión representa la primera predicación de la cruz, la que los Apóstoles se hicieron entre sí , cuando, no habiendo recibido todavía al Espíritu Santo, no podían hablar del misterio de la Redención sino con los discípulos de Jesús y temían llamar la atención de los judíos. Por eso el Sacerdote no eleva la Cruz sino un poco. Este primer homenaje es ofrecido en reparación de los ultrajes que el Salvador recibió en casa de Caifás.

El sacerdote se dirige luego a la parte delantera de la grada, siempre en el lado de la Epístola, y se coloca de cara al pueblo. Sus ministros le ayudan a descubrir el lado derecho de la Cruz, y después de haber descubierto esta parte del instrumento sagrado, la muestra nuevamente al pueblo, levantándola, esta vez, un poco más que la primera y cantando en un tono superior: “He aquí el madero de la Cruz.”

El diácono y el subdiácono continúan con él:
“En el cual ha estado suspendida la salud del mundo.”

La asamblea se pone de rodillas, adora la Cruz mientras el coro canta:
“Venid: adorémosla.”

Esta segunda manifestación más gloriosa que la primera representa la predicación del misterio de la Cruz a los judíos , cuando los Apóstoles, después de la venida del Espíritu Santo echan los fundamentos de la Iglesia en el seno mismo de la Sinagoga y conducen las primicias de Israel a los pies del Redentor. La Iglesia lo ofrece en reparación de los ultrajes que recibió en casa de Pilatos.

El Sacerdote se coloca después en medio de la grada, vuelto siempre hacia el pueblo. Ayudado por el diácono y subdiácono descubre todo lo restante del Crucifijo, y elevándole algo más que las veces anteriores canta con triunfo y a plena voz: “He aquí el madero de la Cruz.”

Los ministros continúan con él:
“En el cual ha estado suspendida la salud del mundo.”

Los fieles vuelven a arrodillarse y a adorar la Cruz mientras el coro canta:
“Venid: adorémosla.”

Esta última manifestación representa la predicación del misterio de la Cruz en el mundo entero, cuando los Apóstoles, rechazados por la masa de la nación judaica, se vuelven hacia los gentiles, y van a anunciar al Dios crucificado hasta más allá de los límites del imperio romano. Este tercer homenaje rendido a la Cruz es una reparación de los ultrajes que el Salvador recibió en el Calvario.

La Iglesia, al presentarnos la Cruz cubierta con el velo, que después desaparece para dejar llegar nuestras miradas hasta ese divino trofeo de nuestra Redención , quiere también expresarnos la obcecación de los judíos que no ven sino un instrumento de ignominia en ese madero adorable, y la luz resplandeciente de que goza el pueblo cristiano, a quien la fe revela que el Hijo de Dios crucificado, lejos de ser un objeto de escándalo, es, por el contrario, como dice el Apóstol, el monumento eterno “del poder y de la sabiduría de Dios".

En adelante la Cruz que acaba de ser tan solemnemente enarbolada permanecerá descubierta; y aguardará sobre el altar, la hora de la gloriosa Resurrección del Mesías. Todas las demás cruces colocadas en los diversos altares, se descubrirán también, a imitación de esa que ocupará pronto su puesto de honor en el altar mayor.

Pero la Iglesia no se limita a exponer, en este momento, a las miradas de los fieles la Cruz que les ha salvado; les invita a que vengan a poner sus labios sobre ese leño sagrado. El celebrante irá el primero y todos tras él. Despojado de su casulla, se quita también el calzado, y haciendo, a convenientes distancias, tres veces genuflexión sencilla, se acerca a adorar la Cruz, colocada en las gradas delante el altar. Detrás de él vienen los ministros, el clero, y por último los fieles.

Los cantos que acompañan a la adoración de la Cruz son de una belleza incomparable. Los primeros son Improperios, o reproches amargos que el Mesías dirige a los judíos. Las tres primeras estrofas están intercaladas con el canto del Trisagio u oración a Dios tres veces Santo, cuya Inmortalidad justo es que glorifiquemos en este momento en que Él se digna, como hombre, sufrir la muerte por nosotros. Esta triple glorificación usada en Constantinopla desde el siglo V, pasó a la Iglesia romana que la ha conservado en la lengua primitiva, contentándose con alternar la traducción latina de las palabras. El resto de este hermoso canto tiene grandísimo interés dramático. Cristo recuerda todas las afrentas de que ha sido objeto por parte de los judíos y pone de manifiesto los beneficios de que ha colmado a esta nación ingrata.

Fuente: Del Año Litúrgico de Dom Prosper Guéranger
Dom Prosper Guéranger (Sablé, 1805-Solesmes, 1875), fue liturgista y restaurador de la orden benedictina en Francia. Ordenado en 1827, recuperó el antiguo priorato de Solesmes, del que tomó posesión en 1833, y en el que llevó adelante el proyecto de restauración de la orden benedictina. Obtuvo el ascenso de Solesmes a abadía. Primer abad de Solesmes (1837) y superior de la Congregación de Francia, se convirtió en el alma del movimiento de restauración litúrgica. Entre sus principales obras cabe recordar las Instituciones litúrgicas (1840-1851) y el Año litúrgico (1841-1866).

lunes, 26 de marzo de 2018

Juan 12,1-11: Unción de Jesús en Betania

Juan 12,1-11
Lunes de Semana Santa

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: "¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?". Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: "Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre". Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

domingo, 25 de marzo de 2018

La Pasión de Señor según San Marcos (14,1-15-47)

Marcos 14:1-15:47
Domingo de Ramos, ciclo B 

C. Faltaban dos días para la fiesta de pascua y de los panes Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían:

S. "No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".

C. Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados:

S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres".

C. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:

+ "Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:

S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"

+ "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entren: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena".

C. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:

+ "Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar".

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. "¿Soy yo?"

C. Él respondió:

+ "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!

C. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:

+ "Tomen: esto es mi cuerpo".

C. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:

+ "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".

C. Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:

+ "Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea".

C. Pedro replicó:

S. "Aunque todos se escandalicen, yo no”.

C. Jesús le contestó:

+ "Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres".

C. Pero él insistía:

S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré".

C. Y los demás decían lo mismo. Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

+ "Siéntense aquí mientras hago oración".

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+ "Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando".

C. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía:

+ "Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".

C. Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+ "Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil".

C. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo:

+ "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. "Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto".

C. Llegó, se acercó y le dijo:

S. "Maestro".

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

+ "¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras".

C. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él soltó la sabana y se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:

S. "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres'".

C. Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús:

S. "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?"

C. Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:

S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?,”

C. Jesús contestó:

+ "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo".

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando:

S. "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?"

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. "Adivina quién fue", y los criados también le daban de bofetadas.

C. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo:

S. "Tú también andabas con Jesús Nazareno".

C. Él lo negó, diciendo:

S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir".

C. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes:

S. "Ese es uno de ellos".

C. Pero él lo volvía a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: "Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo". Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. "No conozco a ese hombre del que hablan".

C. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: 'Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres', rompió a llorar.
Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilatos. Este le preguntó:

S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"

C. Él respondió:

+ "Sí lo soy".

C. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilatos le preguntó de nuevo:

S. "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan".

C. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilatos estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilatos les dijo:

S. "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?"

C. Porque sabía que los Sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilatos les volvió a preguntar:

S. "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?"

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Pilatos, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con una manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo:

S. "¡Viva el rey de los judíos!".

C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo. Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir "lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:

S. “Anda" Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían:

S. "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos"

C. Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:

+ "Eloí, Eloí, ¿lamá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. "Miren, está llamando a Elías".

C. Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:

S. "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo".

C. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:

S. "De veras este hombre era Hijo de Dios".

C. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.

Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponía.

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En preparación 

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR, Ciclo B

Isaías 50,4-7
Salmo 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2:6-11
Marcos 14:1-15:47

Isaías 50,4-7

En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".

Salmo 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Todos los que me ven, de mí se burlan;
me hacen gestos y dicen:
"Confiaba en el Señor, pues que él lo salve;
si de veras lo ama, que lo libre".
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los malvados me cercan por doquiera
como rabiosos perros,
Mis manos y mis pies han taladrado
y se pueden contar todos mis huesos.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Reparten entre sí mis vestiduras
y se juegan mi túnica a los dados.
Señor, auxilio mío, ven y ayúdame,
no te quedes de mí tan alejado.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo,
linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Filipenses 2:6-11

Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que, al Nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Marcos 14:1-15:47

C. Faltaban dos días para la fiesta de pascua y de los panes Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían: S. "No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".
C. Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados:
S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres".
C. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:
 + "Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:
S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"
+ "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entren: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena".
C. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:
+ "Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar".
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. "¿Soy yo?"
C. Él respondió:
+ "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!
C. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ "Tomen: esto es mi cuerpo".
C. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:
+ "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
C. Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:
+ "Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea".
C. Pedro replicó:
S. "Aunque todos se escandalicen, yo no”.
C. Jesús le contestó:
+ "Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres".
C. Pero él insistía:
S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré".
C. Y los demás decían lo mismo. Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
+ "Siéntense aquí mientras hago oración".
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
+ "Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando".
C. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía:
+ "Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".
C. Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
+ "Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil".
C. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo:
+ "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. "Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto".
C. Llegó, se acercó y le dijo:
S. "Maestro".
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
+ "¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras".
C. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él soltó la sabana y se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:
S. "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres'".
C. Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús:
S. "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?"
C. Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:
S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?,”
C. Jesús contestó:
+ "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo".
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando:
S. "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?" C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. "Adivina quién fue", y los criados también le daban de bofetadas.
Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo:
S. "Tú también andabas con Jesús Nazareno".
C. Él lo negó, diciendo:
S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir".
C. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes:
S. "Ese es uno de ellos".
C. Pero él lo volvía a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: "Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo". Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. "No conozco a ese hombre del que hablan".
C. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: 'Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres', rompió a llorar.
Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilatos. Este le preguntó:
S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"
C. Él respondió:
+ "Sí lo soy".
C. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilatos le preguntó de nuevo:
S. "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan".
C. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilatos estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilatos les dijo:
S. "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?"
C. Porque sabía que los Sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilatos les volvió a preguntar:
S. "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?"
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. "¡Crucifícalo!"
C. Pilatos, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con una manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo:
S. "¡Viva el rey de los judíos!".
C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir "lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores.
Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:
S. “Anda" Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.
C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían:
S. "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos"
C. Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:
+ "Eloí, Eloí, ¿lamá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. "Miren, está llamando a Elías".
C. Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:
S. "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo".
C. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:
S. "De veras este hombre era Hijo de Dios".
C. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponía.

martes, 20 de marzo de 2018

MARTES DE LA 5 SEMANA DE CUARESMA (Lecturas)

Números 21,4-9
Salmo 101: Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti
Juan 8,21-30

Números 21,4-9

En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom. El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: "¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo." El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: "Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes." Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: "Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla." Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

Salmo 101: Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco, escúchame en seguida.
R. Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti

Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones.
R. Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti

Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte.
R. Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti

Juan 8,21-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
— Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.
Y los judíos comentaban:
— ¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: Donde yo voy no podéis venir vosotros?
Y él continuaba:
— Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.
Ellos le decían:
— ¿Quién eres tú?
Jesús les contestó:
— Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús:
— Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

viernes, 16 de marzo de 2018

VIERNES DE LA 4 SEMANA DE CUARESMA (Lecturas)

Sabiduría 2,1a.12-22
Salmo 33: El Señor está cerca de los atribulados
Juan 7,1-2.10.25-30

Sabiduría 2,1a.12-22

Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente: "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor; es un reproche para nuestras ideas y sólo verlo da grima; lleva una vida distinta de los demás, y su conducta es diferente; nos considera de mala ley y se aparta de nuestras sendas como si fueran impuras; declara dichoso el fin de los justos y se gloría de tener por padre a Dios. Veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él." Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable.

Salmo 33: El Señor está cerca de los atribulados

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias.
R. El Señor está cerca de los atribulados

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo librará el Señor.
R. El Señor está cerca de los atribulados

Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él.
R. El Señor está cerca de los atribulados

Juan 7,1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus parientes se marcharon a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: "¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene." Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: "A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado." Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

sábado, 10 de marzo de 2018

DOMINGO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA, Ciclo B

DOMINGO DE RAMOS O DE LA PASIÓN DEL SEÑOR, Ciclo B (Lecturas)

DOMINGO DE RAMOS, Ciclo B
Isaías 50,4-7
Salmo 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Filipenses 2:6-11
Marcos 14:1-15:47

Isaías 50,4-7

En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo, como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda, por eso no quedaré confundido, por eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".

Salmo 21:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Todos los que me ven, de mí se burlan;
me hacen gestos y dicen:
"Confiaba en el Señor, pues que él lo salve;
si de veras lo ama, que lo libre".
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Los malvados me cercan por doquiera
como rabiosos perros,
Mis manos y mis pies han taladrado
y se pueden contar todos mis huesos.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Reparten entre sí mis vestiduras
y se juegan mi túnica a los dados.
Señor, auxilio mío, ven y ayúdame,
no te quedes de mí tan alejado.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo,
linaje de Jacob; témelo, estirpe de Israel.
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Filipenses 2:6-11

Cristo, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para que, al Nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Marcos 14:1-15:47

C. Faltaban dos días para la fiesta de pascua y de los panes Azimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían:

S. "No durante las fiestas, porque el pueblo podría amotinarse".

C. Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús. Algunos comentaron indignados:

S. "¿A qué viene este derroche de perfume? Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los pobres".

C. Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:

+ "Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio, se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo”.

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. El primer día de la fiesta de los panes Azimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:

S. "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?"

+ "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entren: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?' Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena".

C. Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:

+ "Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que está comiendo conmigo, me va a entregar".

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. "¿Soy yo?"

C. Él respondió:

+ "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber nacido!

C. Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:

+ "Tomen: esto es mi cuerpo".

C. Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:

+ "Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".

C. Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos y Jesús les dijo:

+ "Todos ustedes se van a escandalizar por mi causa, como está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas; pero cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea".

C. Pedro replicó:

S. "Aunque todos se escandalicen, yo no”.

C. Jesús le contestó:

+ "Yo te aseguro que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres".

C. Pero él insistía:

S. "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré".

C. Y los demás decían lo mismo. Fueron luego a un huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:

+ "Siéntense aquí mientras hago oración".

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

+ "Tengo el alma llena de una tristeza mortal. Quédense aquí, velando".

C. Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía que, si era posible, se alejara de él aquella hora. Decía:

+ "Padre, tú lo puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres".

C. Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

+ "Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil".

C. De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo las mismas palabras. Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados de sueño; por eso no sabían qué contestarle. Él les dijo:

+ "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. "Al que yo bese, ése es. Deténgalo y llévenselo bien sujeto".

C. Llegó, se acercó y le dijo:

S. "Maestro".

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron. Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

+ "¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser para que se cumplieran las Escrituras".

C. Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto nada más con una sábana, y lo detuvieron; pero él soltó la sabana y se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra él, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:

S. "Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro, no edificado por hombres'".

C. Pero ni aun en esto concordaba su testimonio. Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús:

S. "¿No tienes nada que responder a todas esas acusaciones?"

C. Pero él no le respondió nada. El sumo sacerdote le volvió a preguntar:

S. "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?,”

C. Jesús contestó:

+ "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo".

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras exclamando:

S. "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?"

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. "Adivina quién fue"

C. y los criados también le daban de bofetadas. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo:

S. "Tú también andabas con Jesús Nazareno".

C. Él lo negó, diciendo:

S. "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir".

C. Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes:

S. "Ese es uno de ellos".

C. Pero él lo volvía a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro: "Claro que eres uno de ellos, pues eres galileo". Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. "No conozco a ese hombre del que hablan".

C. En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: 'Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres', rompió a llorar. Luego que amaneció, se reunieron los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilatos. Este le preguntó:

S. "¿Eres tú el rey de los judíos?"

C. Él respondió:

+ "Sí lo soy".

C. Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilatos le preguntó de nuevo:

S. "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan".

C. Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilatos estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilatos les dijo:

S. "¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?"

C. Porque sabía que los Sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilatos les volvió a preguntar:

S. "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de los judíos?"

C. Ellos gritaron más fuerte:

S. "¡Crucifícalo!"

C. Pilatos, queriendo dar gusto a la multitud, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio, y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con una manto de color púrpura, le pusieron una corona de espinas que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de él, dirigiéndole este saludo:

S. "¡Viva el rey de los judíos!".

C. Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminadas las burlas, le quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo. Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir "lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los malhechores. Los que pasaban por ahí lo injuriaban meneando la cabeza y gritándole:

S. “Anda" Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz”.

C. Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y le decían:

S. "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos"

C. Hasta los que estaban crucificados con él también lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:

+ "Eloí, Eloí, ¿lamá sabactaní?" (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?).

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. "Miren, está llamando a Elías".

C. Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:

S. "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo".

C. Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había expirado, dijo:

S. "De veras este hombre era Hijo de Dios".

C. Había también ahí unas mujeres que estaban mirando todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a Jerusalén. Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José, se fijaron en dónde lo ponía.