sábado, 13 de junio de 2015

Sagrado Corazón, por Celestino Hueso, S.F.

Los hombres necesitamos de lo simbólico para sentir y expresar las cosas con mayor profundidad. Un escudo convence mejor que la cháchara sobre mi equipo de futbol, una bandera dice más que un discurso sobre la nación, una foto hace cercanos a los seres queridos aunque se encuentren en el otro mundo, un anillo de compromiso es la declaración de amor más sublime que podemos inventar.

El corazón es el signo que utilizamos los seres humanos para expresar nuestro propio ser. Cuando decimos “tiene muy buen corazón” lo que decimos en realidad es que se trata de una persona más buena que un canto (pan con aceite y azúcar); si decimos que “tiene el corazón como una piedra” estamos manifestando que esa persona es más mala que Judas, Barrabás y los siete niños de Écija juntos.

Hoy es la fiesta del Sagrado Corazón. El corazón de Jesús representa su amor por todos los hombres. Ese amor que le ha llevado a dar hasta la última gota de su sangre para poder hacernos a nosotros hijos de Dios. Ser hijo de Dios es ser como Él, por eso le pedimos “haz nuestro corazón semejante al tuyo" pero no basta pedirlo, es necesario también dejarse modelar por Él.

Y Cristo así lo quiere “He venido a prender fuego en el mundo y ¡ojalá estuviera ya ardiendo!” No habla del fuego de la destrucción sino del fuego de un amor como el suyo que es lo único que puede cambiar de verdad nuestro mundo porque del amor verdadero nace la vida y la libertad, la paz, la justicia, la igualdad, la tolerancia y todos eso valores que distinguen al Reino de los Cielos, los valores del Evangelio que hacen de quienes los viven “luz del mundo y sal de la tierra”

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