sábado, 5 de enero de 2013

EPIFANÍA DEL SEÑOR, por Mons. Francisco González, SF.

Isaías 60,1-6
Salmo 71 “Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los reyes de la tierra”
Efesios 3,2-3,5-6
Mateo 2,1-12

Isaias 60,1-6

¡Levántate y resplandece, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Es verdad que la tierra está cubierta de tinieblas y los pueblos de oscuridad, pero sobre ti amanece el Señor y se manifiesta su gloria. A tu luz caminarán los pueblos, y los reyes al resplandor de tu aurora.Levanta los ojos y mira a tu alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Al ver esto te pondrás radiante, palpitará y se emocionará tu corazón, porque derramarán sobre ti los tesoros del mar y te traerán las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos y dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.

Salmo 7: Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los pueblos de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
R. Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los pueblos de la tierra. 

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra.
R. Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los pueblos de la tierra.

Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.
R. Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los pueblos de la tierra. 

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres.
R. Se postrarán ante ti, Señor, 
todos los pueblos de la tierra. 

Efesios 3,2-6

Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha confiado en favor de ustedes. Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no fue manifestado a los hombres de otras generaciones y que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: un plan que consiste en que todos los pueblos comparten la misma herencia, son miembros del mismo cuerpo y participan de la misma promesa en Jesucristo, por medio del Evangelio.

Mateo 2,1-12

Jesús nació en Belén de Judá en tiempo del rey Herodes. Por entonces, Magos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo».Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él; entonces convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel».Entonces, Herodes llamó en secreto a los Magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén con este encargo: «Vayan y averigüen cuidadosamente sobre ese niño; y, cuando lo encuentren, avísenme para ir yo también a adorarlo».Después de oír al rey, los Magos se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra. Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Comentario por Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

En este primer domingo del Nuevo año celebramos la fiesta de la Epifanía del Señor. La primera lectura, que está tomada del profeta Isaías, nos presenta Jerusalén como el centro del mundo.

La Epifanía del Señor, es decir, su manifestación ante el mundo entero, está señalada por la lectura que tiene un sentido universalista pues todos los pueblos con sus reyes, que estaban en tinieblas, caminan ahora hacia Jerusalén. La luz del Señor ilumina a todos. Esa luz es Cristo.

El santo evangelio de esta fiesta nos viene de san Mateo y nos cuenta lo que conocemos como la "Adoración de los Magos", un pasaje que gusta mucho, de donde han salido varias tradiciones, especialmente esa de dar o intercambiar regalos, especialmente para los niños. La televisión nos ha estado hablando ya por un tiempo de que este año la gente no va a gastar tanto, que habrá menos regalos, que estos regalos se van a inclinar por cosas útiles. Sin embargo, casi todos los que han hablado concluían diciendo: Ahorrar sí, pero sin negar la ilusión a los niños.

Los Magos, reyes, sabios o como se les quiera llamar, han visto algo extraordinario, una estrella muy luminosa, que les indica el nacimiento de un rey. A través de sus estudios concluyen que es el Rey de los Judíos. Sin embargo, este Rey no es el Emperador de Roma, ni tampoco Herodes. Después de un largo viaje llegan a Jerusalén y preguntan: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?

Esta pregunta no cae bien en los oídos de Herodes, ni siquiera de los líderes religiosos, que aunque aciertan en la interpretación de las profecías y nombran el lugar, no dan un paso para buscar la verdad.

Los Reyes Magos buscan al Rey para adorarlo y la autoridad política y religiosa lo busca para exterminarlo. Todo lo cual nos enseña cómo va a ser la vida de Jesús entre los suyos: negación, indiferencia, rechazo y muerte.

Oyendo hablar a algunas gentes acerca de lo que les gusta, lo que les hace felices, o por lo que sacrifican su vida, a uno le viene la pregunta: ¿ante qué dioses se hincan estas personas, cuales son los dioses o diositos que adoran? Para saberlo sería bueno dedicar un poco de tiempo a examinar cómo se ha empleado el día: lo que se ha hecho, lo que se ha deseado y lo que se ha tratado de conseguir, ¿se ha dedicado tiempo al Dios con mayúscula?

La crisis económica nos está afectando profundamente y, sin embargo, cabe preguntarse: la abundancia de dinero ¿nos enriquece o nos empobrece?

Lo mismo hoy que entonces, hay en nuestro horizonte estrellas muy luminosas que nos guían hacia ese Belén eterno donde encontraremos a nuestro Rey, al Dios en medio de nosotros, a quien le ofrecemos oro pues es Rey; incienso pues es Dios, y la mirra del que sufre, pues por nosotros se rebajó y empobreció.

Esas estrellas, aunque parezcan pequeñas son muy poderosas. Sus nombres son: justicia, solidaridad, paz, perdón, esperanza, humildad y amor. Justicia para el oprimido, solidaridad con el que sufre, paz y tolerancia para con los inmigrantes, perdón para los que nos ofenden, esperanza para los desahuciados, humildad en nosotros mismos y amor para todos.

Se suele decir que todos los caminos llevan a Roma. Hoy podemos cambiar el dicho: todos los caminos llevan a Belén, allí está el que ha venido a salvarnos, y para encontrarlo necesitamos creer en el misterio, buscar la verdad, dejarnos llevar por la estrella/s, y creer en la esperanza que nos trae la verdadera fe.

No hay comentarios: