1.- La catequesis es inseparable de la vida.
“Quien educa en la fe no puede correr el riesgo de presentarse como una especie de clown, que recita un papel por oficio”, ha reiterado en varias ocasiones Benedicto XVI. Catequista no es solo el que enseña, sino, sobre todo, el que testimonia. Por ello, la coherencia entre fe y vida es indispensable para el catequista.
2.- La catequesis ha de brotar de la Palabra de Dios.
“La Escritura, íntimamente asimilada, sugiere los contenidos que se deben anunciar para convertir los corazones.
3.- La catequesis ha de ser proclamación y testimonio de Jesucristo.
“Cristo es todo para nosotros”. La verdadera identidad y condición del catequista es la identidad y la condición del testigo. Escribía San Ambrosio: “Si quieres curar una herida, El es el médico; si estás ardiendo de fiebre, El es la fuente; si estás oprimido por la iniquidad, El es la justicia; si tienes necesidad de ayuda, El es la fuerza; si tienes miedo de la muerte, El es la vida; si deseas el cielo, El es el camino; si estás en las tinieblas, El es la luz.
4.- La catequesis es un servicio, un ministerio eclesial.
El catequista no actúa para sí o por sí. No puede ir por libre, ni “predicarse” a sí mismo. Lo hace en nombre de la Iglesia y para la gran causa del Reino. Lo que el catequizando espera de él es que le muestre a Jesús, al único Jesús, que es el Jesús de la Iglesia.
5.- La catequesis requiere y necesita de la oración.
Es su clima, su savia, su abono, su atmósfera más propia, íntima y fecundadora. El catequista ha de orar, ha de cultivar una relación de amor, de silencio, de escucha y de diálogo con el Señor al que transmite. La catequesis siempre ha de comenzar y de acabar con una plegaria. El catequista ha de orar sus catequizandos y los catequizandos por su catequista.
6.- La catequesis se alimenta de la Eucaristía.
El catequista ha de mostrar con su ejemplo y con su vida que la Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana. “Gustad y ved que bueno es el Señor”.
7.- La catequesis se prepara.
Es teología en migajas. Y la teología es la fe que busca la inteligencia. La catequesis no se improvisa. Porque la catequesis sirve para dar razones de la esperanza cristiana.
8.- La catequesis ha de abrirse a los nuevos y viejos saberes.
A las ciencias pedagógicas y a las nuevas tecnologías y medios. No para ser esclava de ellas; no para rellenar el tiempo con ellas, sino aprender a comunicar a los hombres de hoy el Evangelio de siempre con los medios, las técnicas y los saberes de hoy.
9.- La catequesis sirve a la verdad.
La catequesis ha de dar respuestas fundamentales, fundamentadas y humildes. No ha, pues, de suscitar dudas innecesarias ni temores inadecuados.
10.- La catequesis ha de ser pedagogía del amor.
La mejor y mayor autoridad del catequista son su testimonio y su amor. De ahí la importancia de que la catequesis camine a la par que la Escuela y de que la catequesis entre en el hogar, en la familia y en los amigos de los catequizandos
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