viernes, 31 de agosto de 2012

DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO, Año B

Deuteronomio 4,1-2.6-8
Salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Santiago 1,17-18.21b-22.27
Marcos 7,1-8a. 14-15.21-23



Deuteronomio 4,1-2.6-8

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: "Ahora, Israel, escucha los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de tus padres, te va a dar. No añadirán nada ni quitarán nada a lo que les mando: Cumplan los mandamientos del Señor que yo les enseño, como me ordena el Señor, mi Dios. Guárdenlos y cúmplanlos porque ellos son la sabiduría y la prudencia de ustedes a los ojos de los pueblos. Cuando tengan noticias de todos estos preceptos, los pueblos se dirán: 'En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente'. Porque, ¿cuál otra nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy?

Salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?


El hombre que procede honradamente
y obra con justicia;
el que es sincero en sus palabras
y con su lengua a nadie desprestigia.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien no hace mal al prójimo
ni difama al vecino;
quien no ve con aprecio a los malvados,
pero honra a quienes temen al Altísimo.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Quien presta sin usura y quien no acepta
soborno en perjuicio de inocentes,
ése será agradable a los ojos de Dios eternamente.
R. ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Santiago 1,17-18.21b-22.27

Hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su propia voluntad nos engendró por medio de la Evangelio  para que fuéramos en cierto modo primicias de sus criaturas. Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos.  La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre, consiste en visitar a los  huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y en guardarse de este mundo corrompido.

Marcos 7,1-8a. 14-15.21-23


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas). Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres!" Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre"

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

En la primera lectura, que nos viene del libro del Deuteronomio, el predicador de la ley la está anunciando como la palabra de Dios, y como tal deben cumplirla, y no de cualquier forma, sino con exactitud, responsabilidad y fidelidad. El que así lo hace posee la sabiduría. No se le puede añadir nada, ni tampoco quitarle. Al mirar la ley de Dios, la ley que Él nos ha dado, debemos comprender que solamente hay una: la cumplimos o no. Pues no hay eso con que nos referimos a algunos productos como “light”, o descafeinada a la que se le ha quitado su calidad o sustancia original.

Santiago apóstol, en su carta no se anda por las ramas y, como se suele decir, llama al pan, pan y al vino, vino. Y si el predicador de la ley en la primera lectura nos exige exactitud y responsabilidad en su cumplimiento, aquí en la segunda lectura, Santiago pide “autenticidad y coherencia de la fe”. Todo beneficio y perfección, nos recuerda, viene de arriba. La Palabra es don de Dios y es capaz de salvarnos, si la llevamos a la práctica, claro está.

Y para aquellos que nos inclinemos a pedir algo más concreto, el autor de esta carta, de donde proviene la segunda lectura de este domingo, dice así: “La religión pura e intachable a los ojos del Padre es esta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos en este mundo”.

Ya llevamos un tiempo oyendo hablar de la Nueva Evangelización, de volver anunciar a Cristo y sus enseñanzas. ¡Magnífico! La prensa está llena de noticias, artículos y opiniones sobre la Iglesia, en muchos casos para criticarla. Por otro lado la prensa católica también tiene su material que en muchos casos es para explicar, desmentir y defender la institución, algo muy laudable en sí mismo.

Tanto en un caso como en el otro, adelantaríamos más si nos centráramos en Cristo, y en buscar verdaderamente cual es la voluntad de Dios para nosotros en estos momentos extraordinarios de nuestra historia.

En el evangelio de hoy nos encontramos a Jesús que se enfrenta a un grupo de fariseos y letrados de Jerusalén. Estos se fijan en que los discípulos comen sin lavarse las manos, contrario a la tradición, pues tenían el mandato de lavárselas, y no de cualquier forma, sino que “se las restregaban bien”. Estaban escandalizados que esos seguidores de Jesús no lo hicieran.

Jesús no tiene otra opción que llamarles hipócritas, y recordarles lo que el profeta Isaías había profetizado de ellos: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.

La Iglesia, que siempre está en necesidad de conversión, debe leer pausadamente estas palabras del Maestro, y al hablar de Iglesia entramos todos los bautizamos, pues todos estamos en necesidad de orientar nuestro corazón hacia la conversión pedida por Cristo, para construir un mundo nuevo, el reino de Dios, una sociedad, una humanidad según el corazón de Cristo, que vino para hacer la voluntad del Padre.

En ocasiones, nuestra comunidad mira a los Sacramentos y sacramentales como oportunidades de celebración, pero más social que religiosa. ¿Qué es lo que buscamos o nos preocupamos primero al acercarse un bautismo, primera comunión o boda?

La costumbre, la tradición nos ha establecido ciertas normas, que para muchos resultan más importantes, y en las que emplean más tiempo y energía, que en la verdadera preparación para la recepción del sacramento, que es, ni más ni menos, que el encuentro con Cristo. El vestidito, el trajecito, la música, el fotógrafo, la comida, etcétera. Llegan a ser tan importantes, que sin ello se pospone el bautismo, se deja la comunión para más adelante o se opta por el matrimonio civil, hasta que tengamos el dinero suficiente… ¿Qué diría Jesús ante actitudes semejantes basadas en costumbres o tradiciones por muy antiguas que sean?

La enseñanza que podemos sacar de este evangelio, para mí, está muy bien expresada en las palabras de J. A. Pagola: “Lo que nos ha de preocupar no es conservar intacto el pasado, sino hacer posible el nacimiento de una Iglesia y de unas comunidades cristianas capaces de reproducir con fidelidad el evangelio y de actualizar el proyecto del reino de Dios en la sociedad contemporánea”.


viernes, 24 de agosto de 2012

Comentario a las lecturas de Domingo de la 21 Semana del Tiempo Ordinario, Año B, por Francisco González SF

Comentario por Francisco González, S.F.

La primera lectura señalada para la liturgia de la palabra de este domingo y el evangelio coinciden en el tema: la opción.

Ya sea para bien o para mal, nuestras decisiones tienen consecuencias. Nuestra vida puede ser una gloria o un infierno, un éxito o un fracaso, un valle de lágrimas o un jardín de rosas dependiendo de las opciones que llevamos a cabo. La vida, es verdad, no suele ser tan clara como la diferencia entre el día y la noche y por eso habrá opciones/decisiones de poca importancia que no nos van a afectar de una manera profunda, pero sí que habrá otras que pueden afectarnos en lo más profundo de nuestro ser.

Josué confronta al pueblo con unas opciones de suma importancia, algo de vida o muerte: "Digan ya mismo a quien quieren servir, ¿al Señor o a los otros dioses?" Josué no se anda por las ramas. Exige una decisión: "Digan ya de una vez qué es lo que van a hacer". Ellos respondieron: "El Señor es nuestro Dios; Él fue quien nos sacó de la esclavitud de Egipto a nosotros y a nuestros padres… Así que también nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios."

Jesús tiene también una pregunta para sus apóstoles. No me extrañaría que tanto el semblante como la voz de Jesús denotaran en ese momento crucial de su predicación un cierto pesar, tal vez una grave preocupación.

En la segunda lectura, Pablo compara el amor de un esposo por su esposa con el amor que Cristo tiene por su Iglesia, como Cristo ama a su Iglesia, así los esposos deben amarse mutuamente: "El que ama a su mujer, a sí mismo se ama; pues nadie odia a su propio cuerpo, antes bien lo alimenta y lo cuida como hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual nosotros somos miembros."

Durante cuatro semanas hemos estado leyendo el capítulo 6 de San Juan. En él nos hemos encontrado diferentes clases de gente. Primero fue un gran grupo de gente, que le seguían porque les había proporcionado comida hasta saciarse; otro grupo, éste es más concreto, los judíos, lo encuentran superior a sus fuerzas y por eso discuten y murmuran. Nos encontramos con sus propios discípulos que critican su discurso, se sienten desconcertados y le abandonan. Por último tenemos a los apóstoles, sus íntimos, a quienes confronta, como el patriarca Josué hiciera con el pueblo siglos antes: ¿Qué vais a hacer, seguís conmigo o me abandonáis?

En ese momento se oyeron unas palabras que debieron endulzar los oídos de Jesús y, mucho más, su corazón. Fueron dichas por Pedro: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna". Podían irse, otros lo habían hecho. Podían quedarse lo cual no era fácil. Seguir a Jesús podía acarrearles disgustos, dificultades, incluso la pérdida de ciertos privilegios, además que lo que decía era difícil de comprender y no muy fácil de aceptar.

Sin embargo sus íntimos, sus apóstoles, habían optado por Él con todas las consecuencias, como se vio al final de sus vidas.

Después de la lectura atenta de estos fragmentos de la Sagrada Escritura podemos, debemos tal vez, hacernos algunas preguntas. Ante las múltiples ofertas que recibimos por parte de todo lo que nos rodea y las innumerables opciones con las que nos enfrentamos: ¿Qué hemos decidido? ¿Por qué/ quién nos hemos determinado? Si como Pedro hemos dicho al Señor que Él es el que tiene palabras de vida eterna: ¿Somos fieles a esa decisión por la que nos hemos decantado?

Hoy se habla tanto de los mártires del siglo XX. Tal vez tú has conocido a alguno personalmente. Ha habido mártires de toda clase social y procedentes del mundo entero. Esas mujeres y hombres son personas que dieron un "SÍ" claro y sin restricciones. Hay mucha gente que ha dicho "sí" al Señor. Hemos visto un signo de esperanza en esos millones de jóvenes que se reúnen en las Jornadas Mundiales de la Juventud y tantos otros muchos millones que no pueden asistir, pero que comparten con ellos su fe, su compromiso, su alegría, su juventud, su generosidad. "Bienaventurados aquellos que saben decir SÍ a Jesús, el Señor".

jueves, 16 de agosto de 2012

25 de agosto: SAN LUIS IX, REY DE FRANCIA (1214-1270)



Su familia

Era hijo del rey Luis VIII de Francia, y nació en Poissy el 25 de abril del 1214. Su madre fue Blanca de Castilla, que hizo de Luis un cristiano fervoroso y un gobernante intachable. Ella le decía a su hijo: "Te amo muchísimo, pero preferiría verte muerto antes que saber que has cometido un pecado mortal".

Toda su vida sintió una gran veneración por la iglesita donde fue bautizado y allí iba cada año a darle gracias a Dios por haberle permitido ser cristiano.

A los 12 años Luis quedó huérfano de padre y Blanca asumió la regencia del país mientras su hijo llegaba a mayoría de edad. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para santos. Las madres, las dos princesas hijas del rey Alfonso VIII de Castilla, y los hijos, los santos reyes San Luis IX y Fernando III el Santo.

Regencia de Blanca y coronación de Luis IX

Es fácil entender la vida que llevaría el joven Luis ante el ejemplo de su buena madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les toca vivir, en medio de una nobleza y unas cortes que son a menudo centro de desenfreno, turbulencias y tropelías. Contra éstas tuvo que luchar Blanca. Cuando el reino había alcanzado un poco de tranquilidad, Blanca hace que declaren mayor de edad a su hijo, Luis IX, el 5 de abril de 1234. Ya rey, Luis no se separa de la sabia mirada de su madre a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes.

Luis fue un guerrero hábil, inteligente y valeroso pero generoso con los vencidos. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra. Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de julio de 1242).

Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz Luis mostró su misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.

Tanto en la política interior como en la exterior Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Tenía la noción de que el gobierno es más un deber que un derecho; de aquí que sus actividades obedecieran a esta idea: el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

Amigo de la religión

Pocos gobernantes han sido tan amigos de la religión católica como el rey Luis IX. Le agradaba mucho ir a los conventos a rezar con los religiosos y asistir con ellos a las ceremonias religiosas.

Alguien le dijo que había gente que le criticaba por ser tan piadoso y asistir a tantas reuniones donde se rezaba, y él le respondió: "De eso no me avergüenzo ni me avergonzaré jamás. Y esté seguro de que si en vez de ir a esas reuniones a orar, me fuera a otras reuniones a beber, bailar y parrandear, entonces sí que esas gentes no dirían nada. Prefiero que me alabe mi Dios aunque la gente me critique, porque por El vivo y para El trabajo, y de El lo espero todo".

Educado en la devoción y el misticismo por su madre, Luis IX combinó su tarea de gobierno con un ascetismo que ha sido destacado tanto por la hagiografía católica como por comentaristas laicos. Parecía un anacoreta, entregándose a prácticas de mortificación como el hacerse azotar la espalda con cadenillas de hierro los viernes, o actos de humildad como lavar los pies a los mendigos o compartir su mesa con leprosos.

Perteneció a la Orden franciscana seglar, fundada por san Francisco de Asís.

Sabiendo que era un hombre muy piadoso le hicieron llegar desde Constantinopla la corona de espinas de Jesús. Entusiasmado mandó construir una lujosa capilla, la Santa Capilla de París, cerca de la catedral, para venerarla y albergar una gran colección de reliquias.

Asistió al Concilio Ecuménico latino de Lyon I, (convocado en 1245 y presidido por el papa Inocencio IV); donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II se convocó una cruzada (la séptima), poniéndose Luis IX al mando.

Padre y esposo

A los 19 años contrajo matrimonio con Margarita de Provenza, una mujer virtuosa que fue durante toda su vida su más fiel compañera y colaboradora. Su matrimonio fue feliz. Tuvieron once hijos: cinco hijos y seis hijas.

A sus hijos los educó con los más esmerados cuidados, tratando de que lo que más les preocupara siempre, fuera el tratar de no ofender a Dios. Sus descendientes fueron reyes de Francia hasta el año 1793.

Leyes especiales

Luis se propuso disminuir en su país la costumbre de maldecir y mandaba castigar a quienes maldicían delante de los demás.

También prohibió cobrar intereses demasiado altos por el dinero que se prestaba. En ese tiempo había usureros que arruinaban a miles de personas. Luis prohibió la usura (que consiste en cobrar intereses exagerados). Un aristócrata mandó matar a tres niños porque entraban a sus fincas a cazar conejos. Luis hizo que le quitaran sus haciendas y las repartieran entre la gente pobre.

Obras de caridad admirables

En su tiempo fue fundada la universidad de La Sorbona de París.

Hizo construir un hospital para ciegos que llegó a albergar 300 enfermos.

Cada día invitaba a almorzar a su mesa a 12 mendigos o gente muy pobre. Cada día mandaba repartir en las puertas de su palacio alimentos y ropas a los pobres que suplicaban ayuda.

Tenía una lista de gentes muy pobres pero que les daba vergüenza pedir (pobres vergonzantes) y les mandaba ayudas secretamente sin que los demás se dieran cuenta.

Buscaba por todos los medios que se evitaran las peleas y las luchas entre cristianos. Siempre estaba dispuesto a hacer de mediador entre los contendientes para arreglar todo a las buenas.

La séptima gran cruzada

En septiembre de 1244 el sultán de Egipto arrebató la ciudad de Jerusalén a los cristianos. El papa Inocencio IV exhortó a los reyes y pueblos en el concilio de Lyón a tomar la cruz pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Papa. Luis IX fue el último monarca europeo que emprendiera el camino de las Cruzadas contra los musulmanes.

El 12 de junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

El 17 de septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero les atacan la peste y otras enfermedades.

El 15 de mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos.

Pronto se apodera de Damieta (7 de junio de 1249). El sultán propone la paz pero Luis no se la concede aconsejado de sus hermanos. En Damieta espera el ejército durante seis meses mientras se les van uniendo nuevos refuerzos. Finalmente se deciden a avanzar contra El Cairo.

La vanguardia, mandada por el conde Roberto de Artois, se adelanta temerariamente por las calles de un pueblecillo llamado Mansurah, siendo aniquilada casi totalmente, muriendo allí mismo el conde Roberto, hermano de Luis (8 de febrero de 1250).

Luis reacciona y logra vencer en duros encuentros a los infieles. Sin embargo, éstos habían conseguido apoderarse de los caminos y canales en el delta del Nilo. El ejército de Luis, atacado por el escorbuto, el hambre y las continuas incursiones del enemigo, se retira a Damieta, donde son sorprendidos por los sarracenos. Luis es apresado junto a su hermano Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y los principales caballeros (6 de abril).

Luis muestra su temple. En su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una gran resignación. Obtenida la libertad tras pagar del rescate de un millón de monedas de oro que reunió la reina, Luis debe renunciar también a la ciudad de Damieta. Entonces, se dirige a San Juan de Acre con el resto de su ejército.

Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando a los lugares santos de Nazaret, Monte Tabor y Caná. En 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.

Octava cruzada

Sin embargo, la idea de recuperar Jerusalén seguía viva en Luis. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa pocas esperanzas les quedaban a los cristianos de Oriente.

Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. En Palestina dominaba Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos.

El papa Clemente IV llama a una nueva Cruzada. Y de nuevo Luis, ayudado por su hermano, el rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el rey Teobaldo II de Navarra, sus sobrinos y una gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.

En lugar de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. El 17 de julio de 1270 Luis se apoderaba de la antigua Cartago. Entonces se producen los ataques de los sarracenos. Sin embargo, el peor enemigo es la peste ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos.

Santa muerte

Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de agosto muere el segundo hijo del rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el legado pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo Luis que se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.

Dictó entonces su testamento que dice: "Es necesario evitar siempre todo pecado grave, y estar dispuesto a sufrir cualquier otro mal, antes que cometer un pecado mortal. Lo más importante de la vida es amar a Dios con todo el corazón. Cuando llegan las penas y los sufrimientos hay que ofrecer todo por amor a dios y en pago de nuestros pecados. Y en las horas de éxitos y de prosperidad dar gracias al Señor y no dedicarse a la vanagloria del desperdicio. En el templo hay que comportarse con supremo respeto. Con los pobres y afligidos hay que ser en extremo generosos. Debemos dar gracias a Dios por sus beneficios, y así nos concederá muchos favores más. Con la Santa Iglesia Católica seamos siempre hijos fieles y respetuosos".

Canonización

El cuerpo de Luis fue trasladado a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a ser venerado por su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de agosto de 1297, era canonizado por el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).

Luis IX tuvo en Jean de Joinville (1224-1317) su biógrafo, amigo suyo y camarada en sus campañas de armas. Sus escritos han creado la popular imagen pacífica y piadosa de san Luis IX. Joinville prestó testimonio ante el papa Bonifacio VIII, que canonizaría a Luis IX en 1297.

Legado

Con la muerte de Luis IX se extinguieron las Cruzadas. La consolidación de los estados monárquicos y el desarrollo cultural y comercial de la época gótica acabaron con las preocupaciones místicas a los gobernantes de aquel tiempo.

Por otro lado, la Europa Occidental había llegado a su techo militar y no pudo desalojar a los musulmanes del Norte de África y del cercano oriente. Apenas veinte años después de la muerte de Luis, los cristianos perdieron su última plaza fuerte en Tierra Santa, al caer en manos de los musulmanes San Juan de Acre, en 1291.

En este marco, a pesar de los fracasos temporales y el empeño por empresas que resultaron fallidas y le costaron la vida, su popular imagen dentro y fuera de su país y la encarnación del modelo ideal de monarca cristiano hacen de San Luis un modelo de gobernante católico y una figura predominante en la Universitas Christiana.

miércoles, 15 de agosto de 2012

21 de agosto: Benedicto XVI pone como ejemplo al papa Pío X

Agosto 21: SAN PÍO X, MODELO DE PASTOR, por Benedicto XVI, Audiencia General del miércoles 18 de agosto del 2010.

Hoy quisiera detenerme en la figura de mi Predecesor san Pío X, cuya memoria litúrgica se celebra el sábado próximo, subrayando algunos de sus rasgos que pueden ser útiles también para los Pastores y los fieles de nuestra época.

Giuseppe Sarto, así se llamaba, nacido en Riese (Treviso) en 1835 de familia campesina, tras los estudios en el Seminario de Padua fue ordenado sacerdote a los 23 años. Primero fue vicepárroco en Tombolo, luego párroco en Salzano, después canónico de la catedral de Treviso con el cargo de canciller episcopal y director espiritual del Seminario diocesano. En estos años de rica y generosa experiencia pastoral, el futuro Pontífice mostró ese profundo amor a Cristo y a la Iglesia, esa humildad y sencillez y esa gran caridad hacia los más necesitados, que fueron caractrísticas de toda su vida. En 1884 fue nombrado obispo de Mantua y en 1893 Patriarca de Venecia. El 4 de agosto de 1903, fue elegido Papa, ministerio que aceptó con vacilación, porque no se consideraba a la altura de una tarea tan elevada.

El Pontificado de san Pío X ha dejado un signo indeleble en la historia de la Iglesia, y se caracterizó por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en el lema Instaurare omnia in Christo, "Renovar todas las cosas en Cristo". Sus intervenciones, de hecho, abarcaron los diversos ámbitos eclesiales. Desde el principio se dedicó a la reorganización de la Curia Romana; después dio luz verde a los trabajos de la redacción del Código de Derecho Canónico, promulgado por su sucesor Benedicto XV. Promovió, además, la revisión de los estudios y del iter de formación de los futuros sacerdotes, fundando también varios Seminarios regionales, equipados con buenas bibliotecas y profesores preparados. Otro sector importante fue el de la formación doctrinal del Pueblo de Dios. Desde los años en que era párroco había redactado él mismo un catecismo, y durante el episcopado en Mantua había trabajado para que se llegase a un catecismo único, si no universal, al menos italiano. Como auténtico pastor, había comprendido que la situación de la época, también por el fenómeno de la emigración, hacía necesario un catecismo al que todo fiel pudiera referirse independientemente del lugar y de las circunstancias de la vida. Como Pontífice preparó un texto de doctrina cristiana para la diócesis de Roma, que se difundió después en toda Italia y en el mundo. El Catecismo llamado "de Pío X" fue para muchos una guía segura en el aprendizaje de las verdades de la fe por su lenguaje sencillo, claro y preciso y por su eficacia expositiva.

Notable atención dedicó a la reforma de la Liturgia, en particular de la música sacra, para llevar a los fieles a una vida de oración más profunda y a una participación en los Sacramentos más plena. En el Motu Proprio Tra le sollecitudini (1903), afirma que el verdadero espíritu cristiano tiene su primera e indispensable fuente en la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia (cfr ASS 36[1903], 531). Por esto recomendó acercarse a menudo a los Sacramentos, favoreciendo la frecuencia cotidiana a la Santa Comunión, bien preparados, y anticipando oportunamente la Primera Comunión de los niños hacia los siete años de edad, "cuando el niño comienza a razonar": dice así. (cfr S. Congr. de Sacramentis, Decretum Quam singulari : AAS 2[1910], 582).
Fiel a la tarea de confirmar a los hermanos en la fe, san Pío X, frente a algunas tendencias que se manifestaron en el ámbito teológico a finales del siglo XIX y a principios del XX, intervino con decisión, condenando el Modernismo, para defender a los fieles de las concepciones erróneas y promover una profundización científica de la Revelación en consonancia con la Tradición de la Iglesia. El 7 de mayo de 1909, con la Carta apostólica Vinea electa, fundó el Pontificio Instituto Bíblico. Los últimos meses de su vida fueron amargados por el estallido de la guerra. El llamamiento a los católicos del mundo, lanzado el 2 de agosto de 1914 para expresar "el acerbo dolor" de aquella hora, era el grito sufriente del padre que ve a los hijos enfrentarse uno contra el otro. Murió poco después, el 20 de agosto, y su fama de santidad empezó a difundirse pronto entre en pueblo cristiano.

Queridos hermanos y hermanas, san Pío X nos enseña a todos que en la base de nuestra acción apostólica, en los diversos campos en que trabajamos, debe haber siempre una íntima unión personal con Cristo, que hay que cultivar y acrecentar día tras día. Éste es el núcleo de toda su enseñanza, de todo su compromiso pastoral. Sólo si estamos enamorados del Señor, seremos capaces de llevar a los hombres a Dios y abrirles a Su amor misericordioso, y abrir así el mundo a la misericordia de Dios

Agosto 21: San Pío X

martes, 14 de agosto de 2012

Imágenes de la Sagrada Familia: Huida a Egipto (relieve)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Natividad con el ángel Gabriel (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Huida a Egipto (2) azulejos

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Imágenes de la Sagrada Familia: Presentación de Jesús en el templo (2), azulejos

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los pastores (vidriera)

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Imágenes de la Sagrada Familia: María y José

Imágenes de la Sagrada Familia: Presentación de Jesús en el templo (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: La casa de Jesús, María y José (relieve)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Natividad con los reyes magos, Herodes, los pastores

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Imágenes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José (3)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Natividad con el Espíritu Santo (paloma)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los Reyes Magos (pintura)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Mesa Eucarística (2), cerámica

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Imágenes de la Sagrada Familia: Encuentro en el templo (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: José y María con Jesús ofrenda (azulejo)

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Imágenes de la Sagrada Familia: José y María con Jesús, humano y divino (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: José y María con Jesús Palabra (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Mesa Eucarística (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Trinidad del Cielo y de la Tierra (3)


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Imágenes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José (2)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José con Isabel y Juan Bautista

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lunes, 13 de agosto de 2012

Imágenes de la Sagrada Familia: Huida a Egipto, Descanso (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los Reyes Magos (relieve)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Icono de la Trinidad celestial y terrena


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Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de José (azulejos)

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Huida a Egipto: Azulejo n.3

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Huida a Egipto: Azulejos n.4

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Imágenes de la Sagrada Familia: Taller de José y Jesús con María hilando (azulejos)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Taller de José y María dando de comer al niño Jesús

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Imágenes de la Sagrada Familia: Matrimonio de José y María (4)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Matrimonio de José y María (azulejos)

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Huida a Egipto: Guiados por el ángel y amamantado al niño Jesús

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Imágenes de la Sagrada Familia: Natividad con anuncio a los pastores

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los pastores (2), pintura a lápiz

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Imágenes de la Sagrada Familia: Natividad con palomas

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Trinidad del Cielo y de la Tierra (estampa)


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Imágenes de la Sagrada Familia: Trinidad del Cielo y de la Tierra


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sábado, 11 de agosto de 2012

Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de san José (5)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los pastores (4)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los pastores (3)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de san José (4)

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DOMINGO 19 DEL TIEMPO ORDINARIO, B, por Mons. Francisco González, S.F.

1 Reyes 19:4-8
Salmo 34 "Gusten y vean que bueno es el Señor."
Efesios 4:30–5:2
Juan 6:51

1 Reyes 19,4-8

En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: «¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!» Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: «¡Levántate, come!» Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: «¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas.» Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.

Sal 33,2-3.4-5.6-7.8-9:
Gustad y ved qué bueno es el Señor


Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor


Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias.
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor,
él lo escucha y lo salva de sus angustias.
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno, es el Señor,
dichoso el que se acoge a él.
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor

Efesios 4,30–5,2

No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que él os ha marcado para el día de la liberación final. Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

Juan 6,41-51


En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?» Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.


En la primera lectura vemos la desesperación del profeta Elías que huye de la reina Jezabel que ha decretado su muerte. Hay momentos difíciles en cada uno de nosotros que, a veces, se llega hasta la desesperación. El profeta pide al Señor que le quite la vida, pues se considera que no vale nada, como culpándose por los pecados del pueblo. El Señor, que nunca nos abandona, le da un pan, un alimento tanto físico como espiritual y camina hasta el encuentro con Dios en el monte Orbe, donde el Señor le explica su plan.

La Iglesia ha visto en el pan, en el alimento que recibió el profeta como una alusión, referencia a la Santa Eucaristía, sin la cual es muy difícil seguir el camino que Dios nos ha trazado a cada uno de nosotros. La Eucaristía, como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, es "fuente y cima de toda vida cristiana".

Pablo en la carta a los Efesios les recuerda y nos recuerda a todos, por decirle de alguna forma, que seamos pueblo eucarístico, que ya que Cristo nos dio su Cuerpo y derramó su Sangre por nuestra salvación, "vivamos como él, como Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros".

Y el santo evangelio continúa con el discurso del "Pan de Vida". Elías comió del pan que Dios le proveyó y fue capaz de caminar por cuarenta días y cuarenta noches. En nuestro tiempo tenemos a la mística alemana Teresa Neumann que según nos cuentan sus biógrafos vivió por 36 años de su vida sin comer, y cuyo único alimento fue la Eucaristía, pues los Nazis le habían quitado su tarjeta de comida.

Los judíos veían en Jesús sólo su origen humano, y por eso no pueden aceptar que él vaya diciendo: "yo soy el pan bajado del cielo". Para ellos no tienen sentido esas palabras, pues la gente está muy segura de que conocen todo acerca de Jesús Él es carpintero, es hijo de carpintero, saben que su madre es María y conocen también a sus familiares: ¿Cómo puede atreverse a declarar que es el pan bajado del cielo?

Ellos recuerdan lo que le sucedió a sus antepasados, que ellos sí comieron pan bajado del cielo. Dios los alimentó en medio del desierto, aquel pan si que venía de arriba.

Jesús siguiendo la conversación, les dice que está de acuerdo, que si Dios les alimentó con pan, con el maná, pero les hace notar una gran diferencia: Todos ellos murieron. Pero este, insiste Jesús, es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Hay una gran diferencia.

Y para rematar la enseñanza, y subir de tono el escándalo entre la gente, añade:"Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo".

Jesús tiene su propia pedagogía, no entra en la discusión con ellos, simplemente afirma y afirma que nadie puede ir a él, si el Padre no es el que le conduce, con lo cual nos está diciendo, que nadie se puede enorgullecer de estar cerca del Señor, como si lo hubiera conseguido por sus propios méritos, pues todo eso es simplemente gracia o bendición que el Padre nos da.

El pan, no se refiere simplemente al pan en sí, sino que es mucho más amplio, es todo lo que necesitamos para la vida, para esa vida en misión hacia el establecimiento del Reino de Dios. Y Jesús se convierte en alimento a través de su Cuerpo y de su Sangre, pero también cuando escuchamos su Palabra, Palabra de vida eterna; y no solamente cuando escuchamos su Pa-labra, sino que también cuando le imitamos, cuando seguimos su ejemplo, cuando Él se convierte en el centro de nuestra vida. Esa unión con Cristo es la que da sentido a nuestra vida, lo que da calidad a nuestra existencia. Mucho se habla de eso, de calidad de vida, y es verdad que por lo menos en el llamado primer mundo se ha conseguido alargar la vida del hombre, pero por lo que vemos y oímos, uno tiene sus dudas si con el aumento de los años, también ha habido una ganancia en lo que se refiere a la calidad.

Ojalá continuemos con nuestra vista, con nuestro corazón, con todo nuestro ser puesto en Jesús, pues Él sí que vino para que tuviéramos vida en plenitud, y el evangelio de hoy nos recuerda: "Os aseguro que el que cree, tiene vida eterna".

viernes, 10 de agosto de 2012

Imágenes de la Sagrada Familia: Jesús, María y José

CASAL SAN JOSÉ MANYANET DE TREMP, ESPAÑA
HIJOS DE LA SAGRADA FAMILIA.

20 de agosto: San José de Calasanz

25 de agosto: San José de Calasanz, Fundador de los Escolapios

21 de agosto: San Pío X, Papa

20 de agosto: San Bernardo (siglo XII)


20 de agosto: San Bernardo, reformador


10 de agosto: San Lorenzo

14 de agosto: San Maximiliano Kolbe

jueves, 9 de agosto de 2012

VOCABULARIO RELIGIOSO: Exequias

EXEQUIAS: Del lat. ex sequiae: seguir, acompañar. Son los ritos y oraciones con que la comunidad cristiana acompaña a sus difuntos y los encomienda a la bondad de Dios.

La palabra se compone del prefijo ex- (de, desde, fuera de) y del verbo sequi (seguir).

Entre los romanos una parte muy importante del funeral era el cortejo fúnebre. El cadáver era velado y luego trasladado fuera del recinto urbano para su incineración y recogida de las cenizas y restos óseos en una urna. Era costumbre pronunciar un discurso alabando las virtudes del difunto.

Pero lo más importante era el cortejo funebre: familiares y amigos del difunto acompañaban al cadáver hasta fuera de la ciudad.

Del verbo latino sequi derivan otras muchas palabras como secuaz, secuela, seguir, séquito, etc. El verbo se asocia a una raíz indoeuropea sekw (seguir) que también dio lugar a la palabra latina signum (señal, emblema, símbolo, aquello a lo que uno sigue), de la cual derivan signo, seña, señuelo, sello, insignia, enseñar... También dio lugar a la palabra socius (asociado, compañero, el que sigue a otro).

Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de José (3)

Nazarenum de Medellín, Colombia.
Seminario de los Hijos de la Sagrada Familia.

Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de José (2)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Muerte de José

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Seminario de los Hijos de la Sagrada Familia.

Imágenes de la Sagrada Familia: Matrimonio de José y María (3)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Matrimonio de José y María (2)

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Imágenes de la Sagrada Familia: Matrimonio de José y María

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Imágenes de la Sagrada Familia: Adoración de los pastores (2)

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