En la reunión que Benedicto XVI mantuvo con los docentes y estudiantes de la Universidad Católica del Sagrado Corazón recordó que “fe y cultura están intrínsecamente unidas”.
El Papa reconoció que nuestro tiempo está caracterizado por “grandes y rápidas transformaciones, que se reflejan también en la vida universitaria”. “La cultura humanista parece estar afectada por un progresivo deterioro y se pone el acento en las disciplinas llamadas 'productivas', de ámbito tecnológico y económico”.
“La cultura relega a la religión fuera de los espacios de la racionalidad: en la medida en la que las ciencias empíricas monopolizan los territorios de la razón, no parece haber espacio para la razón del creer, por lo que la dimensión religiosa es relegada a la esfera de lo opinable y de lo privado”.
En este punto de inflexión histórico, “es importante consolidar e incrementar la búsqueda de toda la verdad de nuestro ser”. “Fe y cultura son manifestaciones de aquel desiderium naturale videndi Deum presente es todas las personas”. “Cuando este matrimonio se separa, la humanidad tiende a encerrarse en sus propias capacidades creativas”; por esto, es necesario que en la universidad haya “ una auténtica pasión por la cuestión de lo absoluto, la verdad misma, y por tanto también por el saber teológico”.
“La fe ilumina la búsqueda del hombre, la interpreta humanizándola, la integra en proyectos de bien, arrancándola de la tentación del pensamiento calculador, que instrumentaliza el saber y hace de los descubrimientos científicos, medios de poder y de esclavitud del hombre”.
“El horizonte que anima el trabajo universitario debe ser la pasión auténtica por el hombre. "La ciencia se desarrolla como un cultivo verdadero y custodia del universo en el servicio a la persona”, y “servir al hombre es hacer la verdad en la caridad, es amar la vida, respetarla siempre, comenzando por las situaciones en las que es más frágil e indefensa”.
“La declaración de la fe y el testimonio de la caridad son inseparables”. “La cima del conocimiento de Dios se alcanza en el amor; este amor que no se contenta con ocasionales expresiones filantrópicas, pero que transforma el corazón del hombre y lo arranca de los egoísmos que generan miseria y muerte”.
La fe cristiana “no hace de la caridad un sentimiento vago y piadoso, sino de una fuerza capaz de iluminar los senderos de la vida en todas sus expresiones. Sin esta visión, sin esta dimensión teologal original y profunda, la caridad se contenta con la ayuda ocasional y renuncia al deber profético de transformar la vida de la persona y las mismas estructuras de la sociedad”.
“Este es un compromiso específico que la misión en la Universidad os llama a realizar como protagonistas apasionados, convencidos de que la fuerza del Evangelio es capaz de renovar las relaciones humanas y penetrar el corazón de la realidad”, dijo a los presentes.
Desde esta perspectiva, Benedicto XVI concluyó diciendo que “la Capilla es el corazón que late y el alimento constante de la vida universitaria”, “un lugar del espíritu, como decía Juan Pablo II, en el que los creyentes en Cristo pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos”.
El Papa reconoció que nuestro tiempo está caracterizado por “grandes y rápidas transformaciones, que se reflejan también en la vida universitaria”. “La cultura humanista parece estar afectada por un progresivo deterioro y se pone el acento en las disciplinas llamadas 'productivas', de ámbito tecnológico y económico”.
“La cultura relega a la religión fuera de los espacios de la racionalidad: en la medida en la que las ciencias empíricas monopolizan los territorios de la razón, no parece haber espacio para la razón del creer, por lo que la dimensión religiosa es relegada a la esfera de lo opinable y de lo privado”.
En este punto de inflexión histórico, “es importante consolidar e incrementar la búsqueda de toda la verdad de nuestro ser”. “Fe y cultura son manifestaciones de aquel desiderium naturale videndi Deum presente es todas las personas”. “Cuando este matrimonio se separa, la humanidad tiende a encerrarse en sus propias capacidades creativas”; por esto, es necesario que en la universidad haya “ una auténtica pasión por la cuestión de lo absoluto, la verdad misma, y por tanto también por el saber teológico”.
“La fe ilumina la búsqueda del hombre, la interpreta humanizándola, la integra en proyectos de bien, arrancándola de la tentación del pensamiento calculador, que instrumentaliza el saber y hace de los descubrimientos científicos, medios de poder y de esclavitud del hombre”.
“El horizonte que anima el trabajo universitario debe ser la pasión auténtica por el hombre. "La ciencia se desarrolla como un cultivo verdadero y custodia del universo en el servicio a la persona”, y “servir al hombre es hacer la verdad en la caridad, es amar la vida, respetarla siempre, comenzando por las situaciones en las que es más frágil e indefensa”.
“La declaración de la fe y el testimonio de la caridad son inseparables”. “La cima del conocimiento de Dios se alcanza en el amor; este amor que no se contenta con ocasionales expresiones filantrópicas, pero que transforma el corazón del hombre y lo arranca de los egoísmos que generan miseria y muerte”.
La fe cristiana “no hace de la caridad un sentimiento vago y piadoso, sino de una fuerza capaz de iluminar los senderos de la vida en todas sus expresiones. Sin esta visión, sin esta dimensión teologal original y profunda, la caridad se contenta con la ayuda ocasional y renuncia al deber profético de transformar la vida de la persona y las mismas estructuras de la sociedad”.
“Este es un compromiso específico que la misión en la Universidad os llama a realizar como protagonistas apasionados, convencidos de que la fuerza del Evangelio es capaz de renovar las relaciones humanas y penetrar el corazón de la realidad”, dijo a los presentes.
Desde esta perspectiva, Benedicto XVI concluyó diciendo que “la Capilla es el corazón que late y el alimento constante de la vida universitaria”, “un lugar del espíritu, como decía Juan Pablo II, en el que los creyentes en Cristo pueden detenerse para rezar y encontrar alimento y orientación. Es un gimnasio de virtudes cristianas, en el que la vida recibida en el bautismo crece. Es una casa acogedora y abierta para todos los que, escuchando la voz del Maestro en su interior, se convierten en buscadores de la verdad y sirven a los hombres mediante su dedicación diaria a un saber que no se limita a objetivos estrechos y pragmáticos”.
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