La catedral de la Almudena reunió el domingo (15 de junio, 2014) a matrimonios que celebraban sus bodas de oro y plata, que celebraron con el cardenal Rouco una Misa de Acción de Gracias.
El arzobispo de Madrid pidió «que sigan siendo testigos del amor de Dios en la vida sencilla de todos los días». «Y que sean testigos valientes», porque «no es fácil hoy ser testigo del matrimonio vivido en plenitud cristianamente». «En el fondo -afirmó-, el matrimonio y la familia cristiana son el gran sostén de todo el edificio social, que todavía está en pie y está vivo. Es la base fundamental de la vida social y, por supuesto, también de la vida de la Iglesia»
«Decir Sí delante de Dios es colocar la realidad de la experiencia propia del matrimonio, que se hace dorado y plateado a lo largo del tiempo, en la verdadera perspectiva, para conocerlo mejor, vivirlo más hondamente y dar gracias a Dios por él», dijo el cardenal Rouco, dirigiéndose a las parejas que celebraban sus 25 y 50 años de casados. Por sus matrimonios y por todos los que han alcanzado este año estas cifras redondas en la diócesis se celebró esta Misa de Acción de Gracias, concelebrada por el Delegado de Familia, Fernando Simón.
«Vuestra vida matrimonial y la familia que habéis fundado -dijo el cardenal en su homilía- ha sido una especie de edificio humano y espiritual que ha arrancado del corazón de la fe en Dios. En el Dios de Jesucristo que nos ha dado el don del amor, del Espíritu Santo». «El sacramento del matrimonio -explicó- quiere decir que en ese momento en el que los síes del esposo y de la esposa se hacen un Sí de amor para siempre, quien lo garantiza es Cristo Señor, de una forma que se hace visible en el mismo acto del matrimonio».
Por eso, el arzobispo de Madrid invitó a los presentes a «dar gracias a Dios por vuestros años de matrimonio y familia en el sacramento de la Eucaristía, donde se nos hace vivo, actual siempre, el misterio del amor de Cristo, ofrecido en la Cruz por nosotros. Y damos gracias porque ese amor os ha sostenido en toda vuestra vida».
— Matrimonios marcados por la esperanza
En referencia a los matrimonios que celebraban sus bodas de oro, recordó que se casaron en 1964, «un año en que la Iglesia se hallaba en pleno» Concilio Vaticano II. «Un Concilio que justamente en ese año, el 64, estaba llegando a una renovación de la doctrina y de la fe sobre el matrimonio cristiano muy luminosa; donde la palabra amor y la categoría del amor era central para entender el matrimonio como una donación mutua entre el esposo y la esposa, que no se quedan encerrados en sí mismos sino que abren su corazón y su vida a los hijos».
«Un año -prosiguió- en que el mundo se encontraba de nuevo en una especie de miedo a la guerra». «Pero la esperanza era mayor; la esperanza de que los hombres iban a abrirse cada vez más al corazón de Cristo y al don del Espíritu Santo. Desde entonces y hasta ahora, vuestra vida matrimonial ha conocido muchas vicisitudes, muchos avatares de todo tipo, de los que participamos todos y de los que sabéis vosotros mismos, por vuestra experiencia matrimonial y familiar, donde seguramente ha habido dolores y tribulaciones, pero también gozos y esperanzas». «El gozo y la esperanza, afirmó, es lo que marcó vuestra vida hasta hoy mismo».
En cuanto a las parejas que contrajeron matrimonio en 1989, el cardenal Rouco recordó que, «en agosto de ese año, en Santiago de Compostela, se celebraba la IV Jornada Mundial de la Juventud con San Juan Pablo II. Era el año en que iba a caer el Muro de Berlín e iba a desaparecer el Telón de Acero, que separaba a las dos Europas: la Europa libre y la Europa comunista, soviética, sometida a un régimen de vida extraordinariamente duro y terrible». Ese año, «el Papa san Juan Pablo II invitó a los jóvenes que se habían reunido en el Monte del Gozo, de Santiago de Compostela, a que siguiesen a Cristo: camino, verdad y vida. Y les quiso alejar de los falsos dioses de entonces, que siguen siendo muy actuales hoy: la droga, el sexo, el dinero... Les llamó y les convocó para ser santos. Esa palabra nos asusta a los que la conocemos un poquito más, porque parece que incluye una exigencia tremenda de renuncias, de ascesis, de negaciones a muchas de las cosas bellas de la vida... Pero, en el fondo, la palabra santo quiere decir ser perfectos en el amor. Y hay muchos matrimonios santos, muchas familias santas».
— «Sed testigos del amor de Dios»
«Eso, aseguró, es lo que le pedimos al Señor en este día: el don del Espíritu Santo que les permita seguir por el camino de la perfección del amor. Y damos gracias al Señor por ello». «Que sigan siendo testigos de ese amor de Dios en la vida sencilla de todos los días; en casa, en la vecindad, en el trabajo, en la vida social, en la vida pública, etc. Que lo sean, sobre todo, en la comunidad de oración de la familia... Y que sean testigos valientes. No es fácil hoy ser testigo del matrimonio vivido en plenitud cristianamente. Que lo sean para sus hijos, para sus nietos y para todos... En el fondo, el matrimonio y la familia cristiana son el gran sostén de todo el edificio social, que todavía está en pie y está vivo. Es la base fundamental de la vida social y, por supuesto, también de la vida de la Iglesia».
El cardenal arzobispo de Madrid concluyó su homilía pidiendo al Señor «que nos haga más fieles, más dinámicos, más vigorosos y más llenos del amor de Cristo. La petición se la ponemos en el corazón de nuestra Madre, la Santísima Virgen».
Fuente: alfayomega.es
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