— Fiesta mariana antes del Concilio Vaticano II (1962-1965)
Esta fiesta solía llamarse antes del Concilio Vaticano II “de la Candelaria o de la Purificación de la Virgen”. Era una de las fiestas importantes de Nuestra Señora. Lo más llamativo era la procesión de las candelas. De ahí le viene el nombre de “Candelaria”.
Con la reforma del Concilio Vaticano II se le cambió de nombre para dar prioridad al acontecimiento del Niño Dios, que es presentado al Templo conforme a la prescripción que leemos en Ex 13, 1-12. De este modo, volvió a vincularse al ciclo navideño de la manifestación del Señor.
Con el cambio del nombre no se quiso borrar la presencia de María, sino ponerla en segundo lugar, después del Señor. El Evangelio de San Lucas (2, 22-38) funde dos prescripciones legales distintas, ya citadas arriba, que se refieren a la purificación de la Madre y a la consagración del primogénito.
— Sentido original de la fiesta
La fiesta había sido importada de Oriente. Su nombre original -hypapante-, de origen griego, así lo indica. La palabra “hypapante”, que significa “encuentro”, nos muestra su sentido original: es la celebración del encuentro con el Señor, de su presentación en el templo y de la manifestación del día cuarenta.
En el siglo VII la fiesta se introdujo en la liturgia de Occidente. En un principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María. Los antiguos libros litúrgicos romanos siguieron conservando el nombre original griego para denominar esta fiesta.
— Una de las fiestas más antiguas
El "Itinerarium" de Eteria (390) habla de esta fiesta con el nombre genérico de "Quadragésima de Epiphanía". La fecha de la celebración no era el 2, sino el 14 de febrero, es decir 40 días después de la Epifanía. Hasta el siglo VI se celebró a los cuarenta días de la Epifanía, el 15 de febrero, después pasó a celebrarse el 2, por ser a los cuarenta días de la Navidad, 25 de diciembre.
— Significado de las candelas
En el siglo V se empezaron a usar las veladoras para subrayar las palabras del Cántico de Simeón, "Luz para alumbrar a las naciones", y darle mayor vistosidad a la celebración. Entonces toma el nombre y color de “la fiesta de las luces”. La bendición de las velas es un símbolo de la luz de Cristo que los creyentes se llevan consigo. Durante mucho tiempo se dio gran importancia a los cirios encendidos. Después de usados en la procesión eran llevados a las casas y allí se encendían en algunas necesidades.
La procesión está atestiguada en los antiguos documentos romanos. El Liber Pontificalis nos dice que el Papa Sergio I, a finales del siglo VII, dispuso que se solemnizaran con una procesión las cuatro fiestas marianas más significativas por su antigüedad: la Asunción, la Anunciación, la Natividad y la Purificación.
— Fiesta de la Purificación de María
En la Edad Media la fiesta se reviste de un carácter muy mariano. Así lo demuestra el contenido de las oraciones y antífona, recogidas en el viejo Misal Romano, para ser utilizadas en la bendición y procesión de las candelas y que aparecen por primera vez en libros litúrgicos de los siglos XIII y XIV. El protagonismo de la Virgen pasa a un primer plano y se debe al carácter mariano que la fiesta adquiere en esta época.
Entonces comienza a conocerse como Fiesta de la Purificación de María, recordando la prescripción de Moisés, que leemos en levítico 12, 1-8. La ley de Moisés mandaba que toda mujer que dé a luz un varón, en el plazo de cuarenta días acuda al Templo para purificarse de la mancha legal y allí ofrecer su primogénito a Yahvé. Era lógico que los únicos exentos de esta ley eran Jesús y María: Él por ser superior a esa ley, y Ella por haber concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo. A pesar de ello María oculta este prodigio y... acude humildemente como cualquier otra mujer a purificarse de lo que no estaba manchada.
Una vez cumplido el rito de ofrecer los cinco siclos legales después de la ceremonia de la purificación, la Sagrada Familia estaba dispuesta para salir del templo cuando se realizó el prodigio del “nuevo encuentro” con Simeón, primero, y con la anciana Ana, después.
— Simeón y Ana, ejemplo de vida consagrada
San Lucas nos cuenta los detalles del encuentro: "Ahora, Señor, ya puedes dejar irse en paz a tu siervo, porque han visto mis ojos al Salvador... al que viene a ser luz para las gentes y gloria de tu pueblo Israel..." Y le dijo a la Madre: "Mira, que este Niño está puesto para caída y levantamiento para muchos en Israel... Y tu propia alma la traspasará una espada...".
Jesús está llamado para ser: Luz y gloria y a la vez escándalo y roca dura contra la que muchos se estrellarán. ¡Pobre Madre María, la espada que desde entonces atravesó su Corazón!
La presencia profética de Simeón y Ana es ejemplo de vida consagrada a Dios y de anuncio del misterio de salvación.
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