Deuteronomio 26, 4-10
Salmo 90: Está conmigo, Señor, en la tribulación
Romanos 10, 8-13
Lucas 4, 1-13
Deuteronomio 26, 4-10
Dijo Moisés al pueblo: "El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia. El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado." Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás en presencia del Señor, tu Dios."
Salmo 90: Está conmigo, Señor, en la tribulación
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti."
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación
Te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación
"Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré."
R. Está conmigo, Señor, en la tribulación
Romanos 10, 8-13
Hermanos: La Escritura dice: "La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón." Se refiere a la palabra de la fe que os anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: "Nadie que cree en él quedará defraudado." Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará."
Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan." Jesús le contestó: "Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre»". Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: "Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo." Jesús le contestó: "Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto»". Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti», y también: «Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»". Jesús le contestó: "Está mandado: «No tentarás al Señor, tu Dios»". Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
Comentario de Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.
Hace cuatro días dimos comienzo oficial a la Santa Cuaresma. Cuarenta días de preparación para las grandes y hermosas celebraciones de la Semana Santa. Cuaresma, tiempo de cambio, de conversión, como se nos recordó el Miércoles de Ceniza. La Cuaresma, tiempo fuerte, como también se le conoce.
En la primera carta de Pedro leemos: “Sed sobrios, estad despiertos: vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle, firmes en la fe”.
Estas palabras de Pedro nos pueden servir muy bien como introducción al pasaje evangélico de hoy, donde leemos ese evento en la vida de Cristo cuando Él mismo, es tentado por el diablo, y donde sabe resistirlo y vencerle. A pesar de esta derrota el Diablo no se da por vencido, como nos lo recuerda la última frase de la lectura evangélica: “el demonio se marchó hasta otra ocasión”.
Comenzamos con el cuatro capítulo de San Lucas. Jesús ha sido bautizado y va a experimentar un cambio rotundo en su vida pasando de ciudadano de pie, podríamos decir, a misionero, predicador, profeta, evangelizador. Tiene un mensaje que comunicar. En su bautismo se oyó la voz del Padre, que no solo lo proclamaba su hijo predilecto, sino que instaba a todos a escucharle.
Y así, lleno del Espíritu Santo, Jesús pasa cuarenta días en el desierto, y lo hace sin comer y sufriendo las constantes tentaciones del diablo. Al final de esa permanencia en el desierto, permanencia que nunca es permanente sino transitoria, como en el caso del pueblo elegido, Jesús sintió hambre. Y así comienza su prueba, el diablo lo ha estado tentando, pero ahora Jesús está sintiendo una debilidad y una necesidad, y el enemigo con cara de buen amigo se le acerca para ayudarle.
El diablo comienza su ataque, como siempre, haciendo que nos fijemos en nosotros mismos, en nuestra necesidad, y así reta a Jesús: Si eres Hijo de Dios, si tienes hambre, la solución está en tus manos convirtiendo estas piedras en pan. ¿Cuántos de nosotros habríamos optado por esta solución? Posiblemente bastantes, pero con la respuesta de Jesús, Él nos hace pensar e ir un poco más lejos. Si necesitamos comer para vivir, pero eso no es lo único. Para ser verdaderamente personas ese pan debe ser mucho más que lo que nosotros entendemos por pan. Nuestro verdadero alimento, el alimento del ser humano, o mejor dicho el ser humano para verdaderamente serlo necesita del alimento que nos ponen en la mesa, sino de otras muchas cosas más.
La tentación continúa, pues el diablo lleva a Jesús bien alto desde donde se pueden observar todos los reinos del mundo, y le ofrece el poder y la gloria, con el pequeño requisito de tenerse que hincar de rodillas delante del maligno. Esta sí que es una tentación muy atractiva: poder y gloria. ¿Cuántas vidas ha sacrificado la humanidad para que algunos consigan ese poder y gloria?
Recientemente hemos recibido una lección extraordinaria con la renuncia del Santo Padre. Dentro de lo que es la Iglesia todo el poder reside en el Papa, y millones y millones lo admiran, hay quienes darían todo por una audiencia privada con él, etc. etc. y de repente dice que lo abandona todo para irse a un monasterio. Lo deja todo en las manos de otro, y no pide nada en recompensa. Posiblemente no le habrá sido tan difícil como piensan algunos, ya que él siempre ha sabido que su ministerio era servicio, aunque hubiera gloria y poder, y cuando ha creído que no podía ofrecer el servicio, renuncia en favor del bien de la Iglesia. Una gran lección para todos, especialmente para los que tienen un cierto poder y gozan de una cierta gloria.
Por último una tentación sobre seguridad, la seguridad de que hagas lo que hagas, tienes unos ángeles que te van a cuidar para que no te rompas la cabeza al caer. Y Jesús vuelve a resolver la situación de la misma manera: Déjate ya de tentar al Señor, pues es tu Dios.
Comencemos la Santa Cuaresma pidiendo a Dios que nos llene del Espíritu Santo para poder escuchar e imitar a su Hijo predilecto.
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