Isaías 40,1-5.9-11
Salmo 84
Marcos 1,1-8
Frente a los que relacionan la venida de Dios con calamidades, castigos y desastres, el Adviento nos vuelve a recordar que la venida de Dios es una buena noticia para todos, también para los que habían sido condenados:
"Consolad a mi pueblo...
Gritadle que está pagado su crimen...
Alza fuerte la voz, álzala, no temas...
Aquí está vuestro Dios,
viene con El su salario,
y su recompensa lo precede.."
Qué difícil es para algunos creyentes relacionar la venida de Dios con un tiempo de gracia y amnistía, de perdón y reconciliación.
El mismo Dios que puede juzgar y condenar también puede sanar las heridas, pero a veces preferimos que Dios juzgue y condene y, depués, ya sanarán las heridas... Sin embargo, hay heridas que han sanado y nos siguen doliendo, y no sabemos por qué.
El Adviento es un tiempo inacabado, abierto, de transición y paso hacia una realidad que no terminamos de comprender del todo; por eso, el Adviento está reñido con una fe y espiritualidad cerradas, completas, absolutas y perfectas.
No, el Adviento no es un tiempo que todos pueden disfrutar porque no cae bien a los que han perdido la inocencia, la ilusión, el optimismo, la fe y la esperanza. Una persona me decía que el Adviento es para los inmaduros, para los que no saben lo que quieren, para los que no saben dónde van, para los soñadores, para los que se dejan sorprender. "¿Cómo Abraham?", le dije yo.
Seguramente alguna vez hemos oído hablar del self-made man/woman, es decir, del hombre y la mujer que se hacen a sí mismos. El problema de estas personas es que solamente pueden construir un mundo a su imagen y semejanza ya que, de lo contrario, perderían el control de cuanto les otorga seguridad.
El Adviento es un tiempo para aprender a ceder el control, a disminuir, a apartarnos dejando paso otros. Esto no podemos hacerlo sin humildad y sin reconocer que no somos tan justos y buenos, como aparentamos. De ahí, que el Adviento, sea un tiempo de penitencia y conversión.
"Juan bautizaba en el desierto;
predicaba que se convirtieran y se bautizaran,
para que se les perdonasen los pecados".
Reconocernos pecadores no es fácil cuando la apariencia y la hipocresía son indispensables para sobrevivir en sociedad. Aceptarnos como somos, sin máscaras, puede ser duro, pero es el primer paso para descubrir que fuimos creados para amar, no para juzgar y condenar. Por eso, los que esperan a un mesias conquistador y justiciero quedarán defraudados.
Salmo 84
Marcos 1,1-8
Frente a los que relacionan la venida de Dios con calamidades, castigos y desastres, el Adviento nos vuelve a recordar que la venida de Dios es una buena noticia para todos, también para los que habían sido condenados:
"Consolad a mi pueblo...
Gritadle que está pagado su crimen...
Alza fuerte la voz, álzala, no temas...
Aquí está vuestro Dios,
viene con El su salario,
y su recompensa lo precede.."
Qué difícil es para algunos creyentes relacionar la venida de Dios con un tiempo de gracia y amnistía, de perdón y reconciliación.
El mismo Dios que puede juzgar y condenar también puede sanar las heridas, pero a veces preferimos que Dios juzgue y condene y, depués, ya sanarán las heridas... Sin embargo, hay heridas que han sanado y nos siguen doliendo, y no sabemos por qué.
El Adviento es un tiempo inacabado, abierto, de transición y paso hacia una realidad que no terminamos de comprender del todo; por eso, el Adviento está reñido con una fe y espiritualidad cerradas, completas, absolutas y perfectas.
No, el Adviento no es un tiempo que todos pueden disfrutar porque no cae bien a los que han perdido la inocencia, la ilusión, el optimismo, la fe y la esperanza. Una persona me decía que el Adviento es para los inmaduros, para los que no saben lo que quieren, para los que no saben dónde van, para los soñadores, para los que se dejan sorprender. "¿Cómo Abraham?", le dije yo.
Seguramente alguna vez hemos oído hablar del self-made man/woman, es decir, del hombre y la mujer que se hacen a sí mismos. El problema de estas personas es que solamente pueden construir un mundo a su imagen y semejanza ya que, de lo contrario, perderían el control de cuanto les otorga seguridad.
El Adviento es un tiempo para aprender a ceder el control, a disminuir, a apartarnos dejando paso otros. Esto no podemos hacerlo sin humildad y sin reconocer que no somos tan justos y buenos, como aparentamos. De ahí, que el Adviento, sea un tiempo de penitencia y conversión.
"Juan bautizaba en el desierto;
predicaba que se convirtieran y se bautizaran,
para que se les perdonasen los pecados".
Reconocernos pecadores no es fácil cuando la apariencia y la hipocresía son indispensables para sobrevivir en sociedad. Aceptarnos como somos, sin máscaras, puede ser duro, pero es el primer paso para descubrir que fuimos creados para amar, no para juzgar y condenar. Por eso, los que esperan a un mesias conquistador y justiciero quedarán defraudados.
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