Lecturas de la Misa: María, Madre de Dios
Comenzamos el año de una forma muy particular. El mismísimo primer día honramos a la Santísima Virgen, Madre de Dios.
El domingo pasado conmemorábamos el nacimiento de su Hijo, nuestro Salvador. Entonces enfatizábamos al hijo, hoy es a la madre, aunque la verdad es que no podemos separarlos. Al hablar de Jesús, pensamos también en María y, al hablar de María, no podemos dejar de pensar en Jesús.
La primera lectura nos trae la bendición que Moisés, a petición del Señor, enseñó a Aarón, una bendición que el Pueblo de Dios usaba en las solemnidades, en especial para el comienzo del año.
Qué mejor que comenzar una nueva etapa, año, pidiendo a Dios que nos bendiga. Y en esta instrucción de Dios a Moisés y transmitida por éste a Aarón y sus hijos. Dos cosas sobresalen aquí: bendición, una oración o petición a Dios para que mire benignamente a su pueblo, a todos nosotros y cada uno individualmente.
También se pide a Dios que nos de la paz, un regalo mesiánico, que es mucho más que simplemente la ausencia de guerra o mantenimiento del orden, algo que hacen bastante bien algunas dictaduras. La palabra shalom indica, una plenitud, algo así como esa armonía que el ser humano puede alcanzar con el mismo Dios, consigo mismo y con el resto de la creación, la misma naturaleza y sobre todo con el prójimo.
Bien mirado, no es poco lo que pedimos a Dios en este comienzo de año, que como solemos decir "año nuevo, vida nueva".
Es tiempo de acercarnos a Dios, de vivir en armonía con la naturaleza que nos rodea, respetando toda esa creación, y sobre todo que haya concordia entre las personas y naciones, que no tengamos que sufrir más esas primeras noticias que nos ofrecen los medios de comunicación que tienen que ver más con discordia, enemistad, violencia y muerte que con amistad, perdón, entendimiento, concordia y vida.
El evangelio de esta solemnidad es el mismo de la misa de la aurora de Navidad. Los pastores han recibido el anuncio de ese gran acontecimiento, como fue el nacimiento del Niño Jesús, el Hijo de Dios, el Hijo de María. Han ido a la gruta y se han encontrado con María, José, algo de lo que no se les había informado, y el niño recostado en el pesebre. Allí mismo comienzan ellos a evangelizar. Contaban lo que les había dicho el Ángel y que todo era verdad. Les anunció una buena noticia, la cual era que había nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y que lo iban a encontrar envuelto en unos pañales, acostado en un pesebre. Todo lo cual les dio gran alegría, y con gran alboroto y entusiasmo lo fueron anunciando a todos con quienes se encontraban.
Este encuentro con Jesús les mueve a glorificar y alabar a Dios, pues esa buena noticia que el ángel les había anunciado, era verdad, era una realidad. El Mesías, el esperado, al que los líderes religiosos hubieran querido dar la bienvenida y ganarse unos cuantos puntos y reafirmar su autoridad, ni se han enterado.
Son los pastores, esos despreciables, malhechores, ladrones, etcétera, que no aparecían por el Templo o la sinagoga, ellos son los elegidos por el Padre, para con cantos de alegría anuncien lo que el pueblo ha estado esperando por siglos y siglos.
Hoy honramos a Santa María, Madre de Dios, y aquí me atrevo a copiar lo que escribió Michel Quoist en su libro "Oraciones para rezar por la calle":
"Mi mejor invento, dice Dios, es mi madre. Me faltaba una madre y me la hice. Hice Yo a mi madre antes que ella me hiciese. Ahora sí que soy hombre como todos los hombres. Ya no tengo que envidiarles, porque tengo una madre, una madre de veras. Mi Madre se llama María, dice Dios. ¡Qué bonita es mi madre! Tanto, que dejando las maravillas del cielo nunca me sentí desterrado junto a ella."
Santa María, Madre de Dios. Rogad por nosotros.