domingo, 19 de septiembre de 2021

Últimos años de san Roberto Bellarmino

 


Cardenal jesuita

El cardenal Belarmino nunca olvida a la Compañía de Jesús. Sus cartas están llenas de sentimientos nostálgicos por los años vividos como simple religioso. Su director espiritual es, desde sus años en Nápoles, el P. Juan Bautista Carminata. A este Padre le abre siempre su alma, le pide consejo y suplica le transmita sus correcciones. El Padre Carminata le es fiel y sincero, en medio de sus ocupaciones de Rector, Provincial de Sicilia y otros cargos. Es una hermosa amistad la de estos dos hombres santos, que dura hasta la muerte del P. Carminata en 1619.

Desde su regreso a Roma, en 1605, Belarmino toma la costumbre de vivir un mes entero en la casa del noviciado de San Andrés, en el Quirinal. Escoge, casi siempre, el mes de septiembre, por estar más libre de sus ocupaciones de Curia. Allí vivieron san Estanislao de Kostka y san Luis Gonzaga y con sus recuerdos le parece volver a la vida religiosa. 

Deja de lado sus vestiduras de cardenal y participa en todos los actos y en la vida de la comunidad. En la casa del Noviciado hace siempre los ocho días de Ejercicios espirituales prescritos a todo jesuita.  En San Andrés, en 1616, hace su célebre voto de defender la doctrina sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen María, a pesar de no ser todavía un dogma de fe.

Encargo a san Bernardino Realino

En junio de 1616 encarga al P. Antonio Beatillo, que parte desde Roma a Lecce: "Cuando Ud. llegue a Lecce diga al santo anciano P. Bernardino Realino, que ya es muy viejo y no puede hacer nada en esta vida, que vaya pronto al paraíso y me prepare a mí un sitio para que cuando yo llegue lo encuentre todo preparado". Un recado de un santo para otro santo. 

La suave respuesta de san Bernardino Realino fue: "Padre mío, dentro de pocos días yo me iré de esta vida y haré lo que manda el señor Cardenal, y cuando esté en el cielo por la gracia del Señor, le esperaré y le tendré preparado el sitio. Escríbalo Ud. así al señor Cardenal". Quince días después muere en Lecce el P. Bernardino Realino.

Muerte de Pablo V (1621)

A principios de 1621 muere el papa Pablo V. Es el decimocuarto Papa que baja al sepulcro en la larga vida de Belarmino. De nuevo entra al cónclave. Tiene más de 78 años y le parece no haber peligros en la elección. Con todo, hay trece sufragios en su favor que interpreta como una benevolencia para con su persona. 

El elegido es el cardenal Ludovisi, quien toma el nombre de Gregorio XV. De inmediato Roberto pide al nuevo Pontífice la gracia de retirarse de sus funciones y el permiso para vivir cerca del Noviciado de San Andrés. El Papa, primero rehusa, pero algunos meses más tarde accede, movido por las instancias que le hace el P. General Mucio Vitelleschi.

Muerte de Roberto Belarmino

El 25 de agosto se traslada a vivir al Noviciado de San Andrés. "A morir", como él dice. El 28 de agosto asiste a las sesiones de la Sagrada Congregación del Indice. Pero regresa a casa con fiebre: tercianas dobles. Gregorio XV viene a San Andrés, el 1 de septiembre, para visitarlo en el lecho de enfermo y darle su bendición. 

En los días siguientes el gentío es inmenso, cardenales y sacerdotes, señores y pueblo. Cuando el P. General le comunica que no hay esperanzas, dice: "¡Oh, qué buena noticia, qué buena noticia!". El mismo pide el Viático y el Sacramento de los enfermos. 

El 10 de septiembre, ante diez testigos, hace una solemne declaración de fe, pues sabe que muchos adversarios hacen correr rumores infundados: "Cuanto he escrito en defensa de la fe católica lo ratifico en esta hora y en esa fe quiero morir. Además, en lo referente a la materia De auxiliis divinae gratiae, ratifico y tengo por verdadero cuanto he escrito en las Controversias. No he cambiado jamás de opinión. Ruego a los presentes quieran firmar esta declaración en testimonio de la verdad". 

Otro día recibe a los novicios y al P. Maestro y se entretiene con mucho agrado con ellos. Muere en la mañana de 17 de septiembre de 1621.

Su testamento dice: "Quiero que mi cuerpo, sin embalsamarlo, sea llevado de noche y sin pompa a una Iglesia de la Compañía de Jesús, a la del Colegio Romano o de la Casa profesa. Mis funerales los hagan solamente los Padres y Hermanos de la Compañía de Jesús, sin asistir el Sacro Colegio, sin túmulo, escudo o colgaduras. Con la misma sencillez con que se suelen hacer los de la Compañía. Y en este particular, con toda verdad, suplico humildemente a la Santidad de nuestro Señor el Papa, quiera cumplirme este deseo. En cuanto al lugar de mi sepultura, mucho me gustaría tenerlo a los pies de mi hijo espiritual, el Bienaventurado Luis Gonzaga. Sin embargo, los Superiores de la Compañía podrán depositar mi cuerpo donde les parezca. Estoy seguro de que la piadosa caridad de mi madre la Compañía de Jesús, no dejará de rogar por mi alma como lo hace con los demás hijos suyos".

Beatificación, Canonización, Doctor de la Iglesia

El 12 de diciembre de 1628, Urbano VIII firma el decreto de introducción de la causa. Los procesos apostólicos se llevan a cabo rápidamente en Roma, Capua, Parma y Montepulciano. En 1629 todos están terminados y depositados en la Sagrada Congregación. Sin embargo la causa encuentra muchas dificultades. Difícilmente se puede encontrar un ejemplo semejante en la historia de estos procedimientos canónicos. La primera suspensión es motivada por los decretos de Urbano VIII que prohiben discutir la heroicidad de virtudes hasta que no pasen por lo menos cincuenta años después de la muerte del siervo de Dios. 

En 1675 se reasume la causa y es aprobada por unanimidad. La muerte del Papa trae un nuevo retraso. El nuevo Papa la difiere por haberse omitido algunas formalidades de procedimiento. 

En 1753 el papa Benedicto XIV la reasume y aprueba. Las persecuciones a la Compañía de Jesús, que terminarán con su supresión en 1773, dejan también esta causa en suspenso. 

En 1923 el papa Pío XI lo beatifica cuando han pasado ya más de trescientos años de su muerte. El mismo pontífice lo canoniza el 29 de junio de 1930, y al año siguiente lo declara Doctor de la Iglesia. Es el santo patrón de los catequistas. Su fiesta se celebra el 17 de septiembre.


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