En la solemnidad de la fiesta de San Pedro y san Pablo, el papa Francisco ha celebrado una solemne Eucaristía en la basílica vaticana. De estos dos grandes santos de la cristiandad, Francisco recalcó que “no se cansaron nunca de anunciar, de vivir en mision, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Aquí dieron testimonio de Él, hasta el final, entregando su vida como mártires. Si vamos a las raíces de su testimonio, los descubrimos como testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesuús”.
Francisco recalcó que fueron “testigos de vida” y que fueron elegidos “aún cuando sus vidas no fueron cristalinas y lineales”. “Hay una gran enseñanza en todo esto: el punto de partida de la vida cristiana no está en el ser dignos; con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho. Cuando nos consideramos mejores que los demás, es el principio del fin. Porque el Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado”, explicó en su homilía.
"La santidad no consiste en enaltecerse"
Tanto Pedro como Pablo –agregó el Papa- “comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. ¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades? El perdón del Señor”.
Para el Papa, “fue precisamente en sus caídas donde descubrieron el poder de la misericordia del Señor, que los regeneró. En su perdón encontraron una paz y una alegría irreprimibles. Con todo el desastre que habían realizado, habrían podido vivir con sentimientos de culpa: ¡Cuántas veces habrá pensado Pedro en su negación! ¡Cuántos escrúpulos tendría Pablo, por el daño que había hecho a tantas personas inocentes! Humanamente habían fallado; pero sin embargo se encontraron con un amor más grande que sus fracasos, con un perdón tan fuerte como para curar sus sentimientos de culpa”.
"Jesús no es el pasado"
De este modo, el Papa explicó que para los testigos como Pedro y Pablo “Jesús no es el pasado, sino el presente y el futuro. No es un personaje lejano para recordar, sino Aquél a quien Pedro tutea: 'Tú eres el Cristo'. Para el testigo, Jesús es más que un personaje histórico, es la persona de la vida: es lo nuevo, no lo ya visto; es la novedad del futuro, no un recuerdo del pasado. Por consiguiente, un testigo no es quien conoce la historia de Jesús, sino el que vive una historia de amor con Jesús. Porque el testigo, después de todo, lo único que anuncia es que Jesús está vivo y es el secreto de la vida”.
“Ante estos testigos, preguntémonos: ‘¿Renuevo mi encuentro con Jesús todos los días?’. Es posible que seamos personas que tienen curiosidad por Jesés, que nos interesemos por las cosas de la Iglesia o por las noticias religiosas; que abramos péginas de internet y periódicos, y hablemos de cuestiones sagradas. Pero de esta forma, nos quedamos sólo al nivel de lo que la gente dice, de las encuestas, del pasado. A Jesús esto le interesa poco. Él no quiere “reporteros” del espíritu, mucho menos cristianos de fachada. Él busca testigos, que le digan cada día: ‘Señor, tú eres mi vida’”.
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