martes, 11 de julio de 2017

San Benito: "Es la libertad y no las cadenas lo que da sentido a la vida", por Josep Miquel Bausset


El 11 de julio la Iglesia celebra la fiesta de San Benito, padre de monjes y patrono de Europa. La enseñanza de este santo abad la encontramos reflejada en la Regla que escribió para los monjes, y que sintetiza la vida de un hombre, "Benito de nombre y bendecido de Dios", como lo definió el Papa San Gregorio el Grande.

Esta Regla, que es un modelo y un camino de vida monástica está formada por diversos ejes, que estructuran la vida de los monjes, como la oración, la humildad, la paternidad abacial, la acogida de huéspedes, pobres y peregrinos, la obediencia, el perdón y sobre todo la comunión fraterna, fundamento sobre la cual se construye la comunidad.

San Benito quiere que cada monasterio sea una escuela de servicio, donde cada uno de los monjes sea un icono del amor Trinitario. Y todo eso vivido desde la libertad, que es a la base de la opción monástica y de cualquier otra opción de vida.

La persona y la obra de San Benito y su invitación a la fidelidad, me trae el recuerdo de una moda que, desde hace unos años, concretamente desde el 2008, se ha extendido por diversos puentes de París y que algunos han calificado de gregaria. Se trata de comprar un candado, escribir en él el nombre de la pareja, fijarlo en un lugar "romántico" y lanzar la llave al río Sena, como muestra de afecto y de fidelidad.

Se sabe que solo en el puente de las Artes de París había cerca de un millón de candados, cosa que hacía que este puente aguantara una carga de cuarenta toneladas. Es evidente que ante el peligro que suponía la carga de los candados, las autoridades, con muy buen criterio, decidieron retirarlos. Este fenómeno "romántico" se ha extendido a los diversos puentes de París, además del de las Artes. Pero no solo en París. Esta "moda" ha llegado también la bahía de San Francisco e incluso a la Ciudad Prohibida de Pequín.

Este "invento" de los candados en los puentes de París, me ha hecho recordar un capítulo del Libro Tercero de los Diálogos del Papa San Gregorio el Grande, en el cual San Benito hizo a ver al ermitaño Martín, que la fidelidad a Cristo no se encuentra en el hecho de atarse materialmente a una cadena, sino en vivir la propia vocación desde la libertad y desde el amor.

San Gregorio el Grande escribió el Segundo Libro de los Diálogos, que dedicó por completo a la vida de San Benito. Pero también en el capítulo XVI del Tercer Libro de los Diálogos, titulado, "El ermitaño Martín del Monte Marsico", San Gregorio nos relata este episodio de la vida del santo abad:
"Hace poco, también en el país de Campania, sobre el Monte Marsico, un hombre muy venerable llamado Martín, vivía en vida solitaria, y durante muchos años estuvo recluido en una cueva muy estrecha. Muchos de los nuestros lo conocieron y estuvieron presentes en sus acciones. He sabido muchas cosas por el Papa Pelagio, mi predecesor de venerable memoria, y por otros hombres muy religiosos.

"Martín, al principio de estar en aquella montaña, cuando aun no estaba recluido en la cueva, se había atado el pie a una cadena de hierro que había fijado en la roca por la otra extremidad, para así no haber de ir más lejos de lo largo de la cadena. Benito, el hombre de vida venerable que ya he recordado, lo supo. Le dijo por uno de los sus discípulos: Si eres servidor de Dios, no estés retenido por una cadena de hierro, sino por la cadena de Cristo. Después de estas palabras, Martín se deshizo de aquella cadena y nunca más se alejó del radio de acción de donde iba con el pie encadenado. Libre de la cadena se estableció en el espacio donde estaba antes, cuando estaba atado".

La "moda" de los candados en los puentes del Sena no hace sino poner en peligro la seguridad de los que pasean por París, a la vez que reduce el amor de las parejas a una anécdota o a una caricatura con un simple candado.

Es evidente que el amor y el afecto de los enamorados no necesitan ni de candados ni de cadenas. Al contrario: el amor se fundamenta en la libertad y en la confianza. Y un candado no es precisamente el mejor símbolo para expresar el afecto y el amor.

El capítulo XVI del Tercer Libro de los Diálogos de San Gregorio que he mencionado, nos da a entender que es la libertad y no las cadenas lo que da sentido a la vida, al compromiso de una pareja o de unos monjes o monjas, que quieren que el amor sea lo que de sentido y fundamento a la propia vida. Y es que San Benito, a pesar de los XV siglos que tiene su Regla, continua humanizando la vida de los monjes, de los oblatos benedictinos y de todos aquellos que ven en este texto una fuente de sabiduría y de humanidad.

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