martes, 14 de abril de 2015

Hechos 4,32-37: Comunidad renacida en el Espíritu Santo, por el papa Francisco

Hechos 4,32-37

En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

— Comentario del papa Francisco
Comunidad renacida en el Espíritu Santo

Una comunidad renacida en el Espíritu Santo busca la armonía y es paciente ante los sufrimientos. Estas son las palabras del papa Francisco durante la celebración matutina de la Santa Misa en la capilla de la Casa Santa Marta. El Santo Padre también advirtió de que los cristianos no deben acumular riquezas, sino ponerlas al servicio de los necesitados, como lo hizo la primera comunidad guiada por los Apóstoles.

¿Qué frutos trae el Espíritu Santo en una comunidad? El Pontífice se centró en su homilía de este martes en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que describe la vida de la primera comunidad de cristianos.

Hay, subrayó, dos signos de “renacimiento de una comunidad”. El primer signo es la armonía.

“La comunidad renacida o de los que renacen en el Espíritu tiene esta gracia de la unidad, la armonía. El único que nos puede dar la armonía es el Espíritu Santo, porque él también es la armonía entre el Padre y el Hijo, es el don que hace la armonía. El segundo signo es el bien común, es decir: 'No había entre ellos ningún necesitado, nadie consideraba propiedad suya lo que le pertenecía', estaba al servicio de la comunidad. Sí, algunos eran ricos, pero para servir. Estos son dos signos de una comunidad que vive en el Espíritu”.

Esto, señaló el Papa, es un paso “curioso”, porque “poco después empiezan” algunos problemas en la comunidad, por ejemplo, la entrada de Ananías y Safira que tratan de “engañar a la comunidad”.

“Estos son los dueños de los benefactores que se acercan a la Iglesia, entran para ayudarla y usar a la Iglesia para sus propios negocios, ¿no? Luego están las persecuciones que fueron anunciadas por Jesús. La última de las Bienaventuranzas de Mateo: 'Bienaventurados cuando los insulten, los perseguirán por mi causa... Alégrense'. Y así se leen tantas persecuciones de esta comunidad. Jesús promete esto, promete muchas cosas hermosas, la paz, la abundancia: 'Tendrán cien veces más con las persecuciones'”.

En la “primera comunidad renacida por el Espíritu Santo -- recordó Francisco-- hay esto: la pobreza, el bien común, pero también los problemas, dentro y fuera”. Problemas dentro, como “esa pareja de negociantes, y fuera, las persecuciones”. Pero Pedro dice a la comunidad que no se sorprenda por estas persecuciones, porque es “el fuego que purifica el oro”. Y la comunidad renacida por el Espíritu Santo se purifica precisamente “en medio de las dificultades, de las persecuciones”. Existe, pues, un tercer signo de un renacer de la comunidad: “la paciencia al soportar: soportar los problemas, soportar las dificultades, soportar las maledicencias, las calumnias, soportar las enfermedades, soportar el dolor” de la pérdida de un ser querido.

La comunidad cristiana, prosiguió, “demuestra que renació en el Espíritu Santo, cuando es una comunidad que busca la armonía”, no la división interna; “cuando busca la pobreza”, “no la acumulación de riquezas para sí, porque las riquezas son para servir”. Y cuando “no se enfada inmediatamente ante las dificultades y se siente ofendida”, sino que es paciente como Jesús.

“En esta segunda semana de Pascua, durante la cual celebramos los misterios pascuales, nos hará bien pensar en nuestras comunidades, ya sean diocesanas, parroquiales, familiares o muchas otras, y pedir la gracia de la armonía que es más unidad --la unidad armoniosa, la armonía, que es el don del Espíritu-- pedir la gracia de la pobreza --no de la miseria, de la pobreza: ¿qué significa? Que tengo lo que tengo y tengo que gestionarlo bien por el bien común y con generosidad-- y pedir la gracia de la paciencia, de la paciencia”.

El Señor, concluyó, “nos haga entender a todos que no sólo cada uno de nosotros recibió esta gracia de renacer en el Espíritu en el Bautismo, sino también nuestras comunidades”

Fuente: zenit.org

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