Jeremías 33:14-16
Salmo 25
1 Tesalonicenses 3:12-4:2
Lucas 21:25-28,34-36
Jeremías 33:14-16
Mirad que días vienen-oráculo de Yahveh- en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: "Yahveh, justicia nuestra."
Salmo 25: A ti, Señor, levanto mi alma.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
1 Tesalonicenses 3:12-4:2
Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos, y que así os fortalezca internamente; para que cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios: pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos en nombre del Señor Jesús.
Lucas 21:25-28,34-36
"Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustias de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación." "Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por la preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improvisto sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre."
Comentario por Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.
Hoy damos comienzo al nuevo año litúrgico, Ciclo C. Durante la mayoría de los domingos, aunque no todos, la liturgia nos irá ofreciendo la lectura del Evangelio según San Lucas, un evangelio cuya proclamación, lectura, reflexión nos ayuda a acercarnos más y más al Señor.
Estamos viviendo un auge en la evangelización, Nueva se le llama, y es de esperar que nos vayamos comprometiendo, o por lo menos, que expresemos en nuestras vidas una apertura más y mejor hacia Jesús, para convertirnos en verdaderos discípulos de Él. Tal vez algunos nos hayamos contentado con ser sus admiradores, y eso aunque no está mal y puede ser un principio, no es suficiente, debemos convertirnos en discípulos, imitadores, seguidores del Maestro.
Durante el Adviento, tiempo propio para prepararnos a la celebración de la Navidad, también nos vamos a encontrar que la Palabra ofrece para nuestra reflexión otros temas: la fidelidad de Dios y la infidelidad del ser humano, la salvación, las dos venidas del Señor.
La primera lectura nos ofrece una nota, una promesa para la esperanza: “En aquellos días y en aquella hora, dice el Señor, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.
Ahí está la promesa que nos debe dar esperanza, y para que esa esperanza se vaya convirtiendo en realidad, el apóstol Pablo les dice que debemos estar preparados para que cuando venga el Señor nos presentemos “santos e irreprensibles”. El apóstol les ha dado el ejemplo, y les ruega que lo imiten para que ese futuro encuentro sea glorioso y salvífico.
La lectura evangélica está tomada del evangelio de Lucas. Ya ha entrado en Jerusalén y vamos viendo algunas de sus actividades en la Ciudad Santa. El pasaje de hoy es parte del discurso escatológico, donde se anuncian los acontecimientos que van a suceder, cosas tan extraordinarias que la gente se verá envuelta en gran angustia y enloquecida por algo parecido a esos tsunamis que están azotando a partes de nuestro mundo en tiempos recientes. No es de extrañar por tanto, la figura que describe el evangelio: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo por lo que se le viene encima al mundo…”
Todo esto anunciando que el Hijo del Hombre viene sobre una nube, pero esta vez, no como lo hizo la primera, en la oscuridad de una noche, en medio del rechazo de los hombres, en una cueva. No, esta vez viene “con gran poder y gloria”.
Sin embargo, Dios no se olvida de la Promesa, esa salvación que nos había anunciado, y así leemos: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”.
Para que esta liberación se convierta en realidad, nos llama la atención, para que no nos distraigamos con las cosas que nos pueden atraer, pero que nos separarán de dicha liberación como son los vicios, la bebida, la preocupación por el dinero, o sea, todo eso que no viene de arriba, sino que es consecuencia de aquella primera separación que produjo el ser humano al querer quitar el puesto a Dios, que no es otra cosa que el pecado.
¿Qué hacer? Orar. Hacer oración, esa oración que nos mantiene en constante unión con el Señor, de quien nos viene todo lo que necesitamos para superar las tentaciones y todas las llamadas que nos hace la carne.
El final, como nos lo describe el evangelio, van a ser momentos difíciles, de desastres de proporciones cósmicas, pero el centro es Cristo, a quien se le ha entregado todo el poder en el cielo y la tierra, y viene para darnos la liberación. ¿Qué más podemos pedir?
Jesús es nuestra esperanza, y nosotros sus seguidores, estamos llamados a ser esperanza para los demás, especialmente los más necesitados. Parece que todavía no hemos llegado al final del mundo, pero catástrofes siguen habiendo, como el escándalo, el hambre, la violencia, el deseo de dinero, el vicio de toda clase. Eso no es liberación.
Nosotros, hermanas y hermanos, estamos llamados a ser testigos de Cristo para la liberación de todos. Él nos encargó que proclamáramos y cumpliéramos todo lo que Él nos había enseñado, y le siguiéramos en todo lo que Él había dado ejemplo. ¡Benditos los que son causa de esperanza para los demás, ellos están viendo la faz del Señor!
Salmo 25
1 Tesalonicenses 3:12-4:2
Lucas 21:25-28,34-36
Jeremías 33:14-16
Mirad que días vienen-oráculo de Yahveh- en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: "Yahveh, justicia nuestra."
Salmo 25: A ti, Señor, levanto mi alma.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
El Señor es bueno y recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad,
para los que guardan su alianza y sus mandatos.
El Señor se confía con sus fieles
y les da a conocer su alianza.
R. A ti, Señor, levanto mi alma.
1 Tesalonicenses 3:12-4:2
Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos, y que así os fortalezca internamente; para que cuando Jesús nuestro Señor vuelva acompañado de sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios nuestro Padre. Para terminar, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios: pues proceded así y seguid adelante. Ya conocéis las instrucciones que os dimos en nombre del Señor Jesús.
Lucas 21:25-28,34-36
"Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustias de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación." "Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por la preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improvisto sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre."
Comentario por Mons. Francisco González, S.F.
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.
Hoy damos comienzo al nuevo año litúrgico, Ciclo C. Durante la mayoría de los domingos, aunque no todos, la liturgia nos irá ofreciendo la lectura del Evangelio según San Lucas, un evangelio cuya proclamación, lectura, reflexión nos ayuda a acercarnos más y más al Señor.
Estamos viviendo un auge en la evangelización, Nueva se le llama, y es de esperar que nos vayamos comprometiendo, o por lo menos, que expresemos en nuestras vidas una apertura más y mejor hacia Jesús, para convertirnos en verdaderos discípulos de Él. Tal vez algunos nos hayamos contentado con ser sus admiradores, y eso aunque no está mal y puede ser un principio, no es suficiente, debemos convertirnos en discípulos, imitadores, seguidores del Maestro.
Durante el Adviento, tiempo propio para prepararnos a la celebración de la Navidad, también nos vamos a encontrar que la Palabra ofrece para nuestra reflexión otros temas: la fidelidad de Dios y la infidelidad del ser humano, la salvación, las dos venidas del Señor.
La primera lectura nos ofrece una nota, una promesa para la esperanza: “En aquellos días y en aquella hora, dice el Señor, suscitaré a David un vástago legítimo que hará justicia y derecho en la tierra”.
Ahí está la promesa que nos debe dar esperanza, y para que esa esperanza se vaya convirtiendo en realidad, el apóstol Pablo les dice que debemos estar preparados para que cuando venga el Señor nos presentemos “santos e irreprensibles”. El apóstol les ha dado el ejemplo, y les ruega que lo imiten para que ese futuro encuentro sea glorioso y salvífico.
La lectura evangélica está tomada del evangelio de Lucas. Ya ha entrado en Jerusalén y vamos viendo algunas de sus actividades en la Ciudad Santa. El pasaje de hoy es parte del discurso escatológico, donde se anuncian los acontecimientos que van a suceder, cosas tan extraordinarias que la gente se verá envuelta en gran angustia y enloquecida por algo parecido a esos tsunamis que están azotando a partes de nuestro mundo en tiempos recientes. No es de extrañar por tanto, la figura que describe el evangelio: “Los hombres quedarán sin aliento por el miedo por lo que se le viene encima al mundo…”
Todo esto anunciando que el Hijo del Hombre viene sobre una nube, pero esta vez, no como lo hizo la primera, en la oscuridad de una noche, en medio del rechazo de los hombres, en una cueva. No, esta vez viene “con gran poder y gloria”.
Sin embargo, Dios no se olvida de la Promesa, esa salvación que nos había anunciado, y así leemos: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”.
Para que esta liberación se convierta en realidad, nos llama la atención, para que no nos distraigamos con las cosas que nos pueden atraer, pero que nos separarán de dicha liberación como son los vicios, la bebida, la preocupación por el dinero, o sea, todo eso que no viene de arriba, sino que es consecuencia de aquella primera separación que produjo el ser humano al querer quitar el puesto a Dios, que no es otra cosa que el pecado.
¿Qué hacer? Orar. Hacer oración, esa oración que nos mantiene en constante unión con el Señor, de quien nos viene todo lo que necesitamos para superar las tentaciones y todas las llamadas que nos hace la carne.
El final, como nos lo describe el evangelio, van a ser momentos difíciles, de desastres de proporciones cósmicas, pero el centro es Cristo, a quien se le ha entregado todo el poder en el cielo y la tierra, y viene para darnos la liberación. ¿Qué más podemos pedir?
Jesús es nuestra esperanza, y nosotros sus seguidores, estamos llamados a ser esperanza para los demás, especialmente los más necesitados. Parece que todavía no hemos llegado al final del mundo, pero catástrofes siguen habiendo, como el escándalo, el hambre, la violencia, el deseo de dinero, el vicio de toda clase. Eso no es liberación.
Nosotros, hermanas y hermanos, estamos llamados a ser testigos de Cristo para la liberación de todos. Él nos encargó que proclamáramos y cumpliéramos todo lo que Él nos había enseñado, y le siguiéramos en todo lo que Él había dado ejemplo. ¡Benditos los que son causa de esperanza para los demás, ellos están viendo la faz del Señor!