La fiesta/solemnidad de san Pedro y san Pablo nos ofrece la oportunidad para reflexionar sobre el “ministerio del lider” y el significado de la “autoridad” en la Iglesia, entre los seguidores de Cristo, y el mismo Jesús de Nazaret, en cuya persona hallamos la fuente de la fe y la tradición que celebramos hoy.
Cuando leemos los evangelios no debe pasarnos desapercibido que Jesús utiliza su peregrinación desde Galilea a Jerusalen para enseñar a sus discípulos, entre otras cosas, el verdadero significado de la autoridad y el poder.
Los gestos y las enseñanzas de Jesús ponen en evidencia los planes y las expectativas de sus discípulos más cercanos. Vemos que algunos discípulos le siguen cegados por la gloria, la autoridad, el poder, etc., de Jesús.
Ellos siguen al enviado (el Mesías, el Hijo de David, el Rey de reyes, el Hijo de Dios) en quien se cumplen las antiguas promesas. Y con él aspiran también ellos a reinar, a expulsar a sus enemigos, a ser el pueblo/nación que están llamados a ser, gobernando sobre los otros pueblos que se interpongan por el camino. “El Reino de Dios está cerca”, “el juicio está a las puertas”, es lo que creen muchos discípulos; por eso, acompañan, vigilantes y alerta, a Jesús en su camino hacia Jerusalén.
En más de una ocasión, Jesús se enoja con ellos porque los ha sorprendido discutiendo sobre “quién es el primero”; incluso la madre de Juan y Santiago pide para sus hijos un trato especial, pues, quién no es la madre que piensa que sus hijos merecen lo mejor?
Jesús tiene que recordar a los apóstoles que ellos no han sido llamados para gobernar como lo hacen los reyes de la tierra, pues el que quiere ser el primero está llamado a arrodillarse ante sus hermanos y lavarles los pies, a aceptar la humildad de los más pequenos, a ser de los últimos porque ellos son llamados a ser los primeros... en servir.
Las palabras y ejemplos de Jesús no terminan de entrar en la conciencia de los discípulos. Lo vemos en el episodio del huerto de Getsemani cuando Pedro, siendo el primero otra vez, saca la espada para defender a Jesús de sus perseguidores. Una vez más, Jesús recrimina la acción de Pedro porque esta no es la protección, la defensa, el liderazgo, que Jesús quiere para sus discipulos.
El origen del liderazgo y la autoridad de Jesús no es de este mundo, pero, aun así, Jesús ofrece su testimonio de liderazgo y autoridad entre los conflictos, problemas, luchas y divisiones de este mundo. Y es entre conflictos y divisiones donde vemos que el carisma de Jesús de Nazaret no es el carisma del juez, del guardian, del verdugo..., sino el carisma de quien conoce al pecador y se hace victima por él.
Si no entendemos esto es que todavía no hemos entendido el testimonio, hasta la muerte en cruz, de Jesús de Nazaret. La verdad y la justicia del Padre de Jesús vienen de la mano de la entrega misericordiosa de su Hijo. Este Hijo que, en lugar de condenarnos, prefiere derramar su sangre y dar su vida como sacrificio para el perdón de nuestros pecados. Muy lejos está de aquí la figura vigilante y punitiva del “Guardian”, al que muchos creyentes adoran para que el mundo recupere su pureza.
A Saulo le ocurre tres cuartos de lo mismo. El Saulo que persigue a muerte a los cristianos está convencido de que hace lo mejor para proteger la pureza de su religión y de su Dios. Saulo estaba haciendo carrera, es decir, dando los pasos necesarios para convertirse en un gran lider religioso... según los lideres religiosos de este mundo. Hasta aquí, la espiritualidad de Saulo es la espiritualidad del Juez, del Guardian, del Verdugo. Evidentemente esta no es la espiritualidad de los corrompidos cristianos. En el camino de Damasco, Saulo se convierte en Pablo y empezará a beber del cáliz de Jesús, es decir, de la espiritualidad de la víctima.
Los “choques” de Pedro con Jesús, y la “caída” del caballo de Pablo en el camino de Damasco, son necesarios para que Pedro y Pablo “puedan entenderse” más tarde. En el libro de los Hechos de los Apostoles estos dos grandes líderes y autoridades católicas “chocarán”. La pregunta retórica, o la tentación, consiste en preguntarnos “¿quién es el más católico de los dos?”
Cuando leemos los evangelios no debe pasarnos desapercibido que Jesús utiliza su peregrinación desde Galilea a Jerusalen para enseñar a sus discípulos, entre otras cosas, el verdadero significado de la autoridad y el poder.
Los gestos y las enseñanzas de Jesús ponen en evidencia los planes y las expectativas de sus discípulos más cercanos. Vemos que algunos discípulos le siguen cegados por la gloria, la autoridad, el poder, etc., de Jesús.
Ellos siguen al enviado (el Mesías, el Hijo de David, el Rey de reyes, el Hijo de Dios) en quien se cumplen las antiguas promesas. Y con él aspiran también ellos a reinar, a expulsar a sus enemigos, a ser el pueblo/nación que están llamados a ser, gobernando sobre los otros pueblos que se interpongan por el camino. “El Reino de Dios está cerca”, “el juicio está a las puertas”, es lo que creen muchos discípulos; por eso, acompañan, vigilantes y alerta, a Jesús en su camino hacia Jerusalén.
En más de una ocasión, Jesús se enoja con ellos porque los ha sorprendido discutiendo sobre “quién es el primero”; incluso la madre de Juan y Santiago pide para sus hijos un trato especial, pues, quién no es la madre que piensa que sus hijos merecen lo mejor?
Jesús tiene que recordar a los apóstoles que ellos no han sido llamados para gobernar como lo hacen los reyes de la tierra, pues el que quiere ser el primero está llamado a arrodillarse ante sus hermanos y lavarles los pies, a aceptar la humildad de los más pequenos, a ser de los últimos porque ellos son llamados a ser los primeros... en servir.
Las palabras y ejemplos de Jesús no terminan de entrar en la conciencia de los discípulos. Lo vemos en el episodio del huerto de Getsemani cuando Pedro, siendo el primero otra vez, saca la espada para defender a Jesús de sus perseguidores. Una vez más, Jesús recrimina la acción de Pedro porque esta no es la protección, la defensa, el liderazgo, que Jesús quiere para sus discipulos.
El origen del liderazgo y la autoridad de Jesús no es de este mundo, pero, aun así, Jesús ofrece su testimonio de liderazgo y autoridad entre los conflictos, problemas, luchas y divisiones de este mundo. Y es entre conflictos y divisiones donde vemos que el carisma de Jesús de Nazaret no es el carisma del juez, del guardian, del verdugo..., sino el carisma de quien conoce al pecador y se hace victima por él.
Si no entendemos esto es que todavía no hemos entendido el testimonio, hasta la muerte en cruz, de Jesús de Nazaret. La verdad y la justicia del Padre de Jesús vienen de la mano de la entrega misericordiosa de su Hijo. Este Hijo que, en lugar de condenarnos, prefiere derramar su sangre y dar su vida como sacrificio para el perdón de nuestros pecados. Muy lejos está de aquí la figura vigilante y punitiva del “Guardian”, al que muchos creyentes adoran para que el mundo recupere su pureza.
A Saulo le ocurre tres cuartos de lo mismo. El Saulo que persigue a muerte a los cristianos está convencido de que hace lo mejor para proteger la pureza de su religión y de su Dios. Saulo estaba haciendo carrera, es decir, dando los pasos necesarios para convertirse en un gran lider religioso... según los lideres religiosos de este mundo. Hasta aquí, la espiritualidad de Saulo es la espiritualidad del Juez, del Guardian, del Verdugo. Evidentemente esta no es la espiritualidad de los corrompidos cristianos. En el camino de Damasco, Saulo se convierte en Pablo y empezará a beber del cáliz de Jesús, es decir, de la espiritualidad de la víctima.
Los “choques” de Pedro con Jesús, y la “caída” del caballo de Pablo en el camino de Damasco, son necesarios para que Pedro y Pablo “puedan entenderse” más tarde. En el libro de los Hechos de los Apostoles estos dos grandes líderes y autoridades católicas “chocarán”. La pregunta retórica, o la tentación, consiste en preguntarnos “¿quién es el más católico de los dos?”
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