sábado, 9 de junio de 2018

Domingo de la 10 Semana del Tiempo Ordinario, Año B (Lecturas)

Génesis 3,9-15
Salmo 129,1b-2.3-4.5-7ab.7cd-8 (R/.: 7cd)
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa
2 Corintios 4,13–5,1
Marcos 3,20-35

Génesis 3,9-15

Cuando Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
– ¿Dónde estás?
Él contestó:
– Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.
El Señor Dios le replicó:
– ¿Quién te informó de que estabas desnudo?, ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?.
Adán respondió:
– La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí.
El Señor Dios dijo a la mujer:
– ¿Qué has hecho?
La mujer respondió:
– La serpiente me sedujo y comí.
El Señor Dios dijo a la serpiente:
– Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

Salmo 129,1b-2.3-4.5-7ab.7cd-8 (R/.: 7cd)
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi Voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes temor.
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
R. Del Señor viene la misericordia, 
la redención copiosa

2 Corintios 4,13–5,1

Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él. Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios. Por eso, no nos acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día. Pues la leve tribulación presente nos proporciona una inmensa e incalculable carga de gloria, ya que no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno. Porque sabemos que si se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos.

Marcos 3,20-35

En aquel tiempo, Jesús llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se juntó tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían:
– Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.
El los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas:
– ¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.
Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo. Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice:
– Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.
Él les pregunta:
– Quiénes son mi madre y mis hermanos?
Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:
– Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.

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