Desideria es el nombre de uno de los personajes creados por San Jose Manyanet (1833-1901) para ilustrar su espiritualidad y su pensamiento. Desideria puede ser un hombre o una mujer, una persona joven o adulta. Pero Desideria es, ante todo, un espiritu ingenuo, inquieto e infantil, cuyo deseo de aprender y ser feliz parece no tener limites.
martes, 30 de diciembre de 2014
viernes, 26 de diciembre de 2014
jueves, 25 de diciembre de 2014
miércoles, 24 de diciembre de 2014
lunes, 22 de diciembre de 2014
jueves, 18 de diciembre de 2014
17 de diciembre: San Lázaro, por Luis Antequera
San Lázaro es uno de los grandes personajes secundarios de los Evangelios. Cuando se habla de Lázaro en los evangelios se hace referencia a dos personajes diferentes:
- el primero de ellos es un personaje de ficción, protagonista de una parábola, la de Lázaro y el rico Epulón, que recoge Lucas (Lc. 16, 19-31) y que no es, obviamente, a quien celebramos hoy.
- El segundo es Lázaro de Betania, gran amigo de Jesús, que es mencionado por su nombre en hasta doce ocasiones, todas ellas en el Evangelio de Juan, -es decir, es un personaje absolutamente desconocido en los evangelios sinópticos-, las cuales se reducen, en realidad, a dos episodios.
El primero es el de su resurrección por Jesús, que Juan recoge así:
“Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: ‘Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo’. Al oírlo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’ Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: ‘Volvamos de nuevo a Judea. […] Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle’ […]
Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá’. Le dice Jesús: ‘Tu hermano resucitará’. Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día’. Jesús le respondió: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’ Le dice ella: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo’.
Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: ‘El Maestro está ahí y te llama’ […] Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: ‘¿Dónde lo habéis puesto?’. Le responden: ‘Señor, ven y lo verás’. Jesús derramó lágrimas. Los judíos entonces decían: ‘Mirad cómo le quería’. Pero algunos de ellos dijeron: ‘Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?’. Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: ‘Quitad la piedra’. Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’ Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?’. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado’.
Dicho esto, gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal afuera!’ Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: ‘Desatadlo y dejadle andar’.
Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él” (Jn. 11, 1-44).
El impresionante milagro no permite fraude alguno: los muchos testigos presentes (“muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano”, “los judíos, que estaban con María en casa consolándola”, “muchos de los judíos que habían venido a casa de María”), la constatación de que lleva nada menos que cuatro días enterrado… todo dirigido a demostrar lo cierto de la muerte de Lázaro, y en consecuencia, la dificultad y el mérito del milagro realizado.
El segundo episodio en el que aparece Lázaro tiene lugar muy pocos días antes de que Jesús sea crucificado. Otra vez lo refiere Juan, haciéndolo ahora de esta manera:
“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. […] Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 1-11).
Episodio que como se ve, convierte al hermano de Marta y María en el personaje que referencia los eventos que habrán de ocurrir muy pocos días después, tan importante que, junto a la decisión ya tomada por los judíos de matar a Jesús, se encuadra ahora la de matar, también, a Lázaro.
Y poco más, queridos amigos, porque poco más es lo que se dice de Lázaro en los Evangelios. Ni siquiera aparece, como alguno podría haber esperado, entre los testigos de la Pasión, algo en lo que, sin duda, pesaría esa decisión de los judíos de acabar también con la vida de Lázaro, y que como veremos, va a condicionar en gran medida la tradición que sobre él existe. Pero eso será mañana, que hoy, amables lectores, esto es todo. Salvo desearles, claro está y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más.
Después de conocer lo que sobre la figura de Lázaro nos dice San Juan, único evangelista que se refiere a él, corresponde ahora entrar en lo que sobre su trayectoria postevangélica ha consolidado la tradición cristiana, que no es poco.
- Siglos X y XI
Las fuentes más antiguas que se conocen sobre Lázaro, no siendo el Evangelio, son dos: una supuesta carta del Papa Benedicto IX con ocasión de la consagración de la iglesia de San Víctor, en Marsella, y una obra del inglés nacido en Essex y trasladado a Arles en Francia, Gervasio de Tilbury (h.1150-h.1228), titulada “Otia imperialia” “Ocios del Emperador”, dedicada al Emperador Otón IV, escrita entre 1210 y 1214, a partir de las cuales, se conforma la tradición que recoge el gran tratado hagiográfico medieval que es la “Leyenda Aurea” del dominico Jacobo De la Vorágine (1228-1298).
En cuanto a sus datos civiles, Lázaro aparece como hermano de Marta y de María, una María que durante mucho tiempo se ha identificado en la tradición de la Iglesia con María Magdalena. De la Vorágine lo convierte en “hijo de Siro y Eucaria”, de noble y regia estirpe, militar de profesión y dueño de gran parte de la ciudad de Jerusalén, desahogada posición que deriva, con toda seguridad, del detalle contenido en el Evangelio en el que Juan explica que “entonces María [la hermana de Lázaro], tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (Jn. 12, 3).
Es tradición muy consolidada la historia que nos cuenta De la Vorágine:
“Después de la Ascensión del Señor se desencadenó una grave persecución contra los cristianos. Los judíos prendieron a Lázaro, a sus hermanas y a muchísimos creyentes, los embarcaron en un navío, condujeron la nave hasta alta mar y allí la dejaron abandonada a su suerte, sin remos, sin velas, sin timón, a merced de las olas y con la mal intención de que naufragase para que perecieses todos sus ocupantes; pero un ángel enviado por Dios se hizo cargo de la embarcación y la condujo hasta el puerto de Marsella, en donde todos sus pasajeros desembarcaron” (op. cit. 235).
Que Lázaro fuera uno de los primeros en ser perseguido poco tiene de particular, y de hecho, viene ya anticipado en el Evangelio de Juan, donde con ocasión de la visita que le realiza Jesús seis días antes de la Pascua final se dice que “los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 11).
Continúa De la Vorágine diciendo que “en esta mencionada ciudad [Marsella] predicó Lázaro el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, organizó la Iglesia marsellesa, fue su primer obispo, convirtió a las gentes de aquel país, y después de una vida santa murió por segunda vez y emigró al Señor el año 13 del imperio de Claudio. Sus restos se conservan con suma veneración en la ciudad de Marsella”
Otra tradición habla de que durante la primera persecución de los cristianos en tiempos de Nerón, Lázaro se escondió en una cripta, sobre la cual se construiría en el s. V la abadía de San Víctor. En dicha cripta se ha descubierto un epitafio de esa misma época informando sobre un obispo de nombre Lázaro, que bien puede referirse al amigo de Jesús, único hombre de la historia muerto dos veces (bueno, junto a la hija de Jairo y al de la viuda de Naim), o a otro obispo de la región del propio s. V.
Curiosamente no se atribuye a Lázaro de Betania ningún escrito apócrifo conocido, siendo como es, tanto por su cercanía con Jesús como por el extraordinario prodigio del que fue objeto, personaje propicio a atribución de semejante tipo de literatura.
Y con esto pongo punto y seguido por hoy, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más, y si podemos, mejor.
Fuente: religionenlibertad.com
- el primero de ellos es un personaje de ficción, protagonista de una parábola, la de Lázaro y el rico Epulón, que recoge Lucas (Lc. 16, 19-31) y que no es, obviamente, a quien celebramos hoy.
- El segundo es Lázaro de Betania, gran amigo de Jesús, que es mencionado por su nombre en hasta doce ocasiones, todas ellas en el Evangelio de Juan, -es decir, es un personaje absolutamente desconocido en los evangelios sinópticos-, las cuales se reducen, en realidad, a dos episodios.
El primero es el de su resurrección por Jesús, que Juan recoge así:
“Había un enfermo, Lázaro, de Betania, pueblo de María y de su hermana Marta. María era la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos; su hermano Lázaro era el enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: ‘Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo’. Al oírlo Jesús, dijo: ‘Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella’ Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando se enteró de que estaba enfermo, permaneció dos días más en el lugar donde se encontraba. Al cabo de ellos, dice a sus discípulos: ‘Volvamos de nuevo a Judea. […] Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy a despertarle’ […]
Cuando llegó Jesús, se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Betania estaba cerca de Jerusalén como a unos quince estadios, y muchos judíos habían venido a casa de Marta y María para consolarlas por su hermano. Cuando Marta supo que había venido Jesús, le salió al encuentro, mientras María permanecía en casa. Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá’. Le dice Jesús: ‘Tu hermano resucitará’. Le respondió Marta: ‘Ya sé que resucitará en la resurrección, el último día’. Jesús le respondió: ‘Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?’ Le dice ella: ‘Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo’.
Dicho esto, fue a llamar a su hermana María y le dijo al oído: ‘El Maestro está ahí y te llama’ […] Cuando María llegó donde estaba Jesús, al verle, cayó a sus pies y le dijo: ‘Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto’. Viéndola llorar Jesús y que también lloraban los judíos que la acompañaban, se conmovió interiormente, se turbó y dijo: ‘¿Dónde lo habéis puesto?’. Le responden: ‘Señor, ven y lo verás’. Jesús derramó lágrimas. Los judíos entonces decían: ‘Mirad cómo le quería’. Pero algunos de ellos dijeron: ‘Éste, que abrió los ojos del ciego, ¿no podía haber hecho que éste no muriera?’. Entonces Jesús se conmovió de nuevo en su interior y fue al sepulcro. Era una cueva, y tenía puesta encima una piedra. Dice Jesús: ‘Quitad la piedra’. Le responde Marta, la hermana del muerto: ‘Señor, ya huele; es el cuarto día’ Le dice Jesús: ‘¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?’. Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: ‘Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado’.
Dicho esto, gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal afuera!’ Y salió el muerto, atado de pies y manos con vendas y envuelto el rostro en un sudario. Jesús les dice: ‘Desatadlo y dejadle andar’.
Muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que había hecho, creyeron en él” (Jn. 11, 1-44).
La resurrección de San Lázaro. Giuseppe Cesari (1592).
El segundo episodio en el que aparece Lázaro tiene lugar muy pocos días antes de que Jesús sea crucificado. Otra vez lo refiere Juan, haciéndolo ahora de esta manera:
“Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume. […] Gran número de judíos supieron que Jesús estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también por ver a Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 1-11).
Episodio que como se ve, convierte al hermano de Marta y María en el personaje que referencia los eventos que habrán de ocurrir muy pocos días después, tan importante que, junto a la decisión ya tomada por los judíos de matar a Jesús, se encuadra ahora la de matar, también, a Lázaro.
Y poco más, queridos amigos, porque poco más es lo que se dice de Lázaro en los Evangelios. Ni siquiera aparece, como alguno podría haber esperado, entre los testigos de la Pasión, algo en lo que, sin duda, pesaría esa decisión de los judíos de acabar también con la vida de Lázaro, y que como veremos, va a condicionar en gran medida la tradición que sobre él existe. Pero eso será mañana, que hoy, amables lectores, esto es todo. Salvo desearles, claro está y como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más.
Después de conocer lo que sobre la figura de Lázaro nos dice San Juan, único evangelista que se refiere a él, corresponde ahora entrar en lo que sobre su trayectoria postevangélica ha consolidado la tradición cristiana, que no es poco.
- Siglos X y XI
Las fuentes más antiguas que se conocen sobre Lázaro, no siendo el Evangelio, son dos: una supuesta carta del Papa Benedicto IX con ocasión de la consagración de la iglesia de San Víctor, en Marsella, y una obra del inglés nacido en Essex y trasladado a Arles en Francia, Gervasio de Tilbury (h.1150-h.1228), titulada “Otia imperialia” “Ocios del Emperador”, dedicada al Emperador Otón IV, escrita entre 1210 y 1214, a partir de las cuales, se conforma la tradición que recoge el gran tratado hagiográfico medieval que es la “Leyenda Aurea” del dominico Jacobo De la Vorágine (1228-1298).
En cuanto a sus datos civiles, Lázaro aparece como hermano de Marta y de María, una María que durante mucho tiempo se ha identificado en la tradición de la Iglesia con María Magdalena. De la Vorágine lo convierte en “hijo de Siro y Eucaria”, de noble y regia estirpe, militar de profesión y dueño de gran parte de la ciudad de Jerusalén, desahogada posición que deriva, con toda seguridad, del detalle contenido en el Evangelio en el que Juan explica que “entonces María [la hermana de Lázaro], tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (Jn. 12, 3).
Es tradición muy consolidada la historia que nos cuenta De la Vorágine:
Magdalena, Lázaro y demás cristianos obligados a subir a la barca
(Obsérvese el tarrito de perfume que aún porta Magdalena)
“Después de la Ascensión del Señor se desencadenó una grave persecución contra los cristianos. Los judíos prendieron a Lázaro, a sus hermanas y a muchísimos creyentes, los embarcaron en un navío, condujeron la nave hasta alta mar y allí la dejaron abandonada a su suerte, sin remos, sin velas, sin timón, a merced de las olas y con la mal intención de que naufragase para que perecieses todos sus ocupantes; pero un ángel enviado por Dios se hizo cargo de la embarcación y la condujo hasta el puerto de Marsella, en donde todos sus pasajeros desembarcaron” (op. cit. 235).
Que Lázaro fuera uno de los primeros en ser perseguido poco tiene de particular, y de hecho, viene ya anticipado en el Evangelio de Juan, donde con ocasión de la visita que le realiza Jesús seis días antes de la Pascua final se dice que “los sumos sacerdotes decidieron dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos judíos se les iban y creían en Jesús” (Jn. 12, 11).
Continúa De la Vorágine diciendo que “en esta mencionada ciudad [Marsella] predicó Lázaro el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, organizó la Iglesia marsellesa, fue su primer obispo, convirtió a las gentes de aquel país, y después de una vida santa murió por segunda vez y emigró al Señor el año 13 del imperio de Claudio. Sus restos se conservan con suma veneración en la ciudad de Marsella”
Otra tradición habla de que durante la primera persecución de los cristianos en tiempos de Nerón, Lázaro se escondió en una cripta, sobre la cual se construiría en el s. V la abadía de San Víctor. En dicha cripta se ha descubierto un epitafio de esa misma época informando sobre un obispo de nombre Lázaro, que bien puede referirse al amigo de Jesús, único hombre de la historia muerto dos veces (bueno, junto a la hija de Jairo y al de la viuda de Naim), o a otro obispo de la región del propio s. V.
Curiosamente no se atribuye a Lázaro de Betania ningún escrito apócrifo conocido, siendo como es, tanto por su cercanía con Jesús como por el extraordinario prodigio del que fue objeto, personaje propicio a atribución de semejante tipo de literatura.
Y con esto pongo punto y seguido por hoy, no sin desearles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Mañana más, y si podemos, mejor.
Fuente: religionenlibertad.com
martes, 16 de diciembre de 2014
domingo, 14 de diciembre de 2014
El tercer domingo de Adviento: Domingo gaudete
El tercer domingo de Adviento recibe el nombre de Domingo gaudete por la primera palabra del Introito de la Misa: gaudete, es decir, regocíjense.
El tiempo de Adviento se originó como un ayuno de cuarenta días en preparación para la Navidad, comenzando el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), de aquí que a menudo se le llamara la "Cuaresma de San Martín"---nombre por el que se conocía tan temprano como el siglo V.
La introducción del ayuno de Adviento no se puede datar más temprano, porque no hay evidencia de que se observara la Navidad el 25 de diciembre antes de finales del siglo IV, (Duchesne, "Origines du culte chrétien", Paris, 1889), y la preparación para una fiesta no puede haber sido de fecha anterior a la fiesta misma.
En el siglo IX, la duración del Adviento se redujo a cuatro semanas; la primera alusión a la temporada acortada se encontró en una carta del Papa San Nicolás I (858-867) a los búlgaros, y hacia el siglo XII el ayuno había sido ya reemplazado por una simple abstinencia.
El Papa San Gregorio I Magno fue el primero en redactar un Oficio para el Adviento, y el Sacramentario Gregoriano es el primero que proveyó Misas propias para los domingos de Adviento. En ambos (Oficio y Misa) se hace provisión para cinco domingos, pero hacia el siglo X el número usual eran cuatro, aunque algunas iglesias de Francia observaban cinco domingos tan tarde como en el siglo XIII. Sin embargo, a pesar de todas estas modificaciones, el Adviento conservó muchas de las características de los tiempos penitenciales lo que lo hacían como un equivalente de la Cuaresma, correspondiendo el tercer domingo de Adviento con el laetare o domingo de mitad de la Cuaresma. En éste, al igual que en el domingo de laetare, se permitía usar el órgano y las flores, prohibidos durante el resto de la estación; se permitía el uso de vestimentas color rosa en lugar del púrpura (o negro como anteriormente); el diácono y el subdiácono reasumieron el uso de la dalmática y de la túnica en la Misa principal, y los cardenales usaban color rosa en lugar del púrpura. Todas estas marcas características han continuado usándose y son la disciplina actual de la Iglesia Latina.
El domingo de gaudete, por lo tanto, hace un alto, como el domingo de laetare, a medio camino a través de una temporada que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor. De las "estaciones" que se celebran en Roma los cuatro domingos de Adviento, la de la basílica del Vaticano se le asigna al gaudete, siendo el más importante e imponente de los cuatro domingos.
Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la segunda venida de nuestro Señor, y esto se enfatiza en el tercer domingo por medio de la adición de signos de felicidad permitidos para ese día.
El domingo de gaudete está marcado además por un nuevo invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a un saludo de alegría porque "el Señor está cerca".
Las lecturas de los nocturnos de la profecía de Isaías describen la venida del Señor y las bendiciones que resultan de ella, y las antífonas de vísperas hacen eco de las promesas proféticas. Los constantes aleluyas enfatizan la alegría de la espera, que ocurren tanto en el Oficio como en la Misa a través de todo la temporada.
En la Misa, el introito "Gaudete in Domino temper" resalta la misma nota, y da su nombre al día. La epístola de nuevo nos incita a regocijarnos y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones, súplicas y acciones de gracia, mientras que el Evangelio de San Juan Bautista nos advierte que el Cordero de Dios está incluso ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos.
El espíritu del Oficio y de la liturgia a través de todo el Adviento es uno de espera y preparación para la Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el domingo de gaudete para simbolizar la alegría y el regocijo por la redención prometida, que nunca deben estar ausentes del corazón de los fieles.
Fuente: Enciclopedia Católica Online
sábado, 13 de diciembre de 2014
jueves, 11 de diciembre de 2014
El sacerdocio bautismal o común
Hay que recordar que, por el bautismo, participamos todos del sacerdocio de Cristo: somos sacerdotes, profetas y reyes . Es una impronta de...
EXEQUIAS: Algunas ideas para la pastoral de exequias
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miércoles, 10 de diciembre de 2014
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martes, 9 de diciembre de 2014
Marcos 1:1-8, por M. Dolors Gaja, MN
Marcos 1,1-8
Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
- Comentario por M. Dolors Gaja, MN
Adviento está construido, en la liturgia, a través de grandes figures de la Esperanza: Isaías, el gran profeta, Juan Bautista, el precursor, y José y María, la familia. Este domingo contemplamos la figura del Precursor.
No obstante, la introducción de Marcos merece leerse con atención. En dos líneas afirma que Jesús es la Buena Noticia – Evangelio- el Ungido de Dios – Cristo- el Hijo de Dios. Casi, casi, podríamos cerrar el libro y cantar de alegría porque sí, hay que celebrar la gran noticia de que Dios acorta distancias y viene a plantar su tienda entre nosotros, a ser uno de los nuestros y a embarrarse para sacarnos del barro.
Pero el mensaje de Juan es relevante: a Dios hay que prepararle caminos. Él viene pero necesita que le abran la puerta. La predicación de Juan tuvo un éxito enorme y a él iban las gentes del campo (Judea) y de la ciudad (Jerusalén).
El evangelista nos describe a Juan en el desierto que es, en la biblia, lugar de encuentro con Dios. Habrá pues que “ir al desierto” acallar las voces que nos invaden y dejarse llenar por el silencio que abre paso a la Palabra. Sin silencio no hay posibilidad de fe.
Juan es el nuevo Elías, el profeta que, según la tradición, vendría inmediatamente antes de la llegada del Mesías. Pero él mismo se reconoce inferior a Jesús de quien no merece ser esclavo: desatar las sandalias del dueño de la casa era tarea de esclavos.
Marcos deja claro, de manera intencionada en el inicio de la gran Noticia de Jesús, cuál es el lugar de Juan. Porque fueron muchos los seguidores y muchos los que lo consideraron superior a Jesús.
Al poner en boca del propio Juan su vocación de precursor, Marcos también define el papel del cristiano en la sociedad de hoy:
- Anunciar a Dios en el desierto de ciudades y ambientes cada vez más paganos.
- Adorarle u servirle con humildad.
- Esperar su Espíritu.
Que seamos todos un nuevo Juan, “antorcha que da calor e ilumina”.
Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
- Comentario por M. Dolors Gaja, MN
Adviento está construido, en la liturgia, a través de grandes figures de la Esperanza: Isaías, el gran profeta, Juan Bautista, el precursor, y José y María, la familia. Este domingo contemplamos la figura del Precursor.
No obstante, la introducción de Marcos merece leerse con atención. En dos líneas afirma que Jesús es la Buena Noticia – Evangelio- el Ungido de Dios – Cristo- el Hijo de Dios. Casi, casi, podríamos cerrar el libro y cantar de alegría porque sí, hay que celebrar la gran noticia de que Dios acorta distancias y viene a plantar su tienda entre nosotros, a ser uno de los nuestros y a embarrarse para sacarnos del barro.
Pero el mensaje de Juan es relevante: a Dios hay que prepararle caminos. Él viene pero necesita que le abran la puerta. La predicación de Juan tuvo un éxito enorme y a él iban las gentes del campo (Judea) y de la ciudad (Jerusalén).
El evangelista nos describe a Juan en el desierto que es, en la biblia, lugar de encuentro con Dios. Habrá pues que “ir al desierto” acallar las voces que nos invaden y dejarse llenar por el silencio que abre paso a la Palabra. Sin silencio no hay posibilidad de fe.
Juan es el nuevo Elías, el profeta que, según la tradición, vendría inmediatamente antes de la llegada del Mesías. Pero él mismo se reconoce inferior a Jesús de quien no merece ser esclavo: desatar las sandalias del dueño de la casa era tarea de esclavos.
Marcos deja claro, de manera intencionada en el inicio de la gran Noticia de Jesús, cuál es el lugar de Juan. Porque fueron muchos los seguidores y muchos los que lo consideraron superior a Jesús.
Al poner en boca del propio Juan su vocación de precursor, Marcos también define el papel del cristiano en la sociedad de hoy:
- Anunciar a Dios en el desierto de ciudades y ambientes cada vez más paganos.
- Adorarle u servirle con humildad.
- Esperar su Espíritu.
Que seamos todos un nuevo Juan, “antorcha que da calor e ilumina”.
Diez breves anécdotas que retratan a la Madre Teresa de Calcuta, la mujer que no se arredraba nunca, por Carmelo López Arias
En las páginas de Teresa de Calcuta. La persona pueden espigarse multitud de anécdotas que protagonizó, en ocasiones más útiles que mil discursos para dibujar un carácter o la naturaleza de una misión. He aquí diez de ellas.
1. La alegría de dar
En cierta ocasión, Madre Teresa supo de una familia hindú con ocho hijos que no tenía nada para comer. Cogió un poco de arroz y se lo llevó; los ojos de los niños brillaban de hambre. Su madre cogió el arroz, lo dividió y salió a la calle con la mitad del recibido. Cuando regresó y Madre Teresa le preguntó qué había hecho, contestó simplemente: "Ellos también tienen hambre". "Ellos" era una familia musulmana vecina. Madre Teresa comentó luego: "Aquella noche no les di más arroz, pues quería que ellos también pudiesen disfrutar de la alegría de dar".
2. La caridad, por encima del Papa
El 29 de noviembre de 1964, Madre Teresa estaba invitada a la ceremonia de apertura del XXXVIII Congreso Eucarístico Internacional, presidida por Pablo VI en Bombay. Pero de camino al acto, vio a dos moribundos junto a un árbol, marido y mujer. Se detuvo con ellos hasta que él murió en sus brazos. Entonces la religiosa cargó en hombros a la esposa y la llevó a un centro de su congregación. Para entonces, la ceremonia ya había concluido...
3. Un premio mayor que un millón de dólares
Cuando un periodista norteamericano la vio atendiendo a un enfermo con heridas hediondas, le dijo que él no haría eso ni por un millón de dólares. "Por un millón de dólares tampoco lo haría yo", respondió Madre Teresa.
4. A los del "rollo social"
A las misioneras de la Caridad, algunos tenían el cuajo de reprocharles la atención prestada a los más necesitados, alegando que eso les mantenía en la miseria. Y alegaban la manida comparación de qué es mejor, si regalar un pez o una caña de pescar.
La beata albanesa tenía clara la respuesta: "Lo que dicen ustedes me parece perfecto, pero los pobres con los que nosotros trabajamos están tan débiles que no tienen fuerza ni siquiera para sostener la caña entre sus manos. Si les parece, nosotras les alimentamos para que adquieran esa fuerza y luego ustedes les enseñan a manejar la caña".
5. Planchazo a un funcionario hostil
Un día la Madre Teresa acudió a solicitar una ayuda al edificio principal de la administración del estado de Bengala Occidental en Calcuta. El funcionario reaccionó de una manera muy hostil y humillante a la solicitud. Pero más tarde, el superior jerárquico de ese funcionario estudió la solicitud y decidió acogerla. Cuando ella fue a recibir la suma concedida, el funcionario displicente le espetó: "Este dinero es para usted". A lo que ella respondió inmediatamente: "No, este dinero es para los pobres. Para mí era su comportamiento del otro día".
6. "Sin María no hay Jesús"
Estando en Holanda, un protestante que la visitó junto con su esposa le comentó que, en su opinión, los católicos le daban excesiva importancia a María. "Sin María no hay Jesús", replicó ella muy en su línea, breve y de lógica elemental. Debió hacer pensar a su interlocutor, porque días después recibió una hermosa postal suya con el siguiente texto: "Sin María no hay Jesús".
7. Pasajera de lujo
En sus viajes por la India, llevaba consigo una gran imagen de la Virgen de Fátima, casi de tamaño natural, que le habían regalado. Una vez la colocó en el tren en el asiento contiguo, y el revisor quería hacerle pagar el billete a Nuestra Señora. Madre Teresa le explicó que su pase gratuito de los Ferrocarriles Indios era para ella y una acompañante... y que ésa era su acompañante ese día. El agente insistió: las estatuas no hablan, y por tanto no hacen compañía. "Pues yo le hablo y ella me escucha. Y a veces ella me habla y yo la escucho a ella". El revisor se dio por vencido.
8. Objetivo Berlín
Madre Teresa había hecho el voto de seguir inmediatamente la voluntad del Señor nada más conocida, de forma que no dejaba pasar ni un minuto. Así que, cuando en septiembre de 1980 se fue al Berlín Oriental a abrir la primera casa de la orden en un país comunista, la hermana que debía quedarse sólo tenía permiso para 24 horas. Ambas empezaron a recitar su oración de intercesión preferida (el Acordaos, dirigido a la Virgen María). Cuando llevaban ocho, sonó el teléfono: le habían concedido el visado para seis meses.
9. Novenas exprés
Una mujer de acción como la Madre Teresa no hacía las novenas en nueve días, sino en uno solo, repitiendo diez veces el Acordaos. ¿Por qué diez? Daba por descontado que la petición iba a ser atendida y añadía una repetición adicional, la décima, en concepto de acción de gracias anticipada.
10. Mucho más que preconciliar
Un teólogo que visitaba a las misioneras de la Caridad consideraba sus enfoques espirituales y pastorales propios de tiempos anteriores al Concilio Vaticano II. Al despedirse de ellas, no pudo reprimir el decírselo: "Lo que están haciendo ustedes es admirable, pero teológicamente están en hace doscientos años". La respuesta de Madre Teresa fue instantánea: "Peor aún. En hace dos mil años".
Fuente: religionenlibertad.com
lunes, 8 de diciembre de 2014
8 de diciembre: SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN (Lecturas)
Génesis 3,9-15.20
Salmo 97,1.2-3ab.3c-4:
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
Efesios 1,3-6.11-12
Lucas 1,26-38
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: "¿Dónde estás?" Él contestó: "Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí." El Señor le replicó: "¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?" Adán respondió: "La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí." El Señor dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho?" Ella respondió: "La serpiente me engañó, y comí." El Señor Dios dijo a la serpiente: "Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón." El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Salmo 97,1.2-3ab.3c-4:
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad.
R. Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.
viernes, 5 de diciembre de 2014
Liturgia: menos palabras y más y mejores signos, por el P. Jorge González Guadalix
Me encuentro con gente que me sugiere que en algunas celebraciones, especialmente en las muy especiales o en aquellas que se da una mayor abundancia de niños, tengamos en la parroquia una especie de monitor – comentarista que vaya explicando los gestos, los signos, las partes de la celebración.
Error. Grave error. Sobre todo porque en la práctica supone minusvalorar los gestos para sustituirlos por palabrería no siempre adecuada. Un ejemplo puede ser la misma lectura del evangelio. El monitor – comentarista puede decir que es importante, que es la palabra del mismo Cristo, que hay que estar atentos. Vale. Pero impresiona mucho más y habla mejor de lo que es el evangelio que el sacerdote haga la procesión de entrada con el evangeliario en alto, lo deposite en el altar, y en el momento de la proclamación lo tome de nuevo, camine solemnemente hacia el ambón y además se haga acompañar por dos con ciriales. Hasta el budista más despistado se da cuenta de que lo que se va a leer es algo muy serio.
No digamos nada la consagración. Las palabras pronunciadas con solemnidad, cirios, campanillas, la elevación pausada, la genuflexión devota. ¿Hacen falta más palabras? Habla más de la presencia del Señor una genuflexión correcta ante el sagrario que cuatro frases por bien construidas que estén.
La liturgia es un conjunto de signos y palabras, pero hay que tener en cuenta que siempre, pero siempre, los gestos son más sinceros y elocuentes que las palabras. De nada me vale hablar de la importancia del evangelio si acabo leyéndolo de cualquier modo y en una fotocopia. Pérdida de tiempo querer destacar la consagración si la hacemos a toda prisa porque nos hemos alargado en la homilía y en la procesión de ofrendas y hay que ahorrar tiempo. Buena gana pretender que alguien comprenda quién está en el sagrario por más que lo queremos explicar con palabras, si pasamos por delante y hacemos como mucho una genuflexión apresurada.
La liturgia es mucho más gesto que palabra. Sí, era en latín, pero cuando el monaguillo colocaba una vela más sobre el altar, se arrodillaba y tocaba la campanilla todos podían comprender que algo grande estaba sucediendo, aunque no supiera ni papa de liturgia católica.
Curiosamente, de ahí vendrán las preguntas y las interesantes respuestas. ¿Por qué ese libro es tan importante? ¿Por qué todos se arrodillan en ese momento y se toca la campanilla? ¿Por qué al pasar por delante de esa caja se arrodillan? No hace falta ser católico. El más perdido en temas de liturgia se da cuenta de que algo especial está ocurriendo.
Por la cosa de la sencillez se abandonan los gestos. Los sustituimos por cuatro palabrejas de coleguis creyendo que esa es la clave. El resultado son unas celebraciones cada vez menos religiosas, más intrascendentes en el pleno sentido de la palabra, es decir, con menos Dios. Mala cosa.
No es tan complejo. Altares perfectos en limpieza y orden. Vestiduras sagradas dignas. Gestos pausados y solemnes. Saber proclamar los textos dándonos cuenta de que hasta el tono es distinto en el gloria o el prefacio –alabanza-, la consagración, solemne y a la vez intimista, que no es igual proclamar el evangelio que leer dos avisos. Inclinaciones, genuflexión, actitud de silencio… y la liturgia va sola. Y al revés. Qué más da el altar, qué más da el leccionario, y los ornamentos, y los gestos… y… y nada. Todo es nada.
Fuente: infocatolica.com
Error. Grave error. Sobre todo porque en la práctica supone minusvalorar los gestos para sustituirlos por palabrería no siempre adecuada. Un ejemplo puede ser la misma lectura del evangelio. El monitor – comentarista puede decir que es importante, que es la palabra del mismo Cristo, que hay que estar atentos. Vale. Pero impresiona mucho más y habla mejor de lo que es el evangelio que el sacerdote haga la procesión de entrada con el evangeliario en alto, lo deposite en el altar, y en el momento de la proclamación lo tome de nuevo, camine solemnemente hacia el ambón y además se haga acompañar por dos con ciriales. Hasta el budista más despistado se da cuenta de que lo que se va a leer es algo muy serio.
No digamos nada la consagración. Las palabras pronunciadas con solemnidad, cirios, campanillas, la elevación pausada, la genuflexión devota. ¿Hacen falta más palabras? Habla más de la presencia del Señor una genuflexión correcta ante el sagrario que cuatro frases por bien construidas que estén.
La liturgia es un conjunto de signos y palabras, pero hay que tener en cuenta que siempre, pero siempre, los gestos son más sinceros y elocuentes que las palabras. De nada me vale hablar de la importancia del evangelio si acabo leyéndolo de cualquier modo y en una fotocopia. Pérdida de tiempo querer destacar la consagración si la hacemos a toda prisa porque nos hemos alargado en la homilía y en la procesión de ofrendas y hay que ahorrar tiempo. Buena gana pretender que alguien comprenda quién está en el sagrario por más que lo queremos explicar con palabras, si pasamos por delante y hacemos como mucho una genuflexión apresurada.
La liturgia es mucho más gesto que palabra. Sí, era en latín, pero cuando el monaguillo colocaba una vela más sobre el altar, se arrodillaba y tocaba la campanilla todos podían comprender que algo grande estaba sucediendo, aunque no supiera ni papa de liturgia católica.
Curiosamente, de ahí vendrán las preguntas y las interesantes respuestas. ¿Por qué ese libro es tan importante? ¿Por qué todos se arrodillan en ese momento y se toca la campanilla? ¿Por qué al pasar por delante de esa caja se arrodillan? No hace falta ser católico. El más perdido en temas de liturgia se da cuenta de que algo especial está ocurriendo.
Por la cosa de la sencillez se abandonan los gestos. Los sustituimos por cuatro palabrejas de coleguis creyendo que esa es la clave. El resultado son unas celebraciones cada vez menos religiosas, más intrascendentes en el pleno sentido de la palabra, es decir, con menos Dios. Mala cosa.
No es tan complejo. Altares perfectos en limpieza y orden. Vestiduras sagradas dignas. Gestos pausados y solemnes. Saber proclamar los textos dándonos cuenta de que hasta el tono es distinto en el gloria o el prefacio –alabanza-, la consagración, solemne y a la vez intimista, que no es igual proclamar el evangelio que leer dos avisos. Inclinaciones, genuflexión, actitud de silencio… y la liturgia va sola. Y al revés. Qué más da el altar, qué más da el leccionario, y los ornamentos, y los gestos… y… y nada. Todo es nada.
Fuente: infocatolica.com
Misas con niños. Me dan un repelús...,
He escrito alguna vez más sobre las llamadas misas con niños. He de insistir en que me dan un cierto repelús y por ser discreto. Mi experie...
jueves, 4 de diciembre de 2014
miércoles, 3 de diciembre de 2014
¿Cuál es el significado de los colores litúrgicos en la Misa?, por Xhonane Olivas
En el lugar en donde vivimos, hay una gran afición por el equipo de futbol local. En la temporada de juegos, sus colores oficiales (negro y amarillo oro) se ven por todos lados, incluso, muchas personas se visten con esos colores para mostrar su apoyo al equipo. Y así como este ejemplo, podemos mencionar otros, en donde el uso del color nos indica algo importante, nos da un mensaje o nos enfatiza un significado especial.
De igual manera, nuestra Iglesia utiliza diferentes colores para cada uno de los misterios de nuestro Señor Jesús, de María y los santos alrededor del año litúrgico para ayudarnos a comprender algo. El uso de estos colores “litúrgicos” es una ayuda visual magnífica que nos da un mensaje y nos invita a entrar al misterio que se está celebrando en la Santa Misa.
Y ¿cuáles son los colores litúrgicos que utiliza nuestra Iglesia? ¿Cuál es su significado? Los principales colores son el morado, el blanco y el verde, pero también se utiliza el rojo y el rosa, para ciertos días. Este es su significado:
— Blanco:
Para el tiempo de Pascua y Navidad, para las fiestas del Señor, de María, de los ángeles y de los santos no mártires”, también para el sacramento del Bautismo, Comunión, Matrimonio y el Orden Sacerdotal. Simboliza luz, lo divino, gozo, pureza, gloria, gracia.
— Rojo:
Para el Domingo de Palmas, las fiestas del Espíritu Santo, de los apóstoles (excepto la de San Juan el 27 de diciembre),… de los mártires y evangelistas, Viernes Santo, y la fiesta de la Santa Cruz. Simboliza martirio, amor.
— Verde:
Para el tiempo [ordinario] durante el año (períodos después de la Epifanía y de Pentecostés). Simboliza esperanza.
— Morado:
Para la Cuaresma, el Adviento, días penitenciales y [de] difuntos, para el sacramento de la Penitencia y la Unción de los Enfermos. Simboliza penitencia.
— Rosa:
Para algunos domingos (Gaudete – tercero del Adviento; Laetare – cuarto de Cuaresma) y algunas fiestas especiales de la Virgen María.
Por lo tanto, en cada misa, las vestimentas del sacerdote y el mantel del altar, tendrán el color de la celebración del día (santo, mártir, María o ángeles) o del tiempo litúrgico.
Antes de ir a Misa, trato de preguntarles a mis hijos si saben de qué color va a estar vestido el sacerdote. Esto me ha parecido una manera muy práctica para introducirlos al ciclo del año litúrgico (Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario I, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario II), al significado de los colores asignados a cada uno de estos tiempos y a la respuesta que se espera de nosotros en la celebración. Por ejemplo, el color blanco siempre es una fiesta, por lo tanto, nuestra actitud debe ser de alegría y gozo; el morado nos invita a la preparación de la fiesta, por lo que debemos estar en una actitud de oración y recogimiento; el verde se utiliza para continuar lo que se ha vivido en la fiesta, por lo que nos llama a perseverar en nuestra fe.
Por último, también podemos utilizar los colores litúrgicos en nuestro hogar para ayudar a nuestros hijos a conocer mejor nuestra fe, entender lo que se está celebrando y para que se sientan parte de nuestra Iglesia universal.
Fuente: zenit.org
De igual manera, nuestra Iglesia utiliza diferentes colores para cada uno de los misterios de nuestro Señor Jesús, de María y los santos alrededor del año litúrgico para ayudarnos a comprender algo. El uso de estos colores “litúrgicos” es una ayuda visual magnífica que nos da un mensaje y nos invita a entrar al misterio que se está celebrando en la Santa Misa.
Y ¿cuáles son los colores litúrgicos que utiliza nuestra Iglesia? ¿Cuál es su significado? Los principales colores son el morado, el blanco y el verde, pero también se utiliza el rojo y el rosa, para ciertos días. Este es su significado:
— Blanco:
Para el tiempo de Pascua y Navidad, para las fiestas del Señor, de María, de los ángeles y de los santos no mártires”, también para el sacramento del Bautismo, Comunión, Matrimonio y el Orden Sacerdotal. Simboliza luz, lo divino, gozo, pureza, gloria, gracia.
— Rojo:
Para el Domingo de Palmas, las fiestas del Espíritu Santo, de los apóstoles (excepto la de San Juan el 27 de diciembre),… de los mártires y evangelistas, Viernes Santo, y la fiesta de la Santa Cruz. Simboliza martirio, amor.
— Verde:
Para el tiempo [ordinario] durante el año (períodos después de la Epifanía y de Pentecostés). Simboliza esperanza.
— Morado:
Para la Cuaresma, el Adviento, días penitenciales y [de] difuntos, para el sacramento de la Penitencia y la Unción de los Enfermos. Simboliza penitencia.
— Rosa:
Para algunos domingos (Gaudete – tercero del Adviento; Laetare – cuarto de Cuaresma) y algunas fiestas especiales de la Virgen María.
Por lo tanto, en cada misa, las vestimentas del sacerdote y el mantel del altar, tendrán el color de la celebración del día (santo, mártir, María o ángeles) o del tiempo litúrgico.
Antes de ir a Misa, trato de preguntarles a mis hijos si saben de qué color va a estar vestido el sacerdote. Esto me ha parecido una manera muy práctica para introducirlos al ciclo del año litúrgico (Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario I, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario II), al significado de los colores asignados a cada uno de estos tiempos y a la respuesta que se espera de nosotros en la celebración. Por ejemplo, el color blanco siempre es una fiesta, por lo tanto, nuestra actitud debe ser de alegría y gozo; el morado nos invita a la preparación de la fiesta, por lo que debemos estar en una actitud de oración y recogimiento; el verde se utiliza para continuar lo que se ha vivido en la fiesta, por lo que nos llama a perseverar en nuestra fe.
Por último, también podemos utilizar los colores litúrgicos en nuestro hogar para ayudar a nuestros hijos a conocer mejor nuestra fe, entender lo que se está celebrando y para que se sientan parte de nuestra Iglesia universal.
Fuente: zenit.org
sábado, 29 de noviembre de 2014
martes, 25 de noviembre de 2014
Lucas 21,5-11: "En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos".
Lucas 21,5-11
Domingo de la 33 Semana del Tiempo Ordinario C,
Martes de la 34 Semana del Tiempo Ordinario II,
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido." Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?" Él contestó: "Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca", no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida." Luego les dijo: "Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Consulta de "tags" en Lc 21,5-19
Domingo de la 33 Semana del Tiempo Ordinario C,
Martes de la 34 Semana del Tiempo Ordinario II,
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido." Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?" Él contestó: "Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca", no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida." Luego les dijo: "Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Consulta de "tags" en Lc 21,5-19
lunes, 24 de noviembre de 2014
Tres consejos del Papa a los novios
En el día de san Valentín, el Papa celebró un encuentro con 10.000 parejas de novios en la Plaza de San Pedro. Francisco respondió a 3 preguntas sobre: el miedo al “para siempre”; el estilo de la vida matrimonial; y el tipo de celebración del matrimonio. Recordamos sus palabras en estas fechas en las que suele haber muchos planes de parejas que piensan en el matrimonio.
Murió con 20 años y su funeral fue una fiesta.
No se entiende la vida sin la muerte. Aunque esta posea un aguijón afilado, tenerla presente impide estrellarnos por sorpresa ante el final...
¿Es correcto rezar a la Virgen? Católicos de México dudan, ¡protestantes de Argentina lo aprueban!, por P.J.Ginés
En los países que tienen a la Virgen de Luján como patrona -Argentina, Uruguay y Paraguay- hasta los protestantes son bastante marianos
El reciente estudio “Creencias religiosas latinoamericanas 2014” de Pew Forum sobre las creencias de católicos y protestantes en Hispanoamérica ha dado resultados curiosos sobre muchos temas, pero uno de los más peculiares es el de la pregunta referida a la Virgen María.
A los encuestados de 19 países latinoamericanos se les preguntó si consideraban que rezar (u orar o pedir) a la Virgen María es aceptable en la fe cristiana.
Los católicos responden "sí", pero...
La mayoría de los encuestados que se declaraban católicos dijeron que sí era aceptable, y siempre en porcentajes superiores al 80 por ciento. Pero con diferencias extrañas según el país.
Por ejemplo, los países donde los católicos tenían más claro que es aceptable orar a la Virgen son, según este sondeo, Paraguay (97% lo ve aceptable),Argentina (96% lo ve aceptable), Guatemala, Brasil y Puerto Rico (en estos tres países, un 93% lo ve aceptable).
Por el contrario, los países donde menos católicos veían aceptable orar a la Virgen María fueron Panamá (sólo un 81% de católicos lo aprobaban), México y Honduras (sólo un 82% de católicos lo aceptaban) y Bolivia y Chile (con un 85 y 86% a favor).
Lo que enseña el catolicismo
Por supuesto, la doctrina católica enseña que orar a María (y a otros santos del Cielo) no sólo es aceptable sino conveniente y loable.
El Catecismo enseña que María, “con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna; por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (CIC 969).
También explica el Catecismo que “todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella [de la mediación de Cristo] y de ella [de la mediación de Cristo] saca toda su eficacia" (CIC 970). Y añade que “desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de Madre de Dios, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades” (CIC 971).
El beato Pablo VI, en “Marialis Cultus”, asegura que María es “Madre amantísima” y señala “su incesante y eficaz intercesión mediante la cual, aún habiendo sido asunta al cielo, sigue cercanísima a los fieles que la suplican, aún a aquellos que ignoran que son hijos suyos”.
Aparte de estos elogios a María como intercesora, la clave en la propuesta católica es que igual que podemos pedir intercesión a un amigo de nuestra parroquia o a un pariente, también podemos pedirla a los que ya murieron y están vivos en el Cielo ante Dios.
El Catecismo enseña (en el párrafo 956) que “por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre”.
Que los santos interceden ante Dios en el cielo se puede ver por ejemplo en la Biblia, en Jeremías 15,1 cuando Dios mismo explica o da por cosa sabida que a veces se le ponen por delante Moisés y Samuel (con peticiones en el cielo, se entiende… aunque en esta ocasión concreta Dios no estaría dispuesto a cumplir su petición).
Algunos protestantes sí imploran a María
Pese a que la intercesión de los santos y el culto a María que incluye pedir cosas a María en oración ha sido práctica común de siempre de los cristianos de Oriente y Occidente, en el siglo XVI nació el protestantismo que no admite la petición de intercesión a los santos… en teoría, porque en la práctica cada grupo protestantes puede tener su propia doctrina (contradiciendo unos grupos a otros). Por ejemplo, algunos anglicanos y algunos luteranos “tradicionales” (sobre todo los que siguen cierto calendario litúrgico, con sus fiestas de santos “nacionales” como San Jorge o San Olaf) creen que es correcto pedir la intercesión de los santos… y eso debería incluir a María.
Pero en Hispanoamérica hay pocos anglicanos y luteranos “litúrgicos”, y la mayoría de los protestantes son pentecostales.
Con todo, el estudio de Pew Forum demuestra que muchos protestantes ven correcto orar a María: son uno de cada cuatro protestantes argentinos, uno de cada cinco protestantes de Paraguay y hasta un 38% de los protestantes uruguayos.
Así, los protestantes “más marianos” de América Latina son: los uruguayos (un 38% ven bien orar a la Virgen), los argentinos (un 26% lo aprueban), los paraguayos (un 19% lo aprueban), los chilenos (un 14% lo aprueban), los mexicanos y puertorriqueños (un 13% lo aprueban).
Es curioso que los 3 países con protestantes "más marianos" compartan como patrona a la Virgen de Luján.
Los “menos marianos” son los guatemaltecos y bolivianos (sólo un 7% aprueban orar a la Virgen).
México, país del que se dice que es más guadalupano que católico, es según la estadística de los menos marianos: ¡sólo un 82% de católicos ven bien rezar a la Virgen, cuando por doctrina debería ser el cien por cien!
En cambio, Argentina sería el país más mariano de América, pese a tener fama de ser de los países más liberales de Hispanoamérica: muestra una devoción mariana del 96% entre católicos y del 26% entre protestantes… sería el país más mariano de América.
Los países donde católicos y protestantes están más divididos en su devoción mariana serían Guatemala (86 puntos separan la devoción mariana de los católicos de la de los protestantes), Venezuela (84 puntos), Brasil y El Salvador (ambos con 83 puntos de separación.
Fuente: religionenlibertad.com
El reciente estudio “Creencias religiosas latinoamericanas 2014” de Pew Forum sobre las creencias de católicos y protestantes en Hispanoamérica ha dado resultados curiosos sobre muchos temas, pero uno de los más peculiares es el de la pregunta referida a la Virgen María.
A los encuestados de 19 países latinoamericanos se les preguntó si consideraban que rezar (u orar o pedir) a la Virgen María es aceptable en la fe cristiana.
Los católicos responden "sí", pero...
La mayoría de los encuestados que se declaraban católicos dijeron que sí era aceptable, y siempre en porcentajes superiores al 80 por ciento. Pero con diferencias extrañas según el país.
Por ejemplo, los países donde los católicos tenían más claro que es aceptable orar a la Virgen son, según este sondeo, Paraguay (97% lo ve aceptable),Argentina (96% lo ve aceptable), Guatemala, Brasil y Puerto Rico (en estos tres países, un 93% lo ve aceptable).
Por el contrario, los países donde menos católicos veían aceptable orar a la Virgen María fueron Panamá (sólo un 81% de católicos lo aprobaban), México y Honduras (sólo un 82% de católicos lo aceptaban) y Bolivia y Chile (con un 85 y 86% a favor).
Lo que enseña el catolicismo
Por supuesto, la doctrina católica enseña que orar a María (y a otros santos del Cielo) no sólo es aceptable sino conveniente y loable.
El Catecismo enseña que María, “con su asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna; por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora" (CIC 969).
También explica el Catecismo que “todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella [de la mediación de Cristo] y de ella [de la mediación de Cristo] saca toda su eficacia" (CIC 970). Y añade que “desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de Madre de Dios, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades” (CIC 971).
El beato Pablo VI, en “Marialis Cultus”, asegura que María es “Madre amantísima” y señala “su incesante y eficaz intercesión mediante la cual, aún habiendo sido asunta al cielo, sigue cercanísima a los fieles que la suplican, aún a aquellos que ignoran que son hijos suyos”.
Aparte de estos elogios a María como intercesora, la clave en la propuesta católica es que igual que podemos pedir intercesión a un amigo de nuestra parroquia o a un pariente, también podemos pedirla a los que ya murieron y están vivos en el Cielo ante Dios.
El Catecismo enseña (en el párrafo 956) que “por el hecho que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad... no dejan de interceder por nosotros ante el Padre”.
Que los santos interceden ante Dios en el cielo se puede ver por ejemplo en la Biblia, en Jeremías 15,1 cuando Dios mismo explica o da por cosa sabida que a veces se le ponen por delante Moisés y Samuel (con peticiones en el cielo, se entiende… aunque en esta ocasión concreta Dios no estaría dispuesto a cumplir su petición).
Algunos protestantes sí imploran a María
Pese a que la intercesión de los santos y el culto a María que incluye pedir cosas a María en oración ha sido práctica común de siempre de los cristianos de Oriente y Occidente, en el siglo XVI nació el protestantismo que no admite la petición de intercesión a los santos… en teoría, porque en la práctica cada grupo protestantes puede tener su propia doctrina (contradiciendo unos grupos a otros). Por ejemplo, algunos anglicanos y algunos luteranos “tradicionales” (sobre todo los que siguen cierto calendario litúrgico, con sus fiestas de santos “nacionales” como San Jorge o San Olaf) creen que es correcto pedir la intercesión de los santos… y eso debería incluir a María.
Pero en Hispanoamérica hay pocos anglicanos y luteranos “litúrgicos”, y la mayoría de los protestantes son pentecostales.
Con todo, el estudio de Pew Forum demuestra que muchos protestantes ven correcto orar a María: son uno de cada cuatro protestantes argentinos, uno de cada cinco protestantes de Paraguay y hasta un 38% de los protestantes uruguayos.
Así, los protestantes “más marianos” de América Latina son: los uruguayos (un 38% ven bien orar a la Virgen), los argentinos (un 26% lo aprueban), los paraguayos (un 19% lo aprueban), los chilenos (un 14% lo aprueban), los mexicanos y puertorriqueños (un 13% lo aprueban).
Es curioso que los 3 países con protestantes "más marianos" compartan como patrona a la Virgen de Luján.
Los “menos marianos” son los guatemaltecos y bolivianos (sólo un 7% aprueban orar a la Virgen).
México, país del que se dice que es más guadalupano que católico, es según la estadística de los menos marianos: ¡sólo un 82% de católicos ven bien rezar a la Virgen, cuando por doctrina debería ser el cien por cien!
En cambio, Argentina sería el país más mariano de América, pese a tener fama de ser de los países más liberales de Hispanoamérica: muestra una devoción mariana del 96% entre católicos y del 26% entre protestantes… sería el país más mariano de América.
Los países donde católicos y protestantes están más divididos en su devoción mariana serían Guatemala (86 puntos separan la devoción mariana de los católicos de la de los protestantes), Venezuela (84 puntos), Brasil y El Salvador (ambos con 83 puntos de separación.
Fuente: religionenlibertad.com
sábado, 22 de noviembre de 2014
¿Qué pasa cuando los familiares ponen pegas a la unción del enfermo?
La Unción de los enfermos no es sólo para el peligro de muerte inminente y es mejor recibirla con tiempo, confesión y estando consciente ...
Del leccionario, o el método para la elección de las lecturas en cada misa
Una de las preguntas que se formulan muchos de los que van a misa está relacionada con el criterio que se sigue para la elección de las diversas lecturas...
viernes, 21 de noviembre de 2014
VIERNES DE LA 33 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)
Apocalípsis 10,8-11
Salmo 118: ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Lucas 19,45-48
Apocalípsis 10,8-11
Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo: "Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra." Me acerqué al ángel y le dije: "Dame el librito." Él me contestó: "Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor." Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago. Entonces me dijeron: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes."
Salmo 118: ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Lucas 19,45-48
En aquel tiempo entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"". Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
Salmo 118: ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Lucas 19,45-48
Apocalípsis 10,8-11
Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo: "Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra." Me acerqué al ángel y le dije: "Dame el librito." Él me contestó: "Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor." Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago. Entonces me dijeron: "Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes."
Salmo 118: ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Tus preceptos son mi delicia,
tus decretos son mis consejeros.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!
Lucas 19,45-48
En aquel tiempo entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"". Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.
martes, 18 de noviembre de 2014
Apocalípsis 3,1-6.14-22
Apocalipsis 3, 1-6.14-22
Martes de la 33 Semana del Tiempo Ordinario II,
Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: "Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias." Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver. A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga la que dice el Espíritu a las Iglesias.""
Martes de la 33 Semana del Tiempo Ordinario II,
Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: "Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre del libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias." Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver. A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga la que dice el Espíritu a las Iglesias.""
sábado, 15 de noviembre de 2014
Mateo 25,14-30: Arriesga tu talento, por M. Dolors Gaja, MN
Mateo 25,14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»
— Comentario por M. Dolors Gaja, MN.
ARRIESGA TU TALENTO
La parábola de los talentos es, quizá, una de las más conocidas. Vamos a acercarnos a ella como nos acercamos a algo ya conocido que, no obstante, siempre nos sorprende. Es lo que nos ocurre cada día con las personas, con un camino de montaña, unas flores en el patio o un poema mil veces leído.
El amo se ausenta:
Ese Señor que se ausenta es, para las primeras comunidades cristianas, el Jesús que se ha ido pero al que se espera con cierta inmediatez. Es, para nosotros, el Dios que nos ha dado todo un mundo para gestionar según nuestras capacidades. Lo importante no es ser más o menos capaz sino ser fiel a tus capacidades y desarrollarlas al máximo. El hecho de que el amo vuelva al cabo de mucho tiempo no puede hacernos perder de vista que trabajamos para Alguien que no soy yo; ni puede inducirnos a creer que lo que tenemos es nuestro pues somos simples administradores.
La gestión:
Los dos primeros siervos se ponen a trabajar con diligencia en aquello que se les ha confiado. Conocen lo suficiente a su señor como para saber que no quiere el dinero parado y toman lo de su amo como propio: son, simplemente, responsables. El tercer siervo, sobre el cual se focaliza la parábola está definido por su desconocimiento de su señor. Le tiene miedo. Y el miedo lo paraliza y le lleva a enterrar el talento.
Habrá que subrayar dos aspectos: la imagen que tenemos de Dios es tan poderosa que va a determinar nuestra manera de vivir la fe. Los dos primeros siervos no temen a su señor y, por lo mismo, son capaces de correr riesgos. Una fe que no se arriesga no es, en realidad, fe. Miremos cómo Jesús vive permanentemente en el riesgo…en el límite…
Otro aspecto es el miedo. El tercer siervo esconde cuanto ha recibido. No es una cuestión de pereza, es que si arriesgo los talentos recibidos mi vida ya no va a estar bajo mi control.
Rendición de cuentas:
Cuando por fin llega el Señor – imaginemos el día en que me encuentre cara a cara con Dios- la sentencia va a tener un único criterio: sólo es condenado el pecado de omisión. El siervo perezoso no ha hecho nada malo. No se ha jugado el talento, no se ha fugado con él. Sólo que no ha hecho nada con él. Tiene las manos vacías. Su vida carece de sentido pues se ha limitado a guardar…y sobrevivir.
Una mala catequesis de la confesión nos ha hecho remarcar aquello que hemos hecho mal. Pero deberíamos poner el acento ene se pecado que corroe el mundo y que todos cometemos sin darle mayor importancia: el de omisión, el de todo el bien que podría haber hecho y no hice.
Los santos son aquellos que arriesgan y hacen. Sienten como propios los intereses del Señor. Pueden equivocarse, “perder” incluso. Pero son fieles en lo poco, no se quedan de brazos cruzados.
Pensemos hoy, simplemente, en un juicio final distinto al que, quizá, he imaginado. No se proyectará ante mis ojos lo que hice bien y lo que hice mal. Se proyectará aquello que estaba llamado a hacer y quedó sin hacer…
www.vivirennazaret
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»
— Comentario por M. Dolors Gaja, MN.
ARRIESGA TU TALENTO
La parábola de los talentos es, quizá, una de las más conocidas. Vamos a acercarnos a ella como nos acercamos a algo ya conocido que, no obstante, siempre nos sorprende. Es lo que nos ocurre cada día con las personas, con un camino de montaña, unas flores en el patio o un poema mil veces leído.
El amo se ausenta:
Ese Señor que se ausenta es, para las primeras comunidades cristianas, el Jesús que se ha ido pero al que se espera con cierta inmediatez. Es, para nosotros, el Dios que nos ha dado todo un mundo para gestionar según nuestras capacidades. Lo importante no es ser más o menos capaz sino ser fiel a tus capacidades y desarrollarlas al máximo. El hecho de que el amo vuelva al cabo de mucho tiempo no puede hacernos perder de vista que trabajamos para Alguien que no soy yo; ni puede inducirnos a creer que lo que tenemos es nuestro pues somos simples administradores.
La gestión:
Los dos primeros siervos se ponen a trabajar con diligencia en aquello que se les ha confiado. Conocen lo suficiente a su señor como para saber que no quiere el dinero parado y toman lo de su amo como propio: son, simplemente, responsables. El tercer siervo, sobre el cual se focaliza la parábola está definido por su desconocimiento de su señor. Le tiene miedo. Y el miedo lo paraliza y le lleva a enterrar el talento.
Habrá que subrayar dos aspectos: la imagen que tenemos de Dios es tan poderosa que va a determinar nuestra manera de vivir la fe. Los dos primeros siervos no temen a su señor y, por lo mismo, son capaces de correr riesgos. Una fe que no se arriesga no es, en realidad, fe. Miremos cómo Jesús vive permanentemente en el riesgo…en el límite…
Otro aspecto es el miedo. El tercer siervo esconde cuanto ha recibido. No es una cuestión de pereza, es que si arriesgo los talentos recibidos mi vida ya no va a estar bajo mi control.
Rendición de cuentas:
Cuando por fin llega el Señor – imaginemos el día en que me encuentre cara a cara con Dios- la sentencia va a tener un único criterio: sólo es condenado el pecado de omisión. El siervo perezoso no ha hecho nada malo. No se ha jugado el talento, no se ha fugado con él. Sólo que no ha hecho nada con él. Tiene las manos vacías. Su vida carece de sentido pues se ha limitado a guardar…y sobrevivir.
Una mala catequesis de la confesión nos ha hecho remarcar aquello que hemos hecho mal. Pero deberíamos poner el acento ene se pecado que corroe el mundo y que todos cometemos sin darle mayor importancia: el de omisión, el de todo el bien que podría haber hecho y no hice.
Los santos son aquellos que arriesgan y hacen. Sienten como propios los intereses del Señor. Pueden equivocarse, “perder” incluso. Pero son fieles en lo poco, no se quedan de brazos cruzados.
Pensemos hoy, simplemente, en un juicio final distinto al que, quizá, he imaginado. No se proyectará ante mis ojos lo que hice bien y lo que hice mal. Se proyectará aquello que estaba llamado a hacer y quedó sin hacer…
www.vivirennazaret
miércoles, 12 de noviembre de 2014
MIÉRCOLES DE LA 32 SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, Año II (Lecturas)
Tito 3,1-7
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta
Lucas 17,11-19
Tito 3,1-7
Querido hermano: Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado: con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Lucas 17,11-19
En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado".
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta
Lucas 17,11-19
Tito 3,1-7
Querido hermano: Recuérdales que se sometan al gobierno y a las autoridades, que los obedezcan, que estén dispuestos a toda forma de obra buena, sin insultar ni buscar riñas; sean condescendientes y amables con todo el mundo. Porque antes también nosotros, con nuestra insensatez y obstinación, íbamos fuera de camino; éramos esclavos de pasiones y placeres de todo género, nos pasábamos la vida fastidiando y comidos de envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros. Mas cuando ha aparecido la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hayamos hecho nosotros, sino que según su propia misericordia nos ha salvado: con el baño del segundo nacimiento y con la renovación por el Espíritu Santo; Dios lo derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. Así, justificados por su gracia, somos, en esperanza, herederos de la vida eterna.
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta
Lucas 17,11-19
En aquel tiempo, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado".
viernes, 7 de noviembre de 2014
¿Pero quien demonios es el Angel Exterminador?, por Luis Antequera
Y nunca mejor dicho “quién demonios”, porque el Angel Exterminador no es otro que, precisamente, el demonio. ¿Pero de dónde viene la expresión? ¿Está en la Biblia? ¿Es frecuente en ella?
Pues bien, estar, lo que es estar, está en la Biblia, pero es cualquier cosa menos frecuente, pues en realidad es utilizada muy pocas veces (Ex. 12,23; 1Co. 10,10), y con el sentido del que nos vamos a ocupar aquí sólo una (Ap. 9,11), una vez que, por cierto, no encontrará Vd. en todas las biblias, sino en una muy concreta: la Vulgata, que la incluye en el Apocalipsis, donde dice:
“Et habebant super se regem angelum abyssi cui nomen hebraice Abaddon graece autem Apollyon et latine habet nomen ‘Exterminans’” (Ap. 9,11).
Traducible como:
“Y tenían sobre sí al ángel rey del abismo, cuyo nombre hebreo es ‘Abaddon’, en griego ‘Apollyon’ y en latín tiene el nombre de ‘el Exterminador’”.
La Biblia Vulgata es, como se sabe, la traducción al latín que de la Biblia en griego hace Jerónimo de Estridón, San Jerónimo (340-420), a finales del s. IV, a petición del Papa Dámaso I, convertida en texto oficial de la Biblia por el Concilio de Trento en 1546.
El caso es que, en su trabajo, San Jerónimo, al llegar al versículo en cuestión del Apocalipsis, se siente en la obligación de añadir de su cosecha la traducción latina a un término que en la versión griega que él maneja, sólo aparecía en hebreo, “Abaddon”, y en griego, “Apollyon”, creando de este modo la famosa locución, tantas veces utilizadas en el lenguaje cotidiano, de “el Angel Exterminador” (un comentarista asiduo de esta columna firma así). La traducción, por otro lado, se ajusta bastante bien a las palabras presentes en el texto griego que traduce Jerónimo, pues “Apollyon” proviene del verbo griego “apollymi” o “apollyo” y significa “destruir”; y “Abbadon” parece provenir de la raíz hebrea “ABD” (las palabras hebreas carecen de vocales) y significaría “echar a perder, arruinar”.
En cuanto al papel que en el Apocalipsis desempeña Abbadon, el Angel Exterminador en definitiva, ha sido objeto de controversia en el plano de los estudios bíblicos. Pero se trata, inconfundiblemente, de un papel negativo, ya se trate del Anticristo, ya se trate del mismo Satanás en persona, ya se trate de un lugarteniente de Satanás. Es, en cualquier caso, el rey de unas langostas muy especiales, con poder para torturar al Hombre durante el extraño plazo de “cinco meses” (Ap. 9,5), y con una particularísima morfología:
“La apariencia de estas langostas era parecida a caballos preparados para la guerra; sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro; sus rostros eran como rostros humanos; tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas como el estrépito de carros de muchos caballos que corren al combate; tienen colas parecidas a las de los escorpiones, con aguijones” (Ap. 9,7-10)
En el Antiguo Testamento existen algunas referencias al “abbadon”, pero no se trata de un ser personalizado como en el Apocalipsis, sino más bien, de un lugar o de una situación. La Biblia de Jerusalén (que muchos de Vds. tendrán en sus hogares, una de las más precisas y mejor iluminadas versiones que existen de la Biblia) traduce el término como “perdición”. Dichas menciones se encuentran en tres libros: el Libro de Job, Proverbios y los Salmos.
En Proverbios encontramos:
“Yahvé vigila Abismo y Perdición [abbadon]: ¡cuánto más el corazón humano!” (Prov. 15,11)
“Abismo y perdición [abbadon] son insaciables, como insaciables son los ojos del hombre” (Prov. 27,20)
En el Salmo 88 se lee:
“¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición [abbadon]?” (Sal. 88,12).
Pero quizás la más interesante sea la recogida en el Libro de Job:
“El seol [lugar en el que según los judíos yacen los difuntos en una situación similar al letargo, son los “infiernos” a los que Jesús habría descendido entre su muerte y su resurrección] está desnudo ante él, la Perdición [abbadon] se halla al descubierto” (Job, 26,6).
Donde la sustitución de “perdición” por “Abbadon” bien podría haber iniciado el interesante proceso de conversión de “la Perdición” en un ser personal, por demás el maléfico jefe de los infiernos. Y si no veamos:
“El infierno está desnudo ante él, Abbadon se halla al descubierto”.
Fuente: religionenlibertad.com
Pues bien, estar, lo que es estar, está en la Biblia, pero es cualquier cosa menos frecuente, pues en realidad es utilizada muy pocas veces (Ex. 12,23; 1Co. 10,10), y con el sentido del que nos vamos a ocupar aquí sólo una (Ap. 9,11), una vez que, por cierto, no encontrará Vd. en todas las biblias, sino en una muy concreta: la Vulgata, que la incluye en el Apocalipsis, donde dice:
“Et habebant super se regem angelum abyssi cui nomen hebraice Abaddon graece autem Apollyon et latine habet nomen ‘Exterminans’” (Ap. 9,11).
Traducible como:
“Y tenían sobre sí al ángel rey del abismo, cuyo nombre hebreo es ‘Abaddon’, en griego ‘Apollyon’ y en latín tiene el nombre de ‘el Exterminador’”.
La Biblia Vulgata es, como se sabe, la traducción al latín que de la Biblia en griego hace Jerónimo de Estridón, San Jerónimo (340-420), a finales del s. IV, a petición del Papa Dámaso I, convertida en texto oficial de la Biblia por el Concilio de Trento en 1546.
El caso es que, en su trabajo, San Jerónimo, al llegar al versículo en cuestión del Apocalipsis, se siente en la obligación de añadir de su cosecha la traducción latina a un término que en la versión griega que él maneja, sólo aparecía en hebreo, “Abaddon”, y en griego, “Apollyon”, creando de este modo la famosa locución, tantas veces utilizadas en el lenguaje cotidiano, de “el Angel Exterminador” (un comentarista asiduo de esta columna firma así). La traducción, por otro lado, se ajusta bastante bien a las palabras presentes en el texto griego que traduce Jerónimo, pues “Apollyon” proviene del verbo griego “apollymi” o “apollyo” y significa “destruir”; y “Abbadon” parece provenir de la raíz hebrea “ABD” (las palabras hebreas carecen de vocales) y significaría “echar a perder, arruinar”.
En cuanto al papel que en el Apocalipsis desempeña Abbadon, el Angel Exterminador en definitiva, ha sido objeto de controversia en el plano de los estudios bíblicos. Pero se trata, inconfundiblemente, de un papel negativo, ya se trate del Anticristo, ya se trate del mismo Satanás en persona, ya se trate de un lugarteniente de Satanás. Es, en cualquier caso, el rey de unas langostas muy especiales, con poder para torturar al Hombre durante el extraño plazo de “cinco meses” (Ap. 9,5), y con una particularísima morfología:
“La apariencia de estas langostas era parecida a caballos preparados para la guerra; sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro; sus rostros eran como rostros humanos; tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; tenían corazas como corazas de hierro, y el ruido de sus alas como el estrépito de carros de muchos caballos que corren al combate; tienen colas parecidas a las de los escorpiones, con aguijones” (Ap. 9,7-10)
En el Antiguo Testamento existen algunas referencias al “abbadon”, pero no se trata de un ser personalizado como en el Apocalipsis, sino más bien, de un lugar o de una situación. La Biblia de Jerusalén (que muchos de Vds. tendrán en sus hogares, una de las más precisas y mejor iluminadas versiones que existen de la Biblia) traduce el término como “perdición”. Dichas menciones se encuentran en tres libros: el Libro de Job, Proverbios y los Salmos.
En Proverbios encontramos:
“Yahvé vigila Abismo y Perdición [abbadon]: ¡cuánto más el corazón humano!” (Prov. 15,11)
“Abismo y perdición [abbadon] son insaciables, como insaciables son los ojos del hombre” (Prov. 27,20)
En el Salmo 88 se lee:
“¿Se habla en la tumba de tu amor, de tu lealtad en el lugar de perdición [abbadon]?” (Sal. 88,12).
Pero quizás la más interesante sea la recogida en el Libro de Job:
“El seol [lugar en el que según los judíos yacen los difuntos en una situación similar al letargo, son los “infiernos” a los que Jesús habría descendido entre su muerte y su resurrección] está desnudo ante él, la Perdición [abbadon] se halla al descubierto” (Job, 26,6).
Donde la sustitución de “perdición” por “Abbadon” bien podría haber iniciado el interesante proceso de conversión de “la Perdición” en un ser personal, por demás el maléfico jefe de los infiernos. Y si no veamos:
“El infierno está desnudo ante él, Abbadon se halla al descubierto”.
Fuente: religionenlibertad.com
De los ángeles en los evangelios, por Luis Antequera
Los ángeles desempeñan un papel preponderante en los evangelios. Se puede establecer que suman más de medio centenar las alusiones existentes en ellos a los angélicos personajes, de las que más de un 80%, sólo en los de Mateo y Lucas. No por casualidad, Mateo es representado en la iconografía cristiana como un ángel, algo que debe al protagonismo que en su Evangelio corresponde a las celestiales criaturas.
Repasando los evangelios y siguiendo un orden cronológico, un ángel, en este caso con nombre y apellido, Gabriel, es el que anuncia al sumo sacerdote Zacarías que va a ser padre de Juan Bautista. Y ello a pesar de ser su mujer estéril y vieja, y él mismo, viejo (Mt. 1,7):
“Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se sobresaltó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer de avanzada edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Mira, por no haber creído mis palabras, que se cumplirán a su tiempo, vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas.»” (Lc. 1,11-20)
El mismo ángel Gabriel anuncia a María su milagrosa maternidad a pesar de “no conocer varón” (Lc. 1, 34):
“Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue” (Lc. 1,26-38).
A partir de ahora, ningún ángel vuelve a tener nombre en el Evangelio, lo que no quita para que sigan desfilando uno tras otro en los distintos episodios que jalonan la vida de Jesús. Así, cuando San José repara en el embarazo de María en el que él no ha tenido participación alguna, un ángel se le presenta en sueños para confortarle:
“Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»” (Mt. 1,19-20).
Cuando nace Jesús, un nuevo ángel se encarga de proclamar la buena nueva a los pastores:
“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»” (Lc. 2,8-14)
Curiosamente, a los magos de oriente no es un ángel ni el que les informa del nacimiento del rey en Belén, ni el que los conduce a la pequeña ciudad de Judea para rendirle honores.
Si es un ángel, en cambio, el que se presenta de nuevo ante José para darle la instrucción de huir a Egipto, y así salvar a Jesús de las iras de Herodes que, como se sabe, anda buscando al niño para matarle:
“Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt. 2,13-14).
Mientras está en Egipto, es otra vez un ángel el que le informa, una vez más en sueños, de que Herodes ha muerto y de que puede volver a Palestina:
“Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel” (Mt. 2, 19-21).
Esta capacidad onírica de José para entrar en contacto con los ángeles tiene dos importantes connotaciones. Por un lado, convierte al José de Mateo, que es siempre el evangelista que refiere los sueños, en el José más activo de los cuatro evangelios. Mateo de hecho, menciona siete veces a José, cinco de las cuales tienen que ver con sus revelaciones angélico-oníricas.
A los efectos, no está de más señalar que el evangelista Marcos, por ejemplo, no menciona a José ni una sola vez por su nombre, y que las dos veces que lo hace Juan, es sólo para dar a apellido a Jesús, “Jesús el hijo de José” (Jn. 1,45 y Jn. 6,42).
Lucas sí lo menciona, cosa que hace en hasta cinco ocasiones, y al igual que Mateo, lo trata como personaje autónomo con vida propia. Y al mismo tiempo, nos hace pensar en otro célebre José famoso por interpretar sueños, el veterotestamentario José hijo de Jacob, bien que con una pequeña diferencia entre los dos: que los sueños que interpreta éste son siempre ajenos (los del faraón, los de los dos cortesanos), en tanto que los que interpreta el padre de Jesús son los propios.
Volviendo a nuestros ángeles, cuando el diablo termina de tentar a Jesús en el desierto esto es lo que ocurre:
“Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían [a Jesús]” (Mt. 4,11; Mc. 1,13).
El evangelista Juan nos dice qué es lo que pasa en la piscina de Betzatá, una piscina en la que en tiempos de Jesús se producían milagrosas curaciones:
“Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera” (Jn. 5,2-4)
Jesús en persona explica la relación existente entre ángeles y niños:
“Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18,10).
Una mención por cierto, en la que cabe encontrar la base escriturística del ángel de la guarda, por lo menos por lo que a los niños se refiere.
Nos cuenta también Jesús aquello que es lo que más alegría produce entre los ángeles:
“Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” (Lc. 15,10)
Un ángel conforta a Jesús cuando en el huerto de Getsemaní, éste espera angustiado a que procedan a su detención y dé comienzo su pasión:
“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba” (Lc. 22,41-43).
Todo un ejército de ángeles podría haberle liberado de su fatídico final de no ser porque el mismo forma parte del plan de salvación trazado de antemano por Dios:
“Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»” (Mt 26,50-54)
Y un ángel del Señor es igualmente el encargado de anunciar a las santas mujeres que Jesús ha resucitado:
“El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: `Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.´ Ya os lo he dicho.» Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos” (Mt. 28, 5-8; similar en Mc. 16, 5-7; Lc. 24,4-7; Jn. 20,12-13).
Un ángel del que habría mucho que hablar, pues mientras en Mateo es explícitamente un ángel, y también lo es en Juan, aunque los ángeles sean dos (Jn. 20,12), en Marcos (Mc. 16,4) es "un joven con una túnica blanca" y en Lucas “dos hombres con vestidos resplandecientes” (Lc. 24,4).
Son varias las ocasiones en las que Jesús explica el papel que corresponderá a los ángeles cuando llegue la hora del fin del mundo. Así lo hace explicando la parábola de la cizaña:
“De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 10,42).
Al salir del templo lo explica así:
“Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro” (Mt. 24,30-31).
De manera aún más explícita lo relata Lucas:
“Yo os digo: ‘Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios’” (Lc. 12,8-9)
Todo lo cual no es óbice para que “de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24,36; Mc. 13,32).
Y eso que, de hecho, son los ángeles los que conducen al justo a la gloria de Dios, como nos cuenta Jesús en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón:
“Sucedió, pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán” (Lc. 16,22)
El cielo está lleno de ángeles, como con claridad le explica Jesús a Natanael:
“En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (Jn. 1,51).
De hecho, la de convertirse en ángel o algo parecido, es la suerte que espera al hombre que alcance el cielo:
«Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” (Lc. 20,34-36; similar en Mt. 22,29-30; Mc. 12,24-25)
Lo que en modo alguno, debe interpretarse como que en el infierno vayan a librarse los que vayan de departir con ángeles:
“Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles’” (Mt. 25,41)
Fuente: religionenlibertad.com
Repasando los evangelios y siguiendo un orden cronológico, un ángel, en este caso con nombre y apellido, Gabriel, es el que anuncia al sumo sacerdote Zacarías que va a ser padre de Juan Bautista. Y ello a pesar de ser su mujer estéril y vieja, y él mismo, viejo (Mt. 1,7):
“Se le apareció el ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se sobresaltó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y convertirá al Señor su Dios a muchos de los hijos de Israel e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.» Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer de avanzada edad.» El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Mira, por no haber creído mis palabras, que se cumplirán a su tiempo, vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas.»” (Lc. 1,11-20)
El mismo ángel Gabriel anuncia a María su milagrosa maternidad a pesar de “no conocer varón” (Lc. 1, 34):
“Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue” (Lc. 1,26-38).
A partir de ahora, ningún ángel vuelve a tener nombre en el Evangelio, lo que no quita para que sigan desfilando uno tras otro en los distintos episodios que jalonan la vida de Jesús. Así, cuando San José repara en el embarazo de María en el que él no ha tenido participación alguna, un ángel se le presenta en sueños para confortarle:
“Su marido José, que era justo, pero no quería infamarla, resolvió repudiarla en privado. Así lo tenía planeado, cuando el ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»” (Mt. 1,19-20).
Cuando nace Jesús, un nuevo ángel se encarga de proclamar la buena nueva a los pastores:
“Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace.»” (Lc. 2,8-14)
Curiosamente, a los magos de oriente no es un ángel ni el que les informa del nacimiento del rey en Belén, ni el que los conduce a la pequeña ciudad de Judea para rendirle honores.
Si es un ángel, en cambio, el que se presenta de nuevo ante José para darle la instrucción de huir a Egipto, y así salvar a Jesús de las iras de Herodes que, como se sabe, anda buscando al niño para matarle:
“Cuando ellos se retiraron, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto” (Mt. 2,13-14).
Mientras está en Egipto, es otra vez un ángel el que le informa, una vez más en sueños, de que Herodes ha muerto y de que puede volver a Palestina:
“Muerto Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel, pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño.» Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel” (Mt. 2, 19-21).
Esta capacidad onírica de José para entrar en contacto con los ángeles tiene dos importantes connotaciones. Por un lado, convierte al José de Mateo, que es siempre el evangelista que refiere los sueños, en el José más activo de los cuatro evangelios. Mateo de hecho, menciona siete veces a José, cinco de las cuales tienen que ver con sus revelaciones angélico-oníricas.
A los efectos, no está de más señalar que el evangelista Marcos, por ejemplo, no menciona a José ni una sola vez por su nombre, y que las dos veces que lo hace Juan, es sólo para dar a apellido a Jesús, “Jesús el hijo de José” (Jn. 1,45 y Jn. 6,42).
Lucas sí lo menciona, cosa que hace en hasta cinco ocasiones, y al igual que Mateo, lo trata como personaje autónomo con vida propia. Y al mismo tiempo, nos hace pensar en otro célebre José famoso por interpretar sueños, el veterotestamentario José hijo de Jacob, bien que con una pequeña diferencia entre los dos: que los sueños que interpreta éste son siempre ajenos (los del faraón, los de los dos cortesanos), en tanto que los que interpreta el padre de Jesús son los propios.
Volviendo a nuestros ángeles, cuando el diablo termina de tentar a Jesús en el desierto esto es lo que ocurre:
“Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían [a Jesús]” (Mt. 4,11; Mc. 1,13).
El evangelista Juan nos dice qué es lo que pasa en la piscina de Betzatá, una piscina en la que en tiempos de Jesús se producían milagrosas curaciones:
“Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera” (Jn. 5,2-4)
Jesús en persona explica la relación existente entre ángeles y niños:
“Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 18,10).
Una mención por cierto, en la que cabe encontrar la base escriturística del ángel de la guarda, por lo menos por lo que a los niños se refiere.
Nos cuenta también Jesús aquello que es lo que más alegría produce entre los ángeles:
“Pues os digo que, del mismo modo, hay alegría entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” (Lc. 15,10)
Un ángel conforta a Jesús cuando en el huerto de Getsemaní, éste espera angustiado a que procedan a su detención y dé comienzo su pasión:
“Se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Entonces se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba” (Lc. 22,41-43).
Todo un ejército de ángeles podría haberle liberado de su fatídico final de no ser porque el mismo forma parte del plan de salvación trazado de antemano por Dios:
“Entonces aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron. En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja. Dícele entonces Jesús: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?»” (Mt 26,50-54)
Y un ángel del Señor es igualmente el encargado de anunciar a las santas mujeres que Jesús ha resucitado:
“El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos: `Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis.´ Ya os lo he dicho.» Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos” (Mt. 28, 5-8; similar en Mc. 16, 5-7; Lc. 24,4-7; Jn. 20,12-13).
Un ángel del que habría mucho que hablar, pues mientras en Mateo es explícitamente un ángel, y también lo es en Juan, aunque los ángeles sean dos (Jn. 20,12), en Marcos (Mc. 16,4) es "un joven con una túnica blanca" y en Lucas “dos hombres con vestidos resplandecientes” (Lc. 24,4).
Son varias las ocasiones en las que Jesús explica el papel que corresponderá a los ángeles cuando llegue la hora del fin del mundo. Así lo hace explicando la parábola de la cizaña:
“De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mt. 10,42).
Al salir del templo lo explica así:
“Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro” (Mt. 24,30-31).
De manera aún más explícita lo relata Lucas:
“Yo os digo: ‘Por todo el que se declare por mí ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios’” (Lc. 12,8-9)
Todo lo cual no es óbice para que “de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24,36; Mc. 13,32).
Y eso que, de hecho, son los ángeles los que conducen al justo a la gloria de Dios, como nos cuenta Jesús en la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón:
“Sucedió, pues, que murió el pobre y los ángeles le llevaron al seno de Abrahán” (Lc. 16,22)
El cielo está lleno de ángeles, como con claridad le explica Jesús a Natanael:
“En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre” (Jn. 1,51).
De hecho, la de convertirse en ángel o algo parecido, es la suerte que espera al hombre que alcance el cielo:
«Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios por ser hijos de la resurrección” (Lc. 20,34-36; similar en Mt. 22,29-30; Mc. 12,24-25)
Lo que en modo alguno, debe interpretarse como que en el infierno vayan a librarse los que vayan de departir con ángeles:
“Entonces dirá también a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles’” (Mt. 25,41)
Fuente: religionenlibertad.com
Del famoso debate sobre el sexo de los ángeles, por Luis Antequera
La del sexo de los ángeles es la cuestión bizantina por excelencia, y nada tiene de particular que sea así, pues es precisamente en Bizancio donde se sitúa la leyenda según la cual, filósofos, teólogos, políticos y hasta el entero vulgo, se hallarían encelados en tan trivial cuestión mientras a las puertas de la ciudad los turcos hacían cola para comenzar a repartirse lo que quedaba de la otrora orgullosa capital del cristianismo universal, cosa que acontecía un malhadado 29 de mayo de 1453. Una cuestión tan baladí que de hecho es muy posible que, contrariamente a lo que acostumbra a creerse, nunca mereciera excesivo interés por parte ni de la magistratura ni de la doctrina eclesiásticas, y que toda la historia se enmarque en el ámbito de lo puramente legendario.
Todo lo cual, sin embargo, no obsta para que en las páginas del Antiguo Testamento nos encontremos a los ¿ángeles? enfrascados en algunas de las más humanas disquisiciones, como ocurre en el pasaje del Génesis que relata el pecado que terminó decidiendo a Dios a enviar al mundo el diluvio universal:
“Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios [ojo a la expresión] que las hijas de los hombres les venían bien y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas” (Gn. 6,1-2).
Y bien, ¿quiénes eran esos "hijos de Dios"? Se han propuesto múltiples interpretaciones: los hijos de Set, tercer hijo, a su vez, de Adán y Eva; unos gigantes no humanos… Lo cierto es que la propia Biblia, en otros pasajes, usa la expresión en lo que parece ser un sinónimo de ángeles, tal cual sucede, por ejemplo, cuando dice el Libro de Job:
“Un día en que los hijos de Dios fueron a presentarse ante Yahvé, apareció también entre ellos el Satán” (Lob 1,6)
El propio Judas Tadeo, en su única Carta canónica, parece referirse al episodio que dio lugar al Diluvio cuando afirma:
“Y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día” (Jud. 1,6).
Estrechamente asociados diluvio universal y pecado de los ángeles nos los volvemos a encontrar en las dos cartas de Pedro, y sobre todo en la segunda, en la que podemos leer:
“Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio; si no perdonó al antiguo mundo, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia, y a otros siete, cuando hizo venir el diluvio sobre un mundo de impíos” (2Pe 2,4-5)
No es la única referencia al sexo de los ángeles en los textos bíblicos, pues ni más ni menos que el mismísimo Jesús se refiere, siquiera de pasada, a la cuestión. Ocurre cuando preguntado por los saduceos, apenas unos días antes de ser crucificado, con quien estaría casada una mujer que en el mundo lo hubiera estado con siete hermanos, responde:
“En la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt. 22,30).
De donde no cabe otra interpretación que la de que, digan lo que digan los bizantinos, diga lo que diga el autor del Génesis, los ángeles no están sometidos a apetito sexual de ningún tipo, por lo que no parece lógico que tengan sexo.
Episodio que es, por cierto, en lo que consiste la famosa “trampa saducea” -la que le ponen los saduceos a Jesús en Mt. 22,23-30 para ver si conseguían alguna causa por la que condenarle- que popularizara en su día ese político español de la Transición llamado Torcuato Fernández Miranda, a la que tantas veces hacemos referencia en el lenguaje cotidiano con la misma frecuencia y desconocimiento con el que nos referimos a las "cuestiones bizantinas", sin saber, ni en un caso ni en otro, en qué consistieron.
Helas pues aquí, las dos unidas, "cuestiones bizantinas" y "trampas saduceas", y gracias las dos… ¡¡¡al sexo de los ángeles!!!
Fuente: religionenlibertad.com
Todo lo cual, sin embargo, no obsta para que en las páginas del Antiguo Testamento nos encontremos a los ¿ángeles? enfrascados en algunas de las más humanas disquisiciones, como ocurre en el pasaje del Génesis que relata el pecado que terminó decidiendo a Dios a enviar al mundo el diluvio universal:
“Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios [ojo a la expresión] que las hijas de los hombres les venían bien y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas” (Gn. 6,1-2).
Y bien, ¿quiénes eran esos "hijos de Dios"? Se han propuesto múltiples interpretaciones: los hijos de Set, tercer hijo, a su vez, de Adán y Eva; unos gigantes no humanos… Lo cierto es que la propia Biblia, en otros pasajes, usa la expresión en lo que parece ser un sinónimo de ángeles, tal cual sucede, por ejemplo, cuando dice el Libro de Job:
“Un día en que los hijos de Dios fueron a presentarse ante Yahvé, apareció también entre ellos el Satán” (Lob 1,6)
El propio Judas Tadeo, en su única Carta canónica, parece referirse al episodio que dio lugar al Diluvio cuando afirma:
“Y además que a los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran Día” (Jud. 1,6).
Estrechamente asociados diluvio universal y pecado de los ángeles nos los volvemos a encontrar en las dos cartas de Pedro, y sobre todo en la segunda, en la que podemos leer:
“Pues si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio; si no perdonó al antiguo mundo, aunque preservó a Noé, heraldo de la justicia, y a otros siete, cuando hizo venir el diluvio sobre un mundo de impíos” (2Pe 2,4-5)
No es la única referencia al sexo de los ángeles en los textos bíblicos, pues ni más ni menos que el mismísimo Jesús se refiere, siquiera de pasada, a la cuestión. Ocurre cuando preguntado por los saduceos, apenas unos días antes de ser crucificado, con quien estaría casada una mujer que en el mundo lo hubiera estado con siete hermanos, responde:
“En la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt. 22,30).
De donde no cabe otra interpretación que la de que, digan lo que digan los bizantinos, diga lo que diga el autor del Génesis, los ángeles no están sometidos a apetito sexual de ningún tipo, por lo que no parece lógico que tengan sexo.
Episodio que es, por cierto, en lo que consiste la famosa “trampa saducea” -la que le ponen los saduceos a Jesús en Mt. 22,23-30 para ver si conseguían alguna causa por la que condenarle- que popularizara en su día ese político español de la Transición llamado Torcuato Fernández Miranda, a la que tantas veces hacemos referencia en el lenguaje cotidiano con la misma frecuencia y desconocimiento con el que nos referimos a las "cuestiones bizantinas", sin saber, ni en un caso ni en otro, en qué consistieron.
Helas pues aquí, las dos unidas, "cuestiones bizantinas" y "trampas saduceas", y gracias las dos… ¡¡¡al sexo de los ángeles!!!
Fuente: religionenlibertad.com
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