viernes, 15 de marzo de 2013

5 DOMINGO DE CUARESMA, C


Isaías 43, 16-21
Salmo 125: El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres
Filipenses 3, 8-14
Juan 8, 1-11


Isaías 43, 16-21

Así dice el Señor, que abrió camino en el mar y senda en las aguas impetuosas; que sacó a batalla carros y caballos, tropa con sus valientes; caían para no levantarse, se apagaron como mecha que se extingue. "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis? Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo. Me glorificarán las bestias del campo, chacales y avestruces, porque ofreceré agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza."

Salmo 125: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres

Hasta los gentiles decían:
"El Señor ha estado grande con ellos."
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
R. El Señor ha estado grande con nosotros, 
y estamos alegres

Filipenses 3, 8-14

Hermanos: Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él, no con una justicia mía, la de la Ley, sino con la que viene de la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios y se apoya en la fe. Para conocerlo a él, y la fuerza de su resurrección, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte, para llegar un día a la resurrección de entre los muertos. No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la meta: yo sigo corriendo a ver si lo obtengo, pues Cristo Jesús lo obtuvo para mí. Hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio. Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba llama en Cristo Jesús.

Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."

Comentario de Mons. Francisco González, S.F.,
Obispo Auxiliar de Washington, D.C.

Estamos en el quinto domingo de Cuaresma, con el próximo comenzaremos la Semana Santa. Todas estas semanas hemos estado reflexionando, de una manera u otra, acerca de la conversión, del cambio radical.

Las lecturas de hoy, incluido el evangelio, que hoy lo tomamos de San Juan en vez de San Lucas, tienen como común denominador lo nuevo, el mirar hacia delante.

En la primera lectura, que está tomada del "Segundo Isaías" disfrutamos del poeta/profeta quien recuerda a los que han regresado del exilio, lo que Dios hizo al sacarlos de Egipto, al arrancarlos de la esclavitud para hacerlos libres. El Señor les pregunta si se acuerdan del pasado de los prodigios que había hecho por ellos y les anuncia que mucho más maravilloso será este nuevo éxodo.

El agua en el desierto y páramo podría muy bien recordarnos las aguas bautismales que nos dan nueva vida. Por lo tanto, les dice que es mejor olvidarse del pasado porque ahora verán cosas nuevas, una transformación general donde el pueblo dejará ya de lamentarse y llorar y se dedicarán a cantar alabanzas al Señor.

Nuestro Señor es Señor del éxodo, nosotros somos pueblo del éxodo, estamos llamados a constantemente salir de la esclavitud del pecado y entrar en la liberación de la “tierra prometida” que es la relación íntima y formal con el Cristo que nos salva.

Después de estas cuatro semanas desde el Miércoles de Ceniza cuando se nos volvía a llamar una vez más a la liberación/conversión, ¿dónde me encuentro yo? ¿soy persona del éxodo, de la salida de mi pecado hacia la vida nueva de la Pascua que se nos acerca?

San Pablo (2º lectura) confiesa “no considerarse perfecto” pero sí que está siguiendo su carrera para alcanzar a Cristo Jesús. La verdad es que Cristo ya lo alcanzó a él y por eso para Pablo todo lo que tiene lo considera basura y lo deja con tal de “ganar a Cristo”. Yo y tú hermano/a tal vez estemos fuertemente abrazados a todas esas otras cosas que Pablo considera pérdidas, quizás nos encontremos encadenados por nuestras actitudes, vicios, defectos y pecados: ¿cuándo nos vamos a levantar de una vez para siempre y salir de nuestro egipto de esclavitud?

Nuestro evangelio para el día de hoy, aunque está tomado de San Juan, tiene todas las características del evangelista Lucas: el perdón, tema lucano como pudimos ver el domingo pasado.

Hoy vemos a Jesús que después de pasar la noche en el monte de los Olivos ha regresado al área del Templo de Jerusalén y allí le han presentado una mujer “sorprendida en adulterio”. Es extraño que siendo la consecuencia principal de un acto como éste la “pérdida del honor y la vergüenza del esposo” que éste no aparezca en ningún sitio. ¿Quiso él, como se pregunta John J. Pilch, deshacerse de ella permanentemente porque tenía celos de ella, o fueron sus enemigos quienes le pusieron la trampa para hacerle quedar mal? No lo sabemos, lo que sí sabemos es que se la trajeron a Jesús para que Él emitiera juicio y así, tanto los maestros de la Ley como los fariseos poder acusar a Jesús.

Jesús buen conocedor de las costumbres de los pueblos mediterráneos, se inclina y comienza a escribir en la tierra, para indicarles que no está interesado en su trama, y así, cuando uno por uno se han ido Jesús tranquiliza a la mujer, asegurándole que Él no la condena y le invita a ser mujer del éxodo, mujer que abandonando su pecado encuentra la verdadera libertad.

Jesús no viene a condenar, sino a salvar. El perdón y la misericordia de Dios es lo que verdaderamente debe darnos esperanza a todos los que hemos caído. Lo que sí pide es sinceridad de nuestra parte, voluntad de seguirlo, aceptación de su guía.

¿Qué diremos de todos esos que sin más ni menos se consideran “agentes de Dios”, que llevan los pecadores a la presencia del Señor, no buscando la sanación y reconciliación, sino algo así como la propia gloria, el hundimiento de los demás y el puesto de paladines del bien y la ortodoxia?

“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”, Sal. 125.

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