EzequieL 47:1-2,8-9,12
Salmo 46: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada
1 Corintios 3:9-11,16-17
Juan 2:13-22
EzequieL 47:1-2,8-9,12
Me llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umnbral de la Casa salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho. Me dijo: «Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada. Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente. A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.»
Salmo 46:2-3,5-6,8-9
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada
Dios es para nosotros refugio y fortaleza,
un socorro en la angustia siempre a punto.
Por eso no tememos si se altera la tierra,
si los montes se conmueven en el fondo de los mares,
R. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada
¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios,
santificando las moradas del Altísimo.
Dios está en medio de ella, no será conmovida,
Dios la socorre al llegar la mañana.
R. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada
¡Con nosotros Yahveh Sebaot,
baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!
Venid a contemplar los prodigios de Yahveh,
el que llena la tierra de estupores.
R. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada
1 Corintios 3:9-11,16-17
Hermanos: ustedes son la casa que Dios edifica. Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario.
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