El carisma de un Instituto religioso y, por tanto, de todos los miembros que lo forman, muestra su razón de ser en la Iglesia y en el mundo, es decir, su identidad y misión.
El término “carisma” procede del latín “charisma” y éste a su vez del griego “χἁρισμα” (járisma), cuyo verbo “χαρἱσζομαι” significa “agradar, hacer favores”.
“χαρἱσ” es una raíz presente en la palabra Eucaristía y señala tanto a la gracia que se concede como a la gratitud del que la recibe; de ahí, que podamos hablar de los carismas de la vida religiosa como un don de Dios a la Iglesia.
El carisma origina una espiritualidad y unas obras que pueden ser diversas según las necesidades del momento y del lugar donde la comunidad religioso evangeliza; sin embargo, la peculiaridad del carisma mantiene a los miembros de un Instituto de Vida Consagrada en comunión permanente entre ellos y con la Iglesia Universal.
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