El Adviento es el tiempo de la venida del Señor. Eso significa la palabra latina “adventus”: venida, advenimiento. Esta palabra se aplicaba principalmente a la llegada de algún personaje importante; por eso, los cristianos se la dedican a Jesús.
El papa Benedicto XVI ha explicado el sentido cristiano y la exigencia espiritual de la palabra “adventus”:
“La palabra latina ‘adventus’ se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura, la espera, la búsqueda y la adhesión. Y al igual que Dios es libre al revelarse y entregarse, porque sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su asentimiento, aunque tenga la obligación de darlo: Dios espera una respuesta de amor. Durante estos días la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esa respuesta a la Virgen María, a quien el próximo 8 de diciembre contemplaremos en el misterio de la Inmaculada Concepción” (Angelus 4-XII-2005).
El tiempo litúrgico del Adviento es el tiempo de Dios que viene hacia nosotros y que reclama nuestra acogida de fe y amor. Nuestra espera no es la espera de los hombres y mujeres de la Antigua Alianza que no habían recibido aún al Salvador. Nosotros ya hemos conocido su venida hace dos mil años en Belén. Pero la venida histórica de Jesús en la humildad de nuestra carne, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Por eso decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor:
Primero: la venida histórica, cuando asumió nuestra carne y nació de Santa María siempre Virgen.
Segundo: la que se realiza en nuestra existencia personal, iniciada por el Bautismo y continuada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, donde está presente. El Señor viene a nosotros en los sucesos de cada día, en los acontecimientos de la historia y manifiesta así que la vida cristiana es permanente Adviento.
Y tercero: la venida definitiva o escatológica, al final de los tiempos, cuando el Jesús instaure definitivamente el Reino de Dios.
El papa Benedicto XVI ha explicado el sentido cristiano y la exigencia espiritual de la palabra “adventus”:
“La palabra latina ‘adventus’ se refiere a la venida de Cristo y pone en primer plano el movimiento de Dios hacia la humanidad, al que cada uno está llamado a responder con la apertura, la espera, la búsqueda y la adhesión. Y al igual que Dios es libre al revelarse y entregarse, porque sólo lo mueve el amor, también la persona humana es libre al dar su asentimiento, aunque tenga la obligación de darlo: Dios espera una respuesta de amor. Durante estos días la liturgia nos presenta como modelo perfecto de esa respuesta a la Virgen María, a quien el próximo 8 de diciembre contemplaremos en el misterio de la Inmaculada Concepción” (Angelus 4-XII-2005).
El tiempo litúrgico del Adviento es el tiempo de Dios que viene hacia nosotros y que reclama nuestra acogida de fe y amor. Nuestra espera no es la espera de los hombres y mujeres de la Antigua Alianza que no habían recibido aún al Salvador. Nosotros ya hemos conocido su venida hace dos mil años en Belén. Pero la venida histórica de Jesús en la humildad de nuestra carne, deja en nosotros el anhelo de una venida más plena. Por eso decimos que el Adviento celebra una triple venida del Señor:
Primero: la venida histórica, cuando asumió nuestra carne y nació de Santa María siempre Virgen.
Segundo: la que se realiza en nuestra existencia personal, iniciada por el Bautismo y continuada en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, donde está presente. El Señor viene a nosotros en los sucesos de cada día, en los acontecimientos de la historia y manifiesta así que la vida cristiana es permanente Adviento.
Y tercero: la venida definitiva o escatológica, al final de los tiempos, cuando el Jesús instaure definitivamente el Reino de Dios.
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