Comentario por Julio González, S.F.
Nos aproximamos al final del año litúrgico y los discursos y mensajes apocalípticos van a ser muy normales en estas dos últimas semanas. La crisis, los hechos y los acontecimientos, que afectan a las vidas de las personas se mezclan con sus emociones, expectativas, miedos y dramas; por eso, las imágenes y los símbolos utilizados en los episodios que proclaman la llegada del final son tan ilustrativos y variados como difíciles de asimilar.
Para entender estos episodios con tinte apocalíptico podemos cambiar el anuncio del final del mundo por el anuncio del final de una época, una cultura, unos valores, unas prioridades, etc.
¿Que pasaría si un presentador o un periodista anunciara hoy el final del mundo? Seguramente muchos pensaríamos que es una broma. Pero ¿qué pasaría si ese mismo presentador o periodista dijera que nuestra cultura, estilo de vida, forma de gobierno, valores y prioridades, van a desaparecer junto con los políticos, banqueros, hombres de negocios? Entonces, más de uno prestaría atención.
Esto nos ayuda a comprender mejor los motivos y el alcance del discurso apocalíptico muy presente en algunos pasajes de la Biblia. Porque el mensaje apocalíptico de Jesús no se refiere tanto al final del mundo cuanto al final de una época con una novedad que alumbrará un nuevo estilo de vida en las personas: un "nacer de nuevo".
Este anuncio en lugar de asustarnos debería motivarnos a estar "vigilantes y alerta" porque también nosotros vivimos el final de una época. Observando a los ancianos de mi parroquia me doy cuenta de que una cultura esta expirando y otra cultura está naciendo. Al recordar las historias, experiencias y anécdotas que mis abuelos y padres compartieron conmigo no puedo evitar sentir la nostalgia de un mundo que está finalizando, si es que no ha finalizado ya. El momento histórico que ahora nos toca vivir es similar a una encrucijada, a un cruce de caminos. Algunos quieren dar marcha atrás pero las promesas de Dios no son para iluminar el pasado sino el por-venir. Por eso, el evangelio de hoy es tan importante para todos.
Jesús de Nazaret no anuncia solamente el final de una sociedad sino el final de un templo y de una manera de practicar la religión. A Jesús no parece importarle demasiado lo que hacen los soldados romanos y el emperador; su mensaje y enseñanzas se centran en otros individuos, otras instituciones, otros asuntos muy sensibles a la religiosidad y mentalidad de su propio pueblo.
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