En cuanto a su ética, Marción era intransigente; no admitía el matrimonio, prohibía la carne y el vino. Contra el marcionismo lucharon Teófilo de Antioquía, Melitón de Sardes, Justino e Ireneo, pero el que llevó más a fondo la lucha fue el montanista Tertuliano.
El punto principal de diferencia entre marcionitas y católicos consistió en su rechazo del matrimonio. Marción bautizaba solamente a los que no estaban casados: vírgenes, viudas, célibes y eunucos (Tert., "Adv. Marc.", I, XXIX). Todos los demás permanecían catecúmenos.
Los marcionitas debieron haber sido unos ayunadores exagerados para que Tertuliano los ridicularizara como lo hizo. San Epifanio dice que ayunaban el sábado en un espíritu de oposición al Dios judío, que hacía del sábado un día de regocijo. Ésta, sin embargo, debió haber sido simplemente una costumbre occidental adoptada por ellos.
En el culto marcionita la ausencia de división entre los catecúmenos y los bautizados sobresaltaba a los cristianos ortodoxos, pero Marción lo defendía con su apelación a Gálatas 6,6.
Según Tertuliano (Adv. Marc., I, xiv) Marción usaba agua en el bautismo, ungía a sus fieles con aceite y les daba leche y miel a los catecúmenos. Hasta ahí, seguía las prácticas ortodoxas.
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