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miércoles, 5 de abril de 2023

Génesis 37,1-36: José vendido por sus hermanos

Génesis 37,1-36:
Sueños de gloria de José. José vendido por sus hermanos

Gn 37,3-4.12-13a.17b-28:

Génesis 37,1-11: Sueños de gloria de José

1 Jacob, por su parte, se estableció en el que fue país residencial de su padre, el país de Canaán.
2 Esta es la historia de Jacob. José tenía diecisiete años. 
   Estaba de pastor de ovejas con sus hermanos, él, muchacho todavía, 
   con los hijos de Bilhá y los de Zilpá, mujeres de su padre. 
   Y José comunicó a su padre lo mal que se hablaba de ellos.
3 Israel amaba a José más que a todos los demás hijos, por ser para él el hijo de la ancianidad. 
   Le había hecho una túnica de manga larga.
4 Vieron sus hermanos cómo le prefería su padre a todos sus otros hijos 
   y le aborrecieron hasta el punto de no poder ni siquiera saludarle.
5 José tuvo un sueño y lo manifestó a sus hermanos, quienes le odiaron más aún.
6 Les dijo: "Oíd el sueño que he tenido.
7 Me parecía que nosotros estábamos atando gavillas en el campo, 
   y he aquí que mi gavilla se levantaba y se tenía derecha, 
   mientras que vuestras gavillas le hacían rueda y se inclinaban hacia la mía."
8 Sus hermanos le dijeron: "¿Será que vas a reinar sobre nosotros o que vas a tenernos domeñados?" 
   Y acumularon todavía más odio contra él por causa de sus sueños y de su palabras.
9 Volvió a tener otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. 
   Díjoles: "He tenido otro sueño: Resulta que el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí".
10 Se lo contó a su padre y a sus hermanos, y su padre le reprendió y le dijo: 
     "¿Qué sueño es ése que has tenido? 
     ¿Es que yo, tu madre y tus hermanos vamos a venir a inclinarnos ante ti hasta el suelo?"
11 Sus hermanos le tenían envidia, mientras que su padre reflexionaba.

Génesis 37,12-36: José vendido por sus hermanos

12 Fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem,
13 y dijo Israel a José: "¿No están tus hermanos pastoreando en Siquem? 
     Ve de mi parte a donde ellos." Dijo: "Estoy listo."
14 Díjole: "Anda, vete a ver si tus hermanos siguen sin novedad, y lo mismo el ganado, 
     y tráeme noticias." Le envió, pues, desde el valle de Hebrón, y José fue a Siquem.
15 Encontróse con él un hombre mientras estaba discurriendo por el campo. 
     El hombre le preguntó: "¿Qué buscas?"
16 Díjole: "Estoy buscando a mis hermanos. Indícame, por favor, dónde están pastoreando."
17 El hombre le dijo: "Partieron de aquí, pues yo les oí decir: "Vamos a Dotán."" 
     José fue detrás de sus hermanos y los encontró en Dotán.
18 Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para matarle,
19 y se decían mutuamente: "Por ahí viene el soñador.
20 Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera, 
     y diremos que algún animal feroz le devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños."
21 Rubén lo oyó y le libró de sus manos. Dijo: "No atentemos contra su vida."
22 Rubén les dijo: "No derraméis sangre. Echadle a ese pozo que hay en el páramo, 
     pero no pongáis la mano sobre él." 
     Su intención era de salvarle de sus hermanos para devolverle a su padre.
23 Y ocurrió, que cuando llegó José donde sus hermanos, éstos despojaron a José de su túnica 
     —aquella túnica de manga larga que llevaba puesta—,
24 y echándole mano le arrojaron al pozo. Aquel pozo estaba vacío, sin agua.
25 Luego se sentaron a comer. Y levantando los ojos divisaron una caravana de ismaelitas 
     que venían de Galaad, con camellos cargados de almáciga, sandáraca y ládano, 
     que iban bajando hacia Egipto.
26 Entonces dijo Judá a sus hermanos: 
     "¿Qué aprovecha el que asesinemos a nuestro hermano y luego tapemos su sangre?
27 Venid vamos a venderle a los ismaelitas, pero no pongamos la mano en él, 
     porque es nuestro hermano, carne nuestra." Y sus hermanos asintieron.
28 Pasaron unos madianitas mercaderes, y descubriéndole subieron a José del pozo. 
     Vendieron a José a los ismaelitas  por veinte piezas de plata, y éstos se llevaron a José a Egipto.
29 Vuelve Rubén al pozo, y he aquí que José no estaba en el pozo. El desgarró sus ropas,
30 y volviendo donde sus hermanos les dijo: "El niño no aparece, y yo ¿qué hago ahora?"
31 Entonces tomaron la túnica de José, y degollando un cabrito, tiñeron la túnica en sangre,
32 y enviaron la túnica de manga larga, haciéndola llegar hasta su padre con este recado: 
     "Esto hemos encontrado: examina si se trata de la túnica de tu hijo, o no."
33 El la examinó y dijo: "¡Es la túnica de mi hijo! ¡Algún animal feroz le ha devorado! 
     ¡José ha sido despedazado!"
34 Jacob desgarró su vestido, se echó un sayal a la cintura 
     e hizo duelo por su hijo durante muchos días.
35 Todos sus hijos e hijas acudieron a consolarle, pero él rehusaba consolarse y decía: 
     "Voy a bajar en duelo al seol donde mi hijo." Y su padre le lloraba.
36 Por su parte, los madianitas, llegados a Egipto, 
     le vendieron a Putifar, eunuco de Faraón y capitán de los guardias.

SOBRE EL MISMO TEMA:

miércoles, 15 de junio de 2022

2 Corintios 12,19-21: Las inquietudes de Pablo

12,19-21: Las inquietudes de Pablo

19 Hace tiempo, pensáis, que nos estamos justificando delante de vosotros. Delante de Dios, 
     en Cristo, estamos hablando. Y todo esto, queridos míos, para edificación vuestra.
20 En efecto, temo que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis como querríais: 
     que haya discordias, envidias, iras, disputas, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes.
21 Temo que en mi próxima visita el Señor me humille por causa vuestra y tenga que llorar por muchos 
     que anteriormente pecaron y no se convirtieron de sus actos de impureza, fornicación y libertinaje.

domingo, 4 de julio de 2021

Gálatas 5,16-26: El Espíritu y la carne

Gálatas 5,16,26

16 Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, 
     y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. 
17 Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. 
     Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. 
18 Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. 
19 Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, 
20 idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias,  
     sectarismos, disensiones 
21 y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. 
     Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios. 
22 Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, 
     bondad y confianza, 
23 mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está de más, 
24 porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones 
     y sus malos deseos. 
25 Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. 
26 No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.

miércoles, 16 de octubre de 2019

"Un cristiano que no sabe acusarse a sí mismo no es un buen cristiano"

Lecturas del martes de la 28 semana del Tiempo Ordinario. Año II

Jesús no tolera la hipocresía y llama a los fariseos «sepulcros blanqueados». Lo recordó el Santo Padre en su homilía en la misa de esta mañana celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Debemos curarnos de la hipocresía y la medicina es saber acusarse a sí mismo ante Dios. Quien no sabe cómo hacerlo «no es un buen cristiano», dijo Francisco

La hipocresía fue el tema que abordó el Papa en su homilía de la Misa matutina. Y comenzó a partir de la sugerencia del pasaje evangélico del día, en el que se relata que Jesús, invitado a comer por un fariseo, fue criticado por el dueño de casa porque, antes de ponerse a la mesa, no había hecho las abluciones rituales.

Francisco comentó al respecto: «Hay una actitud que el Señor no tolera: la hipocresía. Y esto es lo que leemos en el Evangelio. Invitan a Jesús a comer, pero para juzgarlo, no para hacer amistad». A lo que añadió que “la hipocresía es precisamente presentarse de un modo y ser de otro». Es pensar en secreto de manera diferente a como uno se presenta.

Jesús no soporta la hipocresía. Y a menudo llama a los fariseos “hipócritas”, “sepulcros blanqueados”. Pero no es un insulto de Jesús, “es la verdad”. «Desde afuera eres perfecto”, es más, “almidonado” – reafirmó Francisco – precisamente “siendo correcto”, pero “dentro eres otra cosa». Y afirmó que «la actitud hipócrita nace del gran mentiroso, el diablo». Él es el «gran hipócrita» y los hipócritas son sus «herederos».

La hipocresía es el lenguaje del diablo, es el lenguaje del mal que entra en nuestro corazón y es sembrado por el diablo. No se puede convivir con gente hipócrita, pero existe. A Jesús le gusta desenmascarar la hipocresía. Él sabe que será ciertamente esta actitud hipócrita la que lo llevará a la muerte, porque el hipócrita no piensa si utiliza medios lícitos o no, va adelante: con la calumnia. «Calumniemos, ¿el falso testigo?”… «Busquemos un falso testigo”.

El Papa prosiguió diciendo que alguien podría objetar «que no existe tal hipocresía” en el propio entorno. Sin embargo, añadió, “pensar esto es un error”:

El lenguaje hipócrita, no diré que sea normal, pero es común, es de todos los días. El hecho de presentarse de un modo y ser de otro. En la lucha por el poder, por ejemplo, las envidias, los celos, te hacen parecer con una forma de ser y desde dentro hay veneno para matar, porque la hipocresía siempre mata, siempre, tarde o temprano mata.

Es necesario sanar de esta actitud. Pero ¿cuál es la medicina? se preguntó el Papa. Y la respuesta es decir «la verdad, ante Dios». Es acusarse a sí mismo:

Debemos aprender a acusarnos a nosotros mismos: «He hecho esto, yo pienso así, malamente…. Tengo envidia, me gustaría destruir aquello…», lo que está dentro, lo nuestro, y decirlo ante Dios. Este es un ejercicio espiritual que no es común, no es habitual, pero tratamos de hacerlo: acusarnos a nosotros mismos, vernos en el pecado, en las hipocresías y en la maldad que hay en nuestro corazón. Porque el diablo siembra la maldad y decirle al Señor: «¡Mira, Señor, cómo soy!», y decirlo con humildad.

Aprendemos a acusarnos a nosotros mismos, reafirmó el Papa, a la vez que añadió textualmente:

“Una cosa tal vez demasiado fuerte, pero es así: un cristiano que no sabe acusarse a sí mismo no es un buen cristiano y corre el riesgo de caer en la hipocresía”.

Y concluyó recordando la oración de Pedro cuando dijo al Señor: «Aléjate de mí porque soy un hombre pecador”. «Aprendamos – dijo Francisco – a acusarnos a nosotros mismos».

jueves, 23 de agosto de 2018

Filipenses 1,12-20: Situación personal de Pablo

Situación personal de Pablo
1:12 Quiero que ustedes sepan, hermanos, que lo que me ha sucedido más bien ha contribuido al progreso del Evangelio.
1:13 En efecto, en el pretorio y en todas partes, se ha hecho evidente que es por Cristo que llevo las cadenas,
1:14 y la mayor parte de los hermanos, a quienes mis cadenas han devuelto el coraje en el Señor, se han animado a proclamar sin temor la Palabra de Dios.
1:15 Es verdad que algunos predican a Cristo llevados por la envidia y el espíritu de discordia, pero otros lo hacen con buena intención.
1:16 Estos obran por amor, sabiendo que yo tengo la misión de defender el Evangelio.
1:17 Aquellos, en cambio, anuncian a Cristo por espíritu de discordia, por motivos que no son puros, creyendo que así aumentan el peso de mis cadenas.
1:18 Pero ¡qué importa! Después de todo, de una u otra manera, con sinceridad o sin ella, Cristo es anunciado, y de esto me alegro y me alegraré siempre.
1:19 Porque sé que esto servirá para mi salvación, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo.
1:20 Así lo espero ansiosamente, y no seré defraudado. Al contrario, estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo.

domingo, 4 de marzo de 2018

Marcos 15,6-15: Jesús y Barrabás

Marcos 15,6-15 (Cf. Mt 27,15-26; Lc 23,18-25; Jn 18,39-40) 

15:6 En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
15:7 Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
15:8 La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
15:9 Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?"
15:10 Él sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
15:11 Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
15:12 Pilato continuó diciendo: "¿Qué quieren que haga, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?"
15:13 Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!"
15:14 Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!"
15:15 Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Lucas 9,46-50: Los celos del apóstol

Lucas 9,46-50  

En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando lo que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante.» Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir.» Jesús le respondió: «No se lo impidáis; el que no está contra vosotros está a favor vuestro.»

— Comentario por Reflexiones Católicas
"Los celos del apóstol"

Cuando Jesús anunció a los suyos la muerte que le esperaba, "ellos no entendían este lenguaje". Hoy tenemos la prueba de esta cerrazón: están discutiendo quién es el más importante. No han captado el mensaje de Jesús, que su mesianismo pasa por la entrega de sí mismo y, por tanto, también sus seguidores deben tener esta misma actitud.

Jesús tuvo que mostrar su paciencia no sólo con los enemigos, sino también con sus seguidores. Iban madurando muy poco a poco.

Pero hay otro episodio: los celos que siente Juan de que haya otros que echan demonios en nombre de Jesús, sin ser "de los nuestros". Juan quiere desautorizar al exorcista intruso. Jesús les tiene que corregir una vez más: "no se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro".

¡Lo que nos gusta ser importantes, que hablen bien de nosotros! Tampoco nosotros hemos entendido la enseñanza y el ejemplo de Jesús, en su actitud de Siervo: "No he venido a ser servido sino a servir". Tendría que repetirnos la lección del niño puesto en medio de nosotros como "el más importante". El niño era, en la sociedad de su tiempo, el miembro más débil, indefenso y poco representativo. Pues a ése les pone Jesús como modelo.

También tenemos la tendencia que aquí muestra Juan, el discípulo preferido: los celos. Nos creemos los únicos, los que tienen la exclusiva y el monopolio del bien. Algo parecido pasó en el AT (cf. Nm 11), cuando Josué, el lugarteniente de Moisés, quiso castigar a los que "profetizaban" sin haber estado en la reunión constituyente, y Moisés, de corazón mucho más amplio, le tuvo que calmar, afirmando que ojalá todos profetizaran.

¿Tenemos un corazón abierto o mezquino? ¿Sabemos alegrarnos o reaccionamos con envidia cuando vemos que otros tienen éxito? No tenemos la exclusiva. Lo importante es que se haga el bien, no que se hable de nosotros. No se trata de "quedar bien", sino de "hacer el bien".

También "los otros", los que "no son de los nuestros", sea cual sea el nivel de esta distinción (clero y laicos, religiosos y casados, mayores y jóvenes, católicos y otros cristianos, practicantes y alejados), nos pueden dar lecciones. Y en todo caso "el que no está contra nosotros, está a favor nuestro", sobre todo si expulsan demonios en nombre de Jesús.

Si seguimos buscando los primeros lugares y sintiendo celos de los demás en nuestro trabajo por el Reino, todavía tenemos mucho que aprender de Jesús y madurar en su seguimiento. 

lunes, 16 de mayo de 2016

Santiago 3,13-18: La verdadera y la falsa sabiduría

Santiago 3,13-18
Lunes de la 7 Semana del Tiempo Ordinario, Año II

Queridos hermanos: ¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.

martes, 12 de abril de 2016

1 Corintios 13,4-7: Comentario en "Amoris Laetitia" (Exhortación Apostólica Postsinodal, 19 de marzo del 2016), por el papa Francisco

1 Corintios 13,4-7: Comentario en "Amoris Laetitia" (Exhortación Apostólica Postsinodal, 19 de marzo del 2016), por el papa Francisco

HIMNO A LA CARIDAD

90. En el así llamado himno de la caridad escrito por san Pablo, vemos algunas características del amor verdadero:

«El amor es paciente,
es servicial;
el amor no tiene envidia,
no hace alarde,
no es arrogante,
no obra con dureza,
no busca su propio interés,
no se irrita,
no lleva cuentas del mal,
no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad.
Todo lo disculpa,
todo lo cree,
todo lo espera,
todo lo soporta» (1 Co 13,4-7).

Esto se vive y se cultiva en medio de la vida que comparten todos los días los esposos, entre sí y con sus hijos. Por eso es valioso detenerse a precisar el sentido de las expresiones de este texto, para intentar una aplicación a la existencia concreta de cada familia.

Paciencia: "El amor es paciente"

91. La primera expresión utilizada es makrothymei. La traducción no es simplemente que «todo lo soporta», porque esa idea está expresada al final del v. 7. El sentido se toma de la traducción griega del Antiguo Testamento, donde dice que Dios es «lento a la ira» (Ex 34,6; Nm 14,18). Se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir. Es una cualidad del Dios de la Alianza que convoca a su imitación también dentro de la vida familiar. Los textos en los que Pablo usa este término se deben leer con el trasfondo del Libro de la Sabiduría (cf. 11,23; 12,2.15-18); al mismo tiempo que se alaba la moderación de Dios para dar espacio al arrepentimiento, se insiste en su poder que se manifiesta cuando actúa con misericordia. La paciencia de Dios es ejercicio de la misericordia con el pecador y manifiesta el verdadero poder.

92. Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla. Por eso, la Palabra de Dios nos exhorta: «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad» (Ef 4,31). Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía.

Actitud de servicio: "Es servicial"

93. Sigue la palabra jrestéuetai, que es única en toda la Biblia, derivada de jrestós (persona buena, que muestra su bondad en sus obras). Pero, por el lugar en que está, en estricto paralelismo con el verbo precedente, es un complemento suyo. Así, Pablo quiere aclarar que la «paciencia» nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como «servicial».

94. En todo el texto se ve que Pablo quiere insistir en que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo «amar» en hebreo: es «hacer el bien». Como decía san Ignacio de Loyola, «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras». Así puede mostrar toda su fecundidad, y nos permite experimentar la felicidad de dar, la nobleza y la grandeza de donarse sobreabundantemente, sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir.

Sanando la envidia: "El amor no tiene envidia"

95. Luego se rechaza como contraria al amor una actitud expresada como zeloi (celos, envidia). Significa que en el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro (cf. Hch 7,9; 17,5). La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos exclusivamente concentrados en el propio bienestar. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo.

96. En definitiva, se trata de cumplir aquello que pedían los dos últimos mandamientos de la Ley de Dios: «No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él» (Ex 20,17). El amor nos lleva a una sentida valoración de cada ser humano, reconociendo su derecho a la felicidad. Amo a esa persona, la miro con la mirada de Dios Padre, que nos regala todo «para que lo disfrutemos» (1 Tm 6,17), y entonces acepto en mi interior que pueda disfrutar de un buen momento. Esta misma raíz del amor, en todo caso, es lo que me lleva a rechazar la injusticia de que algunos tengan demasiado y otros no tengan nada, o lo que me mueve a buscar que también los descartables de la sociedad puedan vivir un poco de alegría. Pero eso no es envidia, sino deseos de equidad.

Sin hacer alarde ni agrandarse: "No hace alarde, no es arrogante"

97. Sigue el término perpereuotai, que indica la vanagloria, el ansia de mostrarse como superior para impresionar a otros con una actitud pedante y algo agresiva. Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro. La palabra siguiente —physioutai— es muy semejante, porque indica que el amor no es arrogante. Literalmente expresa que no se «agranda» ante los demás, e indica algo más sutil. No es sólo una obsesión por mostrar las propias cualidades, sino que además se pierde el sentido de la realidad. Se considera más grande de lo que es, porque se cree más «espiritual» o «sabio». Pablo usa este verbo otras veces, por ejemplo para decir que «la ciencia hincha, el amor en cambio edifica» (1 Co 8,1). Es decir, algunos se creen grandes porque saben más que los demás, y se dedican a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil. En otro versículo también lo aplica para criticar a los que se «agrandan» (cf. 1 Co 4,18), pero en realidad tienen más palabrería que verdadero «poder» del Espíritu (cf. 1 Co 4,19).

98. Es importante que los cristianos vivan esto en su modo de tratar a los familiares poco formados en la fe, frágiles o menos firmes en sus convicciones. A veces ocurre lo contrario: los supuestamente más adelantados dentro de su familia, se vuelven arrogantes e insoportables. La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad. Jesús recordaba a sus discípulos que en el mundo del poder cada uno trata de dominar a otro, y por eso les dice: «No ha de ser así entre vosotros» (Mt 20,26). La lógica del amor cristiano no es la de quien se siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que «el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mt 20,27). En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor. También para la familia es este consejo: «Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes» (1 P 5,5).

Amabilidad: "No obra con dureza"

99. Amar también es volverse amable, y allí toma sentido la palabra asjemonéi. Quiere indicar que el amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato. Sus modos, sus palabras, sus gestos, son agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. La cortesía "es una escuela de sensibilidad y desinterés», que exige a la persona «cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos, a callar". Ser amable no es un estilo que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, «todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean». Cada día, «entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto [...] El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón».

100. Para disponerse a un verdadero encuentro con el otro, se requiere una mirada amable puesta en él. Esto no es posible cuando reina un pesimismo que destaca defectos y errores ajenos, quizás para compensar los propios complejos. Una mirada amable permite que no nos detengamos tanto en sus límites, y así podamos tolerarlo y unirnos en un proyecto común, aunque seamos diferentes. El amor amable genera vínculos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye una trama social firme. Así se protege a sí mismo, ya que sin sentido de pertenencia no se puede sostener una entrega por los demás, cada uno termina buscando sólo su conveniencia y la convivencia se torna imposible. Una persona antisocial cree que los demás existen para satisfacer sus necesidades, y que cuando lo hacen sólo cumplen con su deber. Por lo tanto, no hay lugar para la amabilidad del amor y su lenguaje. El que ama es capaz de decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan. Veamos, por ejemplo, algunas palabras que decía Jesús a las personas: «¡Ánimo hijo!» (Mt 9,2). «¡Qué grande es tu fe!» (Mt 15,28). «¡Levántate!» (Mc 5,41). «Vete en paz» (Lc 7,50). «No tengáis miedo» (Mt 14,27). No son palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian. En la familia hay que aprender este lenguaje amable de Jesús.

Desprendimiento: "No busca su propio interés"

101. Hemos dicho muchas veces que para amar a los demás primero hay que amarse a sí mismo. Sin embargo, este himno al amor afirma que el amor «no busca su propio interés», o «no busca lo que es de él». También se usa esta expresión en otro texto: «No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás» (Flp 2,4). Ante una afirmación tan clara de las Escrituras, hay que evitar darle prioridad al amor a sí mismo como si fuera más noble que el don de sí a los demás. Una cierta prioridad del amor a sí mismo sólo puede entenderse como una condición psicológica, en cuanto quien es incapaz de amarse a sí mismo encuentra dificultades para amar a los demás: «El que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso? [...] Nadie peor que el avaro consigo mismo» (Si 14,5-6).

102. Pero el mismo santo Tomás de Aquino ha explicado que «pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado» y que, de hecho, «las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas». Por eso, el amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, «sin esperar nada a cambio» (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es «dar la vida» por los demás (Jn 15,13). ¿Todavía es posible este desprendimiento que permite dar gratis y dar hasta el fin? Seguramente es posible, porque es lo que pide el Evangelio: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» (Mt 10,8).

Sin violencia interior: "No se irrita o indigna"

103. Si la primera expresión del himno nos invitaba a la paciencia que evita reaccionar bruscamente ante las debilidades o errores de los demás, ahora aparece otra palabra —paroxýnetai—, que se refiere a una reacción interior de indignación provocada por algo externo. Se trata de una violencia interna, de una irritación no manifiesta que nos coloca a la defensiva ante los otros, como si fueran enemigos molestos que hay que evitar. Alimentar esa agresividad íntima no sirve para nada. Sólo nos enferma y termina aislándonos. La indignación es sana cuando nos lleva a reaccionar ante una grave injusticia, pero es dañina cuando tiende a impregnar todas nuestras actitudes ante los otros.

104. El Evangelio invita más bien a mirar la viga en el propio ojo (cf. Mt 7,5), y los cristianos no podemos ignorar la constante invitación de la Palabra de Dios a no alimentar la ira: «No te dejes vencer por el mal» (Rm 12,21). «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9). Una cosa es sentir la fuerza de la agresividad que brota y otra es consentirla, dejar que se convierta en una actitud permanente: «Si os indignáis, no llegareis a pecar; que la puesta del sol no os sorprenda en vuestro enojo» (Ef 4,26). Por ello, nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia. Y, «¿cómo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Sólo un pequeño gesto, algo pequeño, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras. Pero nunca terminar el día en familia sin hacer las paces». La reacción interior ante una molestia que nos causen los demás debería ser ante todo bendecir en el corazón, desear el bien del otro, pedir a Dios que lo libere y lo sane: «Responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición» (1 P 3,9). Si tenemos que luchar contra un mal, hagámoslo, pero siempre digamos «no» a la violencia interior.

Perdón: "No lleva cuentas del mal"

105. Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor que se añeja en el corazón. La frase logízetai to kakón significa «toma en cuenta el mal», «lo lleva anotado», es decir, es rencoroso. Lo contrario es el perdón, un perdón que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona, como Jesús cuando dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Pero la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, la de suponer todo tipo de malas intenciones, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar. El problema es que a veces se le da a todo la misma gravedad, con el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos, se convierte en una persistente y constante sed de venganza más que en una sana defensa de la propia dignidad.

106. Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil. La verdad es que «la comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige, en efecto, una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación. Ninguna familia ignora que el egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar».

107. Hoy sabemos que para poder perdonar necesitamos pasar por la experiencia liberadora de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos. Tantas veces nuestros errores, o la mirada crítica de las personas que amamos, nos han llevado a perder el cariño hacia nosotros mismos. Eso hace que terminemos guardándonos de los otros, escapando del afecto, llenándonos de temores en las relaciones interpersonales. Entonces, poder culpar a otros se convierte en un falso alivio. Hace falta orar con la propia historia, aceptarse a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e incluso perdonarse, para poder tener esa misma actitud con los demás.

108. Pero esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, justificados gratuitamente y no por nuestros méritos. Fuimos alcanzados por un amor previo a toda obra nuestra, que siempre da una nueva oportunidad, promueve y estimula. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, que el cariño del Padre no se debe comprar ni pagar, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros. De otro modo, nuestra vida en familia dejará de ser un lugar de comprensión, acompañamiento y estímulo, y será un espacio de permanente tensión o de mutuo castigo.

Alegrarse con los demás: "No se alegra de la injusticia"

109. La expresión jairei epi te adikía indica algo negativo afincado en el secreto del corazón de la persona. Es la actitud venenosa del que se alegra cuando ve que se le hace injusticia a alguien. La frase se complementa con la siguiente, que lo dice de modo positivo: sygjairei te alétheia: se regocija con la verdad. Es decir, se alegra con el bien del otro, cuando se reconoce su dignidad, cuando se valoran sus capacidades y sus buenas obras. Eso es imposible para quien necesita estar siempre comparándose o compitiendo, incluso con el propio cónyuge, hasta el punto de alegrarse secretamente por sus fracasos.

110. Cuando una persona que ama puede hacer un bien a otro, o cuando ve que al otro le va bien en la vida, lo vive con alegría, y de ese modo da gloria a Dios, porque «Dios ama al que da con alegría» (2 Co 9,7). Nuestro Señor aprecia de manera especial a quien se alegra con la felicidad del otro. Si no alimentamos nuestra capacidad de gozar con el bien del otro y, sobre todo, nos concentramos en nuestras propias necesidades, nos condenamos a vivir con poca alegría, ya que como ha dicho Jesús «hay más felicidad en dar que en recibir» (Hch 20,35). La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él.

Disculpa todo: "Todo lo disculpa"

111. El elenco se completa con cuatro expresiones que hablan de una totalidad: «todo». Disculpa todo, cree todo, espera todo, soporta todo. De este modo, se remarca con fuerza el dinamismo contracultural del amor, capaz de hacerle frente a cualquier cosa que pueda amenazarlo.

112. En primer lugar se dice que todo lo disculpa panta stegei. Se diferencia de «no tiene en cuenta el mal», porque este término tiene que ver con el uso de la lengua; puede significar «guardar silencio» sobre lo malo que puede haber en otra persona. Implica limitar el juicio, contener la inclinación a lanzar una condena dura e implacable: «No condenéis y no seréis condenados» (Lc 6,37). Aunque vaya en contra de nuestro habitual uso de la lengua, la Palabra de Dios nos pide: «No habléis mal unos de otros, hermanos» (St 4,11). Detenerse a dañar la imagen del otro es un modo de reforzar la propia, de descargar los rencores y envidias sin importar el daño que causemos. Muchas veces se olvida de que la difamación puede ser un gran pecado, una seria ofensa a Dios, cuando afecta gravemente la buena fama de los demás, ocasionándoles daños muy difíciles de reparar. Por eso, la Palabra de Dios es tan dura con la lengua, diciendo que «es un mundo de iniquidad» que «contamina a toda la persona» (St 3,6), como un «mal incansable cargado de veneno mortal» (St 3,8). Si «con ella maldecimos a los hombres, creados a semejanza de Dios» (St 3,9), el amor cuida la imagen de los demás, con una delicadeza que lleva a preservar incluso la buena fama de los enemigos. En la defensa de la ley divina nunca debemos olvidarnos de esta exigencia del amor.

113. Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen. Pero no es sólo un gesto externo, sino que brota de una actitud interna. Tampoco es la ingenuidad de quien pretende no ver las dificultades y los puntos débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y errores en su contexto. Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro. Un hecho desagradable en la relación no es la totalidad de esa relación. Entonces, se puede aceptar con sencillez que todos somos una compleja combinación de luces y de sombras. El otro no es sólo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso. Por la misma razón, no le exijo que su amor sea perfecto para valorarlo. Me ama como es y como puede, con sus límites, pero que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno. Por eso, si le exijo demasiado, me lo hará saber de alguna manera, ya que no podrá ni aceptará jugar el papel de un ser divino ni estar al servicio de todas mis necesidades. El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado.

Confía: "Todo lo cree"

114. Panta pisteuei, «todo lo cree», por el contexto, no se debe entender «fe» en el sentido teológico, sino en el sentido corriente de «confianza». No se trata sólo de no sospechar que el otro esté mintiendo o engañando. Esa confianza básica reconoce la luz encendida por Dios, que se esconde detrás de la oscuridad, o la brasa que todavía arde debajo de las cenizas.

115. Esta misma confianza hace posible una relación de libertad. No es necesario controlar al otro, seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que escape de nuestros brazos. El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar. Esa libertad, que hace posible espacios de autonomía, apertura al mundo y nuevas experiencias, permite que la relación se enriquezca y no se convierta en un círculo cerrado sin horizontes. Así, los cónyuges, al reencontrarse, pueden vivir la alegría de compartir lo que han recibido y aprendido fuera del círculo familiar. Al mismo tiempo, hace posible la sinceridad y la transparencia, porque cuando uno sabe que los demás confían en él y valoran la bondad básica de su ser, entonces sí se muestra tal cual es, sin ocultamientos. Alguien que sabe que siempre sospechan de él, que lo juzgan sin compasión, que no lo aman de manera incondicional, preferirá guardar sus secretos, esconder sus caídas y debilidades, fingir lo que no es. En cambio, una familia donde reina una básica y cariñosa confianza, y donde siempre se vuelve a confiar a pesar de todo, permite que brote la verdadera identidad de sus miembros, y hace que espontáneamente se rechacen el engaño, la falsedad o la mentira.

Espera: "Todo lo espera"

116. Panta elpízei: no desespera del futuro. Conectado con la palabra anterior, indica la espera de quien sabe que el otro puede cambiar. Siempre espera que sea posible una maduración, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más ocultas de su ser germinen algún día. No significa que todo vaya a cambiar en esta vida. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar en esta tierra.

117. Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido, porque incluye la certeza de una vida más allá de la muerte. Esa persona, con todas sus debilidades, está llamada a la plenitud del cielo. Allí, completamente transformada por la resurrección de Cristo, ya no existirán sus fragilidades, sus oscuridades ni sus patologías. Allí el verdadero ser de esa persona brillará con toda su potencia de bien y de hermosura. Eso también nos permite, en medio de las molestias de esta tierra, contemplar a esa persona con una mirada sobrenatural, a la luz de la esperanza, y esperar esa plenitud que un día recibirá en el Reino celestial, aunque ahora no sea visible.

Soporta todo: "Todo lo soporta"

118. Panta hypoménei significa que sobrelleva con espíritu positivo todas las contrariedades. Es mantenerse firme en medio de un ambiente hostil. No consiste sólo en tolerar algunas cosas molestas, sino en algo más amplio: una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío. Es amor a pesar de todo, aun cuando todo el contexto invite a otra cosa. Manifiesta una cuota de heroísmo tozudo, de potencia en contra de toda corriente negativa, una opción por el bien que nada puede derribar. Esto me recuerda aquellas palabras de Martin Luther King, cuando volvía a optar por el amor fraterno aun en medio de las peores persecuciones y humillaciones: «La persona que más te odia, tiene algo bueno en él; incluso la nación que más odia, tiene algo bueno en ella; incluso la raza que más odia, tiene algo bueno en ella. Y cuando llegas al punto en que miras el rostro de cada hombre y ves muy dentro de él lo que la religión llama la “imagen de Dios”, comienzas a amarlo “a pesar de”. No importa lo que haga, ves la imagen de Dios allí. Hay un elemento de bondad del que nunca puedes deshacerte [...] Otra manera para amar a tu enemigo es esta: cuando se presenta la oportunidad para que derrotes a tu enemigo, ese es el momento en que debes decidir no hacerlo [...] Cuando te elevas al nivel del amor, de su gran belleza y poder, lo único que buscas derrotar es los sistemas malignos. A las personas atrapadas en ese sistema, las amas, pero tratas de derrotar ese sistema [...] Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. En algún lugar, alguien debe tener un poco de sentido, y esa es la persona fuerte. La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal [...] Alguien debe tener suficiente religión y moral para cortarla e inyectar dentro de la propia estructura del universo ese elemento fuerte y poderoso del amor».

119. En la vida familiar hace falta cultivar esa fuerza del amor, que permite luchar contra el mal que la amenaza. El amor no se deja dominar por el rencor, el desprecio hacia las personas, el deseo de lastimar o de cobrarse algo. El ideal cristiano, y de modo particular en la familia, es amor a pesar de todo. A veces me admira, por ejemplo, la actitud de personas que han debido separarse de su cónyuge para protegerse de la violencia física y, sin embargo, por la caridad conyugal que sabe ir más allá de los sentimientos, han sido capaces de procurar su bien, aunque sea a través de otros, en momentos de enfermedad, de sufrimiento o de dificultad. Eso también es amor a pesar de todo.

jueves, 21 de enero de 2016

1 Samuel 18,6-9: La verdadera amistad, por Monjas Dominicas Contemplativas

1 Samuel 18,6-9 

Cuando volvieron de la guerra, después de haber matado David al filisteo, las mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron a cantar y recibir con bailes al rey Saúl, al son alegre de panderos y sonajas. Y cantaban a coro esta copla:
— Saúl mató a mil, David a diez mil.
A Saúl le sentó mal aquella copla, y comentó enfurecido:
— ¡Diez mil a David, y a mí mil! ¡Ya sólo le falta ser rey!
Y a partir de aquel día Saúl le tomó ojeriza a David. Delante de su hijo Jonatán y de sus ministros, Saúl habló de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó:
— Mi padre Saúl te busca para matarte. Estate atento mañana y escóndete en sitio seguro; yo saldré e iré al lado de mi padre, al campo donde tú estés; le hablaré de ti y, si saco algo en limpio, te lo comunicaré. Así pues Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David:
— ¡Que el rey no ofenda a su siervo David! El no te ha ofendido, y lo que él hace es en tu provecho: se jugó la vida cuando mató al filisteo y el Señor dio a Israel una gran victoria; bien que te alegraste al verlo. ¡No vayas a pecar derramando sangre inocente, matando a David sin motivo!
Saúl hizo caso a Jonatán y juró:
— ¡Vive Dios, no morirá!
Jonatán llamó a David y le contó la conversación; luego lo llevó donde Saúl, y David siguió en palacio como antes.

— Comentario por Monjas Dominicas Contemplativas, Monasterio de Santa Catalina de Siena, Paterna, España.
"La verdadera amistad"

Este pasaje del primer libro de Samuel nos muestra la reacción humana que puede tener una persona ante el bien hacer de otra persona. Saúl era un buen guerrero, nadie lo podía negar, pues precisamente, una de las causas (humanas) por las que fue elegido para ser rey de su pueblo (pues fue elegido por Yahvé), fue su éxito en las guerras. Pero algo temía Saúl: el principio monárquico era reciente en Israel y el principio dinástico aún no había cuajado.

A la condición humana le cuesta reconocer los valores de sus semejantes, mucho más si son superiores a los nuestros. El éxito de David es general y rápido:

• el hijo del rey se encariña con él,
• la hija del rey se enamora de él,
• cae bien a la tropa, lo estiman los ministros,
• lo quieren Judá e Israel;
• triunfa en la guerra, escapa de un atentado,
• finalmente, el Señor está con él.

Si Saúl había sido aceptado por sus victorias militares, ahora había otro que le ganaba en este terreno, por tanto, siguiendo un razonamiento puramente humano, el pueblo podía, muy bien, elegirse otro monarca. Por esta causa Saúl ya había tomado posición contra David.

A estas razones objetivas se unió el proceso patológico de celos que sufrió el rey, que no le abandonó el resto de su vida, sino que aumentaron a medida que los acontecimientos mostraban la complacencia de Dios en la fidelidad de David.

Jonatán intercede ante su padre por David. Su recurso es la palabra, naturalmente apoyada en su doble amor por su padre y por David: Tiene que librar a David de la muerte, y, a su padre del crimen. Su brevísimo discurso es una maciza apología:

• David es inocente, sería injusto hacerle mal,
• David es un benefactor, sería injusto no pagárselo,
• David ha sido instrumento del Señor, sería peligroso atentar contra él.

Jonatán convenció a su padre, y, salvó de la muerte a David porque: siempre vence el Amor. Podemos preguntarnos:

¿Me alegra el triunfo de los demás?
¿Evito que alguna persona cercana a mi haga algo de lo que pueda arrepentirse?