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sábado, 29 de octubre de 2022

La violencia del Dios de Jesús contra sus oponentes


Uno se pregunta si tal violencia de los hombres no hace que el Reino de Dios se vuelva él mismo violento, si el predicador del Reino no es llevado él mismo a responder a la violencia de los hombres por medio de una violencia vengativa de Dios. En la lógica cultural y religiosa de Mateo, la violencia contra los profetas demanda un juicio de Dios. 

Es cierto que en el primer Evangelio encontramos palabras de venganza, por tanto violentas, de Jesús. La siguiente enumeración nos permitirá hacernos una idea de la importancia del tema de la violencia retributiva (justicia retributiva) del Dios del Jesús mateano:

Mt 11,21-24: maldición contra Corozaín, Betsaida y Cafarnaún (v. 23: «Y tú Cafarnaún... ¡Hasta el abismo te hundirás! Mt 13,36-43: explicación de la parábola de la cizaña (v. 42: «y los arrojarán al horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de dientes».

Mt 18,23-35; parábola del siervo sin entrañas (v. 34: «Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que debía»).

Mt 22,11-14: parábola del banquete nupcial (v. 7: «Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad»).

Mt 23: invectivas contra escribas y fariseos; las siete maldiciones, de una extraña violencia verbal (v. 33: «¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo vais a escapar a la condenación de la gehenna?»).

Mt 25,14-33: parábola de los talentos (v. 30: «Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»).

Mt 21,33-45: parábola de los viñadores homicidas. La violencia retributiva alcanza aquí su paroxismo. 

El homicidio representa aquí el gesto último por el que se intenta ser propietario de la viña. La violencia engendra entonces violencia: el dueño castiga a los miserables haciéndoles correr la misma suerte que ellos han hecho correr a sus siervos y a su propio hijo. Importa, sin embargo, apuntar algunas diferencias entre la violencia sufrida por Jesús y Juan Bautista, y la violencia divina, anunciada por Jesús, sobre sus enemigos:

1. El Jesús de Mateo apela a la venganza, pero él no se venga. En otras palabras, la palabra de Jesús es a veces violenta, pero no sus actos. El episodio de los vendedores expulsados del Templo (Mt 21,12-13) no entra dentro de la categoría de la violencia retributiva, sino que constituye un gesto de purificación del Lugar Santo.

2. El lenguaje que utiliza normalmente el Jesús de Mateo es un lenguaje parabólico. El lenguaje metafórico puede considerarse un medio para desviar la llamada a la violencia. A no ser que se haga «violencia» al texto, las parábolas que acabamos de ver no pueden ser directamente aplicadas a Dios. No son más que imágenes y aproximaciones.

3. El marco narrativo al que Mateo somete a ciertas parábolas de juicio podría llevar a matizar la violencia de los propósitos. Así, en Mt 18, la parábola del siervo sin entrañas (vv. 23-35) es precedida por la parábola de la oveja perdida (vv. 12-14).

4. En la tradición veterotestamentaria, la función del lenguaje de juicio recurre a la repetición. El Jesús de Mateo ha mostrado que la amenaza del juicio divino no concierne sólo a Israel o a los incrédulos, sino también a figuras del relato en las que los miembros de la comunidad mateana pueden, sin duda, reconocerse (el siervo sin entrañas, el banquete nupcial...).

5. La violencia puesta en boca del Jesús mateano (véase Mt 23 en particular) se explica también por el contexto histórico en el que está insertada la comunidad. En cierto modo, uno se puede preguntar si la violencia verbal no tiene un efecto catalizador de una violencia física o moral experimentada.

Tesis 2: En Mateo, Jesús y los jefes del pueblo se hallan en una relación de violencia recíproca, en el sentido de que Jesús, mediante su actitud y sus palabras, provoca a los jefes del pueblo y, por otro lado, los jefes del pueblo rechazan a Jesús. En el transfondo del discurso del Jesús de Mateo se divisa un Dios justo a la vez que violento, un Dios temible que restituye a cada uno según sus obras. Este juicio divino, siempre bajo forma metafórica, es trasladado a un futuro escatológico que evita que Jesús y sus discípulos resulten en el tiempo presente como los depositarios. Es decir, las palabras de juicio resuenan como una advertencia dirigida de igual manera a los discípulos.

La muerte de Jesús como fin de la violencia en Dios

En la lógica narrativa de Mateo, la muerte de Jesús es la última violencia contra el Reino. La última violencia hecha a Dios en la persona de su Hijo. Sin embargo, esta última violencia que debería haber conducido lógicamente a una violencia de rechazo de Dios mismo (véase la parábola de los viñadores homicidas) se transforma en Jesús en la aceptación de la no violencia y de la no venganza, tanto en hechos como en palabras. Esta aceptación de la violencia sin demandar la venganza se opera en tres etapas:

1. En Getsemaní (Mt 26,36-35), Jesús acepta sufrir la violencia al aceptar la voluntad de su Padre (v. 39).

2. En el momento de su arresto (Mt 26,47-56), Jesús acepta no hacer intervenir la fuerza divina y así no responder con violencia a la violencia: «En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le cortó la oreja. Dícele entonces Jesús: Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán, ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?» (Mt 26,51-53).

3. Cuando Jesús muere (Mt 27,45-50), muere con él y por él una imagen de Dios: en la cruz muere el Dios de la venganza y de la retribución. 

Pueden señalarse, a continuación, cuatro puntos complementarios:

I. Es interesante constatar que fuera de una notable excepción (la parábola de los viñadores homicidas), las numerosas palabras de Jesús anunciando el juicio de Dios no están en relación con su muerte próxima. Incluso las palabras del Hijo del hombre como depositario del juicio divino no establecen ningún lazo entre dicho juicio y la muerte de Jesús (véase Mt 13,41; 16,27; 24-25).

II. Como signo narrativo del cambio que se opera, se indica el paso de la palabra virulenta de los discursos proféticos (véase Mt 23 y 24-25 en particular) al silencio de aquél que es entregado a la violencia de los hombres.

III. El abandono de Jesús por Dios, el fin del sistema antiguo (el velo del Templo rasgado) y la confesión de Jesús como «Hijo de Dios» (27,54), se proponen en Mateo dentro del marco de una interpretación apocalíptica de la cruz. Este marco apocalíptico es subrayado narrativamente por las tradiciones relativas al temblor de tierra y a la apertura de las tumbas que Mateo incluye en el relato de la muerte de Jesús (Mt 27,51b-53). Para él y con la muerte de Jesús, el eón antiguo ha acabado, el eón nuevo comienza.

IV. Es de notar también que el Jesús resucitado no pronuncia ninguna palabra de venganza ni de llamada al juicio.

Tesis 3: En un principio, Jesús llama a un juicio que él reclama de Dios, a una violencia divina que refleja, sin duda, la suya. En Getsemaní, él se rinde a la voluntad de su Dios y se abandona así a la violencia de los hombres. En la cruz, es su Dios quien le abandona: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Dicho abandono marca en Jesús el fin de una cierta comprensión de Dios. Leído desde el marco de puesta en escena apocalíptica de Mateo, la muerte de Jesús puede ser interpretada no sólo como fin de la violencia de Dios, sino como fin del sacrificio comprendido como sistema de reparación violenta de la falta: con la muerte de Jesús, empieza un tiempo nuevo donde el antiguo orden de cosas no tiene ya cabida.

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