1. La violencia en los orígenes de la existencia histórica de Jesús
2. Rastros de violencia en la narración evangélica mateana
2. Rastros de violencia en la narración evangélica mateana
Jesús anuncia en Mt 23,30.35, en línea con la tradición veterotestamentaria, que la sangre de los justos y de los profetas debe caer sobre los escribas y fariseos.
El Dios de la retribución se halla aquí en el corazón de las invectivas de Jesús. Judas sufre esta lógica retributiva, habiendo «entregado sangre inocente» (Mt 27,4), precedido por la palabra de Jesús que pronunció sobre él (Mt 26,24). Después de su muerte es enterrado en el campo de la sangre (27,6-8). Por otro lado, Pilato se «lava las manos» y se declara inocente de la sangre de Jesús (27,24), a lo que el pueblo responde que su sangre recaiga sobre ellos y sobre sus hijos (27,25). El homicidio llama al homicidio, la sangre llama a la sangre. Nos encontramos todavía ante la ley del talión, la ley de la sangre.
Existe, sin embargo, otra interpretación propuesta por Jesús en camino hacia su Pasión y ya no del Jesús de las invectivas de Mt 23: durante la última cena, Jesús anuncia que su sangre será derramada «por muchos para el perdón de los pecados» (26,28). Ya no habrá más venganza, esa sangre será el signo de la Alianza y del perdón.
Entre Mt 23,30 y Mt 26,28 hay, pues, un verdadero cambio: la sangre ya no recae como una maldición, sino que se convierte en signo de perdón.
Tesis 4: En la tradición veterotestamentaria, la sangre derramada injustamente reclama reparación,
es decir, la sangre del culpable debe ser derramada en compensación. En el Evangelio de Mateo, especialmente en el capítulo 23, Jesús se vale de esta lógica retributiva para pronunciar la condena sobre escribas y fariseos. Es durante la última cena que esta lógica se rompe: la sangre de Jesús es signo de alianza y perdón.
es decir, la sangre del culpable debe ser derramada en compensación. En el Evangelio de Mateo, especialmente en el capítulo 23, Jesús se vale de esta lógica retributiva para pronunciar la condena sobre escribas y fariseos. Es durante la última cena que esta lógica se rompe: la sangre de Jesús es signo de alianza y perdón.
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