viernes, 26 de marzo de 2010

AL FINAL DE LA CUARESMA: SOMOS UNA IGLESIA DE PERSONAS, NO DE IDEAS, DOCTRINAS Y LEYES

Estamos casi al final la Cuaresma y uno se pregunta qué ha aprendido durante los últimos 40 días. Varias veces durante estas semanas me he sorprendido meditando con estas palabras, sugeridas por las lecturas del día y mi debilidad para ser fiel a la austeridad que me había impuesto: la comunidad de Jesús está formada por personas (débiles), no por doctrinas, leyes, ideas...

Mi primer impulso ha sido siempre hacer de la Cuaresma un tiempo de áscesis, purificación y fortalecimiento interior. Esta palabras: áscesis, purificación, fortalecimiento, peregrinación, camino.. me encantan. Sin embargo, esta cuaresma me ha traído la agradable sorpresa de profundizar en la Iglesia como una comunidad de hermanos y hermanas que necesitan ser perdonados, reconciliarse con sus semejantes y con Dios.

En esta comunidad de corazón débil..., las doctrinas, leyes e ideas palidecen. ¿Por qué? Pues porque, tristemente, las doctrinas y leyes han separado y dividido muchas veces, cuando en realidad debían haber sanado, guiado, perdonado, reconciliado.

Durante la cuaresma, Jesús se acerca al pecador, a la mujer adultera, al hijo pródigo, a los enfermos marginados por la ley, sufriendo por ello al desafío y la crítica de los fariseos, los doctores de la ley, los sacerdotes del templo.

No, en el corazón de la comunidad cristiana no debe haber dogmas, leyes y preceptos...; en el corazón de la comunidad debemos encontrar a una persona, Jesús de Nazaret, el cual tiene las heridas abiertas y está desfigurado, casi imposible de ser reconocido por sus seguidores. Pero esas mismas heridas nos ayudan a reconocerlo, a atenderlo y cuidar de él.

Esto se traduce en una Iglesia que no juzga y condena al pecador porque el Hijo del Hombre no fue enviado al mundo para condenarlo. La actitud de Jesús frente a los pecadores fue escandalosa para muchos, sin embargo, nosotros hoy no deberíamos escandalizarnos si hemos comprendido que Jesús vino a curar a los que habían sido excomulgados, abandonados, olvidados, juzgados y condenados. Por cierto, Él no podía haber merecido otra suerte que la de aquellos por los que ofreció su vida.

No hay comentarios: