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sábado, 17 de diciembre de 2022

¿Qué han dicho los Papas sobre Guadalupe?

El 25 de enero de 1979 san Juan Pablo II viajó a México, siendo este país el primero en visitar tras ser elegido Papa. Precisamente, la Virgen de Guadalupe siempre fue muy especial para este Pontífice, que en aquel viaje quiso visitar el santuario. Desde allí dijo estas palabras:

“Te ofrecemos todo este Pueblo de Dios. Te ofrecemos la Iglesia de México y de todo el Continente. Te la ofrecemos como propiedad Tuya. Tú que has entrado tan adentro en los corazones de los fieles a través de la señal de Tu presencia, que es Tu imagen en el Santuario de Guadalupe, vive como en Tu casa en estos corazones, también en el futuro. Sé uno de casa en nuestras familias, en nuestras parroquias, misiones, diócesis y en todos los pueblos”.

En 1999 afirmaba igualmente el santo polaco: 

“La aparición de María al indio Juan Diego en la colina del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva para la evangelización. Este influjo va más allá de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente […] Y América, que históricamente ha sido y es crisol de pueblos, ha reconocido ‘en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac, […] en Santa María de Guadalupe, […] un gran ejemplo de evangelización perfectamente inculturada’. Por eso, no sólo en el Centro y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen de Guadalupe es venerada como Reina de toda América”.

En una homilía en la basílica de San Pedro en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, el Papa Benedicto XVI afirmaba en 2011: 

“La venerada imagen de la Morenita del Tepeyac, de rostro dulce y sereno, impresa en la tilma del indio san Juan Diego, se presenta como ‘la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive’. (De la lectura del Oficio. Nicán Mopohua, 12ª ed., México, D.F., 1971, 3-19). Ella evoca a la ‘mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza, que está encinta’ (Ap 12,1-2) y señala la presencia del Salvador a su población indígena y mestiza. Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza”.

En 2016 el Papa Francisco visitó México y celebró misa en Guadalupe. Desde allí dijo: 

“En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia. En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo Juan, la esperanza de un pueblo. En ese amanecer, Dios despertó y despierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos. En ese amanecer, Juancito experimenta en su propia vida lo que es la esperanza, lo que es la misericordia de Dios. Él es elegido para supervisar, cuidar, custodiar e impulsar la construcción de este Santuario. En repetidas ocasiones le dijo a la Virgen que él no era la persona adecuada, al contrario, si quería llevar adelante esa obra tenía que elegir a otros, ya que él no era ilustrado, letrado o perteneciente al grupo de los que podrían hacerlo. María, empecinada —con el empecinamiento que nace del corazón misericordioso del Padre— le dice: no, que él sería su embajador”.


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