Para Marción y sus seguidores, Jesucristo no era el Hijo del Dios de los judíos, sino el Hijo del Dios Bueno, que era diferente al Dios de la antigua alianza. El Dios bueno tuvo compasión de la humanidad y envió al Redentor.
Jesucristo apareció a semejanza de un hombre para inaugurar el reino de la misericordia y del amor. No nació de la Virgen María ni sufrió ni murió según la carne. Marción negaba la muerte real del Redentor en la cruz al carecer Aquél de un cuerpo real (sólo era aparente).
Lo que sucedió en su muerte fue un acto de ira o rabia del Dios malo que para vengarse de la derrota sufrida revolvió los cielos e hizo crucificar al redentor que había tomado la semejanza de hombre.
El Dios Bueno, invisible, indescriptible, antes desconocido tanto para el creador como para sus criaturas, se ha revelado en Cristo. No se sabe hasta donde Marción admitía una Trinidad de personas en la Divinidad; Cristo es ciertamente el Hijo de Dios, pero Él es simplemente “Dios” sin más cualificaciones.
El evangelio de Marción comenzaba con las palabras “en el décimo quinto año del emperador Tiberio Dios descendió a Cafarnaún y enseñó en el Sabbath”. Por atrevida y caprichosa que sea esta manipulación del texto del Evangelio, por lo menos es un espléndido testimonio de que en los círculos cristianos de la primera mitad del siglo II la divinidad de Cristo era un dogma central. Pero para Marción, Cristo era el Dios Manifiesto, no el Dios Encarnado. Su cristología es la de los docetas, que rechazan la historia inspirada de la Infancia.
El Salvador de Marción es un “Deus ex machina” del cual Tertuliano burlonamente dice: “De pronto Hijo, de pronto Enviado, de pronto Cristo!”.
La vida de Cristo en la tierra fue un continuo contraste con la conducta del demiurgo:
• el demiurgo envió osos para devorar a los niños por una diversión pueril (2 Reyes 2,23-24)
mientras que Cristo ordenó a los niños que vinieran a Él y los acarició y los bendijo
• el demiurgo en su Ley declaró a los leprosos inmundos y los desterró, pero Cristo los tocó y los sanó.
• Las supuestas Pasión y Muerte de Cristo fueron obras del demiurgo, quien envió a Cristo al infierno
en venganza por haber abolido la Ley judía. Pero aún en el infierno Cristo venció al demiurgo al
predicar a los espíritus en el limbo y mediante su Resurrección fundó el verdadero Reino del Dios
bueno.
Marción negaba la resurrección del cuerpo, “porque la carne y la sangre no heredarán el Reino de Dios”, y negaba la segunda venida de Cristo para juzgar a los vivos y a los muertos, pues el Dios bueno, siendo todo bondad, no castiga a aquéllos que lo rechazan. Él simplemente se los deja al demiurgo, quien los echará al fuego eterno.
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