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lunes, 15 de febrero de 2016

Salmo 18: Dios Creador y de la Alianza

Salmo 18: Tus palabras, Señor, 
son espíritu y vida  

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
R. Tus palabras, Señor, 
son espíritu y vida

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
R. Tus palabras, Señor, 
son espíritu y vida

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
R. Tus palabras, Señor, 
son espíritu y vida

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
R. Tus palabras, Señor, 
son espíritu y vida

— Comentario por Reflexiones Católicas

El salmo 18 mezcla dos tipos de salmo, lo que ha llevado a mucha gente a dividirlo en dos. Del versículo 2 al 7 tenemos un himno de alabanza. El cielo y el firmamento, el día y la noche, cantan las alabanzas de quien los creó. Se trata de un himno de alabanza al Dios creador. La segunda parte (8-15) es de estilo sapiencial y presenta una reflexión sobre la ley del Señor.

Primera parte:

En la primera parte (2-7) tenemos una solemne alabanza al Creador del universo: el cielo, el firmamento, el día, la noche y, sobre todo, el sol, proclaman, sin palabras, la gloria de quien los creó. La alabanza silenciosa es muy importante, pues viene a decir que las palabras no son capaces de expresar todo lo que se siente. El sol es comparado con el esposo que sale de la alcoba y con un atleta que recorre el camino que se le ha señalado.

Esta primera parte de este salmo presenta una tensión

Casi todos los pueblos vecinos de Israel consideraban al sol y a los astros como dioses. Pero para el salmista, el cielo y el firmamento son como una especie de gran tejido en el que Dios ha dejado impresos algunos signos de su amor creador. Las creaturas hablan de la grandeza de su Creador. Cada día le entrega al siguiente una consigna, lo mismo que cada noche a la posterior: han de ser anunciadores silenciosos del amor del Creador. Aun sin usar palabras, su mensaje silencioso llegará hasta los límites del orbe.

El sol no es Dios sino una creatura de Dios. En aquel tiempo, se creía que el astro rey giraba alrededor de la tierra. Por eso se suponía que, por la mañana, salía de la tienda invisible que Dios había levantado para él en Oriente como el esposo de la alcoba, para recorrer su órbita como un héroe o un atleta, hasta entrar de nuevo en su tienda en Occidente. Como el esposo, porque es sinónimo de fecundidad; como un héroe, porque nada ni nadie escapa a su calor; como un atleta, porque nadie lo puede detener.

Segunda parte:

En la segunda parte del salmo (8-15) encontramos un poema sapiencial cuyo tema central es la ley del Señor, a la que se designa también como «testimonio» (8b), «preceptos» 9a), «mandamiento» (9b), «temor» (10a) y «decretos» (10b). Son seis términos que se emplean para indicar básicamente la misma realidad. Al lado de cada una de estas palabras se repite el nombre propio de Dios: «el Señor» —Yavé en el original hebreo— (en esta segunda parte, este nombre aparece siete veces) y también un adjetivo: «perfecta», «veraz», «rectos», «transparente», «puro», «verdaderos».

Después de cada una de estas afirmaciones se presenta a la persona o realidad que se beneficia de los efectos de la ley: el alma descansa (8a), el ignorante es instruido (8b), el corazón se alegra (9a), los ojos reciben luz (9b). Todo esto se resume en dos comparaciones: la ley es más preciosa que el oro más puro (es decir, más que lo más valioso que existe) y más dulce que la miel (la miel es lo más dulce que hay). Con otras palabras, este poema afirma que la ley es lo más valioso y lo más dulce que existe.

Después de elogiar la ley perfecta, el salmista se contempla a sí mismo imperfecto, impuro, arrogante y pecador (12-14), y concluye expresando un deseo: que las palabras de este salmo, en forma de meditación, le agraden al Señor, su roca, su redentor.

La segunda parte también esconde una tensión con las «naciones»

Para Israel, el gran don que Dios le ha comunicado se llama «ley». Por medio de ella dejó perfectamente claro en qué consistía su proyecto y cuáles eran las condiciones para que Israel fuera su aliado. ¿Qué es lo que tiene Israel que ofrecerle a las naciones? Una ley perfecta y justa, fruto de la alianza con Dios: «¿Qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? ¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y mandamientos tan justos corno esta ley que yo os propongo hoy?» (Dt 4,7-8).

Después de hablar de la perfección de la ley, el salmista piensa en la propia fragilidad (12-15). Se siente pequeño. La ley es perfecta, él es imperfecto. La ley es pura como el oro fino, pero él tiene que ser purificado de las faltas que haya podido cometer sin darse cuenta. El problema principal consiste en la posibilidad del orgullo o la arrogancia que, dominan a la persona.

El salmo ofrecer dos imágenes muy intensas:

  • la del Dios de la Alianza (8-15), que entrega la ley a su pueblo, 
  • la del Dios Creador, reconocido por sus criaturas (2-7). 

El Nuevo Testamento vio en Jesús el cumplimiento perfecto de la nueva Alianza; Jesús es aquel que permite ver de manera perfecta al Padre (Jn 1,18; 14,9). Jesús alaba al Padre por haber revelado sus designios a los sencillos (Mt 11,25) e invitó a aprender de los lirios del campo y de las aves del cielo la lección del amor que el Padre nos tiene (6,25-30). Es un salmo que puede y debe ser rezado cuando queremos librarnos de la arrogancia y del orgullo... 

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